Durante todo ese tiempo, los voluntarios habían estado trabajando sin parar, repoblando el bosque y buscando el cadáver de Ennunzio. A medida que las semanas iban pasando, todos habían empezado a ponerse un poco nerviosos, sobre todo Kimberly.
– Consiguió llegar más lejos de lo que cualquiera de nosotros habría imaginado -estaba diciendo Mac-. Fiel a su ambivalencia natural, debió de decidir en el último minuto que quería vivir. Recorrió un kilómetro y medio a pesar de la picadura. Quién sabe lo que le mató… ¿El humo, las llamas o el veneno al llegar a su corazón?
– ¿Le harán la autopsia?
– La realizaron ayer. Kimberly, no tenía ningún tumor.
Ella se detuvo, parpadeó varias veces y se pasó una mano por el cabello.
– Bueno, eso también encaja -murmuró-. Este tipo estaba tan desquiciado que necesitaba culpar a los demás para exonerarse. A su madre, a su hermano y a unas condiciones médicas inexistentes.
– La verdad es que sí que tuvo un tumor en el pasado -explicó Mac-. Los médicos han confirmado que le operaron hace dos años para extirpárselo. Según dicen, estos pueden incidir en las tendencias violentas de una persona. Tengo entendido que cierto asesino en masa de Texas alegó que sus crímenes se debían a un tumor.
– Charles Whitman -murmuró Kimberly-. Apuñaló a su madre hasta matarla, después asesino a su esposa y por último subió al campanario de la Universidad de Texas y abrió fuego contra la población. Mató a dieciocho personas e hirió a treinta más antes de que le dispararan a muerte. Dejó una nota en la que decía que quería que le hicieran la autopsia porque estaba seguro de que, físicamente, había algo malo en su interior.
– Exacto. La autopsia reveló un pequeño tumor en el hipotálamo, pero algunos expertos dicen que este contribuyó a su furia asesina y otros dicen que no. ¿Quién sabe? Puede que a Ennunzio le gustara la historia. Es posible que hiciera mella en él, sobre todo cuando descubrió que también tenía un tumor. Sin embargo, esta vez no lo tenía…, así que solo estaba buscando una excusa.
– Por lo tanto, el perfil que le hiciste no era correcto -dijo Kimberly-. ¿Por qué el Ecoasesino acechaba y asesinaba a mujeres jóvenes? Porque quería. En ocasiones, es así de simple.
– Ese hombre sentía cierto nivel de culpabilidad -replicó Mac, encogiéndose de hombros-. Por eso dejaba pistas para que encontráramos a la segunda muchacha. Por eso se ponía en contacto con la policía como informador anónimo, con el objetivo de meternos a todos en el juego. Por eso decidió implicarse personalmente como agente del FBI, para seguir nuestros pasos. Cuando analizó las cartas, describió al autor como una persona que se sentía impulsada a matar, aunque también deseaba detenerse. Quizá, esa fue su forma de explicarnos lo que sentía.
Kimberly movió la cabeza hacia los lados, con vehemencia.
– ¿De verdad solo deseaba ayudar, Mac, o solo quería que resultaran heridas más personas? Ese tipo odiaba a su padre, pero mató a su madre y a su hermano. Secuestraba a muchachas jóvenes, pero establecía unas condiciones peligrosas para los equipos de búsqueda y rescate. No creo que hiciera esas llamadas anónimas porque quisiera que le detuvieras, sino porque intentaba implicar a más gente en su juego. Es evidente que no le importaban los daños colaterales. Y si hubiera podido, nos habría matado en el pantano aquel día.
– Es posible que tengas razón.
– Me alegro de que haya muerto.
– Cariño, a mí tampoco me ha entristecido demasiado la noticia.
– ¿Se sabe algo de los vehículos de esas chicas? -preguntó.
– Es extraño que lo menciones, porque creo que hemos encontrado uno.
– ¿Dónde?
