• Пожаловаться

Greg Bear: La radio de Darwin

Здесь есть возможность читать онлайн «Greg Bear: La radio de Darwin» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 2001, ISBN: 978-84-666-0512-0, издательство: Ediciones B, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Greg Bear La radio de Darwin

La radio de Darwin: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La radio de Darwin»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La es una intrigante especulación a partir de los actuales conocimientos biológicos y antropológicos, además de un ingenioso y bien tramado thriller que cuestiona casi todas nuestras creencias sobre los origenes del ser humano y su posible destino. Tres hechos, que al principio parecen no estar relacionados, acabarán convergiendo para sugerir una novedad devastadora y sacudir los cimientos de la ciencia: la conspiración para ocultar los cadáveres de dos mujeres y sus hijos en Rusia, el descubrimiento inesperado en los Alpes de los cuerpos congelados de una familia prehistórica, y una misteriosa enfermedad que sólo afecta a mujeres gestantes e interrumpe sus embarazos. Kaye Lang, una biológa molecular especialista en retrovirus, y Christopher Dicken, epidemiólogo del Servicio de inteligencia de Epidemias, temen que algo ha permanecido dormido en nuestros genes durante millones de años haya empezdo a despertar. Ellos dos junto al antropólogo Mictch Rafaelson, parecen ser los únicos capaces de resolver un rompecabezas evolutivo que puede determinar el futuro de la especie humana... si ese futuro sigue existiendo. El premio Nebula, el equivalente en ciencia ficción al Oscar cinematográfico, avala el interés de esta obra, el más sugestivo thriller sobre la investigación genética y el futuro de la especie humana. Cinco premios Nebula, dos premios Hugo, el premio Apollo de Francia y el premio Ignotus en España garantizan la alta calidad e interés de la obra del brillante autor de y . Premio Nebula 2000. Novela Finalista del Premio Hugo 2000.

Greg Bear: другие книги автора


Кто написал La radio de Darwin? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

La radio de Darwin — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La radio de Darwin», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Todos se sentían fascinados por las manchitas pardas y doradas de su cara.

Stella parecía completamente tranquila, feliz, pero nunca antes había estado con tantos niños.

Cuando dos niñas de nueve años, gemelas idénticas, le hicieron dos preguntas diferentes al mismo tiempo, Stella respondió a las dos, simultáneamente. Casi pudieron comprender lo que decía y se echaron a reír. Le preguntaron a aquella niña tan graciosa dónde había aprendido a hacerlo.

La expresión de preocupación del niño cambió a decisión. Sabía qué debía hacer.

Kaye y Mitch gritaron su nombre por las calles. No se atrevían a pedir ayuda a la policía; Arizona al final había cedido a la Situación de Emergencia y estaba enviando a los nuevos niños para su estudio y educación a Iowa.

Kaye estaba fuera de sí.

—Sólo fue un minuto, sólo…

—La encontraremos —dijo Mitch, pero su expresión le traicionaba.

Era una presencia incongruente recorriendo las calles polvorientas entre casas pequeñas vestido con un traje azul oscuro. Un viento caliente y seco eliminaba el sudor.

—Lo odio —dijo por millonésima vez. Se había convertido en un mantra habitual, parte de la amargura que sentía por dentro. Stella le hacía sentir completo; Kaye todavía podía darle algo de su vida anterior. Pero cuando estaba solo, la tensión lo llenaba hasta los topes, y en su cabeza se repetía una y otra vez que odiaba aquella situación.

Kaye le agarró el brazo y le repitió una vez más que lo sentía.

—No es culpa tuya —dijo, pero seguía furioso.

La niña delgada le mostró a Stella cómo se bailaba. Stella conocía mucha música de ballet; Prokofiev era su compositor favorito, y las composiciones más difíciles las emitía en un conjunto de sonidos aflautados, silbidos y cloqueos. Un niñito rubio, más joven que Stella, permanecía tan cerca de ella como podía, con los ojos castaños bien abiertos.

—¿A qué quieres jugar ahora? —preguntó la chica alta cuando se cansó de permanecer en pointé.

—Iré a buscar el Monopoly —dijo un niño de ocho años con las pecas más usuales.

—¿Podríamos jugar a othemo? —preguntó Stella.

Llevaban horas buscando. Kaye se detuvo un segundo en una zona de acera rota y prestó atención. El callejón tras su casa se abría a una calle lateral, y creyó oír niños jugando. Muchos niños.

Ella y Mitch se movieron despacio entre los garajes y verjas de madera, intentando encontrar la voz de Stella, o uno de sus muchos sonidos.

Mitch fue el primero en oír a su hija. Empujó la puerta metálica y entraron.

El patio estaba repleto de niños como pájaros en un comedero. Kaye apreció inmediatamente que Stella no era el centro de atención; simplemente estaba allí, a un lado, jugando a othemo con un mazo de cartas que emitían sonidos cuando las apretabas. Si los sonidos combinaban o formaban una melodía, el jugador se descartaba. El primer jugador en quedarse sin cartas ganaba. Era uno de los juegos favoritos de Stella.

Mitch permaneció detrás de Kaye. Al principio su hija no los vio. Charlaba feliz con las gemelas y otro niño.

—Iré yo —dijo Mitch.

—Espera —dijo Kaye.

Stella parecía tan feliz. Kaye estaba dispuesta a arriesgar unos minutos.

