Stieg Larsson - La Chica Que Soñaba Con Una Cerilla Y Un Bidón De Gasolina

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Lisbeth Salander se ha tomado un tiempo: necesita apartarse del foco de atención y salir de Estocolmo. Trata de seguir una férrea disciplina y no contestar a las llamadas ni a los mensajes de Mikael, que no entiende por qué ha desaparecido de su vida sin dar ningún tipo de explicación. Lisbeth se cura las heridas de amor en soledad, aunque intente distraer el desencanto mediante el estudio de las matemáticas y con ciertos placeres en una playa del Caribe.
¿Y Mikael? El gran héroe vive buenos momentos en Millennium, con las finanzas de la revista saneadas y el reconocimiento profesional por parte de los colegas. Ahora tiene entre manos un reportaje apasionante sobre el tráfico y la prostitución de mujeres procedentes del Este que le ha propuesto Dag Svensson, periodista de investigación, y su mujer, la criminóloga e investigadora de género Mia Bergman.
Las vidas de los dos protagonistas parecen haberse separado por completo, pero entretanto… una muchacha, atada a una cama, soporta un día tras otro las horribles visitas de un ser despreciable y, sin decir palabra, sueña con una cerilla y un bidón de gasolina, con la forma de provocar el fuego que acabe con todo.

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Lisbeth reconoció una frase del texto que se correspondía con una cita literal de la tesis de Mia Bergman. En la investigación se mencionaba a una mujer llamada Tamara. Lisbeth dio por descontado que Irina P. y Tamara eran la misma persona y leyó con gran interés la parte dedicada a la entrevista.

El segundo documento, considerablemente más corto, llevaba por nombre «Sandström». Contenía el mismo resumen que el que Dag Svensson había enviado a Blomkvist, y revelaba que un periodista llamado Per-Åke Sandström era uno de los puteros que se había aprovechado de una chica de los países bálticos, así como que también había realizado gestiones para la mafia sexual y que se le retribuía con drogas o sexo. A Lisbeth le fascinaba que Sandström, además de dedicarse a editar revistas de empresas, también hubiera escrito varios artículos como freelance en un periódico donde, indignado, condenaba el comercio sexual y, entre otras cosas, revelaba que un hombre de negocios sueco, cuya identidad no era facilitada, había visitado un burdel de Tallin.

El nombre de Zala no se mencionaba ni en el documento «Sandström» ni en el de «Irina P.», pero Lisbeth extrajo la conclusión de que, como los dos documentos estaban en la misma carpeta llamada «Zala», debería de existir una conexión. El tercer y último documento de la carpeta, sin embargo, había sido bautizado como «Zala». Era breve y se encontraba ordenado por puntos.

Según Dag Svensson, el nombre de Zala había figurado -desde mediados de los años noventa- vinculado a drogas, armas o prostitución en nueve ocasiones. Nadie parecía saber quién era, pero distintas fuentes lo habían descrito como yugoslavo, polaco o, posiblemente, checo. Todos los datos eran de segunda mano. Ninguna de las personas con las que había hablado Dag Svensson parecía haber visto con sus propios ojos a Zala.

Dag Svensson había tratado con detalle el tema de Zala con la fuente G (¿Gulbrandsen?) y lanzado la teoría de que Zala podía ser responsable del asesinato de Irina P. No se podía deducir qué pensaba la fuente G respecto a esa teoría; lo que sí quedaba claro, en cambio, era que Zala, un año antes, había constituido un punto en el orden del día de una reunión con «la unidad especial del crimen organizado». El nombre aparecía tantas veces que la policía empezó a hacer preguntas intentando formarse una opinión sobre si Zala existía o no.

Por lo que Dag Svensson pudo averiguar, el nombre de Zala había aparecido por primera vez en 1996 relacionado con el robo de un furgón blindado en Örkelljunga. Los atracadores se apoderaron de tres millones trescientas mil coronas, pero fueron tan patosos que la policía pudo identificar y detener a la banda apenas transcurridas veinticuatro horas. Un día después se arrestó a otra persona más. Se trataba del delincuente profesional Sonny Nieminen, miembro de Svavelsjö MC, quien, según informaciones recibidas, les proporcionó las armas utilizadas en el robo; un hecho que, algo más tarde, le valdría una condena de cárcel de cuatro años.

