Larry Niven - El martillo de Lucifer

Здесь есть возможность читать онлайн «Larry Niven - El martillo de Lucifer» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1983, ISBN: 1983, Издательство: Acervo, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El martillo de Lucifer: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El martillo de Lucifer»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando EL MARTILLO DE LUCIFER, el cometa gigante, chocó contra la Tierra, hizo pedazos la civilización. Los días felices habían terminado. Estaban viviendo el fin del mundo. Los terremotos eran tan fuertes que no podían medirse con la escala de Ritcher. Las olas marinas alcanzaban alturas incalculables. Las ciudades se convirtieron en océanos, y los océanos en nubes. Era el principio de la nueva Edad del Hielo. Y el final de los gobiernos, los planes, los hospitales y el derecho. Y sobre ellos, igual que otro martillo del demonio, la más terrible selección del hombre hecha por el hombre que jamás se había producido.

El martillo de Lucifer — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El martillo de Lucifer», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Bueno, no me parece mal destruir esa maldita central nuclear —dijo Hooker—. Sé que hemos de hacerlo, pero...

—¡Claro! —exclamó Jerry Owen sin importarle interrumpir—. Se necesita mucha industria para sostener una cosa así. Si tenemos esa central, querremos usar la electricidad, primero porque nos conviene, luego porque la necesitaremos, y entonces será demasiado tarde. Tendremos necesidad de todas las demás industrias para mantener la central en funcionamiento. La sociedad industrial de nuevo, y eso es el fin de la libertad y la hermandad, porque necesitaremos volver a la esclavitud para...

—Ya dije que te creía. Por favor, guárdate tus condenados discursos.

—¿Entonces cuál es el problema? —preguntó Owen.

—Bueno, la central no se irá a ningún sitio. Esperará hasta que estemos preparados. Hay que saber cuándo. Mira, cuando empezamos no queríamos más que un sitio donde escondernos. Como el terreno del condenado senador, un sitio que podamos defender, nuestro. Pero no podemos hacer eso.

—Renunciaste a eso la primera vez que metiste a un hombre en la cacerola.

—¿Crees que no lo sé, estúpido? —preguntó Hooker con un nerviosismo apenas disimulado—. Así que ahora estamos en las montañas rusas. No podemos detenernos. Hemos de seguir creciendo, apoderarnos de todo el maldito estado, y tal vez más. No hay duda de que no podemos parar ahora.

Señaló el mapa.

—Y el valle del senador está exactamente aquí. No podemos ir más al norte hasta que nos apoderemos de sus tierras. Ni siquiera podemos hacernos con White River y esas colinas mientras la gente del senador pueda invadir nuestro territorio siempre que quieran. En Vietnam aprendí una cosa: si dejas al enemigo un lugar donde retirarse y organizarse, no podrás vencerle. ¿Y sabes qué está haciendo el senador? —Hooker deslizó un dedo por la línea de colinas al este del mar de San Joaquín—. Ha enviado cincuenta hombres a caballo aquí arriba. Estás reclutando gente, y en nuestros flancos. No sé cuánta gente habrá en esas colinas, pero si se juntan todos podrán causarnos problemas. Así que no vamos a darles la oportunidad de hacerlo. Tenemos que atacar al senador, y hacerlo ahora, antes de que se organice.

—Ya veo —dijo Jerry Owen, acariciándose la barba rubia—. Y el profeta quiere que vayamos a buscar la central nuclear...

—Exacto —dijo Hooker—. Dirigir todo el ejército hacia el sur. ¿Ves lo que eso significa? ¿Pero cómo diablos convenzo a ese loco hijo de perra para que me deje acabar con la propiedad del senador antes de ir a la central nuclear?

Owen se quedó pensativo.

—Tal vez no sea necesario. Mira, no creo que haya más de cincuenta o sesenta personas en esa central. No presentarán batalla. Puede que haya bastantes más entre mujeres y niños, pero no estarán preparados para luchar. Y están aislados, no pueden tener mucha comida, ni munición, ni verdaderas defensas...

—¿Quieres decir que será fácil vencerlos? —preguntó Alim Nassor.

—¿Hasta qué punto será fácil? —quiso saber Hooker—. ¿Cuántos hombres serían necesarios?

Jerry se encogió de hombros.

—Dame doscientos hombres. Y algunas piezas de artillería. Morteros. Bastará alcanzar las turbinas con morteros para terminar con la electricidad. Y sin electricidad no podrán utilizar el reactor nuclear, que necesitan para las bombas. Si destruyes las turbinas, todo se viene abajo.

—¿Y estallará? —preguntó Alim Nassor. La idea le excitaba y asustaba a la vez—. ¿Habrá una gran nube en forma de hongo? ¿Y la contaminación? Tendremos que alejarnos rápido, ¿verdad?

