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Ursula Le Guin: Ciudad de ilusiones

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Ursula Le Guin Ciudad de ilusiones

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El protagonista de esta dramática novela es un hombre maduro que se encuentra de pronto solo en una espesa floresta, y no puede llegar a saber de dónde ha llegado y quién es. Los ojos de este hombre no son humanos. Las gentes del bosque lo cuidan como si se tratara de un niño, le enseñan a hablar y le transmiten todo lo que saben. Pero nadie puede resolver el enigma de su pasado, y al fin él tiene que partir en una peligrosa búsqueda. Cuando logre llegar a la ciudad de Estoch, descubrirá su auténtica identidad y entrará en un peligroso universo.

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Durante el desayuno —leche de cabra, queso y cerveza negra— Metock le pidió que lo acompañara a cazar venados. Eso le gustaba a Falk. El Hermano Mayor era un cazador muy diestro, y él también estaba adquiriendo habilidad, esto les permitía, a Metock y a él, tener algo en común. Pero el Amo intervino:

—Lleva a Kai, hoy, hijo mío. Quiero hablar con Falk.

Todos en la casa tenían su propia habitación para estudio o trabajo y también para dormir en las épocas más frías. La de Zove era pequeña, de techo alto y llena de luz, con ventanas mirando al este, norte y oeste. Mientras contemplaba la maleza y el barbecho de los campos otoñales, el Amo dijo:

—Parth te vio por primera vez cerca de esa playa cobriza, creo. Hace ya cinco años y medio. ¡Mucho tiempo! ¿Es hora de que hablemos?

—Quizás lo sea. Amo —dijo Falk, con timidez.

—Es difícil decirlo, pero creo que tendrías unos veinticinco años cuando llegaste. ¿Qué conservas de esos veinticinco años?

Falk levantó su mano izquierda durante unos momentos.

—Un anillo —dijo.

—¿Y el recuerdo de una montaña?

—El recuerdo de un recuerdo —Falk se encogió—. Y, con frecuencia, como ya te lo he dicho, encuentro por un instante en mí mente el recuerdo de una voz, o la sensación de un movimiento, de un gesto, de una distancia. Estos no encajan en mi memoria actual, junto a ustedes. Pero no configuran una totalidad, no tienen sentido.

Zove se sentó en el alféizar de la ventana y le hizo señas a Falk para que hiciera lo mismo.

—No tuviste que crecer; tu capacidad motriz primaria estaba intacta. Pero, aun si se tiene en cuenta esta base, has aprendido con una facilidad pasmosa. Me he preguntado si los Shing , al controlar la genética humana en la antigüedad y al desechar colonias enteras, nos seleccionaron por la docilidad y la estupidez y si tú provendrás de alguna raza en mutación que, de alguna manera, escapó al control. Donde quiera que te encontrases… fuiste un hombre muy inteligente… Y ahora lo eres nuevamente. Y quisiera saber qué es lo que tú mismo piensas sobre tu misterioso pasado.

Falk permaneció en silencio durante un minuto. Era un hombre pequeño, enjuto, bien formado; su rostro vivaz y expresivo se mostraba ahora ligeramente ensombrecido o aprehensivo y reflejaba sus sentimientos con tanta candidez como el de un niño. Finalmente, se decidió visiblemente y dijo:

—Mientras estudiaba con Rayna el verano pasado, ella me mostró cómo difería de la norma genética humana. Sólo serán una o dos vueltas de hélice… una diferencia insignificante. Como la diferencia entre wei y o.

Zove elevó la mirada y sonrió por la referencia al Canon que fascinara a Falk, pero el hombre más joven no sonreía.

—Sin embargo, no hay duda de que soy humano. Por lo tanto, quizás sea un monstruo, o un mutante, producto accidental o intencionalmente; o un extranjero. Supongo, más bien, que soy un experimento genético fracasado, descartado por los experimentadores… No hay indicio que lo confirme. Preferiría pensar que soy un extranjero, que vengo de otro mundo. Eso significaría que, por lo menos, no soy la única criatura de mi especie en el Universo.

—¿Qué te induce a asegurar la existencia de otros mundos poblados?

Falk miró hacia arriba, asombrado, y con la credulidad de un chico pero la lógica de un hombre dedujo inmediatamente esta conclusión:

—¿Existe razón alguna para pensar que los otros Mundos de la Liga fueron destruidos?

—¿Existe razón alguna para pensar que existieron alguna vez?

—Eso me lo dijeron ustedes, y los libros, las historias…

—¿Crees en ellas? ¿Crees en todo lo que te decimos?

—¿En qué otra cosa podría creer? —enrojeció—. ¿Por qué habrían ustedes de mentirme?

—Podríamos mentirte sobre todas las cosas, día y noche, por cualquiera de estas dos razones. Porque somos Shing . O porque pensamos que tú trabajas para ellos. Hubo una pausa.

—Y yo podría estar al servicio de ellos y no saberlo jamás —dijo Falk, bajando la vista.

