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Orson Card: Las naves de la Tierra

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Orson Card Las naves de la Tierra

Las naves de la Tierra: краткое содержание, описание и аннотация

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El planeta Armonía, colonizado por humanos hace casi cuarenta millones de años, ha estado siempre bajo el cuidado de una inteligencia artificial: el Alma Suprema, el ordenador que todo lo sabe y todo lo protege. Pero el Alma Suprema ha envejecido y está debil. Debe volver a la lejana Tierra para recabar la ayuda del Guardián. Nafai y su familia, los elegidos del Alma Suprema, deben afrontar una larga travesía por el desierto y dirigirse, aun sin saberlo, hacia el viejo puerto espacial de Armonía que, tras cuarenta millones de años, espera, en silencio y abandonado, la orden que ha de lanzar de nuevo las viejas naves interestelares hacia su largo retorno a la Tierra. Pero no todos los expedicionarios han elegido o aceptado su exilio ni los designios del Alma Suprema. Los odios, las rivalidades y las luchas por el liderazgo hacen todavía más arduo un viaje ya de por si difícil. De nuevo Card se muestra como un maestro en la comprensión de la psicología de las personas y nos ofrece, como ya hiciera en El Juego de Ender, un interesante retrato del ser humano y de sus motivaciones. La lucha por el dominio de un pequeño grupo, los puntos de los diversos sexos, el difícil paso del matriarcado de Basílica a un patriarcado justificado por la dureza de la vida nómada son, en manos de Orson Scott Card, elementos más que suficientes para hacer de libro una narración que se recuerda con satisfacción y agradecimiento.

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(Lo tendré en cuenta cuando trace planes para el futuro. Pero puedes cimentar tu liderazgo. Debes hacerlo. Tu padre está viejo y cansado, y confía demasiado en Elemak. Cederá con frecuencia ante tu hermano, una y otra vez se someterá a él, hasta que no le quede voluntad.)

¿Entonces es mejor que se someta a mí?

(Tú no le impondrás sumisión. Tú siempre has mandado por su intermedio, con gran respeto hacia él. Si tú mandas, tu padre conservará el orgullo y el poder, ya te lo he dicho. Ahora ten la hombría de ocupar tu lugar.)

Todavía no. Este no es momento para desafiar a Elemak. Lo necesitamos para que nos guíe en el desierto.

(Y yo te digo que él no tiene tantos escrúpulos. En este preciso instante, mientras hace el amor con Eiadh, te imagina amarrado y abandonado en el desierto, donde pronto descubrirás, Nafai, que puedo influir sobre los bandidos pero no puedo hacer nada con las bestias y aves de presa, los insectos que consideran que cualquier cosa que camina, vuela o repta es su próxima comida. Ellos no me escuchan, simplemente cumplen el mandato de sus genes, y perecerás. ¿Y qué haré entonces sin ti?)

¿Él piensa actuar ahora, antes que lleguemos al campamento de Padre?

(Al fin me escuchas.)

¿Cuál es su plan, pues?

(No sé. Nunca lo piensa en forma directa. Estoy investigando, pero es difícil. No puedo escarbar en los recuerdos de un ser humano. Él teme tanto su malvado corazón que no se atreve a pensar su plan abiertamente.)

Tal vez cuando no lo distraiga el amor.

(¿Distraer? Incluso hace esto pensando en ti. Cree que aún deseas a Eiadh, así que espera que repares en el movimiento de la tienda, en los gemidos de ella.)

Sólo me hace desear que termine mi guardia, para regresar a Luet.

(Él no puede concebir que otro hombre no desee a la mujer que él desea.)

Yo la deseaba. Pensaba que Eiadh era lo que necesitaba y anhelaba. Pero entonces no entendía nada. Luet cree que ya está encinta. Luet y yo podemos hablar sobre todo. Hace apenas unos días que estamos casados, pero ella comprende mi corazón mejor que tú, y yo puedo expresar sus pensamientos casi antes que ella los tenga. ¿Elemak se cree que yo puedo desear a una mera mujer, cuando Luet es mi esposa?

(Elemak sabe que Eiadh se siente atraída por ti. Recuerda que una vez ella te atraía. También sabe que te he escogido para mandar. Está enfermo de envidia. Anhela tu muerte. Lo consume tanto que aun este acto de amor con Eiadh es como un homicidio en su corazón.)

¿No comprendes que esto es lo más terrible? Si algo deseo en la vida, es que Elemak me ame y respete. ¿Qué hice para que me deteste así?

(Te negaste a cederle tu voluntad.)

El amor y el respeto no tienen nada que ver con ejercer control sobre los demás.

(Si Elemak no puede controlarte, o bien no existes o bien eres su enemigo. Durante muchos años tú no exististe. Luego reparó en ti, y no eres tan fácil de intimidar ni manipular como Mebbekew, así que te convertiste en su rival.)

¿De veras es tan simple?

(Eliminé las partes complicadas.)

Su tienda está quieta. ¿Esto significa que saldrá pronto ?

