Ted Dekker - Negro

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Nada es como parece cuando se estrellan los sueños y la realidad.
Huyendo de sus agresores por callejones abandonados, Thomas Hunter apenas se escapa yéndose al techo de un edificio. Luego una bala silenciosa de la noche roza su cabeza… y su mundo se vuelve negro. De la negrura surge la asombrosa realidad de otro mundo, un mundo donde domina el mal. Un mundo en el que Thomas Hunter se enamora de una mujer hermosa. Pero luego se acuerda del sueño en el que lo perseguían por un callejón mientras extiende su mano para tocar la sangre en su cabeza.? ¿Dónde termina el sueño y comienza la realidad? Cada vez que se queda dormido en un mundo, se despierta en otro. Pero en ambos, le aguarda un desastre catastrófico… quizás incluso sea causado por él.

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Thomas Hunter había ido a dormir, se enteró de la ubicación de Monique de Raison, fue a ese sitio, y regresó con prueba virtual de que el virus ya estaba en acción.

– A él le gustaría hablar con usted.

– Póngalo -pidió Gains-. ¿Thomas? ¿Cómo le va?

– Me va excepcionalmente bien, señor. Espero que ahora usted sea razonable, como acordamos.

– Un momento, hijo. Tiene que tomarse las cosas con calma.

– ¿Por qué? Es obvio que Svensson no está tomando las cosas con calma. Él tenía razón.

– Porque, para empezar, no sabemos exactamente que ya haya un virus. ¿De acuerdo? No hasta que se realicen las pruebas.

– Entonces la variedad Raison existirá exactamente en dos horas. Le estoy dando una ventaja. ¡Tiene que detener a Svensson!

– ¡Ni siquiera sabemos dónde está este Svensson!

– No me diga que nadie puede encontrar a este tipo. No se trata precisamente de alguien desconocido.

– Lo encontraremos. Pero no tenemos una causa probable para…

– ¡Ya le di una causa probable! Monique me dijo que el hombre planea utilizar el virus; ¿qué más necesita?

Dos palabras retumbaron en la mente de Merton Gains. ¿Y si? ¿Y si, y si, y si? ¿Y si Hunter tuviera realmente razón y estuvieran sólo a días de un brote endémico imposible de detener? Todo el mundo sabía que los adelantos tecnológicos se iban a usar finalmente para algo que no era mejorar la condición humana. De pronto sintió muy helado el aire frío que entraba por el conducto encima de su escritorio. Su puerta estaba cerrada, pero él pudo oír las pisadas de alguien que pasaba por el pasillo.

Estados Unidos caía lentamente por la consabida vía como un camión bien engrasado. Los bancos comerciaban miles de millones de dólares; Wall Street cambiaba ruidosamente casi como cambiaban muchas acciones. En dos horas el presidente debía dar un discurso sobre su nuevo plan de impuestos. Y Merton Gains, ministro de estado, tenía un teléfono al oído, oyendo a alguien a ocho mil kilómetros de distancia que le decía que cuatro mil millones de personas morirían en tres semanas.

Surrealista. Imposible.

Pero ¿y si?

– Antes que nada, necesito que tome las cosas con calma. Estoy con usted, ¿de acuerdo? Dije que estaría con usted, y lo estoy. Pero entienda cómo funciona el mundo. Si esperamos que alguien escuche, necesito una prueba absoluta. Estamos tratando con afirmaciones increíbles. ¿Puede usted al menos darme eso?

– Para cuando consiga su prueba será demasiado tarde.

– Necesito que trabaje conmigo, a mi paso. Lo primero que necesitamos son los resultados de esas pruebas.

– Pero al menos localice a Svensson -objetó Tom-. Dígame por favor que puede encontrar a ese individuo. ¿La CÍA o el FBI?

– No en dos horas, imposible. Pondré el asunto en marcha, pero nada ocurre tan rápido. Si tenemos un B2 en el aire circundando a Bagdad, podemos arrojar una bomba en una hora, pero no tenemos ningún B2 en el aire, ni siquiera fuera del hangar. Ni siquiera sabemos dónde es Bagdad en este caso; ¿me hago entender?

– Entonces le daré una mala noticia, Sr. Gains -informó Hunter suspirando-. Estamos acabados. ¿Me oye? Y Monique…

Su voz se apagó.

¿Y si? ¿Y si?

Gains se levantó y se puso a anclar sin rumbo fijo, apretó fuertemente el teléfono a su oído.

– No estoy diciendo que no podamos hacer algo…

– ¡Haga algo entonces!

