– La muerte es la que escoge el momento, señor Ridgeway, y suele ser inoportuna. Interrogatorio de Arthur Foxx, en relación con Fitzhugh, caso número 30091, conducido por la teniente Dallas, Eve. Fecha: 24 de agosto de 2058, hora 9.36. ¿Puede decir su nombre para que conste en acta?
– Arthur Foxx.
– Señor Foxx, ¿es usted consciente de que este interrogatorio está siendo grabado?
– Lo soy.
– ¿Ha ejercido su derecho a ser representado por un abogado y comprende sus derechos y responsabilidades adicionales?
– Sí.
– Señor Foxx, ya ha hecho usted anteriormente una declaración sobre sus movimientos la noche de la muerte del señor Fitzhugh. ¿Desea revisarla?
– No es necesario. Ya le expliqué qué ocurrió. No sé qué más espera que diga.
– Para empezar, dígame dónde estuvo usted entre las diez y media y las once de la noche del incidente.
– Ya se lo he dicho. Cenamos, vimos una comedia, nos acostamos y alcanzamos a ver parte de las últimas noticias.
– ¿Se quedó en casa toda la noche?
– Eso he dicho.
– Sí, señor Foxx, eso ha dicho, y consta en el acta. Pero no es lo que hizo.
– Teniente, mi cliente está aquí voluntariamente. No veo…
– Ahórreselo -sugirió ella-. Salió del edificio a eso de las diez y media y regresó treinta minutos más tarde. ¿Adónde fue?
– Yo… -Foxx se aflojó el nudo de la corbata-. Salí un rato. Lo había olvidado.
– Lo había olvidado.
– Estaba aturdido, en estado de shock. -La corbata hizo frufrú mientras los dedos de Foxx jugueteaban con ella-. Me olvidé de algo tan irrelevante como que di una rápida vuelta.
– Pero lo recuerda ahora, ¿verdad? ¿Adónde fue?
– Di unas vueltas a la manzana.
– Volvió con un paquete. ¿Qué contenía?
Eve lo vio caer por fin en la cuenta de que las cámaras de seguridad lo habían filmado. Miró más allá de ella y siguió sobándose el nudo de la corbata.
– Me paré en una tienda que no cierra y compré cigarrillos de hierba. De vez en cuando necesito fumarme uno.
– Es sólo cuestión de preguntar en el establecimiento y determinar qué compró exactamente.
– Tranquilizantes -explicó él-. Quería dormir bien y decidí fumar hierba. No hay ninguna ley que lo prohíba.
– No, pero sí hay una ley contra dar falsos testimonios en una investigación policial.
– Teniente Dallas -intervino el abogado con tono todavía sereno, pero con una nota de irritación, lo que dio a entender a Eve que Foxx no había sido más comunicativo con su representante que con la policía-. El hecho de que el señor Foxx saliera del edificio difícilmente tiene relación con su investigación. Y descubrir el cadáver de un ser querido es una excusa más que razonable para no recordar un detalle nimio.
– Nimio, tal vez. Pero el señor Foxx tampoco mencionó que él y el señor Fitzhugh tuvieron visita la noche de la muerte.
– Leanore no es una visita -replicó Foxx con rigidez-. Ella es… era socia de Fitz. Tengo entendido que tenían cierto asunto que discutir, lo que es otra razón por la que salí a dar un paseo. Quería dejarlos a solas para que discutieran el caso. -Tragó saliva.
– Entiendo. De modo que ahora afirma que abandonó el apartamento para dejar a solas a su amigo con su socia. ¿Por qué no mencionó la visita de la señorita Bastwick en su anterior declaración?
– No pensé en ello.
– No pensó en ello. Declaró que cenaron, vieron una comedia y se acostaron, pero se olvidó de añadir estos otros sucesos. ¿Qué otros sucesos ha olvidado decirme, señor Foxx?
– No tengo nada más que agregar.
– ¿Por qué estaba enfadado cuando salió del edificio, señor Foxx? ¿Le irritaba que una hermosa mujer, una mujer con quien el señor Fitzhugh colaboraba estrechamente, viniera a su casa a esas horas?
