Dennis Lehane - Rio Mistico

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Jimmy, Dave y Sean crecieron juntos en la sección peligrosa de Boston. Veinticinco años después vuelven a reunirse, cuando la hija de 19 años de Jimmy es brutalmente asesinada. Sean, que ahora es policía, es asignado para resolver el caso. Además de desenredar este crimen, Sean deberá estar pendiente de su amigo Jimmy, quien busca vengarse del asesino de su hija. Conectado al crimen por una serie de circunstancias, Dave se ve obligado a enfrentarse con los demonios de su propio pasado. A medida que la investigación se concentra alrededor de estos tres amigos, se despliega una siniestra historia, que tiene que ver con la amistad, la familia y la inocencia perdida demasiado pronto.

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– ¿Y brillaba?

– Eso parece.

– Sin embargo, el tipo del coche -precisó Robert Burke- podría haber estado durmiendo la mona.

– Eso mismo es lo primero que le respondimos, sargento. Moldanado nos dijo que él había pensado lo mismo al principio, pero que el tipo estaba erguido y con los ojos bien abiertos. También nos contó que, de no ser porque tenía un coche pequeño y extranjero, algo parecido a un Honda o un Subaru, habría creído que era un poli.

– Metido en ese asiento tan pequeño estaría un poco estrecho, ¿no creen? -preguntó Connolly.

– Así es -respondió Souza-. Luego Moldanado se imaginó que debía de ser algún cliente, ya que, de noche, esa zona suele llenarse de prostitutas. Pero, en ese caso, ¿qué hacía dentro del coche? ¿Por qué no estaba paseando por la avenida?

– Bien, entonces… -dijo Whitey.

Souza levantó el brazo y exclamó:

– ¡Un momento, sargento! -Se quedó mirando a Connolly con los ojos resplandecientes e inquietos-. Volvimos al aparcamiento a echar un vistazo y encontramos sangre.

– Sangre.

Asintió con la cabeza y continuó:

– Era tan espesa y tan densa que cualquiera habría pensado que alguien había estado cambiando el aceite del coche en el aparcamiento. Sin embargo, empezamos a examinar el lugar y encontramos una gota aquí, y otra más allá, alejándose del charco. Encontramos algunas gotas más en las paredes y en el suelo del callejón trasero del bar.

– Agente -espetó Friel-, ¿qué demonios intenta decirnos?

– Que ayer por la noche alguien más resultó herido fuera de ese bar.

– ¿Cómo sabe que sucedió la misma noche? -le preguntó Whitey.

– La Policía Científica lo ha confirmado. Un vigilante nocturno dejó el coche en el aparcamiento esa noche, justo encima del charco de sangre, evitando, así, que la lluvia lo borrara. Quienquiera que fuera la víctima, estaba herida de gravedad, y la persona que la atacó también debía de estarlo. Encontramos dos tipos de sangre diferentes en el aparcamiento. Ahora estamos comprobando los hospitales y las compañías de taxis, por si la víctima hubiera subido en uno. También encontramos fibras capilares cubiertas de sangre, trozos de piel y tejido cerebral. Estamos a la espera de recibir noticias de seis médicos de urgencias. Los demás nos han respondido negativamente, pero tengo la certeza de que encontraremos a la víctima que el sábado por la noche, o a primera hora del domingo, fue a alguna sala de urgencias con un traumatismo craneal grave.

Sean alzó la mano y masculló:

– ¿Nos está diciendo que la misma noche que Katherine Marcus salió del Last Drop le machacaron el cerebro a otra persona en el aparcamiento del mismo bar?

– Sí -Souza sonrió.

Connolly prosiguió con la explicación:

– La Policía Científica encontró sangre seca, de los tipos A negativo y B negativo. Mucha más del tipo A que del B, por lo que dedujimos que la víctima era del tipo A.

– Katherine Marcus era del tipo O -apuntó Whitey.

Connolly hizo un gesto de asentimiento y añadió:

– Las fibras capilares indican que la víctima era un hombre.

– ¿A qué conclusión han llegado? -les preguntó Friel.

– Aún no hemos llegado a ninguna. Lo único que sabemos es que la misma noche que Katherine fue asesinada, a alguien más le partieron la cabeza en el aparcamiento del bar en el que ella había estado.

– Hubo una pelea en el aparcamiento -dijo Maggie Mason-. ¿Y eso que tiene de raro?

– Ninguno de los clientes del bar recuerda que se hubiera producido ninguna pelea, ni dentro ni fuera del bar. Entre la una y media y las dos menos diez de la madrugada, las únicas personas que salieron del bar fueron Katherine Marcus, sus dos amigas y Moldanado, que entró de nuevo en el bar en cuanto acabó de orinar. Tampoco entré nadie más. Moldanado también recuerda haber visto a alguien en el aparcamiento a eso de la una y media, un tipo que, según su descripción, tenía un aspecto normal, unos treinta y cinco años y pelo oscuro. El tipo ése ya se había marchado cuando Moldanado se fue del bar a las dos menos diez.

– A esa hora la chica de los Marcus ya debía de estar corriendo por el Pen Park.

