Ursula Le Guin - El nombre del mundo es Bosque

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El nombre del mundo es Bosque: краткое содержание, описание и аннотация

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Dentro de la gran tradición literaria de las utopías y anti-utopías que se inicia en el siglo XVII,
descubre un universo dinámico y en equilibrio que se mantiene en el tiempo de acuerdo con leyes propias que no admiten la intromisión del hombre. En el planeta Athshe, el ciclo de la vida, la cultura las costumbres, los modos mentales nacen y se desarrollan en la estabilidad autónoma del cosmos.

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Era un comentario agradable. Y también lo era que le llamasen por su bien merecido título de doctor. Por su conversación, parecía que los extraterrestres habían estado en la Tierra, y que podían ser expertos en esvis o algo parecido; pero el comandante, al presentárselos, no lo había mencionado.

La sala se iba llenando. Llegó Gosse, el ecologista de la colonia, y también los oficiales; y el capitán Susun, director de Desarrollo Planetario —operativo talado —cuyo cargo, igual que el de Lyubov, era un invento necesario para la tranquilidad de espíritu de los militares. El capitán Davidson entró solo, apuesto y erguido, el rostro enjuto de facciones marcadas, sereno y un tanto serio. Había guardias custodiando todas las puertas. Todos los señorones del Ejército estaban tiesos como estacas. La conferencia era, lisa y llanamente, una investigación. ¿Quién tenía la culpa? Yo, yo tengo la culpa, pensó Lyubov con desesperación, pero esa misma desesperación le llevó a mirar hacia la mesa al capitán Davidson con odio y desprecio.

El comandante Yung habló con voz muy tranquila.

—Como ustedes saben, señores, mi nave se detuvo aquí, en Mundo 41 para bajarles un nuevo cargamento de colonas, y nada más; el destino del Shackleton es Mundo 88, Prestno, uno de los planetas del Grupo Hainiano. SI embargo este ataque a un campamento de avanzada, desencadenado durante nuestra larga permanencia aquí, no puede su ignorado; sobre todo a la luz de ciertas circunstancias de las que se informará un poco más adelante, en el curso normal de los acontecimientos. El hecho es que el status del Mundo 41 como Colonia Terráquea está en estos momentos en discusión, y la masacre del campamento podría precipitar las decisiones de la Administración Colonial.

Naturalmente, las decisiones que nosotros podamos adoptar tienen que ser tomadas en seguida, pues no puedo retener aquí mi nave durante mucho tiempo. Ahora bien, antes que nada, deseamos estar seguros de que los hechos pertinentes son de conocimiento de todos. El informe del capitán Davidson sobre los sucesos de Campamento Smith fue grabado y escuchado por todos nosotros en la nave; ¿lo han escuchado también todos ustedes? Muy bien. Si alguno de ustedes desea preguntarle algo al capitán Davidson, adelante. Yo, personalmente, tengo una pregunta. Usted volvió al solar del campamento al día siguiente, capitán Davidson, en un helicóptero grande y acompañado por seis soldados; ¿tenía usted permiso de algún superior aquí en Central?

Davidson se puso de pie.

—Lo tenía, señor.

—¿Estaba usted autorizado para aterrizar e incendiar el bosque próximo al campamento?

—No, señor.

—Y sin embargo lo hizo.

—Sí, señor. Estaba tratando de que los creechis salieran del bosque. —Muy bien.

¿Señor Lepennon?

El alto hainiano se aclaró la voz.

—Capitán Davidson —dijo—, ¿cree usted que la gente que trabajaba bajo sus órdenes en Campamento Smith estaba contenta en general?

—Sí, lo creo.

La actitud de Davidson era firme y directa; el hecho de que se encontrara en dificultades no parecía molestarle. Por supuesto, estos oficiales de la Armada y esos extranjeros no podían obligarle a nada. De la pérdida de doscientos hombres y de las represalias que él había tomado sin autorización, no tenía que responder ante nadie, excepto al coronel. Pero el coronel estaba allí, escuchando.

—¿Quiere decir, entonces, que estaban bien alimentados, alojados decentemente, sin demasiado trabajo, en la medida en que esto es posible en un campamento de frontera?

—Sí.

—¿La disciplina era muy rigurosa?

—No.

—¿Qué opina usted, entonces? ¿Qué provocó la rebelión?

—No comprendo.

—Si no había descontentos, ¿por qué unos masacraron a los otros y lo destruyeron todo?

