—Ya me di cuenta.
El Cazador no se explayó sobre esta cuestión, dejando que su joven anfitrión extrajera libremente todas las conclusiones que quisiera.
—Pero, ¿qué hubiera podido hacer él? ¿Es posible que haya sido el causante de esa caída?… Tú me dijiste que no puedes causarme daño. ¿Acaso él es diferente a ti?
—No. Es verdad que él no hubiera podido forzar a ninguna de esas personas a que te empujaran, o algo semejante. Sin embargo, podría haberla persuadido; recuerda cuánto hiciste tú por mí.
—Pero tú me dijiste que él no se daría a conocer.
—Eso es lo más probable, ya que en caso contrario correría un gran riesgo. No obstante, podría haber intentado buscar colaboración… Quizá engañando a su anfitrión… No es tan difícil. ¿Cómo podría probar su anfitrión que él está mintiendo?
—No puedo contemplar esa situación a priori: pero ¿en qué se habría beneficiado tu enemigo si yo me caía allí adentro? Sé nadar y, además, todos saben. Y en caso que no supiera y me ahogara… eso tampoco impediría que tú siguieras viviendo tu vida.
—Así es; pero quizá él haya pensado que, en caso de que tú te lastimaras levemente, yo me traicionaría por mis actividades cicatrizantes. Después de todo, no importa lo que le haya dicho a su anfitrión, ya que no creo que trate de persuadir a uno de tus amigos para que te cause un daño serio o permanente.
—Entonces, ¿piensas que Carlos Teroa está tratando de conseguir ese trabajo fuera de la isla para servir a nuestro enemigo? Yo creía que Carlos quería desvirtuar todas esas historias acerca de su manía de dormir mientras trabaja porque realmente deseaba enmendarse.
—Esa posibilidad existe, indudablemente. Pero nosotros debemos encontrar la forma de examinarlo antes de que se vaya… o evitar su traslado de la isla.
Bob no prestó mayor atención a esto último, pues en ese momento estaba muy preocupado con otro pensamiento que irrumpió en su mente… algo que cambió su expresión a tal punto que no hubiera pasado inadvertida para sus amigos en caso de que se hallaran mirándolo en ese instante.
Algo que dijera el Cazador unos minutos antes había originado un pensamiento semejante: tardó un momento en definirse, pero ahora aparecía ante su mente con destellante claridad. El Cazador dijo que su presa era capaz de engañar a su anfitrión sin que hubiera forma alguna de evitarlo. Bob advirtió de pronto que tampoco él tenía medios para comprobar la veracidad de las palabras del Cazador, Y el ser que se hallaba dentro de su propio cuerpo podría ser también un criminal fugitivo, intentando escapar de una legítima persecución.
Iba a decir algo, pero su natural sentido común lo salvó a último momento. Esto tendría que comprobarlo por sí mismo; mientras tanto, debía aparentar la misma confianza y espíritu de cooperación que caracterizaban su trato con el Cazador hasta el momento.
En realidad, no desconfiaba seriamente del Cazador. A pesar de las limitaciones que existían en la comunicación, la actitud y el comportamiento del simbiota habían hecho que el joven se formara una idea excelente acerca de su personalidad. No obstante, la duda subsistía y era necesario resolver la situación en alguna forma.
Estaba muy preocupado cuando llegaron al arroyuelo y apenas habló, mientras entre todos arrastraron el bote sobre la orilla y guardaron los remos. Pero ninguno lo advirtió, pues los muchachos habían quedado muy cansados y algo sacudidos por los dos accidentes de esa tarde. Subieron hasta la alcantarilla y recogieron sus bicicletas, que habían quedado ocultas entre los matorrales. Luego se despidieron, separándose en varias direcciones, después de fijar el mismo lugar para reunirse en la mañana siguiente.
Al fin Bob pudo hablar libremente con el diminuto detective.
—Cazador —le dijo—, si crees que mis conversaciones y la investigación que estoy realizando entre mis amigos pueden volverme sospechoso para tu enemigo, ¿hay acaso motivo para preocuparse? Cualquier cosa que intente él hacer, nos servirá para localizarlo inmediatamente. Esa sería, quizá, la mejor manera de apresarlo. Úsame como cebo. Después de todo, la única forma inteligente de encontrar una aguja en un pajar es usar un imán. ¿Qué te parece?
