Lorenzo Silva - La niebla y la doncella

Здесь есть возможность читать онлайн «Lorenzo Silva - La niebla y la doncella» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La niebla y la doncella: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La niebla y la doncella»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

No siempre las cosas son como parecen y a menudo, lo obvio no resulta ser lo real. Al sargento Bevilaqua le encomiendan la tarea de investigar la muerte de un joven alocado en la Gomera. Todo apuntaba a Juan Luis Gómez Padilla, político de renombre en la isla, al que un tribunal popular absolvió a pesar de la aparente contundencia de las primeras pesquisas. El sargento y su inseparable cabo Chamorro intentarán esclarecer este embrollado caso, con presiones políticas y con la dificultad añadida de intentar no levantar suspicacias al reabrir un caso que sus compañeros daban por cerrado.

La niebla y la doncella — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La niebla y la doncella», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Y la investigación? ¿Va bien?

– Es pronto -respondí-. Pero vamos avanzando.

– ¿Tenéis alguna pista?

– Tenemos muchas pistas.

– Me gustaría que lo cogierais. Para que la gente se convenza de que no fue mi padre y deje de murmurar por ahí. Y bueno, por Iván. No era mal tío. Me sabe mal que esté muerto y que el que lo hiciera se esté riendo de él.

Le sabía mal. Dudé si me gustaría que me enterraran con esa expresión.

– No sé si se reirá -repuse-, pero procuraremos ponérselo difícil.

– Oye, ¿puedo deciros una cosa?

Chamorro y yo nos miramos de reojo.

– Sois muy diferentes de la otra guardia que vino a verme.

– ¿Ah, sí?-dijo Chamorro.

– Mucho más colegas. La otra parecía que estuviera cabreada. Y que no buscara otra cosa más que meter en la cárcel a mi padre.

Me acordé de Morcillo, y traté de imaginármela interrogando a Desirée. Debía de haber sido un encuentro interesante. Sin maldad lo discurrí.

– Esperamos no haberte molestado mucho -dije.

– Qué va.

– Si se te ocurre algo que no nos hayas dicho, cualquier cosa que creas que puede interesarnos, si te acuerdas de pronto de alguien o de algo de lo que no te hayas acordado hoy, te agradecería que me llamaras a este número.

Le di mi tarjeta. Con frecuencia uno lo hace temiendo que está tirando a la basura el trozo de cartulina. Pero a veces no es así. A veces lo toma alguien a quien le cargas la conciencia con el peso de marcar el número si recuerda algo, y con suerte, que hasta intenta recordar. En cuanto a Desirée, cogió la tarjeta como quien cogiera un paquete de chicles, y se la guardó sin más trámite en uno de los bolsillos traseros de sus tejanos. Por lo menos durante esa tarde, se sentaría a menudo sobre mi nombre. Confié, no mucho, en que se acordara de sacarla cuando echara los pantalones a la lavadora.

– Tenemos un coche. Si quieres podemos llevarte a donde vayas -le ofrecí.

– No, gracias. Ya me lleva un compañero.

Genio y figura, pensé, y luego me arrepentí de mi ruin suspicacia.

Capítulo 15 ALGO INTELIGENTE Y BONDADOSO DETRÁS

Llegamos al aeropuerto con tiempo más que de sobra para tomar el avión de vuelta a Tenerife. Dejé a Chamorro en la terminal y yo me fui a devolver el coche de alquiler. Pero apenas entraba en el aparcamiento donde debía entregarlo cuando sonó mi teléfono. Era mi compañera.

– No te des mucha prisa en devolver el coche -dijo Chamorro.

– ¿Qué?

– El aeropuerto de Tenerife está cerrado. Razones meteorológicas.

– Vaya por Dios.

– Eso es lo que dicen por megafonía. Y la chica de información no me ha dado esperanzas de que salga ningún avión hoy.

– Cambio de planes, entonces.

– Salvo que quieras ir en barco.

– Son unas cuantas horas -calculé-. No quiero morir tan joven.

Una de las cosas que más odio de ser el jefe es que a ti te toca pensar por dónde seguir cuando resulta obvio que el callejón no tiene salida. Hube de hacerlo una vez más, mientras sujetaba el teléfono móvil contra el hombro y esquivaba por poco a unos despistados turistas de avanzada edad.

– Cambia los billetes al primer vuelo de mañana -le ordené-. Voy a negociar con los del alquiler que nos dejen el coche. Nos vemos ahora.

Diez minutos después nos enfrentábamos a la nueva situación. Condenados a permanecer al menos doce horas más en La Palma, donde no teníamos nada que hacer. Habría que buscar alojamiento, para empezar. En ese momento me acordé del tercer miembro del equipo. Marqué su número.

