Juan Aguilera - Stranded (Naufragos)

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Stranded (Naufragos): краткое содержание, описание и аннотация

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El módulo de descenso de la primera misión tripulada a Marte se estrella contra la superficie del planeta. Cinco de los seis astronautas logran sobrevivir, pero su situación es desesperada; sólo disponen de aire, energía y alimentos para unos meses y no hay posibilidad de rescate.
Sin esperanza, sin recursos, comprenden que tres deben sacrificarse para que los dos restantes sobrevivan. ¿Pero quién vive y quién muere?
Como se afirma en el prólogo, Stranded es una magnífica novela de ficción científica que nada tiene que envidiar a las que se publican por autores extranjeros.

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– Pero, ¿qué es este lugar? ¿Un último refugio para una civilización moribunda? Llevo horas dando vueltas y vueltas, y empiezo a pensar que Rodrigo estaba en lo cierto y que esto no tiene ningún sentido. Quizá es sólo una trampa para ratas o… quién sabe. Lo único que creo haber resuelto es que los corredores marcados con una estrella son poco saludables. Espero de corazón que las flechas me conduzcan en la dirección correcta. Pero no hay nada seguro.

En mitad del túnel encontró una inscripción más grande que las otras. Ya había visto algunas de ellas que, sin previo aviso, aparecían en mitad de una pared enmarcadas por un romboide o una elipse.

La iluminó cuidadosamente para que se grabase y luego continuó avanzando.

– Un misterio para que alguien dedique una vida entera en descifrarlo. Para empezar, ¿por qué un laberinto? ¿Es posible que esto sea una tumba? ¿Por qué no? Parece exactamente eso… Las salas sin aire y los corredores sin salida serían trampas para los ladrones de tumbas, claro… a no ser que sean puertas, puertas cerradas que yo no sé abrir. En ese caso nunca encontraré una salida, estará detrás de uno de esos muros cerrados.

– De todas formas no puedo creer que este lugar no obedezca a un objetivo. Alguien se tomó muchas molestias en amontonar piedras para construir estos enormes pasillos… ¿lo hicieron para nosotros? ¿Sabían que vendríamos? ¿Quiénes eran? ¿Marcianos de un pasado remoto? ¿Cuál era su aspecto? ¿Cuáles eran sus objetivos? ¿Qué querían lograr al erigir esta interminable red de túneles? ¡Oh, Dios mío!

Susana se detuvo de repente.

Todo su cuerpo estaba en tensión. Había algo al fondo del corredor. Parecía una figura humana recostada contra la pared, pero no se veía bien.

– Rodrigo… ¿eres tú? No, que tontería. Rodrigo quedó muy atrás en el laberinto, y está… muerto.

Susana se esforzó por escudriñar la penumbra.

Al fin reunió el valor para avanzar paso a paso, todo el rato temiendo que aquello se moviera. Pero no lo hizo.

Susana se detuvo a cuatro pasos y encendió los focos del traje para conseguir mayor iluminación Era una figura muy delgada, de larguísimos brazos, tórax estrecho y piernas retorcidas bajo el cuerpo de una forma que parecía antinatural.

La piel era negruzca y reseca. Se acercó un poco más… Era como pergamino viejo, llena de escamas que se desprendían. Había montones de ellas rodeando al cadáver.

La cabeza era un gran balón ovoidal. No tenía rostro, sólo había un gran hueco carcomido, huesos y órganos renegridos.

Poco a poco sintió que el corazón volvía a latirle con normalidad. Se sentó en el suelo, frente al marciano.

– Tal vez acerté en lo de la tumba después de todo. Es una momia reseca ¿Un marciano? Me pregunto qué edad puede tener. En este mundo sin actividad orogénica las cosas podrían ser mucho más viejas que lo que imaginamos. Quizá lleva un millón de años aquí.

Al fin Susana se aproximó e investigó el cadáver desde muy cerca. Programó la cámara para que grabase todo con detalle, pero no lo tocó porque pensó que, muy probablemente, se desmoronaría en polvo al menor roce.

– No tiene rostro, claro, pero el resto parece muy humano. Dos brazos y dos piernas… es difícil ver cuantos dedos tenía en cada mano porque ninguna de las dos esta completa. Las proporciones… los ángulos en los que se doblan los huesos… todo parece bastante normal. ¿O sólo lo parece?

