Robert Reed - Médula

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Reed - Médula» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Madrid, Год выпуска: 2007, ISBN: 2007, Издательство: La Factoría de Ideas, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Médula: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Médula»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La Gran Nave lleva viajando por el espacio más tiempo del que su tripulación es capaz de recordar. Desde que, hace algunos milenios, entró en la Vía Láctea y fue colonizado por los humanos, este colosal vehículo del tamaño de un planeta ha vagado por la galaxia transportando a billones de hombres y miles de razas alienígenas que han conseguido la inmortalidad gracias a la alteración genética.Pero los pasajeros no viajan solos: en el interior de la nave duerme un secreto tan antiguo como el propio universo. Ahora está a punto de despertar…

Médula — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Médula», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Renquean dos motores más, casi muertos.

Pero casi puedo saborear el sol sentir su calor y su aliento contra mi gran piel…, y un trozo de hierro y níquel del tamaño de una luna se hunde en mi costado, me hace un profundo corte, pero me deja intacta…, dándome justo el impulso necesario para mantenerme aquí fuera, para hacerme evitar el sol por lo que, cuando pienso en las inmensas distancias que he cubierto, es nada.

Lo evito por nada.

Y un poco más tarde, cuanto todavía estoy celebrando mi gran fortuna, paso cerca de un algo diminuto, negro, enorme, masivo…, y de nuevo cambia mi trayectoria… y me asomo más allá de la cortina de estrellas y planetas que giran. Veo adonde voy a ir después…

Negrura otra vez.

La nada sin sol, otra vez.

Y de una forma extraña, casi inesperada, me doy cuenta de que allí es donde quiero estar… y me siento como si de nuevo cayera y pusiera rumbo a casa, feliz.

Epílogo

—Intente hablar.

—¿Hola? —dijo una voz aguada, lenta.

—Perdone. Todavía es demasiado pronto, señora. Soy muy consciente de ello. Pero merece saber lo que ha pasado, lo que está pasando ahora y lo que puede esperar cuando vuelva a tener piernas. Y una voz real. No sonidos hechos por una caja mecánica.

—¿Pamir? —chilló ella.

—Sí, señora.

—¿Estoy… viva, todavía?

—Encontramos sus restos y también los de los otros capitanes. La mayor parte, al menos. —Pamir asintió, aunque la paciente no podía verlo—. Sus cabezas estaban apiladas dentro de una de sus pequeñas habitaciones. A la espera de juicio, supongo. Si Miocene se hubiera salido con la suya…

—¿Dónde está Miocene?

—¿Su mejor amiga? ¿Su favorita y más íntegra colega? —El hombre se permitió una carcajada severa, y luego admitió—: Miocene ha muerto. Y dejémoslo ahí por ahora. Las explicaciones pueden esperar unos cuantos días.

—¿Mi nave?

—Maltrecha pero recuperándose, señora.

Silencio.

—Su motín se las arregló para fracasar —le aseguró él—. Hay bolsas de resistencia. Bandas, algún lobo solitario y poco más. Ya no hay forma de subir refuerzos.

—¿A quién… a quién se lo agradezco?

Pamir solo le ofreció el silencio.

—¿A ti? —preguntó ella.

Silencio una vez más.

Al final la mujer dejó entrever una mezcla de emociones y dijo:

—Gracias, Pamir.

—Y también a Washen.

Se elevó un sonido confuso de la caja. Luego la maestra murmuró:

—Supongo que no entiendo mucho, ¿verdad?

—Apenas nada, señora.

—¿A quién más le doy las gracias?

—A los rémoras —dijo él—. Y a los tarambanas. Con la ayuda de otras cien especies, además de unos cuantos millones de inteligencias mecánicas. Silencio.

Pamir continuó y admitió ante la maestra:

—Encontré mucha cooperación. Pero para mantenerla tuve que hacer promesas. Grandes promesas.

Una pausa. Luego:

—¿Sí?

—Tenemos que llenar huecos en las filas de los capitanes, y también en otros sitios. Les aseguré a nuestros nuevos aliados que ellos serían nuestros primeros candidatos…

—¿Rémoras? —lo interrumpió ella.

—«Todo lo que puede pensar, puede servir». Ese ha sido mi pequeño lema durante las últimas semanas. Creí que era lo mejor.

—¿Tarambanas? ¿Como capitanes?

—Si quieren quedarse a bordo. Sí, señora. Como es natural.

—¿Pero por qué iban a irse? ¿Porque unos cuantos oficiales enfermos intentaron tomar mi nave?

—Bueno, en realidad no es eso lo que está pasando. —Pamir se echó a reír de nuevo y añadió—: Es todo muy complicado, y la mayor parte de las respuestas llevaría demasiado tiempo. Pero lo que tiene que saber antes que nada… No estamos siguiendo el rumbo dispuesto, me temo…

—¿Qué?

—De hecho, dentro de unos cuantos milenios habremos salido por completo de la galaxia. Nos moveremos más o menos hacia el grupo Virgo, al parecer.

