Arturo Pérez-Reverte - La Tabla De Flandes

Здесь есть возможность читать онлайн «Arturo Pérez-Reverte - La Tabla De Flandes» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Tabla De Flandes: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Tabla De Flandes»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

A finales del siglo XV un viejo maestro flamenco introduce en uno de sus cuadros, en forma de partida de ajedrez, la clave de un secreto que pudo cambiar la historia de Europa. Cinco siglos después, una joven restauradora de arte, un anticuario homosexual y un excéntrico jugador de ajedrez unen sus fuerzas para tratar de resolver el enigma.
La investigación les conducirá a través de una apasionante pesquisa en la que los movimientos del juego irán abriendo las puertas de un misterio que acabará por envolver a todos sus protagonistas.
La tabla de Flandes es un apasionante juego de trampas e inversiones -pintura, música, literatura, historia, lógica matemática- que Arturo Pérez- Reverte encaja con diabólica destreza.

La Tabla De Flandes — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Tabla De Flandes», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cerraron con llave a su espalda. Max estaba sentado en una de las dos sillas que había a uno y otro lado de una mesa de madera, en el centro de la habitación sin ventanas, desnuda de otro mobiliario, con paredes acolchadas y sucias. Vestía un arrugado suéter sobre la camisa abierta y el pelo, deshecha la coleta, estaba en desorden; algunos mechones sueltos le caían sobre las orejas y los ojos. Las manos que apoyaba en la mesa estaban esposadas.

– Hola, Max.

Levantó los ojos y dirigió a Julia una larga mirada. Tenía profundas ojeras de insomnio, y parecía inseguro; cansado. Como al cabo de un prolongado y estéril esfuerzo.

– Por fin una cara amiga -dijo con fatigada ironía, y la invitó a sentarse en la silla libre, con un gesto.

Julia le ofreció un cigarrillo que encendió con avidez, acercando el rostro al encendedor que ella sostenía entre los dedos.

– ¿Para qué quieres verme, Max?

La miró un rato antes de responder. Respiraba con un breve jadeo. Ya no parecía un lobo guapo, sino un conejo acosado en la madriguera, escuchando acercarse al hurón. Julia se preguntó si los policías le habrían pegado, aunque no mostraba señal alguna. Ya no le pegan a la gente, se dijo. Ya no.

– Quiero advertirte -dijo él.

– ¿Advertirme?

Max no respondió enseguida. Fumaba con las manos esposadas, sosteniendo el cigarrillo ante la cara.

– Estaba muerta, Julia -dijo en voz baja-. Yo no lo hice. Cuando llegué a tu casa ya estaba muerta.

– ¿Cómo pudiste entrar? ¿Te abrió ella?

– Te he dicho que estaba muerta… la segunda vez.

– ¿La segunda? ¿Es que hubo una primera?

Con los codos sobre la mesa, Max dejó caer la ceniza del cigarrillo y apoyó sobre los pulgares el mentón sin afeitar.

– Espera -suspiró con infinito cansancio-. Es mejor que lo cuente desde el principio… -se llevó de nuevo el cigarrillo a los labios, entornando los ojos entre una bocanada de humo-. Tú sabes lo mal que encajó Menchu lo de Montegrifo. Se paseaba por la casa como si fuera una fiera, entre insultos y amenazas… «Me ha robado», gritaba una y otra vez. Intenté tranquilizarla, hablamos del asunto. La idea se me ocurrió a mi.

– ¿La idea?

– Yo tengo relaciones. Gente capaz de sacar cualquier cosa del país. Entonces le dije a Menchu de robar el Van Huys. Al principio se puso como loca, insultándome, y sacó a relucir vuestra amistad y todo eso; hasta que comprendió que a ti no te perjudicaba. Tu responsabilidad quedaba cubierta por el seguro, y en cuanto a los beneficios que podías sacar del cuadro… Bueno, ya veríamos la forma de compensarte, más tarde.

– Siempre supe que eras un perfecto hijo de puta, Max.

– Sí. Es posible. Pero eso no tiene nada que ver… Lo importante es que Menchu aceptó mi plan. Ella tenía que convencerte para que la llevases a tu casa. Borracha, drogada, ya sabes… La verdad es que nunca creí que lo hiciera tan bien… A la mañana siguiente, en cuanto te fueras, yo debía telefonear, averiguando si todo estaba en orden. Así lo hice, y después fui allí. Envolvimos la tabla para camuflarla un poco, cogí las llaves que me dio Menchu… Tenía que estacionar su coche abajo, en la calle, y subir de nuevo para recoger el Van Huys. El plan preveía que, cuando yo me fuera con el cuadro, Menchu se quedase para iniciar el incendio.

– ¿Qué incendio?

– El de tu casa -Max se rió, sin ganas-. Estaba incluido en el programa. Lo siento.

– ¿Lo sientes? -Julia golpeó la mesa, estupefacta e indignada-. ¡Santo Dios, dice que lo siente…! -miró las paredes y otra vez a Max-. Tuvísteis que haberos vuelto locos para idear algo así.

