Robert Silverberg - Regreso a Belzagor

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Silverberg - Regreso a Belzagor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Madrid, Год выпуска: 1981, ISBN: 1981, Издательство: Martínez Roca, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Regreso a Belzagor: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Regreso a Belzagor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando los humanos abandonan el planeta Belzagor, siguiendo la política de descolonización consistente en dar independencia a todos los alienígenas con cultura propia, el administrador imperial Gundersen retorna para emprender un viaje etnológico-sentimental-místico-iniciático… donde hallará o no hallará lo que esperaba, pero en todo caso no retornará el mismo que se puso en camino… como tampoco el lector volverá a ser el mismo después del viaje maravilloso que esta novela propone.

Regreso a Belzagor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Regreso a Belzagor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Ced, hace unos minutos nevaba.

—Muchísimo mejor. ¿Acaso un agonizante no debe ver la nieve? Éste es el lugar más hermoso del universo —afirmó Cullen—. Aquí mismo, delante de esta choza. Quiero verlo. Llama a Hor-tenebor.

Gundersen llamó al sulidor. Cullen pronunció una palabra y Hor-tenebor cogió al frágil y encogido inválido con sus inmensos brazos, lo hizo pasar por el pellejo que servía como puerta de la choza y lo acomodó en una estructura semejante a un camastro que daba al lago. Gundersen los siguió. Una densa bruma había caído sobre la aldea y ocultaba hasta las chozas más próximas, pero el lago era claramente visible bajo el cielo plomizo. Unos fugitivos manojos de bruma pendían por encima de la superficie opaca del lago. Un frío hiriente dominaba la atmósfera pero Cullen, abrigado tan sólo con un delgado pellejo, no parecía incómodo. Extendió la mano con la palma hacia arriba y vio la caída de los copos de nieve con el mismo asombro de un niño.

Finalmente, Gundersen preguntó:

—¿Responderás a una pregunta?

—Si puedo…

—¿Qué hiciste para que los nildores se ofuscaran tanto contigo?

—¿No te lo contaron cuando te pidieron que me buscaras?

—No —repuso Gundersen—. Dijeron que tú me lo contarías y que, de todos modos, no les importaba que yo lo supiese o no. Seena también lo ignora. No puedo ni imaginármelo. Tú nunca fuiste el tipo de persona que se dedicara a la matanza o a la tortura de especies inteligentes. Es imposible que hayas jugado con el veneno de las serpientes como Kurtz… él lo hizo durante años y nunca intentaron cogerlo. En consecuencia, ¿qué puedes haber hecho para causar tanto… ?

—El pecado de Acteón —respondió Cullen.

—¿Qué has dicho?

—El pecado de Acteón, que en realidad no fue un pecado sino un accidente. Según la mitología griega, es un cazador que tropezó con Diana mientras ella se bañaba y vio lo que no debía. Diana le convirtió en un venado y sus propios sabuesos lo destrozaron.

—No comprendo qué tiene que ver esto con…

Cullen respiró profundamente.