Hubo un preocupado silencio.

—Si se me permite una breve intervención —dijo Lyubov—, fueron los esvis nativos, los athshianos empleados en el campamento y los que habitaban en el bosque quienes atacaron a los humanos terrícolas. En su informe el capitán Davidson se refiere a los athshianos como los “creechis”.

Lepennon parecía molesto y ansioso.

—Gracias, doctor Lyubov. Quiere decir que me equivoqué de medio a medio. A decir verdad, supuse que la palabra “creechi” aludía a una casta terrícola que desempeñaba tareas menores en los campamentos de leñadores. Creyendo, como todos nosotros, que los athshianos eran una especie intermedia no agresiva, nunca pensé que ellos fueran “los creechis”. En realidad, tampoco sabía que cooperaban con ustedes en los campamentos. De todos modos, sigo ignorando qué pudo provocar el ataque y el motín.

—No lo sé, señor.

—¿Cuando el capitán dijo que la gente que trabajaba bajo sus órdenes estaba contenta, incluía también a los nativos? —preguntó Or, el cetiano, en un áspero murmullo.

El hainiano entendió enseguida, y le preguntó a Davidson, con voz Preocupada y cortés: —¿Cree usted que los athshianos que vivían en el campamento estaban contentos?

—Hasta donde yo sé.

—¿No había nada fuera de lo común en la situación de esta gente, o en el trabajo que hacían?

Lyubov sintió cómo se elevaba la tensión, una vuelta de tuerca, en el coronel Dongh y la plana mayor, y también en el comandante de la astronave. Davidson se mantenía tranquilo y desenvuelto.

—Nada fuera de lo común.

Lyubov sabía ahora que sólo sus estudios científicos habían sido enviados al Shackleton; las protestas, y hasta los informes anuales acerca de la “Adaptación de los Nativos a la Presencia Colonial” pedidos por la Administración, habían quedado arrinconados en el cajón de algún escritorio del cuartel general. Estos dos humanoides no terráqueos desconocían por completo la forma en que se explotaba a los atlishianos. El comandante Yung estaba enterado, desde luego; no era la primera vez que bajaba, y habría visto las pocilgas de los creechis. De todos modos un comandante de la Armada Colonial no tenía mucho que aprender sobre las relaciones entre los terráqueos y las especies nativas inteligentes. Aprobase o no la política de la Administración Colonial, poco o nada podía sorprenderle. Pero un cetiano y un hainiano ¿qué podían saber, a menos que la casualidad los trajese a una colonia terráquea mientras iban a alguna otra parte? Lévennos y Or no habían tenido nunca la intención de bajar. O quizá no habían pensado bajar, pero al enterarse de los disturbios, ellos mismos habían insistido. ¿Por qué les había traído el comandante: por iniciativa propia o porque ellos lo habían querido así? Quienesquiera que fuesen había en ellos un aura de autoridad, una vaharada del áspero, embriagador olor del poder. El dolor de cabeza de Lyubov había desaparecido como por encanto, se sentía alerta y excitado, las mejillas un tanto acaloradas.

—Capitán Davidson —dijo—, tengo un par de preguntas, a propósito de su enfrentamiento de anteayer con los cuatro nativos. ¿Está usted seguro de que uno de ellos era Sam, o Selver Thele?

—Creo que sí.

—Usted no ignora que él está resentido contra usted.

—No sé nada.

—¿No lo sabe? La mujer de Selver murió en las habitaciones de usted inmediatamente después de una relación sexual, y él le considera responsable de esa muerte, ¿no lo sabía usted? Selver le atacó una vez, antes, aquí en Centralville; ¿lo había olvidado? Y bien, lo cierto es que el odio personal de Selver hacia el capitán Davidson puede servir como explicación o motivación parcial de este ataque sin precedentes. Los atlishianos no son incapaces de utilizar la violencia personal, nunca afirmé nada semejante. Los adolescentes que no han dominado aún el sueño controlado o el canto competitivo suelen luchar entre ellos, o pelearse a puñetazos, y no siempre amistosamente. Pero Selver es un adulto y un adepto; y, su primer ataque personal al capitán Davidson, que yo presencié en parte, era sin lugar a dudas una tentativa de asesinato. Como lo fue, dicho sea de paso, la represalia del capitán Davidson. En ese momento, consideré el ataque como un episodio psicótico aislado, producto de un dolor compulsivo e incontenible. Me equivoqué.

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