David Brin - Gente de barro

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Gente de barro: краткое содержание, описание и аннотация

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Dentro de cincuenta años, las nuevas copiadoras-horno permitirán hacer copias perecederas de las personas. Esas copias, los llamados “ídem”, la gente de barro, tienen una vida prevista de un día, carecen de derechos legales o sociales, y son de diverso color según su función. Se les encargan las ocupaciones menos interesantes o las más peligrosas, todas las que rechazan los seres humanos verdaderos. Al final de su existencia, si es posible, los ídem “descargan” en su personaje original, el arquetipo o “archi”, las memorias recopiladas de ese día.
narra las peripecias del detective Albert Morris y sus múltiples duplicados de barro en esa nueva sociedad. En el idemburgo se están haciendo copias pirata de una famosa cortesana, Gineen Wammaker, y Morris debe impedirlo. Un trabajo que no parece excesivamente difícil, pero que le llevará a descubrir una intrincada red de conspiraciones en en esa sociedad del futuro donde los ídem carecen de derechos y de todo tipo de consideración.
David Brin, galardonado ya con diversos premios Nebula y Hugo, utiliza una narración detectivesca, del tipo
, para mostrar las complejidades de una sociedad en la que existe una curiosa versión de los “replicantes” del
cinematográfico.
Novela finalista del premio Hugo 2003.
Novela finalista del premio Arthur C. Clarke 2003.

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La silla se alzó de nuevo mientras alguien gritaba. ¿Fue Ritu o Beta, que se acercaban mientras los estirados segundos pasaban lentamente? ¿Importaba?

Al siguiente golpe me sentí asaltado por desagradables sensaciones.

Palpitaciones en el pecho. Latidos en el brazo. ¡Podría haberlo considerado doloroso, pero me habían enseñado que el dolor no existe!

La caja de la CPU se resquebrajó al primer golpe. Podrían hacer falta varios, más una oración para que el profesor Marahal no se hubiera entretenido en hacer una copia de seguridad remota. Alcé la silla una vez más, mientras mis labios se movían, murmurando de nuevo a cuenta de la megaentidad del rayo andzier.

—«Albert… Yosil Y Yo Estamos De Acuerdo En Esto… Hay Que Detenerte.»

Quise gritar, «y un cuerno», pero un fuerte puño se cerró alrededor de mi corazón, haciéndome retroceder.

Sin embargo, las palabras siguieron surgiendo por mi boca.

—«Lo Siento… Debe Hacerse… Y Se Hará.»

Fue entonces cuando otra voz intervino, reverberante y extraña, como salida de ninguna parte.

Oh, no, no se hará.

Tan súbitamente como vino, la presión en mi pecho desapareció, dejándome tambaleante, casi a punto de perder el sentido. La conciencia osciló. Pero no podía rendirme ahora. No después de haber visto el ejemplo de aquel pobre verde.

«Puedo hacer todo lo que quiera.»

Apretando los dientes y gruñendo con fuerza, descargué una vez más la silla con todas mis fuerzas.

65

Listos para sacudirnos…

…Gumby está casi equipado para jugar en la primera base…

«¿Funcionó?», me pregunté después de arrojar mi antigua pierna a la rampa de lanzamiento. Luego, durante un minuto, me sentí exultante mientras la máquina se detenía, gruñendo y quejándose.

SECUENCIA DE LANZAMIENTO INTERRUMPIDA, anunció la pequeña pantalla.

Sólo que mi triunfo fue breve. Pues a ese mensaje le siguió un segundo que me gustó bastante menos.

REPARACIONES INICIADAS, dijo la pantalla mientras media docena de zanganillos de mantenimiento surgían de la máquina. Correteando como hormigas obreras hacia la fuente del problema, empezaron a tirar y empujar mi perdido miembro de cerámica. Dos de ellos encendieron pequeños soldadores.

Mientras tanto, el primer misil zumbaba en su lugar al pie de la rampa. De no haberlo sabido con certeza, habría jurado que parecía impaciente.

Aunque moverse era más difícil que nunca, intenté usar mi único brazo para acercarme más. Tal vez podría distraer a los zánganos gritando o imitando una voz de mando…

Pero sólo conseguí emitir un ronco croar. Bueno, después de todo, estaba hecho polvo.

Incapaz de hacer otra cosa sino esperar, reflexioné sobre aquel ataque de guerra biológica: «¿Por qué querría Beta hacer una cosa así? Sí, un acto letal de terrorismo distraería a las autoridades durante un tiempo de la búsqueda de un famoso sidcuestrador y ladrón de copias. Podría incluso olvidarse aquel ataque priónico en Hornos Universales…»

¡Pero seguía sin tener sentido! Sólo un hampón estúpido apuesta todo a que los polis continuarán ignorándolo eternamente. Hay demasiadas formas de dejar pistas inadvertidas en la era moderna, no importa lo cuidadoso que seas. Además, aquello no parecía típico de Beta. «Tal vez no lo sea», pensé. Un didtective debería siempre estar preparado para revisar o descartar su teoría de trabajo.