Jerry Owen le miró con expresión divertida.

—No, no habrá una gran luz blanca ni una enorme nube en forma de hongo. Lo siento.

—Yo no lo siento —dijo Hooker—. Una vez nos hagamos con ese sitio, ¿puedes construirme algunas bombas atómicas?

—No.

—¿No sabes hacerlo?

Hooker mostró su decepción. Owen había hablado como si lo supiera todo. Y Owen se ofendió.

—Nadie puede hacerlo. Mira, no se pueden construir bombas atómicas con combustible nuclear. No es un material adecuado, no ha sido diseñado para eso, ni tampoco para estallar. Diablos, probablemente no conseguiremos una destrucción completa. Duplican o triplican las medidas de seguridad.

—Vosotros siempre decíais que no eran seguras —dijo Alim.

—No, claro que no lo son, pero hay que saber qué entendemos por seguridad. —Jerry Owen señaló con la mano hacia el norte, en dirección a la presa derruida y la anegada ciudad de Bakersfield, una serie de islas cubistas en un mar de suciedad—. Aquella era una central hidroeléctrica, ¿y era segura? La gente que no se atrevería a acercarse a una central nuclear vivía al lado de las presas.

—¿Entonces por qué la detestas? —preguntó Hooker—. Tal vez... Tal vez deberíamos salvarla.

—No, maldita sea —dijo Jerry Owen.

Alim miró a Hooker. Era una mirada que decía: «Ya has vuelto a darle cuerda.»

—Es demasiado, ¿no os dais cuenta? —preguntó Owen—. La energía atómica hace que la gente crea que los problemas pueden resolverse con la tecnología. Allenta el despilfarro. Tienes la energía, la usas y pronto necesitas más, de modo que sacas de la tierra diez mil millones de toneladas de carbón al año, con la consiguiente contaminación. Las ciudades llegan a ser tan grandes que se pudren en el centro. Surgen los guetos. ¿No lo veis? La energía atómica hace que sea fácil vivir fuera de equilibrio con la naturaleza, por algún tiempo, hasta que finalmente no es posible recuperar el equilibrio. El cometa nos ha dado una oportunidad de regresar al modo de vida para el que estamos hechos, a ser amables con la Tierra...

—De acuerdo, maldita sea —dijo Hooker—. Coge doscientos hombres y un par de morteros y vete a destruir esa central. Asegúrate de que el profeta sabe lo que haces. Tal vez se callará durante el tiempo suficiente para que me organice. —Hooker miró el mapa—. Vete a jugar, Owen. Nosotros iremos tras el verdadero enemigo.

Hooker pensó que Owen pediría voluntarios, y sonrió. Los más locos irían con Owen y dejarían en paz a Hooker por algún tiempo.

Adolf Weigley introdujo a Tim en una agradable habitación. Cierto que estaba atestada: una serie de gruesos cables pasaban por orificios practicados en una pared, se dividían, subdividían y extendían por conductos metálicos suspendidos debajo del techo. ¡Pero había luz eléctrica! Dos de las paredes estaban cubiertas por paneles verdes llenos de botones, lucecitas e interruptores, y todo estaba limpio como un quirófano.

—¿Qué es esto? —preguntó Tim—. ¿La sala de control?

Weigley se rió. Era un muchacho alegre, libre del síndrome del desastre, y hablaba con familiaridad de toda la tecnología. Su rostro lampiño le hacía parecer más joven de lo que era; casi todos los hombres de la fortaleza llevaban barba.

—No, es la sala de extensión de cables. Pero es el único sitio disponible para que pueda usted dormir. Ah... —Sonrió con malicia—. No se le ocurra tocar ningún botón.

—No se preocupe.

Tim miró los extintores de incendio, las luces parpadeantes y los gruesos cables, todo exactamente en su sitio, envuelto en una luz indirecta. Podía oír el rumor apagado de la energía.

—Deje su mochila ahí —le dijo Adolf—. Otras personas dormirán también en esta sala. Procure no quedarse en el medio, pues los operadores de turno tienen que trabajar aquí. A veces han de hacerlo con rapidez. —Su sonrisa se desvaneció—. Y algunas de estas líneas tienen un voltaje muy alto. Permanezca apartado.

—Desde luego. Dígame, Adolf, ¿cuál es su trabajo aquí?

Weigley parecía demasiado joven para ser un ingeniero, pero era corpulento como un obrero de la construcción.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El martillo de Lucifer»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El martillo de Lucifer» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El martillo de Lucifer»

Обсуждение, отзывы о книге «El martillo de Lucifer» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x