Un silencio furioso. Luego la voz mecánica preguntó:

—¿Y yo qué?

—¿Qué pasa con usted, señora?

—¿Seguiré siendo la maestra?

—Personalmente, me cuesta decidirme. —Pamir sintió una oscura satisfacción y pronunció cada palabra con el cuidado que había practicado—. Señora, usted se rodeó de personas muy competentes que logran cuanto quieren, cultivó su ambición, y cuando unos cuantos capitanes se volvieron contra usted, se sorprendió. No estaba preparada, fue incompetente, estaba atónita.

Un silencio colérico.

—Miocene quería someterla a juicio. Y yo podría hacer lo mismo. Como maestro en funciones, en principio tengo la autoridad necesaria, y con el ambiente general que hay por aquí, creo que perdería su preciosa silla. En un juicio justo, o incluso si dispusiera de todas las ventajas.

Una pausa. Luego:

—De acuerdo, Pamir. ¿Cuáles son tus intenciones?

—No podemos perderla. No tras un motín, y no cuando hay tantos cambios en marcha, y tan rápido. —Pamir suspiró y añadió—: Nuestra nave necesita continuidad y un rostro conocido, y si no accede a reclamar su silla, con ciertas condiciones, ya me inventaré yo una manera de poner su rostro y su grande y temerosa voz delante de los pasajeros y la tripulación. ¿Me ha entendido?

—Sí —replicó ella. Y después de un momento de reflexión dijo—: Bien.

Después de una espera larga y dolorosa, la maestra añadió:

—Y por supuesto quieres ser mi primero en la presidencia. ¿No es cierto, Pamir?

—¿Yo? No. —Se echó a reír durante un buen rato. Una carcajada profunda y honesta—. Pero conozco a una persona más cualificada. Muchísimo más.

La maestra quizá estuviese magullada y desorientada, pero era lo bastante perspicaz para adivinarlo.

—¿Dónde está Washen? —preguntó—. ¿Podría hablar con ella?

—En su momento —admitió Pamir.

Luego se puso en pie y se colocó la gorra espejada en la cabeza, en el ángulo acostumbrado, y mencionó:

—Su primera en la presidencia está arreglando las cosas por la nave. Créame, no le conviene confiar a nadie más esa misión.

—Gracias otra vez, Pamir —dijo la maestra en voz baja, casi sumisa.

—Ya. De nada.

Luego, con una leve carcajada, la maestra añadió:

—Sabía que nos traerías suerte algún día. ¿No te dije que tenía una corazonada? ¿No te lo dije?

Pero la maestra ya estaba sola. Pamir se había escabullido sin pedir permiso, y no había nadie allí para oír la voz ronca de la cajita.

—Gracias, gracias —exclamaba con una alegría atolondrada—. A todos los que contribuyeron para salvarme a mí y a la nave… ¡un trillón de gracias!

A primera vista parecían unos simples amantes.

La mujer era humana, alta para su especie y encantadora. El varón humano que compartía la mesa con ella era igual de alto, y desde luego no tan guapo. La mujer sonreía y hablaba en voz baja, y el hombre esbozaba una amplia sonrisa y se reía. Luego, con una palabra o dos hacía que la mujer lanzara una larga y sonora carcajada. Después se cogían de las manos como amantes. Era un gesto sencillo, natural, que sus dedos y sus manos lograban con la perfección que da la práctica. Los que pasaban a su lado apenas los miraban. ¿Para qué? Era común ver amantes en esa avenida en concreto, y estos pasajeros estaban demasiado ocupados con sus propias e importantes vidas para fijarse en dos humanos que en ese momento no llevaban uniforme y cuyos rostros habían cambiado de aspecto solo lo suficiente para prestarles un merecido anonimato.

Eran tiempos emocionantes. Quizá incluso tiempos maravillosos. Después de eones de absoluta e imperturbable uniformidad a bordo de la Gran Nave, todo había cambiado. Había habido un motín y una guerra, e incluso ahora que eso se había acabado, a todo el mundo se le echaban encima los cambios. ¡Un nuevo rumbo para la nave! ¡Se hablaba de que se iban a contratar nuevos capitanes entre los pasajeros, y de que habría nuevas oportunidades para todas las especies! ¡Y en el centro de aquel grande y viejo navío había misterios demasiado increíbles para poder describirlos, y mucho menos comprenderlos en cuestión de días y semanas!

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Médula»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Médula» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Robert Reed - Mind's Eye
Robert Reed
Robert Reed - Mother Death
Robert Reed
Robert Jordan - L'ascesa dell'Ombra
Robert Jordan
Robert Sawyer - Origine dell'ibrido
Robert Sawyer
Robert Silverberg - Il marchio dell'invisibile
Robert Silverberg
Robert Reed - Marrow
Robert Reed
libcat.ru: книга без обложки
Robert Charette
Robert Heinlein - Fanteria dello spazio
Robert Heinlein
Robert Silverberg - Il figlio dell'uomo
Robert Silverberg
Отзывы о книге «Médula»

Обсуждение, отзывы о книге «Médula» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x