– Teniente, no tiene ningún derecho a insinuar…
– No estoy insinuando -replicó ella sin apenas mirar al abogado-, sino preguntando, de manera muy directa, si el señor Foxx estaba enfadado y celoso cuando salió como un huracán de su edificio.
– No salí como un huracán. -Foxx cerró un puño sobre la mesa-. Y no tenía ningún motivo para estar enfadado o celoso de Leanore. Por muy a menudo que ella lo asediara, él no estaba interesado en ella en ese sentido.
– ¿La señorita Bastwick asediaba al señor Fitzhugh? -Eve arqueó las cejas-. Eso debía de molestarle, Arthur. Sabiendo que su amigo prefería sexualmente tanto hombres como a mujeres, sabiendo que pasaban horas juntos cada día de la semana, que ella viniera y se exhibiera delante de él en su propia casa… No me extraña que estuviera enfadado. Yo habría tenido ganas de tumbarla de un golpe.
– A él le divertía -dejó escapar Foxx-. Le parecía muy halagador que alguien mucho más joven y tan atractivo como ella le echara los tejos. Se reía cuando yo me quejaba de ello.
– ¿Se reía de usted? -Eve sabía cómo jugar. Una nota de compasión se traslució en su voz-. Eso debía de enfurecerle, ¿no? Lo consumía por dentro, ¿no es así, Arthur? Imaginarlo con ella, acariciándola y riéndose de usted.
– ¡La habría matado! -estalló Foxx, apartando al abogado que lo sujetaba mientras enrojecía de ira-. Ella pensaba que lograría apartarlo de mí, que lograría seducirlo. Le importaba un comino que estuviéramos comprometidos el uno con el otro. Todo lo que quería era triunfar y tirarse al abogado.
– No le gustan mucho los abogados, ¿verdad?
Foxx jadeaba y contuvo la respiración para acompasarla.
– Por lo general, no. No veía a Fitz como un abogado, sino como mi compañero. Y si hubiera estado predispuesto a cometer un asesinato aquella noche u otra, teniente, habría asesinado a Leanore. -Abrió los puños y volvió a cerrarlos-. En fin, no tengo nada más que decir.
Decidiendo que era bastante por el momento, Eve dio por terminado el interrogatorio y se levantó.
– Volveremos a hablar, señor Foxx.
– Quisiera saber cuándo va a entregar el cadáver de Fitz -dijo él, levantándose con rigidez-. He decidido no posponer los funerales hoy, aunque no es muy propio continuar con su cuerpo todavía retenido.
– Es la decisión del forense. Aún no ha terminado de examinarlo.
– ¿No basta con que esté muerto? -A Foxx le tembló la voz-. ¿No es bastante que se haya quitado la vida, que tienen ustedes que sacar a la luz los pequeños y sórdidos detalles personales de su vida?
– No. -Ella se encaminó a la puerta y tecleó el código-. No es bastante. -Vaciló y decidió probar suerte-. Supongo que el señor Fitzhugh se quedó muy impresionado y afectado con el reciente suicidio del senador Pearly.
Foxx asintió con un gesto formal.
– Seguramente le impresionó, aunque apenas se conocían. -De pronto se le marcó un músculo en el rostro-. Si está insinuando que Fitz se quitó la vida influenciado por Pearly, es ridículo. Apenas se conocían y raras veces hablaban.
– Entiendo. Gracias por su tiempo. -Eve los acompañó a la puerta y echó un vistazo a la sala contigua. Leanore debía de estar esperando.
Eve se lo tomó con calma, recorrió el pasillo hasta la máquina expendedora y estudió las opciones mientras hacía sonar los créditos sueltos en su bolsillo. Se decidió por una golosina y medio tubo de Pepsi. La máquina le sirvió los productos, le pidió con voz monótona que reciclara los envases y la previno contra el consumo de azúcar.
– Métete en tus asuntos -le espetó Eve. Se apoyó contra la pared y se tomó despacio su tentempié, luego arrojó la basura por la ranura de reciclaje y desanduvo tranquilamente el pasillo.
Había calculado que una espera de veinte minutos haría subirse a Leanore por las paredes. Había acertado.
Читать дальше