Harlan Coben - Sólo una mirada

Здесь есть возможность читать онлайн «Harlan Coben - Sólo una mirada» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Sólo una mirada: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Sólo una mirada»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El mundo de una madre de clase media se desmorona por culpa de una simple instantánea. Cuando Grace Lawson recoge unas fotos de la familia recién reveladas descubre una, de hace al menos veinte años, en la que aparecen cinco personas. Grace no reconoce a cuatro de ellas, pero la quinta guarda un sorprendente parecido con su marido, Jack. Cuando éste ve la foto, niega ser él. Mas esa noche, mientras Grace lo espera en la cama, se marcha en coche sin dar explicación alguna y llevándose la foto. Conforme transcurren los días, ella duda cada vez más de sí misma y de su matrimonio y se plantea muchas preguntas acerca de su esposo.

Sólo una mirada — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Sólo una mirada», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Por qué lo dice?

– No hay pruebas de ello.

– ¿Eso significa que no han encontrado manchas de sangre ni nada por el estilo? -preguntó ella.

– Exacto. Pero, más que eso -Perlmutter volvió a mirar a Daley-, el hecho es que sí encontramos algo que… bueno, tal vez no deberíamos contarle.

Grace se reacomodó en la silla. Intentó por todos los medios mirarlo a los ojos, pero él la eludía.

– Le agradecería mucho que me dijera lo que saben.

– No es gran cosa -dijo Perlmutter.

Grace esperó.

– El agente Daley ha telefoneado a la oficina de su marido. No ha ido por allí, claro. Seguramente ya está usted enterada de eso. Tampoco ha llamado para avisar que estaba enfermo. Así que hemos decidido investigar un poco más. De manera extraoficial, por supuesto.

– Ya.

– Usted ha tenido la amabilidad de facilitarnos el número del tac de su coche. Lo hemos introducido en el ordenador. ¿A qué hora dijo que salió su marido anoche?

– A eso de las diez.

– ¿Y pensó que tal vez había ido al supermercado?

– No lo sabía. No me dijo nada.

– ¿Simplemente cogió y se largó?

– Sí.

– ¿Y usted no le preguntó adónde iba?

– Yo estaba arriba. Oí el motor del coche.

– Bien, pues esto es lo que necesitamos saber. -Perlmutter apartó las manos de la barriga. La butaca crujió cuando se inclinó hacia delante-. Usted lo llamó al móvil. Casi enseguida. ¿No es así?

– Sí.

– Pues verá, ahí está el problema. ¿Por qué no le contestó? O sea, si quería hablar con usted…

Grace vio adonde quería ir a parar.

– ¿Cree que su marido… esto… sufrió un accidente en cuanto salió? ¿O tal vez alguien lo secuestró minutos después de marcharse de casa?

Grace no lo había pensado.

– No lo sé.

– ¿Alguna vez usa usted la autopista de Nueva York?

El cambio de tema la desconcertó.

– No mucho, pero sí, la he usado.

– ¿Ha ido alguna vez a Woodbury Commons?

– ¿El centro comercial de restos de serie?

– Sí.

– Sí, he estado allí.

– ¿Cuánto tiempo cree que se tarda en llegar?

– Media hora. ¿Fue allí?

– Lo dudo, no a esa hora. Las tiendas están cerradas. Pero usó su tac en el peaje de esa salida a las diez y veintiséis. Eso lleva a la Carretera Diecisiete y… diablos, es la que yo tomo para ir a los Poconos. Si calculamos diez minutos más o menos, cabe suponer que su marido fue derecho allí en cuanto salió de casa. Y de allí, en fin, ¿quién sabe adónde fue? La Interestatal Ochenta está a cincuenta kilómetros. Desde allí uno se puede ir a California.

Grace permaneció inmóvil.

– Así que saque sus propias conclusiones, señora Lawson. Su marido se marcha de casa. Usted lo llama de inmediato. Él no contesta. Al cabo de más o menos media hora, según sabemos, viaja en coche por Nueva York. Si alguien lo hubiera atacado o si hubiera sufrido un accidente… bueno, es imposible que lo secuestrasen y luego empleasen su tac en un plazo tan breve de tiempo. ¿Entiende lo que quiero decir?

Grace le devolvió la mirada.

– Que soy una histérica abandonada por su marido.

– No es eso ni mucho menos. Sólo que… Bueno, ya no podemos seguir investigando. A no ser… -Se acercó un poco más-. Señora Lawson, ¿hay algo más que, a su juicio, podría servirnos de ayuda?

Grace procuró no mostrarse abochornada. Echó una ojeada detrás de ella. El agente Daley no se había movido. Tenía una copia de la foto extraña en su bolso. Se acordó de Josh el Pelusilla y de que la tienda no había abierto. Había llegado el momento de contarlo. En realidad, tenía que habérselo contado a Daley cuando fue a su casa.