Susana se levantó para intentar hacer una toma aérea de la momia y en ese momento advirtió que no estaba sola. Más adelante, en el túnel en penumbra, descubrió muchas más siluetas.

Avanzó hacia ellas lentamente. Se apoyaban contra las paredes, todas en similar posición, cada vez en mayor número. Las había de todos los tamaños, apoyadas unas contra las otras.

Pronto sólo quedó un pequeño pasillo entre las paredes atestadas de cadáveres. Susana caminaba muy despacio, mirando a derecha e izquierda. Apenas podía respirar, le parecía que el aire no bastaba para tantos cuerpos juntos en un lugar tan estrecho.

Casi todas tenían rostros lisos, sin apenas rasgos y dos grandes aberturas donde deberían haber estado los ojos.

Esos huecos ciegos le miraban pasar. Las bocas desdentadas se abrían en gritos silenciosos. Manos contraídas en garras, brazos unidos, cuerpos enlazados. Un mudo horror de tiempo y muerte rebosaba de aquel túnel.

– ¿Qué es esto? ¿Qué hacen aquí? ¿Qué lugar es este…? -murmuró Susana-. Dios mío, no quiero perder el juicio ahora…

Respiró hondo. Se esforzaba en sentirse en situación, en Marte, en un túnel antiquísimo, en medio de los restos de seres inteligentes alienígenas.

AJ fin los latidos de su corazón se fueron calmando. Se acercó a uno de los cadáveres que parecía tener los rasgos completos: ojos, nariz con extraños pliegues, boca pequeña.

– Dos ojos, una nariz, una boca. Está todo muy deformado por el proceso de momificación Imposible saber cual fue el aspecto real…

Escuchó un pitido… la memoria de grabación estaba llena y el ordenador desconectó la grabadora.

Alzó el rostro y miró a su alrededor, fastidiada… había tanto que grabar…

En ese momento descubrió algo al fondo, una luz fuerte que se abría paso entre miembros y cuerpos amontonados.

Dudó en si acaba de aparecer o, simplemente, que tan absorta estaba en aquellas momias resecas, que no la había visto hasta ese momento.

Caminó hacia ella. El túnel cada vez estaba más atestado. Las momias se apilaban unas sobre otras, dejando apenas un estrecho pasillo entre dos montañas de cadáveres. Los brazos a veces cruzaban el espacio como las ramas de un bosque terrible. Pensó que le bastaría tocarlos para que se deshiciesen en polvo, pero prefirió esquivarlos con cuidado.

Al final, cuando ya casi llegaba a la abertura dibujada por la luz, los cadáveres se apilaban de suelo a techo. Intentó evitar pisarlos, pero era imposible. Caminó sobre ellos y se fueron deshaciendo en pellejos resecos y algunos huesos quebradizos. La luz era intensa y le hería los ojos.

Vaciló cuando llegó al umbral. Había algo afuera y, sin saber por qué sintió que las lágrimas le corrían por las mejillas.

Dio un paso y salió al exterior.

Había mucha luz, había aire y la temperatura era fría pero no insoportable. Parpadeó y poco a poco recuperó visión.

A su alrededor había muros inmensos, a derecha e izquierda, y una claridad lechosa que lo inundaba todo. En el cielo sólo se veía una densa capa de nubes. Un poco más adelante, un pequeño lago rojizo.

Agua. Corrió hacia él y dudó antes de beber. Moriría de todos modos si no tomaba agua. Se encogió de hombros y bebió a pequeños sorbos. El sabor era desagradable, pero le calmó la sed y no sintió que ningún ácido le corroyese el intestino.

Más tarde se irguió y miró a su alrededor. Estaba en el fondo del Valle Marineris. La boca de la cueva por la que acaba de salir era una abertura ovoide en la pared de roca. Había otras, a intervalos regulares, otras salidas, o ventanas, a mayor altura. Gran parte de la pared estaba carcomida por cuevas.

– ¿Dónde había llegado?

33

En el panel de monitores de la Belos atronó una alarma estridente.

Luca, tendido de espaldas sobre su saco, levantó la cabeza y saltó hasta el panel de comunicaciones Jenny que trabajaba en el módulo biológico, se dio la vuelta y acudió también. Las dos cabezas casi chocaron en su ansia por acceder al ordenador. En el monitor una marca verde indicaba que llegaban señales de radio desde el traje de Susana EM-3. El equipo de comunicaciones trataba de abrir un enlace pero las condiciones eran muy deficientes.

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