Souza hizo un gesto de asentimiento y repuso:

– No estamos diciendo que haya una conexión clara; es posible que ni siquiera estén relacionados, pero nos parece una coincidencia muy extraña.

– Se lo vuelvo a preguntar -insistió Friel-, ¿a qué conclusión han llegado?

Souza se encogió de hombros y contestó:

– No lo sé, señor. Lo único que sabemos con certeza es que fue un asesinato. Creo que el tipo del aparcamiento estaba esperando a que la chica saliera del bar, y cuando ésta lo hizo, llamó por teléfono al autor de los hechos; a partir de ese momento, éste se ocupó de ella.

– Y después, ¿qué? -preguntó Sean.

– ¿Después qué? Pues que la mató.

– No, me refiero al hombre de dentro del coche. ¿Qué hizo? ¿De repente le entraron ganas de golpear a alguien con una roca o algo así? ¿Así, por las buenas?

– Es posible que alguien le provocara.

– ¿Cuándo? -preguntó Whitey-. ¿Mientras hablaba por el móvil? ¡Mierda! ¡No sabemos si este caso guarda alguna relación con el asesinato de Katherine Marcus!

– Sargento -repuso Souza-, si quiere lo dejamos. Nos olvidamos y ya está.

– ¿He insinuando dejarlo en algún momento?

– Bueno…

– ¿Lo he insinuado? -repitió Whitey.

– No.

– No, ¿verdad que no? Pues a ver si respetas un poco más a tus superiores, Joseph, porque si no te voy a mandar de nuevo a las celdas de drogadictos de Springfield, para que te relaciones con los motoristas y las tías ésas que huelen tan mal y que comen manteca de cerdo directamente de la Iata.

Souza, intentando refrenarse, profirió un suspiro y concluyó:

– Tan sólo creía que podría ser importante. Eso es todo.

– Eso no se lo discuto, agente. Lo que quiero que entienda es que debemos tener más información antes de poner a más personal a trabajar en un incidente que probablemente no guarde ningún tipo de relación con el asesinato que nos ocupa. Además, el Last Drop está bajo jurisdicción del Departamento de Policía de Boston.

– Ya nos hemos puesto en contacto con ellos -espetó Souza.

– ¿Se están ocupando del caso?

Souza asintió con la cabeza. Whitey alzó las manos y exclamó:

– ¡Lo ve! ¡Razón de más! Limítese a estar en contacto con el detective que está encargado y manténganos informados; por lo demás, olvídese.

– Ya que estamos hablando de conclusiones, sargento -apuntó Friel-, ¿a qué conclusión ha llegado usted?

Whitey se encogió de hombros y respondió:

– Sólo tengo un par: Katherine Marcus murió a causa del impacto de bala que recibió en la nuca y ninguna de las otras heridas, ni siquiera la herida de bala del bíceps izquierdo, eran lo bastante graves para haberle causado la muerte. La golpearon con un artilugio de madera con los cantos lisos: un palo o un trozo de madera. El médico forense ha afirmado con rotundidad que no la agredieron sexualmente. Después de hacer muchas preguntas, hemos conseguido averiguar que planeaba fugarse con Brendan Harris. Ella y Bobby O'Donnell habían sido novios. El problema radicaba en que O'Donnell no quería aceptar que ya no lo eran. Al padre no le caían bien ni O'Donnell ni Harris.

– ¿Por qué no le gustaba Brendan Harris?

– No lo sabemos. -Whitey lanzó una mirada rápida a Sean-.

No obstante, estamos haciendo todo lo posible por averiguarlo. Así pues, lo que suponemos es que tenía intención de pasarse la noche bailando antes de marcharse de la ciudad a la mañana siguiente. Celebró una especie de despedida de soltera con sus dos amigas; Roman Fallow les obligó a que se marcharan de uno de los bares y ella las acompañó a casa en coche. En ese momento estaba empezando a llover, el limpiaparabrisas no le funcionaba bien y tenía los cristales sucios; entonces, o bien perdió el control del volante por un instante porque iba borracha y chocó contra el bordillo o bien se desvió bruscamente para no topar con algo que había en la carretera. Al margen de la causa, lo que está claro es que chocó contra la acera. El coche se averió y alguien se le acercó. Según la versión de la anciana señora Prior, Katherine dijo «hola». Creemos que entonces fue cuando el asesino le disparó por primera vez. Consiguió darle un golpe con la puerta del coche, tal vez pudo hacer que la pistola le cayera al suelo, no lo sé, y echó a correr en dirección al parque. Como creció en el barrio, quizá pensó que allí tendría más oportunidades de despistarle. Una vez más, no sabemos por qué fue hacia el parque, a no ser que fuera porque era lo más cercano desde la calle Sydney y porque tampoco había ningún vecino que pudiera ayudarla en cuatro manzanas a la redonda. Si se hubiera quedado allí mismo, el asesino podría haberla atropellado con su propio coche o podría haber vuelto a dispararle con facilidad. Así pues, salió corriendo, hacia el parque. A partir de ese momento, se encaminó, de forma bastante constante, hacia el sudeste, atravesó el jardín vallado, intentó esconderse en el barranco de debajo del puente de madera y luego fue en línea recta hacia la pantalla del autocine; después…

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