Jonathan Kellerman - La Rama Rota

Здесь есть возможность читать онлайн «Jonathan Kellerman - La Rama Rota» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Rama Rota: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Rama Rota»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Hay algo espectral en este caso. El suicidio de un violador de niños, una red oculta de pervertidos, todos ellos gente de clase alta, y una aterrada niña que podría atar cabos sueltos… si el psicólogo infantil Alex Delaware logra hacerle recordar los horrores de que ha sido testigo. Pero cuando lo hace, la policía parece falta de interés. Obsesionado por un caso que pone en peligro tanto su carrera como su vida, Alex queda atrapado en una telaraña de maldad, acercándose más y más a un antiguo secreto que hace que incluso el asesinato parezca un asunto limpio.

La Rama Rota — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Rama Rota», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Me miró con aire ausente y luego preguntó:

– ¿Tuvo usted alguna ayuda para hacer funcionar los grupos?

– Animé a las familias a participar… para ayudarse a sí mismas. Yo era el único profesional.

– ¿Ayuda entre afectados?

– Exactamente.

– Algo así pasa también en el Departamento -lo dijo sin comprometerse-. Así que, poco a poco, se fueron haciendo cargo.

– Gradualmente. Pero yo siempre estaba presente.

– ¿Alguno de ellos tenía una llave de su consulta? Aja.

– ¡Claro que no! ¿Acaso cree que una de esas personas mató a Hickle y luego lo preparó todo para que pareciera un suicidio? -claro que lo creía, yo ya había pensado en esa posibilidad.

– No estoy sacando conclusiones. Simplemente, estoy investigando -aquel tipo era tan escurridizo que parecía un analista.

– Ya veo.

Abruptamente se alzó, cerró su bloc y se guardó el lápiz.

Me alcé para acompañarle a la puerta, me tambaleé y perdí el conocimiento.

Lo primero que vi cuando las cosas volvieron a estar enfocadas fue su grande y feo rostro inclinado hacia mí. Me notaba húmedo y frío. Tenía en la mano un trapo de cocina húmedo con el que estaba dejando caer gotitas sobre mi cara.

– Se desmayó. ¿Cómo se siente?

– Muy bien -desde luego me sentía cualquier otra cosa menos bien.

– No tiene un aspecto nada maravilloso. Quizá debiera llamar a un doctor, doctor.

– No.

– ¿Está seguro?

– No es nada. He tenido la gripe estos últimos días. Sólo necesito meterme algo en el estómago.

Fue a la cocina y volvió con un vaso de zumo de naranja. Lo fui sorbiendo poco a poco y comencé a notarme más fuerte.

Me senté y cogí yo mismo el vaso.

– Gracias-le dije.

– Estamos al servicio del ciudadano.

– Ahora ya me encuentro bien, de veras. Si no tiene más preguntas…

– No. Nada más por esta vez -se alzó y abrió algunas ventanas: la luz me hizo daño en los ojos. Apagó la tele.

– ¿Quiere comer algo antes de que me vaya? Que hombre tan extraño, tan materno.

– No me pasará nada.

– De acuerdo, doctor. Cuídese.

Tenía muchas ganas de verle irse, pero cuando ya no se oyó el ruido del motor de su coche, me sentí desorientado. No deprimido, como antes, sino agitado, inquieto, sin paz. Traté de mirar el serial de la televisión, pero no podía concentrar mi atención. Y ahora el diálogo me irritaba. Tomé un libro pero las palabras no entraban en foco. Di un trago al zumo de naranja y me dejó mal sabor en la boca y un pinchazo en la garganta.

Estuve así todo el mediodía. Sintiéndome miserable.

A las cuatro treinta llamó.

– ¿El doctor Delaware? Soy Milo Sturgis. El detective Sturgis.

– ¿Qué puedo hacer por usted, detective?

– ¿Cómo se siente?

– Mucho mejor, gracias.

– Eso es bueno. Hubo un silencio.

– Esto, doctor, sé que piso un terreno difícil, pero…

– ¿De qué me habla?

– ¿Sabe?, en Vietnam yo era sanitario. Veíamos muchos casos de algo llamado reacción aguda al estrés. Y me preguntaba…

– ¿Cree que eso es lo que yo tengo?