– No sé si viene al caso -empezó a decir mientras cogía el bolso. Sacó una copia de la foto y se la entregó a Perlmutter.

El capitán cogió unas gafas de leer, las limpió con el faldón de la camisa y se las puso. Daley se acercó y se inclinó por encima de su hombro. Grace les explicó que había encontrado la foto entre las demás. Los dos policías la miraron como si hubiera sacado una navaja y hubiera empezado a afeitarse la cabeza.

Cuando Grace acabó, el capitán Perlmutter señaló la foto y preguntó:

– ¿Y está segura de que ése es su marido?

– Eso creo.

– Pero ¿no está segura?

– Estoy bastante segura.

Él asintió como hace uno cuando cree estar hablando con un loco.

– ¿Y las otras personas de la foto? ¿La joven con la cara tachada?

– No las conozco.

– Pero su marido… Dijo que no era él, ¿no?

– Sí.

– Así que si no es él…, bueno, esta foto sería intrascendente. Y si es él… -Perlmutter se quitó las gafas-. Pues le mintió. ¿No es así, señora Lawson?

Sonó el móvil. Grace lo cogió en el acto y miró el número.

Era Jack.

Por un momento no se movió. Grace quería disculparse, pero Perlmutter y Daley la observaban. Dadas las circunstancias, no podía pedir que la dejaran sola. Pulsó el botón para responder y se acercó el teléfono al oído.

– ¿Jack?

– ¿Qué tal?

Al oír su voz, debería haber sentido un profundo alivio. Pero no fue así.

– Te he llamado a casa. ¿Dónde estás? -preguntó Jack.

– ¿Que dónde estoy yo?

– Oye, no puedo hablar mucho tiempo. Siento haberme marchado así.

Intentaba hablar con naturalidad, pero no lo conseguía.

– Necesito unos días -dijo él.

– Pero ¿qué dices?

– ¿Dónde estás, Grace?

– En la comisaría.

– ¿Has llamado a la policía?

Grace cruzó una mirada con Perlmutter. Él le hizo una seña como si dijera: «Deme el teléfono, señora. Ya me ocuparé yo».

– Oye, Grace, sólo te pido unos días. Yo… -Jack calló. Y a continuación dijo algo que aumentó su pavor-. Necesito espacio.

– Espacio -repitió ella.

– Sí, un poco de espacio. Eso es todo. Por favor, dile a la policía que me disculpe. Tengo que colgar. ¿De acuerdo? Volveré pronto.

– ¿Jack?

No contestó.

– Te quiero -dijo Grace.

Pero se había cortado la comunicación.

8

Espacio. Jack dijo que necesitaba espacio. Y eso significaba que algo iba mal.

Poco importaba que «necesitar espacio» fuera una de esas expresiones New Age pobres, empalagosas y cursis, vacías de significado, y que «necesitar espacio» fuera un eufemismo espantoso para decir «estoy taaaan harto». Eso habría podido ser una pista, pero en este caso iba mucho más allá.

Grace ya estaba en su casa. Había murmurado unas disculpas a Perlmutter y Daley. Los dos hombres la miraron con cara de pena y le dijeron que esas cosas formaban parte de su trabajo y que lo sentían. Grace movió la cabeza en un solemne gesto de asentimiento y se dirigió a la puerta.

Con esa llamada, había averiguado algo crucial.

Jack tenía problemas.

Grace no había exagerado. La desaparición de Jack no se debía a que hubiera huido de ella o al miedo al compromiso. No había sido algo planeado ni esperado. Tampoco había ocurrido por casualidad. Ella había recogido la foto en la tienda. Jack la había visto y se había ido corriendo.

Y ahora estaba en grave peligro.

Le habría sido imposible explicárselo a la policía. Para empezar, no la habrían creído. Le habrían dicho que deliraba o que era de una ingenuidad rayana en la deficiencia mental. Tal vez no a la cara. Tal vez le habrían seguido la corriente, y eso habría sido, además de irritante, una pérdida de tiempo. Ya presuponían que Jack la había abandonado antes de la llamada. Su explicación no los habría hecho cambiar de opinión.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Sólo una mirada»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Sólo una mirada» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Harlan Coben - Don’t Let Go
Harlan Coben
Harlan Coben - W głębi lasu
Harlan Coben
Harlan Coben - Ni una palabra
Harlan Coben
Harlan Coben - Motivo de ruptura
Harlan Coben
Harlan Coben - Tiempo muerto
Harlan Coben
Harlan Coben - Play Dead
Harlan Coben
Harlan Coben - Caught
Harlan Coben
libcat.ru: книга без обложки
Harlan Coben
Harlan Coben - The Innocent
Harlan Coben
Harlan Coben - Bez Skrupułów
Harlan Coben
Harlan Coben - Tell No One
Harlan Coben
Harlan Coben - Jedyna Szansa
Harlan Coben
Отзывы о книге «Sólo una mirada»

Обсуждение, отзывы о книге «Sólo una mirada» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x