—Posiblemente —dijo el Amo—. Debes tener en cuenta esa posibilidad, Falk. Entre nosotros, Metock ha creído siempre que eras una mente programada, como la llaman ellos. Pero, igualmente, nunca te ha mentido. Ninguno de nosotros, a sabiendas. El Poeta del Río dijo hace mil años: «En la verdad miente el hombre…» —Zove pronunció las palabras retóricamente, luego rió—. Doble lengua, como todos los poetas. Bueno, te hemos contado las verdades y hechos que conocemos, Falk. Pero quizás no todas las creencias y las leyendas, lo que sustenta a los hechos…

—¿Cómo podrían enseñarme semejante cosa?

—No podríamos. Aprendiste a ver el mundo en algún otro lugar… en algún otro mundo, quizás. Pudimos ayudarte a hacerte nuevamente hombre, pero no pudimos brindarte una verdadera niñez. Eso sólo sucede una vez…

—Me siento bastante niño, entre ustedes —dijo Falk con una sombra de pesar.

—No eres un niño. Eres un hombre sin experiencia. Eres un inválido, porque no existe el niño en ti, Falk; te han desarraigado, te han arrancado de tu fuente. ¿Puedes afirmar que éste sea tu hogar?

—No —respondió Falk, retrocediendo, luego dijo—. He sido muy feliz aquí.

El Amo hizo una ligera pausa, pero volvió a su interrogatorio.

—¿Crees que nuestra vida aquí es positiva, que nosotros seguimos el recto camino que deben seguir los hombres?

—Sí.

—Dime otra cosa. ¿Quién es nuestro enemigo?

—Los Shing .

—¿Por qué?

—Ellos rompieron la Liga de todos los Mundos, les quitaron la libertad y el albedrío a los hombres, destruyeron las obras y los registros de los hombres, detuvieron la evolución de la raza. Son tiranos y mienten.

—Pero no nos impidieron proseguir nuestra buena vida aquí.

—Nosotros estamos ocultos… vivimos apartados, del modo que nos dejan ser. Si intentáramos construir algunas de las grandes máquinas, si nos reuniéramos en grupos o ciudades o naciones para hacer cualquier obra importante juntos, entonces los Shing se infiltrarían y arruinarían el trabajo y nos dispersarían. ¡Te digo sólo aquellos que ustedes me han contado y que yo creo, Amo!

—Lo sé. Me pregunto si detrás del hecho quizás hayas percibido la… leyenda; la creencia; el anhelo…

Falk no respondió.

—Nos ocultamos de los Shing . También eludimos aquello que una vez fuimos. ¿Te das cuenta de eso, Falk? Vivimos bien en las Casas… bastante bien. Pero estamos completamente dominados por el miedo. Hubo una época en que viajábamos en naves entre las estrellas, y ahora no nos atrevemos a alejarnos ni cien millas de la Casa. Conservamos algunos conocimientos y nada hacemos con ellos. Pero, alguna vez, utilizamos ese saber para tejer la trama de la vida como un tapiz a través de la noche y del caos. Ampliamos las probabilidades de vida. Hicimos obra de hombres.

Después de otro silencio Zove prosiguió, con la mirada elevada hacia el brillante cielo de noviembre.

—Piensa en los mundos, en los diferentes hombres y bestias que moran en ellos, las constelaciones de sus cielos, las ciudades que ellos construyen, sus canciones y costumbres. Todo eso está perdido, perdido para nosotros, tan completamente como tu niñez lo está para ti. ¿Qué es lo que realmente sabemos de la época de nuestra grandeza? Unos pocos nombres de héroes y mundos, un chismorreo de hechos que hemos tratado de remendar como historia. La ley de los Shing prohíbe matar, pero ellos matan el saber, queman los libros, y, lo peor de todo, falsifican lo poco que ha quedado. Se deslizan hacia la Mentira, como siempre. No tenemos ninguna seguridad en relación con la Época de la Liga; ¿cuántos de los documentos son falsificados? Debes recordar, por lo tanto, en qué medida los Shing son nuestros enemigos. Es común vivir toda una vida sin encontrar a ninguno de ellos, por lo menos sin saberlo; a lo sumo se escucha un coche aéreo que pasa a la distancia. Aquí, en la Selva, nos dejan vivir, y quizás suceda otro tanto en toda la Tierra, aunque no lo sabemos. Nos dejan mientras nos mantengamos en este lugar, en la jaula de nuestra ignorancia y aislamiento, inclinándonos cuando pasan por encima de nuestras cabezas. Pero no confían en nosotros. ¿Cómo podrían, aun después de doce mil años? No existe la confianza entre ellos porque no existe la verdad en ellos. No respetan ningún pacto, rompen las promesas, perjuran, traicionan y mienten incansablemente; y algunos informes de la época de la Caída de la Liga sugieren que hasta podían mentir mentalmente. Fue la Mentira que traicionó a todas las razas de la Liga y nos condujo a ser esclavos de los Shing . Recuerda eso, Falk. Nunca creas nada de lo que haya dicho el enemigo.

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