¿Bien? Si el piloto de aquella Harley no era Beta, ¿quién si no? Alguien ansioso por seguir a Ritu Maharal y descubrir el paradero de la cabaña de su padre.

Alguien a quien le resultó sospechosamente fácil localizar el Volvo, allá en el desierto.

Alguien que tenía que haber estudiado a fondo a Beta para imitar cada gesto de mi archienemigo, y que sabía bien todo lo que había sucedido en el garito de Irene.

Alguien que se enteró rápidamente de la reunión que idPal y yo preparamos en el idemburgo con Pal y Lum y Gadarene… alguien que apareció sorprendentemente bien preparado.

Sólo parecía haber una explicación razonable para cómo «Beta» y yo escapamos del ataque de los pandilleros en el piso franco de Pal. Se esperaba que escapáramos. Todo estaba preparado de antemano, de allí la manera conveniente en que Beta reapareció, con una moto aérea, en un santiamén. Eso ya lo tenía claro, sólo que ahora…

Parpadeé (aunque un párpado ya se estaba cayendo), sintiéndome cerca, muy cerca de la respuesta.

De hecho…

Me desinflé. ¿Importaba ahora? Cuando esos misiles se dispararan, a la gente de la ciudad (quizá de todo el mundo) le importaría aún menos los detalles. Sólo la cruda supervivencia.

Y ya no tardaría mucho.

REPARACIONES COMPLETADAS AL 80%, decía la pantalla.

Ah, bien.

Allí tendido, supe que ya había dejado muy atrás mi cita, que ya no tenía que seguir luchando contra la insistente llamada del contenedor. La disolución sería un alivio.

Hora de convertirse en una mancha sucia en el suelo.

Me preparé para dejarme llevar…

Entonces me contuve cuando unas palabras en ámbar, en lo alto, se volvieron de un rojo ardiente.

Fallo de HARDWARE en la fuente de mando.

El monitor del lanzamisiles parecía lamentarlo, mientras continuaba informando.

INCAPAZ de confirmar restablecimiento de códigos certificados de lanzamiento.

RECORDATORIO: los protocolos exigen repetida.

VERIFICACIÓN de alto nivel para la localización del objetivo/

FUERA de una zona de batalla pública.

¿REINTENTO o busco servidor alternativo?

Puñetera máquina. Sin embargo aprobé de todo corazón que el mecanismo empezara a desconectarse. Los cohetes de punta escarlata reactivaron sus cierres de seguridad, volviendo a su cabina de almacenamiento, y me pregunté: « ¿Significa esto que se ha acabado?»

No del todo. Los zánganos de reparación estaban todavía trabajando, sacando mi antigua pierna y retirando los trocitos. Aún más, el enlace remoto podía ser restaurado y disparar todos los códigos y continuar con la cuenta atrás en cualquier momento.

No habría modo de que yo lo detuviera la próxima vez.

Oh, sí que lo habrá.

«¿ Eh? —Creía que mi reproche imaginario había desaparecido—. ¿Has vuelto, entonces?»

¿Entonces? ¿Ahora?

Presente y pasado no cuentan.

Lo que cuenta es que vuelvas a moverte.

¿Queme moviera? ¿Adónde? Y lo más importante… ¿cómo?

Sin embargo, no tenía sentido protestar. De todas formas, ya sabía la respuesta. Pero no me gustaba.

De vuelta.

Bajar de nuevo aquellos horribles escalones de piedra. Sólo que ahora sin piernas, arrastrándome con un brazo cansado, con un poco de ayuda de la gravedad.

De vuelta al único lugar donde todavía podía servir de algo. Como si tuviera una mínima oportunidad de conseguirlo.

Bueno, al menos habría algo de iluminación esta vez, la que entraba por la ventana abierta de esta estrecha habitación. La luz de otro día que nunca esperé ver.

Eso es.

Mira hacia el lado brillante.

Ahora te sugiero que te muevas.

Si al menos pudiera haber estrangulado a mi regañón particular… Pero para eso me hacían falta dos manos… más un cuello físico donde envolverlas.

Así que hice lo único que podía hacer. Me moví.

66

E pluribus pluribus

…ahora, todos juntos…

Habían pasado menos de cuatro minutos desde que Ritu y Beta y realAlbert entraron en el laboratorio subterráneo para contemplar aquel circo almístico, completo con un número en cl trapecio, un frenético empresario-mago y un par de payasos chillones clavados como blanco en cada extremo. ¿Y en medio? Una creciente distorsión de tangibilidad hacía que el espacio pareciera ondular y fluir, como una especie de energía enjaulada, caminando de un lado a otro y preparándose para liberarse. Durante esos pocos minutos, se produjo una batalla para decidir qué personalidad imprintaría la nueva ondadiós.

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