Con todo, el aparato aéreo apenas había hecho ruido al pasar por encima de él. No había motores rugiendo. Era sorprendente. Tal vez la antigravedad merecía una nueva consideración.
Había una sola manera de averiguar más. Se levantó, se sacudió el polvo, se echó la mochila al hombro y se encaminó hacia la ciudad.
El mercado situado ante la muralla de la ciudad era como cualquier pequeño bazar ribereño de la Tierra. Había gritos y llamadas, y niños corriendo en tropel obviamente por nada bueno. Las tiendas y los almacenes desprendían aromas fuertes, desde el de la rica comida al penetrante olor almizcleño de los animales de tiro.
Entró en el bazar con lo que esperaba que fuera expresión de alguien que se ocupa confiado de sus propios asuntos. Por la variedad de ropas que veía, Dennis no se sintió estrafalario. Botas, camisas y pantalones parecían ser habituales. Algunos incluso llevaban macutos a la espalda, como él.
Pasó ante un grupo de hombres sentado en la terraza de un café. Algunos lo miraron, pero nadie pareció sentir por él algo más que curiosidad pasajera.
Dennis empezó a respirar con más tranquilidad. Tal vez pueda llegar hasta lo que haga las veces de universidad por estos lares, pensó esperanzado. Tenía una idea bien clara del tipo de individuos con los que quería contactar de aquella cultura.
Incluso en las antiguas sociedades feudales de la Tierra había habido zonas más desarrolladas, y aquella gente disfrutaba claramente de más tecnología y cultura. El aparato volador había aumentado las esperanzas de Dennis de encontrar el tipo de ayuda que necesitaba.
Los fuertes olores de pescado reseco y pieles curtidas le golpearon cuando alcanzaba los embarcaderos, que eran estructuras de aspecto sólido construidas con tarugos y clavijas. Parecían casi nuevos, hasta los brillantes pilares. Las superficies superiores estaban cubiertas del mismo material resistente que componía las carreteras coyllanas.
Se detuvo a mirar uno de los barcos. Dennis había navegado lo suficiente para reconocer un diseño, sofisticado cuando lo veía. La quilla era fina, liviana y esbelta— Su mástil se alzaba elegantemente, un poco inclinado sobre el centro de gravedad.
Una vez más, estaba construido de madera laminada, extraordinariamente brillante.
Pero si disponían de la tecnología para construir barcos como aquél, ¿por qué usaban velas? ¿Tenía la gente de Coylia algún tipo de tabú, algo contra los motores? Tal vez su única maquinaria se encontraba en las fábricas donde producían aquellas cosas maravillosas.
Dennis ansiaba encontrar una de esas fábricas y hablar con 1a gente que las dirigía.
No muy lejos, una cuadrilla de trabajadores cargaba pesados sacos, transportándolos desde un almacén a la bodega de un barco a la espera. Los sacos debían de pesar unos cuarenta kilos cada uno. Los hombres fornidos y gruesos tarareaban mientras trajinaban por el embarcadero, inclinados bajo su pesada carga.
Dennis sacudió la cabeza. ¿Podría ir contra su religión utilizar carretillas ?
Cada estibador, después de depositar su saco en la bodega, no regresaba por la estrecha rampa sino que saltaba por la borda del barco. Al compás de la canción de sus camaradas, entonaba un breve verso, y luego se zambullía en el agua para hacer sitio al siguiente hombre.
Parecía buena idea darse un chapuzón antes de regresar nadando al embarcadero para coger otra pesada carga. Dennis se abrió paso entre balas do cargamento pasta colocarse lo bastante cerca para oír la, canción. Parecía ser una variante repetitiva de la frase «¡Ah-hee-hum!»
Los trabajadores caminaban a su compás regular. Dennis se acercó mientras un gigante con bigote negroazulado dejaba caer su carga en la bodega v luego saltaba ágilmente por la borda. Con una mano en el mostacho, se dio un golpe en el pecho perlado de sudor mientras los hombres cantaban: « ¡Ah hee hum! »
El gigante cantó:
El alcalde es sabio pero todos lo sabemos,
el hecho es que…
¿Ah Wee Hoom?