(Se está vistiendo. Está pensando en ti. También Eiadh.)

Al menos ella no quiere matarme.

(Si ella obtuviera lo que desea, el final sería el mismo. Tú morirías.)

No digas a Luet que Elemak planea matarme.

(Le diré todo a Luet, tal como a ti. No miento a los humanos que sirven a mi causa.)

Mientes cuando lo consideras necesario. Y en todo caso no quiero que le mientas… pero no quiero que se preocupe.

(Yo sí quiero que se preocupe, ya que tú te niegas a hacerlo. A veces creo que deseas morir.)

No te aflijas por eso. Me gusta estar vivo y me propongo seguir así.

(A veces creo que ansias la muerte, pues crees que mereces morir por haber matado a Gaballufix.)

Aquí viene Elemak.

(Fíjate cómo desea que huelas sus manos.)

A Nafai le disgustó que el Alma Suprema le llamará la atención sobre ese detalle, pues de lo contrario no lo habría notado. Aunque tal vez sí, porque Elemak se preocupó por apoyarle ambas manos en los hombros, e incluso por rozarle las mejillas con los dedos.

—Conque no te has dormido —dijo—. Tal vez sirvas para algo en el desierto, a fin de cuentas.

—No me dejaste vigilar tanto tiempo —respondió Nafai.

El olor a mujer era evidente. Era repulsivo que Elemak utilizara su intimidad con su propia esposa de esa manera. Era como si Eiadh no significara nada para él. Una herramienta. No una esposa, sólo un objeto de su pertenencia.

Pero si el Alma Suprema estaba en lo cierto, así era como Elemak experimentaba el amor, como propiedad.

—¿Viste algo? —preguntó Elemak.

—Oscuridad —dijo Nafai. No le mencionó los bandidos que estaban a pocos cientos de metros de distancia. Primero, se enfurecería al saber que Nafai recibía información del Alma Suprema. Segundo, se sentiría humillado por haber escogido un sitio donde los bandidos podían ocultarse a tan poca distancia. Tal vez se empeñara en buscarlos, lo cual significaría batalla y derramamiento de sangre, o despertaría a todos para seguir viaje, lo cual no tendría sentido, pues al Alma Suprema no le costaba nada controlar a ese cobarde grupo de ladronzuelos.

—Si alguna vez miraras para arriba, notarías que hay estrellas —dijo Elemak.

Elemak lo estaba provocando, y Nafai sabía que lo más conveniente era ignorarlo, pero ya estaba lleno de furia, sabiendo que Elemak tramaba matarlo y sin embargo aún fingía ser su hermano, y sabiendo que Elemak acababa de hacer el amor con su esposa para que Nafai sintiera celos. Nafai no pudo contenerse. Alzó una mano.

—Y aquella estrella es Sol, el sol. Apenas visible, pero puedes encontrarla si sabes dónde mirar. Hacia allá nos dirigimos.

—¿De veras? —preguntó Elemak.

—Es la única razón por la cual el Alma Suprema nos sacó de Basílica —dijo Nafai.

—Tal vez el Alma Suprema no se salga con la suya. Es sólo un ordenador, a fin de cuentas… tú mismo lo has dicho.

Nafai quiso replicar que si el Alma Suprema era «sólo» un ordenador, Elemak era sólo un mandril lampiño. Seis meses atrás Nafai lo habría dicho, y Elemak lo habría arrojado contra una pared o lo habría tumbado de un puñetazo. Pero Nafai había aprendido algo desde entonces, así que contuvo la lengua.

Luet lo aguardaba en la tienda. Tal vez se hubiera adormilado, pues había trabajado duramente desde que habían instalado el campamento, y a diferencia de las perezosas ella madrugaría por la mañana. Pero Luet lo saludó en silencio, con los ojos abiertos y una sonrisa que disolvió el frío que Elemak le había puesto en el corazón.

Nafai se apresuró a desvestirse y luego la estrechó bajo las mantas.

—Estás tibia —dijo.

—Creo que la palabra técnica es cachonda —respondió ella.

—Elemak planea matarme —susurró Nafai.

—Ojalá el Alma Suprema lo detuviera —susurró ella.

—Creo que no puede. Creo que la voluntad de Elemak es demasiado fuerte para que el Alma Suprema le haga cambiar de parecer una vez que ha tomado una decisión. —No le dijo que el Alma Suprema había insinuado que Nafai quizá tuviera que matar a su hermano. Como Nafai no tenía intenciones de hacerlo, no había motivo para meter esas ideas en la cabeza de Luet. Además le avergonzaba mencionarlo, temiendo que ella pensara que él tenía en cuenta esa posibilidad.

—Hushidh intuye que Elemak establece un vínculo más estrecho con los que desean regresar… Kokor y Sevet, Vas y Obring, Meb y Dol. Ahora están formando una especie de comunidad, separándose del resto de nosotros.

—¿Y Shedemei?

—Ella quiere regresar, pero no hay vínculo entre ella y los demás.

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