Aún no había transcurrido una semana desde que se produjera el robo del furgón blindado en 1996, cuando tres tipos más fueron detenidos por participar en el atraco. Con eso, ocho personas estaban metidas en el ajo, siete de las cuales se negaron obstinadamente a hablar con la policía. El octavo, un chico de tan sólo diecinueve años llamado Birger Nordman, se derrumbó y largó de lo lindo en los interrogatorios. El juicio fue pan comido para el fiscal, lo cual (sospechó la fuente policial de Dag Svensson) provocó el hecho de que Birger Nordman, dos años después, fuera encontrado enterrado en una arenera de Varmland tras haberse escapado cuando estaba de permiso.

Según la fuente G, la policía sospechaba que Sonny Nieminen era el jefe de toda la banda y que Nordman había sido asesinado por encargo suyo, pero no había pruebas. Sin embargo, Nieminen era considerado sumamente peligroso y carente de escrúpulos. En el trullo, se le había relacionado con la Hermandad Aria, una organización nazi de los internos que, a su vez, tenía vínculos con la Hermandad Wolfpack y, también -a través de estos últimos-, con clubes de outlaws pertenecientes al mundillo de los moteros, así como con diversas, violentas y estúpidas organizaciones nazis al estilo del Movimiento de Resistencia de Suecia y de otros similares.

No obstante, lo que le interesaba a Lisbeth Salander era otra cosa muy distinta. Uno de los datos que el fallecido Birger Nordman había revelado durante los interrogatorios era que las armas utilizadas en el robo procedían de Nieminen, quien, a su vez, las había recibido de un yugoslavo, desconocido para Nordman, denominado «Sala».

Dag Svensson había llegado a la conclusión de que se trataba de un individuo del mundo del hampa que no se dejaba ver. Como en el padrón no figuraba nadie cuyo nombre coincidiera con el de Zala, Dag intuyó que se trataba de un apodo, aunque también podía tratarse de un delincuente particularmente astuto que actuara a conciencia bajo un seudónimo.

El último punto consistía en una breve descripción de los datos aportados por el periodista Sandström acerca de Zala. Lo cual no era gran cosa. Según Dag Svensson, en una ocasión Sandström habló por teléfono con una persona llamada así. De lo escrito, sin embargo, no se podía deducir el contenido de la conversación.

Sobre las cuatro de la madrugada, Salander apagó su PowerBook y se sentó en el vano de la ventana, mirando hacia Saltsjön. Permaneció quieta durante dos horas, fumando pensativamente un cigarrillo tras otro. Se veía obligada a tomar una serie de decisiones importantes y a hacer un análisis de las consecuencias.

Se dio cuenta de que tenía que buscar a Zala y saldar sus cuentas con él de una vez por todas.

El sábado anterior a la semana de Pascua, Mikael Blomkvist visitó, por la noche, a una antigua novia de Slipgatan, en Hornstull. Había aceptado -algo raro en él- una invitación para una fiesta. Ella estaba casada y ya no tenía ningún interés en mantener relaciones íntimas con Mikael, pero trabajaba en los medios y solían saludarse cuando, ocasionalmente, se cruzaban. Ella acababa de terminar un libro -con el que llevaba, por lo menos, diez años- que trataba de algo tan curioso como la visión que se tiene de las mujeres dentro de los medios de comunicación. En una ocasión, Mikael contribuyó con material para el libro, cosa que motivó esa invitación.

El papel de Mikael se limitó a investigar un sencillo tema. Había sacado el documento donde figuraba la estrategia para conseguir una igualdad sexual que la agencia TT, Dagens Nyheter, Rapport y numerosos otros medios se jactaban de respetar, y luego contó cuántos hombres y cuántas mujeres había en la dirección de esas empresas por encima de secretaria de redacción. El resultado fue vergonzoso. Director general: hombre. Presidente de la junta directiva: hombre. Editor jefe: hombre. Jefe de redacción internacional: hombre. Jefe de redacción: hombre… y así sucesivamente hasta que, más bien como una excepción, apareció la primera mujer, tipo estrella de los informativos o magazines, como Christina Sutterström o Amelia Adamo.

La fiesta era privada y la mayoría de los invitados eran personas que, de uno u otro modo, la habían ayudado con el libro.

Fue una velada muy animada, con buena comida y distendida charla. Mikael había pensado volver a casa bastante temprano, pero casi todos los allí presentes eran viejos conocidos que raramente coincidían. Además, ninguno de ellos le dio demasiado la lata con el caso Wennerström. La fiesta se prolongó, y hasta alrededor de las dos de la madrugada del domingo el último grupo de invitados no se levantó para irse. Fueron juntos hasta Långholmsgatan y allí se separaron.

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