– Tan pronto como cuelgue llamaré al director de la CÍA, Phil Grant. Estoy seguro de que ya están trabajando. Que sepamos, la policía tailandesa ya tiene en custodia a quien agarró el paquete. Al menos el auto. El caso de secuestro está ahora en pleno desarrollo, pero el virus es un asunto totalmente distinto. Hasta ahora esto parece espionaje empresarial para todo el mundo menos para usted y quizá Raison.

– Usted no sabe lo lentas que se vuelven las ruedas de la justicia en el sudeste asiático. Y el virus es lo que nos morderá por detrás, no espionaje empresarial.

– Haré algunas llamadas. ¡Pero necesito pruebas!

– ¿Y me quedo mientras tanto sin nada qué hacer?

– Haga lo que ha estado haciendo -contestó Gains después de pensar en eso-. Ha hecho algunas cosas asombrosas en los últimos días. ¿Por qué parar ahora?

– ¿Quiere que vaya tras Monique? ¿No está esto justamente un poco más allá de mí ahora?

– Creo que esto está más allá de todo el mundo. Usted es quien tiene los sueños. Así que a soñar.

– Soñar. ¿Simplemente eso? Soñar.

– Soñar.

***

TRES SEGMENTOS: Vivo, muerto, vivo… aún zumbaban de manera incontrolada en el cerebro de Tom. No podía hablar de ellos. Lo aterraban.

– ¿Qué dijo él? -quiso saber Kara.

– Me dijo que espere.

– ¿Sólo que espere? ¿No comprende que no tenemos tiempo para esperar?

– Me dijo además que soñara.

– ¿Así que te cree? -preguntó Kara andando alrededor del sofá.

– No lo sé.

– Al menos está empezando a creer que tus sueños tienen alguna importancia. Y tiene razón… debes soñar. Ahora.

– Simplemente así, ¿eh? -expuso Tom chasqueando los dedos.

– ¿Quieres que te ponga a dormir? El ministro sólo tiene razón en parte. No sólo tienes que soñar, sino también hacer las cosas adecuadas en tus sueños. Lo cual significa hacer lo que sea para conseguir más información sobre la variedad Raison.

– El bosque negro.

– Si eso es lo que se debe hacer.

Tom tenía ahora dos motivos muy convincentes para regresar al bosque negro, uno en cada realidad. La situación aquí se había vuelto crítica… tenía que aceptar más riesgos en descubrir la verdad acerca de las historias. Y en el bosque colorido, si recordaba correctamente, estaba empezando a preguntarse si era verdad que se había estrellado en una nave espacial.

– Quizá pueda volver a hablar con Rachelle. Averiguar dónde quiere volver a ser rescatada. Funcionó una vez, ¿de acuerdo?

– Funcionó. ¿Y qué exactamente significa eso? ¿Es ella de alguna manera Monique? ¿Le estás hablando a Monique en tus sueños?

– No tengo idea -contestó él suspirando-. Está bien. Ponme a dormir.

Kara hurgó en su bolsillo y le pasó tres tabletas.

29

TOM SE sentó. Era de mañana. Estaba en casa de Rachelle.

Por varios instantes prolongados se quedó allí, paralizado por una descarga de pensamientos sobre su sueño en Bangkok. La situación se había vuelto crítica… debía descubrir la verdad acerca de la variedad Raison.

Bastante cierto, a menos que todo fuera un sueño.

Pero había otra razón, ¿no es cierto? Debía saber la verdad sobre la afirmación de Teeleh de que Bill y la nave espacial eran reales. Tenía que eliminar las confusas posibilidades, o nunca se adaptaría a la verdad.

Y ayer Tanis le había mostrado cómo podría organizar su propia expedición al interior del bosque negro. La espada colorida. Era veneno para Teeleh.

Saltó de la cama, se tiró agua en la cara y se puso la ropa. Después de dejar ayer a Tanis y Johan, Tom había pensado comer la nanka que Johan le llevara y quedar dormido. Pero como resultó, no necesitaba aún ninguna ayuda para dormir. Pero cuando llegó a la aldea, casi era la hora de la Concurrencia. No se la podía perder.

Algo extraño le había ocurrido esa noche mientras estaba en las aguas del lago. Un cambio momentáneo en su perspectiva. Se había imaginado que le pegaban un tiro en la cabeza, pero la visión fue fugaz.

Cuando regresó de la Concurrencia comieron un festín de frutas como hicieron la primera noche. Johan cantó y Rachelle danzó junto con Karyl, y Palus narró una historia magnífica.

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