—¿Alguna vez estuviste en la meseta central? —inquirió en voz baja pero firme—. Sí, claro que sí. Recuerdo que Seena y tú tuvisteis que hacer un aterrizaje forzoso cuando regresabais a Punta de Fuego después de unas vacaciones en la costa y estuvisteis varados unas horas y algunos animales raros os molestaron y fue entonces cuando Seena comenzó a odiar la meseta, ¿Fue así? Entonces sabes que se trata de un lugar extraño y misterioso, un lugar separado del resto del planeta al que ni siquiera los nildores les gusta ir. Bien. Un año o dos después de la retirada, comencé a ir a la meseta. Se convirtió en mi refugio personal. Los animales, las plantas, los insectos, todo lo de la meseta me interesaba. Hasta el aire tenía un sabor especial: dulce y puro. Como sabes, antes de la retirada se habría considerado excéntrico visitar la meseta cuando uno tenía tiempo libre o en cualquier otro momento. Más tarde, nada importaba a nadie. El mundo me pertenecía. Hice algunos viajes a la meseta. Cogí insectos. Llevé algunas rarezas a Seena y terminó por encariñarse con ellas antes de comprender que provenían de la meseta. Poco a poco, la ayudé a superar su temor irracional a la meseta. Seena y yo fuimos a menudo y a veces también venía Kurtz. En la estación de Shangri-la hay una buena muestra de la flora y la fauna mesetarias; quizá las hayas visto. ¿Correcto? Nosotros recogimos todas esas cosas. La meseta llegó a parecerme como cualquier otro lugar, no había nada sobrenatural ni extraño en ella, sólo se trataba de una zona atrasada y descuidada. Era mi rincón favorito, al que iba siempre que me sentía vacío, aburrido o harto. Hace un año, o quizás un poco menos, visité la meseta. Kurtz acababa de volver de su renacimiento, Seena estaba muy deprimida por lo que le había ocurrido y él quería hacerle un regalo, algún animal, para ayudarla a levantar su espíritu. En esa ocasión bajé un poco más al sudoeste de mi zona acostumbrada de aterrizaje, hasta una parte en la que nunca había estado, en donde se unen dos ríos. Una de las primeras cosas que noté fue cuán destrozados estaban los arbustos. ¡Nildores! ¡Centenares de nildores! Una inmensa superficie estaba arrasada y sabes cómo pastan los nildores. Eso despertó mi curiosidad. De vez en cuando, había visto algún que otro nildor en la meseta, siempre a la distancia, pero jamás un rebaño entero. Por eso seguí la línea de devastación. Esa cicatriz que atravesaba el bosque seguía y seguía y se veían ramas rotas y maleza pisoteada: los indicios de siempre. Cayó la noche, hice campamento y me pareció oír tambores. Pero era una estupidez, pues los nildores no utilizan tambores; un rato después comprendí que los oía bailar, aporrear el terreno, y la tierra transportaba su trepidación. También percibí otros sonidos: gritos, bramidos, los chillidos de animales asustados. Tenía que averiguar qué ocurría. En consecuencia, levanté el campamento en medio de la noche y avancé por la selva, oyendo esos ruidos cada vez más fuertes hasta que finalmente llegué al linde de los árboles, donde la selva se convertía en una especie de amplía pradera que bajaba hasta el río y allí, al descubierto, había alrededor de quinientos nildores. Tres lunas brillaban en el cielo y no tuve dificultades para ver. Gundy, ¿puedes creer que se habían pintado? Como salvajes, como algo surgido de una pesadilla. En medio del claro se veían tres fosos profundos. Uno de ellos estaba lleno de una especie de barro rojo y húmedo y los otros dos contenían ramas, bayas y hojas que los nildores habían pisoteado para extraer los pigmentos oscuros: uno negro y otro azul. Los nildores bajaban hacia esos pozos y primero se revolcaban en el de barro rojo y salían embadurnados de un color totalmente escarlata; luego se acercaban a los pozos contiguos y se pintaban franjas oscuras encima del rojo, recogiendo los colorantes con la trompa. Un espectáculo bárbaro: tanto color , tanta carne. Una vez que se habían pintado como correspondía, atravesaban corriendo…, no caminando sino corriendo…, el campo hasta el lugar de la danza y allí iniciaban el «paso de cuatro» de costumbre. Ya sabes: bum bum bum bum. Pero ahora era inenarrablemente más feroz y aterrador a causa de la pintura de guerra. Un ejército de nildores desenfrenados que golpeaban con las patas, agitaban sus tremendas cabezas, alzaban las trompas, bramaban, hundían sus colmillos en la tierra, daban cabriolas, cantaban, sacudían las orejas. Aterrador, Gundy, aterrador. La luz de las lunas en sus cuerpos pintados… Hundido en el bosque, tracé un círculo hacía el oeste para ver mejor. Lejos de los bailarines reparé en algo que era aún más raro que la pintura. Vi un inmenso corral cercado con troncos verticales; tres o cuatro veces mayor que esta aldea. Era imposible que los nildores lo hubiesen construido solos; quizás arrancaron los árboles y los acarrearon con las trompas, pero debieron necesitar a los sulidores