Leo Perutz - El Marques De Bolibar

Здесь есть возможность читать онлайн «Leo Perutz - El Marques De Bolibar» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Marques De Bolibar: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Marques De Bolibar»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En el invierno de 1812, en plena guerra de los españoles contra el invasor napoleónico, dos regimientos alemanes que combaten al lado de los franceses son aniquilados en extrañas circunstancias, aparentemente por uno de sus propios miembros. Sólo el lugarteniente von Jochberg sobrevive a la masacre y en sus memorias trata de esclarecer el misterioso suceso.
Una espléndida novela fantástica, en la que se entremezclan el amor, la guerra y los celos, escrita con el inimitable e inquietante estilo de Leo Perutz, que narra la historia de dos regimientos alemanes que, empujados por el espectro del Marqués de Bolívar, precipitan su propia perdición.

El Marques De Bolibar — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Marques De Bolibar», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Al oír esto fui presa del terror, pues reconocí en aquellas palabras la imagen del Anticristo, del enemigo de la humanidad, que se ha de elevar, con sus signos y triunfos, por encima del reino de Dios y su rebaño. Ante mis ojos se rompieron los Sellos de la Vida. Y de pronto el caos de los tiempos se iluminó para mí y comprendí su recóndito y terrible sentido. Atenazado por el horror, quise levantarme de un salto, quise salir de allí, huir, estar solo… pero no pude mover un miembro, me hallaba desamparado y preso, el peso de una montaña me aplastaba el pecho. Y aquella voz en la oscuridad creció y se hizo más poderosa y sonó llena de júbilo y desafío y rebeldía y triunfo:

– ¡Tiembla, desgraciado! El fin de tu reinado se acerca. ¿Dónde están los que por ti combaten? ¿Dónde están los ciento cuarenta y cuatro mil que llevan tu nombre en sus frentes? No los veo. Pero El ya ha llegado, el Terrible, el Victorioso, y hará pedazos tu reino en esta tierra.

Quise llamar, quise gritar, pero era en vano; era incapaz de proferir sonido alguno, sólo un leve gemido se abrió paso a duras penas por mi garganta. Y de nuevo hube de oír aquella voz, que ahogaba el rugido del viento tempestuoso y el fragor de la lluvia que golpeaba incesante los cristales.

– Heme aquí ante ti como entonces. Y como entonces te veo impotente y desalentado. ¿Y quién puede impedirme levantar el puño otra vez contra ese semblante que odio…?

Enmudeció bruscamente. Sonó un golpe contra la puerta, ésta se abrió y la luz de una vela penetró en la estancia.

Eglofstein y el coronel habían entrado en la habitación.

Por un fragmento de segundo vi aún a Salignac con el puño cerrado en el aire, el rostro desencajado y los ojos clavados en la pared pintada de gris en la que estaba colgada la efigie del Redentor. De inmediato sus rasgos convulsos se serenaron. Bajó el brazo, se dio la vuelta y se dirigió calmosamente hacia el coronel.

Este lo miró frunciendo el ceño.

– ¡Salignac! ¿Aún está usted aquí? Le he ordenado que se fuera a su casa y se preparara. El tiempo no pasa en vano. ¿Qué ha estado usted haciendo hasta ahora?

– He estado rezando, mi coronel -dijo Salignac-. Y ya estoy preparado.

Entretanto, el coronel había echado una mirada por el cuarto y había reparado en mi presencia.

– ¡Vaya, si está aquí Jochberg! -dijo sonriente-. Apostaría a que el muchacho se ha quedado dormido detrás de la estufa. ¡Jochberg, tiene usted pinta de acabar de despertarse!

Yo mismo me sentía como si acabara de despertar de una pesadilla, pese a lo cual negué con la cabeza. Pero el coronel no se ocupó más de mí y se dirigió de nuevo a Salignac:

– Tenía usted orden de quitarse el uniforme y disfrazarse de campesino o de arriero…

– Mi coronel, iré tal como estoy.

En el rostro del coronel aparecieron sucesivamente el asombro, la consternación y la ira. Se enfureció.

– ¿Se ha vuelto loco, Salignac? El primer centinela enemigo que lo vea…

– Lo derribo de un golpe.

– El puente de madera sobre el río Alear está al alcance del fuego enemigo…

– Pues lo pasaré al galope.

El coronel dio un fuerte taconazo en el suelo.

– ¡Condenada tozudez! Tiene usted que pasar por Figueras, y la aldea está ocupada por numerosas fuerzas rebeldes. No podrá usted pasar.

Salignac se irguió con altivez.

– ¿Pretende usted enseñarme, coronel, a utilizar mi sable?

