—Les interesa. Lo están considerando.
—Bien —dijo él.
Madre e hijo salieron a la pasarela, miraron entre sus pies y contemplaron la superficie tenue y negra de Médula. Todos los ingenieros disponibles esperaban sobre ellos, listos para empezar a verter hiperfibra en el campamento base y luego en el túnel de acceso. No sería un derrumbamiento catastrófico. Se tomarían su tiempo, llenarían poco a poco, con meticulosidad, aquel agujero abierto en lo que de otro modo era la pared perfecta de la cámara. Era obvio que los constructores habían tenido sus razones para hacer lo que hicieron. Por lo que Washen o Pamir veían, la única opción sensata era volver a sellar la prisión, que las cosas volvieran a ser como eran antes y tan permanentes como fuera posible. El único cambio serían unos cuantos ojos de seguridad pequeños, imposibles de encontrar, pegados a la lustrosa pared plateada de la cámara para vigilar a los millones de nietos de Washen…
Por un momento, mientras permanecía en esa pasarela pensando en sus nietos, Washen sintió el repentino y extraño impulso de lanzarse a Médula.
Pero respiró hondo, la sensación pasó y con un gesto práctico de la mano miró la hora. Luego anunció a Locke y a las IA escribas:
—Tenemos que irnos. Ahora.
Las máquinas se levantaron y se reunieron en una pulcra línea.
—¿Han pensado en lo que les he dicho? —les preguntó Locke.
—Desde luego —respondió una de las máquinas.
—¿Tendrán pronto sus respuestas? —presionó él.
El rostro de goma se limitó a sonreír, y con cierta altanería atractiva dijo:
—Pronto. Dentro de un siglo, o de un millón de años. Sí. Pronto.
Washen apenas oyó la voz ni la carcajada campechana de su hijo.
Se arrodilló en la pasarela, donde primero se vertería la nueva hiperfibra, sacó su reloj mecánico con la tapa de plata abierta y lo dejó allí. Fue lo más duro del mundo. Pero consiguió ponerse en pie y alejarse mientras murmuraba para sí:
—Para más tarde. Por ahora lo dejaré aquí y volveré más tarde a buscarlo…
Robert Reed nació en Ornaba (Nebraska) el 9 de octubre de 1956. Allí asistió al Benson High y a la Nebraska Wesleyan University en Lincoln, donde obtuvo su título en Biología en 1987. Trabajó desde 1979 a 1980 como técnico de laboratorio en la NWU y en las Mapes Industries de Lincoln desde 1980 a 1987. Para entonces, ya se había vuelto lo suficientemente prolífico para dedicarse a escribir ciencia ficción a tiempo completo.
Hasta ahora ha publicado once novelas, desde The Leeshore, en 1987, hasta la más reciente The Well of Stars, en 2004. En 1987 fue finalista del John W. Campbell al mejor autor novel. Su novela Beyond the Veil of Stars fue Libro Notable de The New York Times.
Además de estas obras largas, desde que en 1986 ganó el concurso L. Ron Hubbard Writers of the Future ha publicado más de ciento treinta relatos cortos en una gran variedad de revistas, como Asimov's, Fan tasy & Science Fiction y Sci Fiction. Once de ellos fueron publicados en la recopilación The Dragons of Springplace (1999); más tarde, en 2002, aparecería una segunda antología bajo el título de Chrysalide.
A lo largo de su carrera literaria, Reed ha obtenido nominaciones al Nébula (Chrysalide), al Hugo (The Utilíty Man, Decency, Médula y Whiptail) y al World Fantasy (Human Bay); pero lo que ha marcado su trayectoria ha sido la calidad de Médula, novela que ya se considera un clásico imprescindible de la ciencia ficción.
Médula
Traducción: Marta García Martínez
Título original: Marrow
Primera edición © 2000, Robert Reed
Ilustración de cubierta: Arena Harman
Derechos exclusivos de la edición en español: © 2007, La Factoría de Ideas. C/ Pico Mulhacén, 24-26.
I.S.B.N.: 84-9800-254-0
Depósito Legal: M-52590-2006
Médula – Robert Reed
18-12-2010
V.1 Joseiera