para formar la valla. En el interior del corral había centenares de animales de la meseta, de todas las formas y tamaños imaginables. Los grandes comedores de hojas con cuello de jirafa, esos que parecen rinocerontes con astas, otros tímidos como gacelas y otros muchos que yo nunca había visto, todos apiñados como en un corral de ganado. Seguramente, los sulidores cazadores debieron recorrer el monte durante días para reunir esa colección de animales raros. Los animales se mostraban inquietos y asustados. Yo también. Me agazapé en la penumbra, expectante; al final todos los nildores quedaron correctamente pintados y en medio del grupo de bailarines se inició un ritual. Comenzaron a gritar, sobre todo en su lenguaje antiguo, el que no comprendemos, pero también hablaron en nildororu corriente y finalmente comprendí lo que ocurría. ¿Sabes quiénes eran esas bestias pintadas? ¡Se trataba de nildores pecadores, de nildores que habían caído en desgracia! Ése era el lugar de la expiación y la ceremonia de la purificación. Todo nildor que durante el año anterior había quedado manchado por la corrupción tenía que ir allí para ser purificado. Gundy, ¿sabes qué pecado habían cometido? Habían aceptado el veneno ofrecido por Kurtz. ¿Recuerdas el viejo juego, el que todos solíamos practicar en la estación de las serpientes, dándoles un trago a los nildores, bebiendo uno mismo y dejando que se presentaran las alucinaciones? Esos nildores pintados que daban cabriolas fueron corrompidos por Kurtz. Sus almas estaban manchadas. El demonio terráqueo había descubierto su punto vulnerable, la única zona de tentación que no podían resistir. Y por eso estaban allí, intentando purificarse. La meseta central es el purgatorio de los nildores. No viven allí, pues la necesitan para sus ritos, y, evidentemente, nadie monta un campamento en un lugar sagrado. Gundy, bailaron durante horas. Pero no fue ése el rito de expiación sino su preludio. Bailaron hasta que me mareé de verlos: los cuerpos rojos, las franjas oscuras, el retumbar de sus patas y más tarde, cuando ya no hubo lunas en el ciclo y se acercaba la alborada, se inició la verdadera ceremonia. La presencié y miré dentro de las tinieblas de la raza, dentro de la verdadera alma de los nildores. Dos nildores ancianos se acercaron al corral y patearon el portón. Hicieron una abertura de unos diez metros de ancho, retrocedieron y los animales enjaulados corrieron hacia la llanura. Estaban aterrorizados por el ruido y los bailes, por haber permanecido encerrados y corrieron en círculos, sin saber qué hacer ni adonde ir. El resto de los nildores arremetió contra ellos. ¿Te das cuenta de que estoy hablando de los nildores pacíficos, nobles y no violentos? Bufaron. Pisotearon. Alancearon con los colmillos. Alzaron los animales con sus trompas y los arrojaron contra los árboles. Una orgía de sangre. Me sentí descompuesto. Un nildor puede ser una terrible máquina de muerte. Toda su mole, los colmillos, la trompa, las grandes patas… todo estaba en estado de frenesí, no había limitaciones. Desde luego, algunos animales escaparon, pero la mayor parte de ellos quedó atrapada en medio del caos. Por todas partes había cuerpos aplastados, ríos de sangre y los carroñeros salían del bosque para darse un festín mientras continuaba la matanza. Así expían los nildores: pecado por pecado. Así se purifican a sí mismos. En la meseta liberan su violencia, Gundy. Dejan de lado todas sus contenciones y sueltan a la bestia que está en su interior. Jamás he sentido tanto horror como cuando los vi purificar sus almas. Ya sabes cuánto respeto sentía por los nildores. Aún lo siento, pero contemplar algo así, una masacre, un espectáculo infernal… Gundy, quedé atontado de desesperación. Al parecer, los nildores no disfrutaban de la matanza pero no vacilaban; siguieron y siguieron porque tenían que hacerlo, porque así lo establece la ceremonia y no lo consideraban distinto de lo que Sócrates consideraría sacrificar un cordero a Zeus o un gallo a Esculapio. Creo que ése fue el auténtico horror. Vi a los nildores destruir la vida en nombre de sus almas y fue como caer por una trampilla y entrar en un mundo nuevo cuya existencia jamás había imaginado: un mundo nuevo y tenebroso bajo el viejo. Entonces amaneció. El sol se elevó hermoso y dorado y la luz resplandeció en los cuerpos aplastados y los nildores permanecían serenamente en medio de la devastación, descansando, serenos, purgados, concluidas todas sus tormentas interiores. Fue sorprendentemente pacífico. Habían luchado con sus demonios y habían ganado. Habían atravesado el horror nocturno, la palidez cadavérica y…, no sé cómo…, estaban realmente purgados y purificados. No puedo explicarte cómo hallar la salvación por medio de la violencia y la destrucción. Me es ajeno y probablemente lo sea para ti. Sin embargo, Kurtz lo sabía. Siguió el mismo camino que los nildores. Cayó, cayó y cayó a