– ¡Salignac! -exclamó el coronel desconcertado y fuera de sí-. ¡Haga el favor de entrar en razón! La suerte del regimiento, es más, el éxito de la campaña entera, dependen del resultado de su misión.

– No padezca por eso, mi coronel -dijo Salignac con completa impasibilidad.

El coronel, furioso, dio unos pasos por el cuarto. Entonces se inmiscuyó Eglofstein:

– Conozco al capitán desde la campaña de Prusia Oriental -hizo saber-. Si hay alguien capaz de llegar vivo más allá de las líneas de la guerrilla, como hay Dios que es este hombre.

El coronel se quedó unos instantes indeciso y pensativo. Luego se encogió de hombros.

– Está bien -dijo malhumorado-. Al fin y al cabo la manera como llegue al otro lado es asunto suyo y de nadie más.

Tomó el mapa que estaba sobre la mesa, lo desplegó y señaló con el dedo el lugar donde Salignac habría de contactar con la vanguardia del general d'Hilliers.

– Le doy mi mejor caballo, el bayo que lleva la marca de la yeguada de Yvenak. Ponga usted en juego todas sus facultades y cabalgue todo lo que pueda.

Salimos pasando por delante de la habitación de Günther, que estaba medio incorporado en la cama. La fiebre parecía haber cedido por un rato.

– ¿Cómo va eso, Günther? -le preguntó el coronel al pasar.

– Me han herido mortaliter -murmuró Günther-. Bestialiter. Diaboliter . ¡Donop! -gritó, con la mente de nuevo confusa-. ¿Entiendes también este latín? ¡Amor mío! Te he dicho que no llores. Cuando lloras te pareces a la Magdalena…

La puerta se cerró y nos hallamos afuera. Los primeros rayos de luz de una mañana turbia aparecían por el este.

El coronel tendió la mano a Salignac.

– Ya es hora. Vaya con cuidado y hágalo bien. ¡Que Dios le proteja!

– No se preocupe por eso, mi coronel -dijo Salignac con gesto impertérrito-. Me protegerá.

El correo

Cuando, cerca de las siete de la mañana, salimos de las fortificaciones, el sol no era aún visible; sólo la luna se alzaba en el cielo entre nubes grises, como un enorme tálero de plata. Nos acompañaban el cabo Thiele y cuatro dragones. Habíamos dejado los caballos en casa; sólo Salignac llevaba de la brida a su bayo, que caminaba con la cabeza gacha a paso moderado.

Allí donde comenzaba el matorral de espinos nos encontramos con nuestros centinelas. Un sargento y dos granaderos estaban tumbados en el suelo. Tenían los capotes chorreantes de humedad y las gorras cubiertas de escarcha. El sargento se levantó al vernos venir, y apartó hacia un lado con el pie un mazo de cartas, pues él y sus camaradas estaban esperando a que hubiera suficiente luz para echar una partida entre los tres.

No me pidió el santo y seña porque nos conocía de vista a mí y al cabo Thiele.

– Correo del coronel. En misión especial -dijo brevemente Salignac. El sargento se llevó la mano a la gorra para saludar. Luego volvió a echarse al suelo, se frotó las manos, aterido, y dijo refunfuñando que no sabía cómo haría disparar aquel día los fusiles, con la lluvia que había estado cayendo toda la noche.

– Hoy también tendremos lluvia -afirmó-. Lluvia caliente. Los sapos y los caracoles saldrán de sus agujeros.

Cansados después de una noche en vela y hambrientos como estábamos, ninguno de nosotros mostró el menor interés en tomar parte en una conversación sobre el tiempo que iba a hacer. Seguimos marchando. Durante un rato continuamos en línea recta a través del matorral y después doblamos hacia la izquierda. El bayo aguzó las orejas y resopló, pues había agua cerca de donde estábamos.

Hacia el este el cielo se aclaraba. El viento empujaba los bancos de niebla por las colinas y los prados. En medio de nuestro camino yacía, medio devorado por los zorros y las aves carroñeras, un caballo muerto de un tiro en el lomo. Al acercarnos se levantó graznando una bandada de grajos que se perdió en dirección al río Alear. A medio camino, uno de los pájaros dio media vuelta y empezó a volar con temerosos aletazos por encima de nuestras cabezas, sin que hubiera modo de espantarlo.

Thiele se detuvo meneando la cabeza.

– Junto a la carroña raras veces se ve a un pájaro de buen agüero -rezongó-. Echadle una mirada: es el embajador de Satanás. Ahora ya sabemos que uno de nosotros se llevará un balazo esta mañana.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Marques De Bolibar»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Marques De Bolibar» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Marques De Bolibar»

Обсуждение, отзывы о книге «El Marques De Bolibar» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x