Robert Silverberg - La estrella de los gitanos

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En el año 3159, la humanidad ha conquistado las estrellas, y los otrora despreciados gitanos son hoy mimados y respetados, porque solo ellos pueden llevar a buen puerto las astronaves en sus largos saltos estelares.
Pero los gitanos tienen también otros talentos,. Arrastrados por su tradición errante, siguen vagando, pero hoy no solo a través del espacio, sino también del tiempo: su facultad de espectrar les permite trasladarse a las más remotas épocas, y volver al viejo y ya desaparecido planeta Tierra para contemplar su vida pasada, desde el esplendor de la antigua ciudad de Atlantis hasta el horror de los campos de exterminio nazis.
Y los gitanos mantienen un antiguo sueño: volver a su mundo de origen. Porque ellos nunca fueron nativos de la Tierra. Y así, contemplan desde el cielo de los mil mundos por los que se hallan ahora dispersos la Estrella Romani, de la que tuvieron que huir precipitadamente para salvar sus vidas, y anhelan el día en que podrán regresar a su hogar. Y quien mas lo anhela es Yakoub, el Rey de los Gitanos, un personaje mezcla de Falstaff y Ricardo Corazón de León, que abdicó de su trono para poner las cosas en su sitio y ahora tiene que volver a él para cumplir con el último destino de la raza rom.

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—Un indicio —supliqué —. Alguna pista. O si no, deja de venir a irritarme. Prefiero no verte que dejar que me incordies de este modo.

—¿Lo dices de veras?

—Lo digo de veras.

—De acuerdo —afirmó —. Me das lástima. Violaré toda la ética del espectrar. Te diré las cosas que ni tú te dirías a ti mismo…, ¿dónde está tu espectro, Yakoub, por qué no está él dándote algunos indicios? Te daré una idea de lo que te espera.

—Adelante.

—La clave te vendrá en la bandeja que tendrás ante ti.

—¿En la bandeja?

—No digas que nunca te proporciono indicios.

—¿Qué indicio? ¿Qué significa eso, en la bandeja?

Agitó tristemente la cabeza.

—Pensé que eras listo. Se suponía que eras la inteligencia que sabía ver a lo lejos. ¿Así que te doy el indicio que quieres, y ni siquiera deseas seguir adelante por ti mismo? ¿Prefieres quedarte sentado aquí, esperando otro? Oh, no, Yakoub, ya te he dado tu indicio. No me pidas más.

—Oh, eres un maldito bastardo, Polarca.

—Aquí lo tendrás. Directamente en tu bandeja.

—Maldito seas, Polarca.

Desapareció. Cuando me trajeron mi primera comida en la nueva celda, contemplé mi bandeja durante diez minutos, intentando averiguar de qué se trataba. Las habituales gachas calientes, el habitual tazón de té tibio. Lo único diferente era una pequeña fuente de algún tipo de ensalada galgana de verduras a un lado. Estudié aquella ensalada de verduras como si contuviera el secreto del significado de la vida. Quizá lo contuviera, pero no se me reveló. Al cabo de un tiempo lo comí todo. Siguió sin decirme nada. Como he dicho antes, hay veces en que Polarca me hace sentir tan obtuso como un gaje. Y él disfruta con ello. Dios me ha dado un monstruo por hijo y un sádico por amigo.

Bien, Dios es infinitamente sabio e infinitamente amante. ¿Quién soy yo para cuestionar Sus dones?

3

Dios me dio a Polarca cuando realmente lo necesitaba. Y también le dio mi persona a Polarca, cuya necesidad tal vez fuera mayor. Creo que puede que él me salvara la vida, y sé que yo salvé la suya. Eso fue en Mentiroso, hace mucho tiempo. Desde que estuvimos juntos en Mentiroso, aceptaré de él todo lo que me eche. Además, sé que me quiere bien. Cree realmente que me divierte cuando se dedica a sus pequeños juegos conmigo. La mayor parte de las veces tiene razón.

Mentiroso es uno de esos lugares terribles que Dios debió crear a fin de que pudiéramos apreciar mejor la maravillosa belleza del resto de Su universo. Es algo así como el cráter Idradin de Xamur. El cráter proporciona exactamente el toque de imperfección necesario para revelar Xamur como la obra maestra que es. Pero el Idradin es un solo rasgo geológico, y uno puede pasar toda su vida en el encantador Xamur sin siquiera tener que mirar nunca por sus fétidas fauces. Mentiroso, en cambio, es todo un planeta.

Que pueda existir un planeta entero tan terrible como Mentiroso hace que uno, si es un alma cándida o dada a la impiedad, empiece a preguntarse acerca del carácter psicológico fundamental del Creador. Para crear un lugar como Mentiroso, puede argumentarse, una deidad necesita tener algo de la cualidad esencial de Mentiroso dentro de sí. La mente simple dirá que, si Dios tiene algo como Mentiroso en Su alma, entonces, ¿qué diferencia hay entre Dios y el Demonio? Y el impío dirá: Sólo un Creador realmente abominable podría crear Mentiroso.