niveles cada vez más abyectos de maldad, gozó de su corrupción, se deleitó en la depravación y al final fue capaz de juzgarse a sí mismo y considerarse impuro y retirarse a su tiniebla interior y por eso fue a buscar el renacimiento y mostró que el ángel de su interior no estaba totalmente muerto. Este encuentro de la pureza a través del mal… Gundy, tú mismo tendrás que llegar a un acuerdo sobre esto. No puedo ayudarte. Sólo puedo hablarte de la visión que tuve al amanecer de aquella mañana, junto al campo ensangrentado. Estaba ante un abismo. Atisbé desde el borde y vi adonde había ido Kurtz, adonde habían ido esos nildores. Donde quizá vayas tú también. No podía seguir. En ese momento estuvieron a punto de cogerme. Percibieron mi olor. Supongo que, mientras duró el frenesí, no repararon en nada…, sobre todo porque los animales del corral despedían olor a causa del miedo. Pero empezaron a olisquear. Las trompas se alzaron y se movieron como periscopios. El olor a sacrilegio pendía del aire. El hedor de un terráqueo espía y blasfemo. Olisquearon cinco, diez minutos y continué en el bosque inmerso todavía en esa visión, sin tener la menor idea de que me olisqueaban, pero súbitamente reparé en que ellos sabían que estaba allí, de modo que me escabullí por el bosque y ellos me persiguieron. Eran muchos. ¿Puedes imaginar lo que se siente cuando un rebaño de nildores furiosos te persigue por la selva? Por suerte, podía refugiarme en sitios muy pequeños para ellos. Logré eludirlos. Corrí y corrí hasta que caí mareado en un matorral y vomité, descansé, luego los oí pisotear muy cerca y volví a correr. Llegué a una ciénaga y me zambullí con la esperanza de que dejasen de percibir mi olor. Me escondí entre las cañas y los fangales mientras seres que no podía ver me mordisqueaban por abajo. Los nildores rodearon toda la región. Sabemos que estás aquí, me gritaron. Sal. Sal. Te perdonamos y queremos purificarte. Me explicaron todo racionalmente. Yo había visto sin darme cuenta… ¡ah, por supuesto, sin darme cuenta, eran diplomáticos!… una ceremonia que nadie salvo los nildores estaba autorizado a ver y ahora sería necesario borrar de mi mente lo que había visto, lo cual podía realizarse mediante una simple técnica que no se tomaron la molestia de describirme. Supongo que mediante una droga. Me invitaron a borrar una parte de mi mente. No acepté. No dije nada. Siguieron hablando, me explicaron que no tenían malas intenciones, que comprendían que evidentemente no me había propuesto presenciar su ceremonia secreta pero que, como la había visto, ahora debían tomar medidas, etcétera, etcétera, etcétera. Comencé a arrastrarme corriente abajo, respirando a través de una caña hueca. Cuando salí a la superficie, los nildores seguían llamándome y parecían más furiosos, si es que es posible hacer semejante afirmación. Parecían molestos por el hecho de que me hubiese negado a salir. No me acusaban de espiarlos pero ponían reparos a que no permitiese que me purificaran. Ése era mi verdadero delito: no haberme ocultado para observarlos sino rechazar después el tratamiento. Aún me buscan. Permanecí en el agua todo el día y cuando oscureció me escabullí y capté el zumbido vector de mi coleóptero, que resultó hallarse a medio kilómetro de distancia. Esperaba encontrarlo rodeado de nildores pero no fue así, de modo que subí, me alejé rápidamente y a media noche aterricé en casa de Seena. Sabía que tenía poco tiempo. Los nildores me buscarían de un lado a otro del continente. Conté someramente a Seena lo que había ocurrido, cogí algunas provisiones y salí hacia la región de las brumas. Los sulidores me recibirían. Son celosos de su soberanía y, aunque resultara blasfemo, allí estaría a salvo. Llegué a esta aldea. Exploré bastante la región de las brumas. Un día sentí el cangrejo en mis entrañas y supe que todo había terminado. Desde entonces he esperado el fin, que no está lejano.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Regreso a Belzagor»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Regreso a Belzagor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Robert Silverberg - He aquí el camino
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Rządy terroru
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Poznając smoka
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Old Man
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Nature of the Place
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Reality Trip
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Songs of Summer
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Secret Sharer
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Good News from the Vatican
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Pope of the Chimps
Robert Silverberg
Отзывы о книге «Regreso a Belzagor»

Обсуждение, отзывы о книге «Regreso a Belzagor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x