– ¿Sí? -respondió Anglada. De fondo se oía una música ruidosa.

– Hola, Ruth.

– Mi sargento. ¿Todo bien?

– Lo de la chica sí. Pero han cerrado el aeropuerto de Tenerife.

– Me lo estaba temiendo, al ver las nubes.

– No creen que podamos volar hoy.

– Vaya, qué mala pata.

– ¿Dónde se puede dormir por aquí, sin que tenga que ofrecer mis encantos o los de Chamorro al dueño para pagar la factura?

Chamorro alzó las cejas, sin mucho énfasis.

– Espera, te doy un par de direcciones.

Repetí las direcciones que me facilitó Ruth, mientras Chamorro tomaba nota. Como conocedora del percal, Anglada nos aconsejó:

– Coged plaza ya en el primer vuelo de mañana.

– Eso hemos hecho -declaré, satisfecho de mi previsión.

– Estupendo. Es que si no, ibais a tener problemas, con todos los que se queden hoy colgados allí. ¿Y qué? ¿Le habéis sacado algo a la chica?

– Algo, sí.

– ¿Bueno?

– Eso se verá, ya sabes. A su tiempo.

Le hice un resumen, más o menos completo, desde el principio hasta lo de aquella misteriosa chica rubia con la que Desirée había visto a Iván el mismo día de su desaparición. Anglada me escuchó atentamente.

– Rubia -dijo, pensativa-. ¿Extranjera o española?

– No sabe.

– Pues sería importante poder distinguirlo.

– Ya lo sé -me mostré de acuerdo-. No sería lo mismo si fuera una turista con la que hubiera ligado en la playa. Eso prometería mucho menos.

– Desde luego, se apartaría de todo lo que hemos barajado hasta ahora.

– Eso me temo.

– ¿Podría reconocerla? -preguntó.

– Tal vez, si la viera. No lo asegura.

– No sé, se me ocurre que podría fisgar un poco -dijo Anglada-. Una chica rubia, de su edad. A lo mejor alguno de los amigos o alguien por allí recuerda haberle visto con ella. Si pudiéramos localizarla, no estaría de más.

– Desde luego que no.

– Pues estoy pensando una cosa -dijo.

– Qué cosa.

– Como no sirve de nada que os espere aquí y tengo habitación reservada en el parador, me monto en el barco y me voy a La Gomera. Y trato de aprovechar lo que queda de día.

– Como tú quieras -asentí-. Sólo te pido una cosa.

– Qué.

– Con quienes no te conozcan, ni sepan por otro lado de la sucia forma que tienes de ganarte la vida, procura ser discreta.

– ¿Me hago la periodista?

– Lo que se te ocurra. Sólo sé discreta.

– Entendido, mi sargento. Confía en mí. ¿Vale?

Su petición, intuí, encerraba algo que iba más allá de la investigación. Pero aparté rápidamente aquella idea y me limité a desearle:

– Suerte.

– Llamadme mañana cuando vayáis a coger el avión.

– Descuida. Hasta mañana.

– Adiós -y bajando la voz hasta el susurro, añadió-: Te echo de menos.

No me dio tiempo a reaccionar. Antes de que se extinguiera el sonido de la última sílaba, interrumpió la comunicación. Me quedé un tanto descolocado, mientras me hacía a aquella sensación que esperaba y a la vez temía. De uno u otro modo, siempre llega: la hora de pagar por lo que uno ha hecho. La había dejado entrar en mi territorio, y ahora me ocurría con ella lo que ocurre con cualquier huésped: que ahí estaba, limitando mi espacio, mientras no se fuera o lograra desalojarla. Por un lado, no sentía el menor deseo de que se marchase. Por otro, la manera en que me había acostumbrado a vivir, para hacer más llevaderos los reveses, y para ser menos dañino yo mismo, me exigía mantener una independencia que Ruth hacía peligrar.

– ¿Y ahora qué? -preguntó Chamorro-. ¿Qué hacemos?

Me costó regresar del fondo de mis cavilaciones.

– No sé -dije-. ¿Te apetece ver algo en concreto?

– Ten en cuenta que no quedan muchas horas de luz.

– A algo nos dará tiempo, digo yo.

Mi compañera pareció deliberar consigo misma.

– Hay algo que ya sabes que me gustaría ver aquí -dijo al fin-. Y para eso no sólo no hace falta la luz del sol, sino que más bien sobra.

Tardé en caer.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La niebla y la doncella»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La niebla y la doncella» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La niebla y la doncella»

Обсуждение, отзывы о книге «La niebla y la doncella» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x