Lorenzo Silva - La niebla y la doncella

Здесь есть возможность читать онлайн «Lorenzo Silva - La niebla y la doncella» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La niebla y la doncella: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La niebla y la doncella»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

No siempre las cosas son como parecen y a menudo, lo obvio no resulta ser lo real. Al sargento Bevilaqua le encomiendan la tarea de investigar la muerte de un joven alocado en la Gomera. Todo apuntaba a Juan Luis Gómez Padilla, político de renombre en la isla, al que un tribunal popular absolvió a pesar de la aparente contundencia de las primeras pesquisas. El sargento y su inseparable cabo Chamorro intentarán esclarecer este embrollado caso, con presiones políticas y con la dificultad añadida de intentar no levantar suspicacias al reabrir un caso que sus compañeros daban por cerrado.

La niebla y la doncella — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La niebla y la doncella», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– De modo que traficaba.

– ¿Cómo?

– Que también vendía droga, Iván.

– A los colegas, sólo, que yo sepa.

– Pero dices que estaba siempre invitando. Tenía dinero, entonces.

– Supongo.

– ¿Y de dónde crees que lo sacaba?

– Me imagino que le cobraba a la gente un poco más de lo que le costaba a él. Y de lo que le daba su vieja. Su vieja es rica. Es hija de un rico en Alemania, creo que la familia tiene hasta castillos allí. Eso me dijo él.

Me apoyé en el respaldo de mi asiento. Chamorro captó la señal.

– Cuéntame algo más de vuestra relación -le pidió.

– ¿Nuestra relación? Pues eso, lo que ya te he dicho. Salíamos de vez en cuando de marcha, y bueno, el sexo. Pero sin compromiso.

– No os veíais regularmente.

Desirée me vigiló un instante de reojo. Pero luego se soltó:

– Verás, es que para mí el sexo es un juego. Yo no hago ni caso de todas esas tonterías de los curas y del Papa. Creo que el cuerpo es para disfrutarlo, con quien te dé la gana, ¿vale? Y que para eso no tienes por qué darle a ese alguien ningún derecho sobre tu vida. Yo voy a mi aire.

– ¿Te veías con otros?

– Pues claro.

– Y a él no le importaba.

– Y que le importara. Peor para él.

– ¿Dirías que para él también era un juego?

Desirée se rió.

– Fijo. A ver si te crees que él no andaba con otras. Y bien que se le daba.

Cuando hablaba de la cosa venérea, me resultaba francamente difícil conciliar su discurso con aquellos trémulos y carnosos labios de doncella de los que brotaba. Pero en mi condición de representante en la conversación de las generaciones veteranas, esto es, de aquellas condicionadas por una educación algo menos liberal que la que parecía haber recibido Desirée, creí que me correspondía a mí sacar el asunto que introduje seguidamente:

– El juego se fastidió cuando os pilló tu padre.

La alusión la tocó. No era tan dura. Pero se rehízo.

– Se puso más difícil, sí -reconoció-. Aunque no lo dejamos.

– Se lo tomó muy mal, tu padre.

– A ver, es mi padre -dijo-. Y es mayor. Tiene otra forma de ver la vida.

– ¿Qué te dijo, cuando se enteró?

Desirée bajó la cabeza.

– Menos que era una puta, que supongo que es lo que pensaba, todo. Que era una vergüenza, que no tenía cerebro, y que cómo iba con alguien tan mayor. Que tenía que juntarme con gente de mi edad, y no con asaltadores de cunas. Lo que le jodió más fue que nos lo hiciéramos en su casa, creo.

– De todos modos, un poco fuerte, la reacción -observé.

– Qué se le va a hacer. Cada uno es como es.

– Tampoco era tan grave, ¿no? Tenías casi dieciséis años, ahora los jóvenes maduráis antes, y a fin de cuentas Iván sólo tenía seis más.

– Eso es lo que pienso yo.

– Desirée.

Se volvió hacia mí, desprevenida.

– ¿Tú dirías que tu padre es un hombre violento?

– ¿Mi padre? -repitió, subrayando las palabras.

– Ajá. Tu padre.

– Puede tener otros defectos. Pero ése no. No recuerdo que nunca me haya puesto la mano encima. Ni a mí ni a mi hermano.

– Pero a Iván le amenazó. Y en público.

– Por el cabreo del momento -lo disculpó-. Y porque Iván se le puso gallito, todo hay que decirlo.

– Así que se puso gallito, Iván -dijo Chamorro.

– Sí. Tenía eso malo. Era un poco chulito, a veces.