– En la garganta Tallulah, camuflado bajo una red, pintura verde y un montón de hojas. Estamos visitando de nuevo todas las escenas para ver si encontramos los vehículos de las víctimas en los alrededores. También hemos descubierto la base de operaciones de Ennunzio: tiene una cabaña en el bosque, no demasiado lejos de aquí. Muy rústica, como un refugio para cazadores. En su interior encontramos un catre, galones de agua, cajas de galletas saladas, una pistola de dardos tranquilizantes y toneladas de drogas. Podría haber seguido haciendo esto muchísimo tiempo.
– En ese caso, estoy doblemente contenta de que haya muerto. ¿Y Tina?
– En Minnesota, en casa de su madre -anunció Mac-. Según me contó Nora Ray, Tina se enteró de que estaba embarazada justo antes del secuestro. Por desgracia, perdió al bebé y le está resultando muy duro. He oído decir que su madre es un pilar de fuerza y que Tina va a pasar el resto del verano recuperándose en casa, pero ha perdido a sus tres mejores amigas y no estoy seguro de que alguien pueda recuperarse de algo así. Nora Ray y ella parecen haber entablado una buena amistad. Es posible que puedan ayudarse mutuamente. Nora Ray me comentó que iría a visitarla dentro de unas semanas, pues Minnesota tiene unos veranos más frescos y le encanta la idea de poder escapar del calor. Bueno, ahora te toca a ti. ¿Qué tal están tu padre y Rainie?
– En estos momentos se encuentran en Oregón. Han decidido no hacer nada de nada, más que pasear por la playa y jugar al golf hasta que me gradúe dentro de cinco semanas. Sin embargo, no creo que mi padre aguante más de dos días antes de ponerse a trabajar en cualquier caso de homicidio local que pueda encontrar. La policía de Oregón no sabe lo que se le viene encima.
– ¿Encontrarán un cadáver y tendrán que moverse de un lado a otro? -se burló Mac.
– Algo así.
– ¿Y tú? -Su dedo trazó una suave y lenta línea por su mejilla y, después, le rodeó la cintura con las manos-. ¿Qué vas a hacer dentro de cinco semanas?
– Soy una nueva agente -respondió ella. Había alzado las manos y las había apoyado en la curva que trazaban los brazos de Mac-. De modo que no puedo decidir demasiado al respecto. Tendré que ir al lugar asignado.
– ¿Pero os permiten indicar vuestras preferencias?
– Sí. Yo dije que Atlanta estaría bien. Por ninguna razón, por supuesto.
– ¿Por ninguna razón? -Los pulgares de Mac revolotearon sobre sus pechos mientras le acariciaba los costados.
– Bueno, quizá tengo una razón pequeñita.
– ¿Cuándo lo sabrás?
– Ayer.
– ¿Qué quieres decir…?
Kimberly sonrió, pero al instante agachó la cabeza, sintiéndose un poco ridícula.
– He tenido suerte. Atlanta posee una enorme oficina de campo y necesitan una gran cantidad de agentes. Supongo que tendré que aprender a hablar arrastrando las palabras y beber montones de Coca-Cola.
– Quiero que conozcas a mi familia -replicó Mac. Ahora la abrazaba con fuerza. Kimberly no había estado segura de cómo iba a reaccionar ante aquella noticia. Últimamente, ambos habían estado muy ocupados y nunca se sabía…
Pero Mac sonreía y sus ojos azules bailaban. Ladeó la cabeza y la besó por segunda vez.
– ¡Será divertido!
– Llevaré el cuchillo conmigo -le advirtió Kimberly.
– Mi hermana estará encantada.
– No intento precipitar las cosas. Sé que ambos estaremos muy ocupados…
– Calla y bésame otra vez.
– Mac…
– Eres preciosa, Kimberly. Y te quiero.
Ella ya no sabía qué decir, así que le cogió de la mano y susurró esas mismas palabras, antes de unir una vez más sus labios.
Después pasearon juntos por el bosque. El viento suspiraba entre los árboles y el sol brillaba suavemente sobre sus cabezas.
La primera vez que alguien conoce a Lisa, le pregunta: «¿Cómo puede una chica tan linda como tú escribir libros tan oscuros?».
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