—Ya lo había pensado. Es demasiado peligroso.
—¿Podría causarte algún daño?
—No espero que lo haga. Lo único que me preocupa es tu seguridad. Ignoro si tu actitud se debe a la valentía de la madurez o a la temeridad de la juventud, pero no te expondré a ningún peligro mientras tenga la posibilidad de escoger otra salida más adecuada.
Bob no contestó, pero el Cazador quizá pudo de cubrir, por la contracción de los músculos facial del muchacho, el esfuerzo de éste por reprimir una sonrisa de satisfacción. Había, además, otra cuestión que Bob quería aclarar. Cuando iba en dirección a su casa le preguntó:
—¿Bromeabas cuando dijiste que podías paralizar mi lengua?
—De ninguna manera. Puedo paralizar cualquier músculo de tu cuerpo oprimiendo el nervio correspondiente. Ignoro cuánto tiempo dura el efecto de pues de dejar nuevamente en libertad el nervio, que nunca he ensayado este experimento con gente de tu raza.
—A ver, muéstrame…
Bob se detuvo en el camino, con gran expectativa.
—¡A la casa a comer! ¡Y basta de hacer propuestas tontas!
Bob continuó su camino sonriendo ahora abiertamente.
CAPITULO 13 — UNA SESIÓN DE INGENIERÍA
El sábado no fué un día provechoso para el Cazador y menos aún para Norman Hay. Los muchachos se encontraron en la alcantarilla como habían planeado. Norman llevó el pedazo de tela metálica, pero ningún otro había llevado nada que pudiera servir para extraer los bloques de cemento que Hay colocara en su piscina.
Decidieron, pues ir hasta otro extremo de la isla donde estaba construyendo un nuevo tanque de cultivo para ver si encontraban algo adecuado por allí. Fueron en bicicleta, atravesaron el arroyo pasaron junto a escuela dirección a la casa de Teroa. Allí en lugar de doblar continuaron derecho hasta el final del camino pavimentado, pasando junto a varios galpones de deposito. Un poco más abajo un grupo de tres pequeños tanques que estaban allí desde hacía algunos años; mucho más adelante se hallaba una nueva estructura algo más elevada, casi tan grande como los tanques que se encontraban en el lago. Esta última construcción había sido terminada uno o dos meses antes; otra, que los muchachos conocían, se hallaba en construcción precisamente detrás de ésta. Allí se dirigieron.
Al final de los galpones terminaba el camino; de allí en adelante había que seguir por una vereda improvisada. Los muchachos advirtieron que sería mejor seguir a pie. Dejaron a un costado del camino las bicicletas y comenzaron a caminar. No tenían que ir muy lejos: apenas los separaban unos trescientos metros del tanque mas grande, setenta metros más a lo largo de su pared inferior y otro tanto hasta el lugar donde estaba concentrada toda la actividad.
Igual que su vecino, el nuevo tanque estaba colocado sobre la ladera de la montaña, enterrado en parte, como los demás. Las secciones de pared que descansaban sobre la ladera ocupaban en ese momento la atención de los operarios. Los muchachos repararon con alivio en que las excavaciones parecían haber terminado; sería entonces, posible conseguir que les prestaran las herramientas que ellos necesitaban. No les costó ningún trabajo conseguir lo que querían. Enseguida encontraron al padre de Rice, quien inmediatamente localizó un para de barras de hierro y les dio permiso para llevárselas.
Los jóvenes tomaron las barras y volvieron por donde habían llegado.
Era un buen comienzo. Pero el resto de la mañana no fué tan fructífero. Llegaron sin demora a la laguna y comenzaron a trabajar sumergiéndose por turno para golpear con las barras de hierro la superficie de cemento. No podían hacer fuerza contra el borde que daba al mar, ya que hubieran sido arrojados por la primera ola que rompiera allí contra los puntiagudos bordes del coral. Descansaron un poco a la hora del almuerzo, pero aún faltaba mucho que hacer.
Читать дальше