La verdad es que ambos tienen razón, a su manera. Pero sólo ven la sombra de la verdad. La mente simple falla al considerar que no hay diferencia entre Dios y el Demonio, puesto que el Demonio es un aspecto de Dios, del mismo modo que el Idradin es un aspecto de Xamur. El impío falla al considerar que lo que nos parece abominable puede que no se lo parezca a Dios. Dios es infinito. Lo contiene todo, incluso lo que consideramos inicuo, o feo, o repugnante. No está necesariamente de acuerdo con nuestra opinión. No tiene por qué estarlo. Ésa es la ventaja de ser Dios. Nosotros, por otra parte, somos requeridos por el sistema para que intentemos ver las cosas a Su manera, porque si no lo hacemos pereceremos. Intentar ver las cosas a Su manera es filosofía. Ver realmente las cosas a Su manera es empezar a volverse sabio. Ningún ser humano, desde el principio de los tiempos, ha tenido realmente éxito en volverse sabio, pero algunos se han acercado más que otros.

Uno nunca sospecharía, contemplando las fotos de Mentiroso en alguna revista de viajes, que es uno de los lugares más terribles del universo. (Quizás el más terrible, aunque creo que puede verse superado en esa cualidad por Trinigalee Chase. Puesto que nunca deseo volver a pensar en Trinigalee Chase ni en ninguno de sus detalles, no soy capaz de efectuar la comparación. Si desean ustedes mi consejo, manténganse alejados de ambos. Ninguno de los dos es un paraíso para las vacaciones.)

Fui a Mentiroso como esclavo, pero esta vez, en contraste con mis dos períodos anteriores de esclavitud, sólo puedo culparme a mí mismo de ello. No fui vendido; yo mismo me vendí. Fue cuando era un explorador espacial independiente, unos años antes de empezar a trabajar para la kumpania de la familia de Esmeralda. Al igual que le había ocurrido a mi abuelo antes que yo, me arriesgué demasiado, financieramente hablando, y me hundí en la bancarrota. Y, como había hecho mi padre, vi la esclavitud voluntaria como la mejor salida. Debía diez mil cerces —¿pueden creerlo?—, e iban a embargarme mis tierras de Xamur para cobrar la deuda. Entonces descubrí que había otra solución, un compromiso de trabajo de cinco años en un lugar llamado Mentiroso, que cubría exactamente el importe de mi deuda. Así que me agarré al clavo ardiendo.

Quizá primero hubiera tenido que investigar un poco. Mentiroso había sido descubierto hacía muy poco, y no había muchos datos disponibles sobre él. Por mucho que yo había viajado, nunca había oído hablar de él, y no me importó averiguar más que si podía respirar su aire y qué tipo de clima tenía. No me detuve a preguntarme por qué alguien parecía dispuesto a pagarme tanto por un contrato de cinco años. Lo pagué con creces.

Tuve que tomar el relé de tránsito para Mentirosa en Clard Msat. Cuando tendí mi billete al técnico que preparaba las coordenadas en el hangar de tránsito, me miró durante largo rato y finalmente dijo:

—¿Mentiroso? Está usted bromeando, ¿verdad?

—No que yo sepa.

—¿Realmente quiere ir allí?

—Allí es donde está mi trabajo.

—Entonces debe estar hablando en serio. Pobre tipo. —Agitó tristemente la cabeza —. Quiere ir a Mentiroso. Tiene un trabajo en Mentiroso. ¡Pobre tipo!

Nadie me había llamado eso antes en toda mi vida. No creo que nadie lo haya hecho nunca desde entonces tampoco. Empecé a preguntarle qué había que fuera tan malo en Mentiroso. Demasiado tarde. Tecleó las coordenadas más aprisa de lo que puede llegar a pedorrearse un espectro, y el tránsito me agarró de inmediato. Lo último que vi fue la expresión de lástima en sus ojos. Lo siguiente que vi, casi inmediatamente, fue Mentiroso.

Los otros mundos horribles que he visitado —digamos Alta Hannalanna, o Megalo Kastro— te dicen inmediatamente lo que son. Los odias a la primera ojeada. Desde el aire, sin embargo, Mentiroso parece bastante aceptable. Un mundo estándar de tipo humano: océanos azules, vegetación verde, sol amarronado. Un poco descuidado quizá, sin demasiados bosques ni montañas, casi en su mayor parte una enorme y ondulante sabana de costa a costa. Ningún signo evidente de vida superior. (De hecho, no hay mucha, más allá de algunos insectos y reptiles y unos pocos mamíferos no especializados. Hay una buena razón para ello también.) Pequeños casquetes polares, un clima templado en todas partes, aire respirable, quizá un poco demasiado alto en nitrógeno, pero eso no es serio. El clima es más bien seco. Todo parece correcto.

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