Ted Dekker - Negro

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Nada es como parece cuando se estrellan los sueños y la realidad.
Huyendo de sus agresores por callejones abandonados, Thomas Hunter apenas se escapa yéndose al techo de un edificio. Luego una bala silenciosa de la noche roza su cabeza… y su mundo se vuelve negro. De la negrura surge la asombrosa realidad de otro mundo, un mundo donde domina el mal. Un mundo en el que Thomas Hunter se enamora de una mujer hermosa. Pero luego se acuerda del sueño en el que lo perseguían por un callejón mientras extiende su mano para tocar la sangre en su cabeza.? ¿Dónde termina el sueño y comienza la realidad? Cada vez que se queda dormido en un mundo, se despierta en otro. Pero en ambos, le aguarda un desastre catastrófico… quizás incluso sea causado por él.

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Carlos empezó a ir en su persecución, sabiendo que la casucha brindaría un sitio perfecto para disparar sin ningún obstáculo al hombre. Había dado sólo un paso cuando se detuvo.

Si él y la mujer se separaban más de cincuenta metros, el explosivo en el estómago acabaría con la vida de ella. La necesitaban viva. Ella lo sabía y no lo siguió.

El hombre estaba ampliando la distancia.

Carlos podría dejar el transmisor, pero la mujer podría seguirlos, hallar el transmisor, y escapar con él. Ella era el grillete de él.

Carlos soltó una palabrota entre dientes, se inclinó contra el marco de la puerta, y afirmó su pistola extendida. El hombre estaba a poco menos de veinte metros de la selva, una mancha inclinada en la mira de la pistola.

Hizo otro disparo. Otro. Luego dos más en rápida sucesión.

¡Plas!

La última bala dio de lleno en la parte posterior de la cabeza del hombre. Carlos lo vio caer hacia delante con el impacto característico de la bala, vio salpicar sangre. Hunter desapareció dentro de la elevada hierba.

Carlos bajó la pistola. ¿Estaría muerto? Nadie pudo haber sobrevivido a tal impacto. No podía salir para revisar mientras la mujer estuviera libre y el transmisor en el bolsillo de él. Pero Hunter no iría pronto a ninguna parte.

Movimiento.

La hierba. ¿Se estaría arrastrando?

No, se había levantado, allí, junto a los árboles. ¡Corría!

Carlos levantó bruscamente la pistola y vació el último cargador con tres disparos más. Hunter desapareció entre los árboles.

El secuestrador cerró los ojos y se dio un furioso golpe en la cabeza. ¡Imposible! Estaba seguro de que le había dado al tipo en la cabeza.

Dos veces se le había escapado el hombre después de pegarle tiros directos. Nunca más. ¡Nunca!

La ingenuidad de la mujer era muy inesperada. Admirable en realidad.

Bajó las escaleras y miró a Monique, quien se hallaba de pie en el marco de la puerta, los brazos cruzados. Le faltó poco para meterle un balazo en la pierna. En vez de eso, recorrió el pasillo y le dio un golpe en el estómago.

Quizá después de todo tendría que lastimarla.

28

SUCEDIÓ EN tres segmentos, marcados en la memoria de Tom, aún caliente por la quemadura. Había estado esquivando una lluvia de balas, corriendo a toda velocidad hacia el bosque, a sólo unos cuantos pasos del primer árbol y seguro de haber escapado. Segmento uno.

Entonces una bala le dio en el cráneo. La sintió como si un mazo le hubiera golpeado la parte posterior de la cabeza. Se vio lanzado hacia delante, precipitadamente, paralelo a la tierra. Soltó un grito de dolor y luego todo se puso en blanco. Segmento dos.

Tom no recordaba haber aterrizado. Antes de tocar tierra estaba muerto o inconsciente. Pero sí recordaba estar rodando después de tocar tierra. Se hallaba jadeando tendido en el suelo, mirando el cielo azul.

No estaba muerto. Estuvo inconsciente. Y una rápida revisión de su cabeza confirmó que ni siquiera estaba herido. Sólo se había quedado sin aliento. Segmento tres.

Se levantó con dificultad, se dirigió a la selva, y corrió entre los árboles, perseguido más por pensamientos de lo que acababa de ocurrirle que por las últimas balas.

Le habían disparado a la cabeza. Había perdido el conocimiento antes de morir. Pero en el instante anterior a la muerte había despertado en el bosque colorido, y aunque no lograba recordarlo, sabía que fue sanado por una fruta o por el agua. Que él supiera, todo el viaje sólo había durado un segundo.

Al regresar a la selva tardó dos horas en restablecer el contacto con la base, llegar a la zona de aterrizaje y hacer el viaje de regreso en el helicóptero-Tiempo para pensar. Tiempo para considerar un rápido viaje de vuelta al complejo para sacar a Monique. O rescatar a Muta.