– Estábamos perfectamente cuerdos, y nada podía fallar. Menchu fingiría un accidente cualquiera, una colilla mal apagada. Con la cantidad de disolventes y pintura que tienes en tu casa… Habíamos previsto que aguantaría allí hasta el último minuto, antes de salir, sofocada por el humo, histérica, pidiendo ayuda. Por mucha prisa que se dieran los bomberos, media casa habría ardido por completo -hizo un gesto de excusa encanallada, lamentando que las cosas no hubieran salido como estaban previstas-. Y nadie en el mundo iba a negar que el Van Huys se quemara con todo lo demás. El resto lo puedes imaginar… Yo vendería el cuadro en Portugal, a un coleccionista privado con el que ya estábamos en tratos… Precisamente el día que me viste en el Rastro, Menchu y yo acabábamos de entrevistarnos con el intermediario… En cuanto al incendio de tu casa, Menchu habría sido responsable; pero tratándose de tu amiga, y de un accidente, las imputaciones no iban a ser graves. Una querella de los propietarios, tal vez. Y nada más. Por otra parte, lo que más le encantaba de todo era, decía, la cara que iba a ponérsele a Paco Montegrifo.

Julia movió la cabeza, incrédula.

– Menchu era incapaz de una cosa así.

– Menchu era capaz de todo, como cualquiera de nosotros.

– Eres un puerco, Max.

– A estas alturas, lo que yo sea carece de importancia -Max hizo una mueca derrotada-. Lo que realmente interesa es que yo tardé media hora en traer el coche y aparcarlo en tu calle. Recuerdo que la niebla era espesa y no encontraba sitio, por lo que miré varias veces el reloj, preocupado por si te daba por aparecer… Serían las doce y cuarto cuando subí de nuevo. Esa vez no llamé, sino que abrí directamente la puerta, con las llaves. Menchu estaba en el vestíbulo, tumbada boca arriba y con los ojos abiertos. Al principio creí que se había desmayado por los nervios; pero cuando me agaché a su lado vi el hematoma que tenía en la garganta. Estaba muerta, Julia. Muerta y todavía caliente. Entonces me volví loco de miedo. Comprendí que si llamaba a la policía iba a tener que dar muchas explicaciones… Así que tiré las llaves al suelo y, después de cerrar la puerta, me fui por las escaleras saltando los peldaños de cuatro en cuatro. Era incapaz de pensar. Pasé la noche en una pensión, aterrorizado, dando vueltas y sin pegar ojo. Por la mañana, en el aeropuerto… Ya conoces el resto de la historia.

– ¿Aún estaba el cuadro en casa cuando viste muerta a Menchu?

– Sí. Fue lo único que miré, aparte de ella… Sobre el sofá, envuelto en papel de periódico y cinta adhesiva, como yo mismo lo había dejado -sonrió con amargura-. Aunque ya no tuve valor para llevármelo. Bastante ruina tengo encima, dije.

– Pero cuentas que Menchu estaba en el vestíbulo; y ella no apareció allí, sino en el dormitorio… ¿Viste el pañuelo que tenía al cuello?

– No había ningún pañuelo. El cuello estaba desnudo y roto. La habían matado de un golpe en la garganta, sobre la nuez.

– ¿Y la botella?

Max la miró, irritado.

– No empieces también tú con la dichosa botella… Los policías no hacen más que preguntarme por qué le metí a Menchu una botella en el coño. Y te juro que no sé de qué me hablan -se llevó el pitillo a los labios y aspiró el humo con fuerza, inquieto, mientras dirigía a Julia una mirada suspicaz-. Menchu estaba muerta, eso es todo. Muerta de un golpe, y nada más. No la moví. Ni siquiera estuve en tu casa más de un minuto… Eso debió de hacerlo alguien, después.

– Después, ¿cuándo? Según tú, el asesino ya se había ido.

Max arrugó la frente, esforzándose por recordar.

– No lo sé -parecía sinceramente confuso-. Quizá volvió más tarde, después de irme yo -palideció, como si acabara de caer en la cuenta de algo-. O tal vez… -ahora Julia observó que le temblaban las manos esposadas-. Tal vez todavía estaba allí, escondido. Esperándote a ti.

Habían decidido repartirse el trabajo. Mientras Julia visitaba a Max y refería después la historia al inspector jefe, que la escuchó sin molestarse en disimular su escepticismo, César y Muñoz dedicaban el resto del día a hacer averiguaciones entre los vecinos. Se reunieron todos en un viejo café de la calle del Prado, al atardecer. La historia de Max fue puesta del derecho y del revés durante una prolongada discusión en torno a la mesa de mármol, con el cenicero repleto de colillas y tazas vacías sobre la mesa. Se inclinaban los unos hacia los otros, hablando en voz baja entre el humo de tabaco y las conversaciones de las mesas próximas, como tres conspiradores.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Tabla De Flandes»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Tabla De Flandes» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Arturo Pérez-Reverte - El Sol De Breda
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - La Carta Esférica
Arturo Pérez-Reverte
libcat.ru: книга без обложки
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - Purity of Blood
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - The Sun Over Breda
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - Der Club Dumas
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - El maestro de esgrima
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - El pintor de batallas
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - Corsarios De Levante
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - El Capitán Alatriste
Arturo Pérez-Reverte
libcat.ru: книга без обложки
Arturo Pérez-Reverte
Отзывы о книге «La Tabla De Flandes»

Обсуждение, отзывы о книге «La Tabla De Flandes» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x