Compensa a base de corpulencia
Su falta de sabiduría
¡Ah Hee Hum!
Solo dos partes suyas tienen
práctica seguro
¿Ah Wee Hoom?
Una parte n su boca y la otra es su…
La última parte quedó ahogada por un apresurado «¡Ah Hee Hum!» del grupo. El grandullón se dejó caer al agua con una gran salpicadura. Mientras nadaba hacia la escalerilla, su lugar en la amura fue ocupado por un tipo alto con una fina mata de pelo. Su voz era curiosamente grave.
Oh, la esposa está en casa, delante
del espejo…
¿Ah Wee Hoom?
¡Debe creerse un gorro, o una escoba,
o un perro!
¡Ah Hee Hum!
Las cosas mejoran con la práctica, pero la gente
es menos maleable…
¿Ah Wee Hoom?
Ella se arregla, pero sigue pareciendo
una…
¡Ah! Hee-e-e ¡Hoom!
Dennis sonrió débilmente, como la persona que se da cuenta de que se está contando un chiste pero no puede comprender la gracia.
Una pequeña caravana pasó lentamente a través de la puerta principal hacia la ciudad. Había hombres a pie cargando bultos, en fila para ser inspeccionados en lo que parecía un puesto de aduanas.
Unos cuantos hombres montados en ponis velludos atravesaron la puerta, sin ser molestados por los guardias. Al parecer eran oficiales que cumplían diversas misiones.
Grupos de enormes cuadrúpedos parecidos a rinocerontes esperaban pacientemente ante la puerta. Sus arneses los unían a gigantescos trineos, parecidos a los que Dennis había entrevisto aquella noche en la carretera.
¡Ahora veremos si es antigravedad después de todo!
Dennis se adelantó, ansioso. ¡El misterio estaba a punto de ser resuelto!
Unos cuantos de los peatones que esperaban se quejaron sin fuerzas mientras él avanzaba hacia los trineos de carga, pero nadie lo detuvo. Su excitación aumentó mientras se acercaba a uno de los brillantes vehículos de alto costado.
Como sospechaba, no había ruedas de ningún tipo. La carga estaba atada a una plataforma inclinada cuyas cuatro esquinas terminaban en pequeños patines. Estos encajaban a la perfección en las dos perfectas muescas que corrían por todas las carreteras que Dennis había encontrado en Coylia.
El conductor le gritó a su bestia y tiró de las riendas. La criatura, parecida a un búfalo, se debatió contra su arnés y el trineo se deslizó suavemente hacia delante. Dennis lo siguió, agachado para ver mejor.
¿Era levitación magnética? ¿Corrían los diminutos patines sobre un cojín de fuerza eléctrica? Había aparatos así en la Tierra, pero nada de tamaño semejante. El sistema era de una elegante simplicidad, aunque increíblemente sofisticado.
Fue apenas consciente de que a sus espaldas la gente hacía curiosas observaciones sobre su conducta. Hubo risas y algunos comentarios obscenos en el extraño dialecto local. Pero a Dennis no le importó. Su mente estaba llena de esquemas y ecuaciones matemáticas mientras probaba y descartaba explicación tras explicación para la maravillosa combinación de trineo y carretera.
¡Era lo más divertido que le sucedía en semanas!
Una parte despegada de él se daba cuenta de que había conectado con un extraño estado mental. La tensión de las pasadas semanas había estallado, y la persona más capaz de enfrentarse a la situación (el científico ansioso) había asumido el mando, excluyendo casi todo lo demás. Para bien o para mal, era su forma de comportarse ante un exceso de extrañeza hallada de sopetón.
Dennis se puso a cuatro patas y se acercó al pequeño deslizador y su canalillo. Mientras el trineo avanzaba lentamente, emitió un gritito de sorpresa. Un líquido claro manaba de debajo del esquí mientras éste se deslizaba. El fluido desaparecía rápidamente, empapando casi al instante el fondo del canal.
Читать дальше