Pero sabía que allí no encontrarían a nadie.

Un helicóptero de la policía revisó el lugar antes de que lo recogieran, y se confirmaron sus sospechas. Ni un alma.

Aunque él aún hubiera estado allí, le era imposible rescatarla. Él quizá podía resistir el golpe mortal, pero ella no. Se sintió indestructible e impotente, una mezcla extraña.

Tal vez no le habían dado. ¿Habría sangre allá atrás sobre la hierba? Su prisa era demasiada como para mirar. Todo era muy confuso. Solamente los tres segmentos.

Vivo, muerto, vivo.

***

– ¿QUE USTED QUÉ?

– Accedí -comunicó Jacques de Raison.

Tom entró a la oficina, estupefacto. Sus overoles estaban cubiertos de barro, su camisa desgarrada por la carrera de cinco kilómetros de vuelta al sitio de la recogida, y sus botas dejaban huellas en el piso de Raison.

– ¿Les dio usted realmente la vacuna?

– Me dieron una hora, Sr. Hunter. La vida de mi hija está en peligro…

– ¡Todo el mundo está en peligro!

– Para mí es una hija.

– Por supuesto, ¿qué pasó sin embargo con la información que le di por radio?

– Se acababa la hora. Tenía que tomar una decisión. Ellos querían que dejáramos en un auto a tres kilómetros del aeropuerto sólo una muestra de la vacuna y un archivo con una copia de nuestros datos de investigación original. Monique estará bajo nuestra custodia en dos días. Tuve que hacerlo.

Tom hurgó en su bolsillo y sacó el anillo. Una banda de oro con un rubí engarzado en cuatro puntas. Se lo pasó a Raison.

– ¿Qué es esto?

– Ese es el anillo que su hija me dio para persuadirlo de que le estoy diciendo la verdad. Si usted calienta la vacuna a 81.92 grados centígrados y Mantiene esa temperatura por dos horas, esta mutará. El hombre que tiene esta información se llama Valborg Svensson. También podría tener el único antivirus.

El rostro de Raison se iluminó un poquitín.

– ¿Por qué no la trajo con usted? -preguntó mientras jugueteaba distraídamente con el anillo.

– ¿Me está oyendo usted? Comprendo que esté angustiado, pero tiene que calmarse. La encontré, exactamente como dije que lo haría. Si usted no cree lo del anillo, entonces bastará el hecho de que Svensson haya cambiado el trato con usted porque los encontré.

El hombre se dejó caer pesadamente en una silla.

– ¡Ahora ellos tienen la vacuna! -exclamó Tom pasándose una mano por el cabello.

Este era el peor de todos los mundos. Nada de lo que él hacía tenía ningún impacto verdadero en el drama que se desarrollaba. Quizá no había manera de detener este asunto de las historias.

– ¡Thomas! -gritó Kara entrando-. ¿Estás bien?

– Yo estoy bien. Ellos tienen la vacuna. Tienen a Monique; tienen la vacuna; saben exactamente cómo provocar la mutación; quizá hasta tengan el antivirus.

– Pero el sueño. Fue real.

– Sí.

– Sí, Peter, quiero que cambie los parámetros de prueba. Pruebe la vacuna a 81,92 grados centígrados y mantenga el calor por dos horas.

Jacques de Raison parecía haber salido de su estupor. Estaba hablando por teléfono con el laboratorio.

– Observe si hay mutaciones y avíseme de inmediato.

Depositó el teléfono en su base.

– Perdóneme, Sr. Hunter. Han sido dos días muy difíciles. Le creo – reconoció; ahora muy avergonzado-. En todo caso, los hechos se probarán en dos horas. Mientras tanto, sugiero que contactemos a las autoridades. Conozco a Valborg Svensson.

– ¿Y?

– Y si es verdad, si él es quien…

Los puntos se estaban conectando detrás de esos ojos azules.

– Que Dios nos ayude -concluyó.

– Es él -confirmó Tom-. Monique insistió. Quiero que hable de inmediato con el ministro Gains.

Jacques de Raison asintió.

– Nancy, comuníqueme con el ministro.

***

MERTON GAINS se hallaba sólo en su escritorio y escuchó a Jacques de Raison por varios minutos levemente impresionado. Seis horas antes, al oír a Thomas Hunter preparando la prueba para demostrarse a sí mismo, la idea le había parecido descabellada. Ahora que la había llevado a cabo, Gains se sentía muy nervioso. Había oído el informe de Bob Macklroy de que Hunter le vaticinó el resultado del Derby de Kentucky. Había hablado con Thomas, y explicado en la reunión de gabinete los posibles problemas con la vacuna Raison. Incluso estuvo de acuerdo en probar los sueños de Hunter. Pero hasta el momento su tolerancia le había parecido bastante inofensiva.

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