Stella levantó la vista, se puso en pie y dejó que las cartas musicales se le cayesen de las manos. Movió la cabeza en el aire y olisqueó.

Mitch vio a otro niño entrar en el patio por la puerta del frente. Tenía más o menos la edad de Stella. Kaye también lo vio y lo reconoció inmediatamente. Oyeron los gritos frenéticos en español de una mujer y Kaye supo quiénes eran, lo que implicaban.

—Tenemos que irnos —dijo Mitch.

—No —dijo Kaye, y lo retuvo con un brazo—. Sólo un momento. ¡Por favor, Mitch!

Stella y el niño se acercaron. Los otros niños fueron callándose uno a uno. Stella dio una vuelta alrededor del niño, con el rostro inexpresivo durante un momento. El niño gemía, el pecho elevándose y descendiendo como si hubiese estado corriendo. Se limpió la cara con la manga. Luego se inclinó para oler tras las orejas de Stella. Stella le olisqueó tras las orejas y se agarraron las manos.

—Soy Stella Nova —dijo Stella—. ¿De dónde eres tú?

El niño se limitó a sonreír y su rostro palpitó de una forma que Stella no había visto nunca. Su propio rostro respondió. Sintió el flujo de sangre hacia su piel y rió en voz alta, una risa aguda y placentera. El niño olía a tantas cosas… a su familia y a su hogar, a la comida que cocinaba su madre, a sus gatos, y Stella miró su rostro y comprendió un poco de lo que le decía. Aquel niño poseía tanta riqueza. Sus motas cambiaban de color alocadas, casi al azar. Stella vio cómo las pupilas del niño se llenaban de color. Le pasó los dedos por la mano, sintiendo la piel, el estremecimiento de la respuesta.

El muchacho hablaba simultáneamente en un inglés entrecortado y en español. Su boca se movía de una forma que Stella conocía bien, dando forma a los sonidos que pasaban a ambos lados de las crestas de su lengua.

Stella sabía bastante español e intentó contestar. El niño dio saltos de alegría; ¡la entendía! Para Stella hablar con la gente eran normalmente tan frustrante, pero esto era peor, porque de pronto comprendía lo que hablar podía llegar a ser.

En ese momento miró a un lado y vio a Kaye y Mitch.

Al mismo tiempo, Kaye vio a la mujer en la ventana de la cocina que llamaba por teléfono. La mujer no parecía muy contenta.

—Vámonos —dijo Mitch, y Kaye no se negó.

—¿Adónde vamos ahora? —preguntó Stella desde su asiento de seguridad en la parte de atrás del Chevy Lumina que Mitch conducía hacia el sur.

—Quizás a México —dijo Kaye.

—Quiero ver más niños así —dijo Stella, haciendo un mohín.

Kaye cerró los ojos y vio a la aterrorizada madre del niño, apartándolo de Stella, dirigiendo una mirada de desprecio hacia Kaye; a la vez amando y odiando a su propio hijo. No había esperanza de reunirlos de nuevo. Y la mujer de la ventana, tan asustada que no había podido salir para hablar con ella.

—Lo harás —dijo Kaye—. Estuviste muy bien con ese niño.

—Lo sé —dijo Stella—. Era uno de los míos.

Kaye se inclinó para mirar al asiento trasero. Tenía los ojos secos, porque lo había estado considerando durante mucho tiempo, pero Mitch se secó los suyos con el dorso de la mano.

—¿Por qué hemos tenido que irnos? —preguntó Stella.

—Es cruel mantenerla apartada de ellos —le dijo Kaye a Mitch.

—¿Qué otra cosa podríamos hacer, enviarla a Iowa? Amo a mi hija y quiero ser su padre y tenerla en la familia. Una familia normal.

—Lo sé —dijo Kaye distante—. Lo sé.

—¿Hay muchos como ese niño, Kaye? —preguntó Stella.

—Como unos cien mil —dijo Kaye—. Ya te lo hemos dicho.

—Me encantaría hablar con todos ellos —dijo Stella.

—Probablemente podría hacerlo —le dijo Kaye a Mitch sonriendo.

—El niño me habló de su gato —dijo Stella—. Tiene dos gatitos. Y los otros niños me querían, Kaye, mamá, me querían de verdad.

—Lo sé —dijo Kaye—. También estuviste muy bien con ellos. —Kaye se sentía tan orgullosa, pero simultáneamente su corazón se apenaba por su hija.

—Vamos a Iowa, Mitch —sugirió Stella.

—Hoy no, conejito —dijo Mitch.

La autopista atravesaba el desierto hacia el sur.

—No se oyen sirenas —comentó Mitch.

—¿Lo hemos conseguido de nuevo, Mitch? —preguntó Stella.

Nota del autor

He intentado, en la medida de lo posible, que la ciencia de esta novela sea precisa y las especulaciones plausibles. Sin embargo, la revolución actual en biología está muy lejos de haber terminado y es muy probable que muchas de estas especulaciones resulten erróneas.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La radio de Darwin»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La radio de Darwin» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Robert Sawyer: Factor de Humanidad
Factor de Humanidad
Robert Sawyer
Robert Sawyer: Humanos
Humanos
Robert Sawyer
Robert Silverberg: Muero por dentro
Muero por dentro
Robert Silverberg
David Brin: Gente de barro
Gente de barro
David Brin
Connie Willis: Tránsito
Tránsito
Connie Willis
Отзывы о книге «La radio de Darwin»

Обсуждение, отзывы о книге «La radio de Darwin» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.