La dejamos meditar durante unos segundos, mientras nosotros meditábamos también. Estábamos llegando al meollo de la charla, y quizá al meollo de aquella chica. Ésa es, posiblemente, la clave de un interrogatorio, por encima de los detalles concretos. Acabar sabiendo con quién te juegas los cuartos. Acabar sabiendo, en aquel caso, quién era Desirée Gómez, por debajo y más allá de su aspecto de barbie irresponsable y desvergonzada.

– Supongo que no van a molestarle más, a mi padre -dijo-. Ya le han hecho, o bueno, ya le he hecho bastante daño. Pero después del juicio ya no pueden volver a acusarle, ¿no? El jurado votó que era inocente.

– ¿Y qué piensas tú? -pregunté.

– Qué voy a pensar. Él no lo hizo, fijo. Alguien quiso hundirle.

– ¿Por qué pudo querer alguien eso?

– Y yo qué sé. Por la política, o por lo que fuera. Lo que me sienta fatal es que el pobre acabara metido en ese lío por mi culpa.

Le dolía sinceramente. Se retorcía las manos.

– No creo que fuera por tu culpa -dije-. La culpa será, en todo caso, del que lo organizó. Y el que lo organizó debió de ser el mismo que mató a Iván. Probablemente, uno de los que le vendían la droga. ¿De verdad que no te acuerdas de nadie, ni una cara, ni un comentario que hiciera Iván?

La chica volvió a menear la cabeza.

– De verdad que no me acuerdo de nada de eso, sargento. Si me acordara, se lo diría. No me iba a dar ningún miedo decirlo.

Las últimas palabras las pronunció con la cabeza alta, y con una luz de determinación incendiándole los hermosos ojos verdes. Me rendí a la evidencia. La creyera o no, tenía que resignarme a no sacar nada por ahí.

– ¿Cuándo fue la última vez que viste a Iván? -preguntó Chamorro.

– La última vez…

– Si lo recuerdas.

– Sí. Sí que me acuerdo. Muy bien. Por lo que luego salió en los periódicos, debió de ser el mismo día que lo mataron.

– ¿Dónde fue? ¿Qué te dijo?

– Fue en la plaza. No hablamos. Sólo lo vi pasar. Me saludó.

– ¿No hablasteis?

– Iba en la moto. Con una chica.

– ¿Qué hora podía ser? -pregunté.

– Pronto. Las cuatro y media o las cinco.

– ¿Recuerdas cómo era esa chica? ¿O llevaba casco?

Desirée arrugó la frente.

– No, no llevaba. Pero no la vi muy bien. Rubia, media melena. Más o menos de su edad. No estaba mal. Iván tenía buen gusto, yo qué voy a decir.

– ¿No la conocías?

Desirée pareció dudar un segundo, pero respondió, con firmeza:

– No.

– ¿Sería una turista, tal vez?

– Sería, no sé. Pasaron rápido, me saludó con la mano y desaparecieron.

– ¿Hacia dónde iban?

– Hacia la carretera.

– No has vuelto a verla, a esa chica -dedujo Chamorro.

– No.

– Y si la vieras, ¿la reconocerías?

– Puede. No estoy segura. Ya te digo que la vi muy poco.

Chamorro y yo nos observamos, alerta.

– ¿Creen que ella pudo ser la asesina? -preguntó Desirée.

Tardé en responderle.

– Nunca se sabe. Podría ser. Por qué no.

– Fíjate, nunca habría pensado que pudiera matarle una mujer -confesó, recobrando aquel candor que de pronto se mezclaba con su descaro.

Tampoco nosotros, hasta ese momento, habíamos pensado en la posibilidad de una asesina. Pero ahora, por remota o improbable que pudiera antojarse, nos tocaba pasar a considerarla. Una hipótesis más. No pude evitar pensar que en aquel asunto íbamos para atrás, como los cangrejos.

Estuvimos con Desirée Gómez cerca de una hora y media. Dentro de su peculiar estilo, se mostró colaboradora y dócil al interrogatorio. Un cierto sentimiento de culpa hacia su padre, por los sinsabores que directa o indirectamente le había causado, parecía ser el principal motivo de su mansedumbre. No daba la impresión sin embargo de que el asunto en sí, la muerte del chico, la conmoviera gran cosa, o no más de lo que pudiera interesar y conmover a cualquier persona de buen corazón que se enterase por la prensa. Desirée tenía buen corazón, y lo compadecía, al chaval. Pero su juventud y su carácter le proporcionaban un útil blindaje que le impedía sentir dolor alguno. En cierto modo era envidiable, y se lo envidié. Cuando nos separamos, en la puerta principal del hotel, tan sólo descendió a preguntar:

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La niebla y la doncella»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La niebla y la doncella» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La niebla y la doncella»

Обсуждение, отзывы о книге «La niebla y la doncella» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x