– Bueno…

– ¿Cuál era el tratamiento acostumbrado en el Vietnam?

– Los devolvíamos a la acción tan pronto como nos era posible. Cuando más trataban de evitar el combate, peor se ponían.

– ¿Cree que eso es lo que yo debería hacer? ¿Volver a meterme en el lío cotidiano?

– No puedo decírselo, doctor. Yo no soy psicólogo.

– Usted diagnostica, pero no da un tratamiento.

– Vale, doctor. Sólo quería saber si…

– No, un momento. Lo lamento. Agradezco que me haya llamado -estaba confuso, preguntándome qué motivo ulterior podría tener.

– Claro, seguro. No hay problema.

– De veras, muchas gracias. Sería un excelente matasanos, detective.

Se echó a reír.

– A veces eso forma parte de mi trabajo.

Después de que hubo colgado me sentí mejor de lo que me había sentido en muchos días. Al día siguiente le llamé a las oficinas de la División de Los Ángeles Oeste y le invité a tomar un trago.

Nos encontramos en Angela's, enfrente de la comisaría de Santa Mónica Boulevard. Era una cafetería que en la parte de atrás tenía un bar de cocktails, lleno de humo y poblado por varios grupos de hombres grandotes y solemnes. Me fijé en que pocos de ellos saludaban a Milo, lo que me pareció extraño. Siempre había creído que los policías se dedicaban a darse palmadas en las espaldas y maldecir de buen humor tras las horas de servicio. Esos hombres se tomaban el beber muy en serio. Y lo hacían en silencio.

Él tenía unas grandes posibilidades como terapeuta. Sorbía un Chivas, estaba reclinado en su asiento y me dejaba hablar. Ya no era un interrogatorio. Ahora me escuchaba, y yo vacié todo lo que llevaba en mi interior.

Sin embargo, cuando estaba terminando la velada, también él hablaba

Durante las siguientes dos o tres semanas Milo y yo descubrimos que teníamos muchas cosas en común. Éramos más o menos de la misma edad -él tenía diez meses más-, y habíamos nacido en el seno de familias trabajadoras, en ciudades medianas. Su padre había sido un obrero metalúrgico, el mío un montador eléctrico. También él había sido un buen estudiante, graduándose con honores en Purdue y luego sacando un título en Literatura en la Universidad de Indiana en Bloomington. Planeaba convertirse en maestro, cuando le habían llamado a filas. De algún modo, los dos años de Vietnam le habían transformado en policía.

Y no es que considerase que su trabajo estuviera enfrentado con sus inquietudes mentales. Me informó que los detectives de Homicidios eran los intelectuales de los Departamentos de Policía. El investigar un asesinato requiere poca actividad física y mucho trabajo mental. A veces, los veteranos de Homicidios violan el reglamento y no llevan arma alguna. Sólo montones de plumas y lápices. Milo llevaba su calibre 38, pero confesaba realmente no necesitarlo.

– Es un trabajo muy de oficina, Alex, con montones de papeleo, toma de decisiones y atención a los detalles.

Le gustaba ser un polizonte y disfrutaba cazando a los malos. A veces pensaba que tendría que intentar alguna otra cosa, pero no estaba muy seguro acerca de qué cosa podría ser.

Teníamos otros intereses en común. Ambos habíamos hecho algún tipo de entrenamiento en artes marciales. Mientras había estado en el ejército, Milo había seguido una mezcla de cursos de defensa personal. Y yo había estudiado esgrima y karate mientras estaba graduándome. Estábamos absolutamente fuera de toda forma, pero nos engañábamos a nosotros mismos diciendo que podríamos recuperarla si ello fuera necesario. Ambos apreciábamos la buena comida, la buena música y las virtudes de la soledad.

La relación entre ambos se desarrolló con premura.

Al cabo de unas tres semanas de conocernos me dijo que era homosexual. Me sorprendió y no supe qué decirle.

– Te lo digo ahora, porque no quiero que llegues a pensar que estoy tratando de ligarte.

De repente me sentí avergonzado porque ése, exactamente ése, había sido mi pensamiento inicial.

El que fuera gay era algo que, al principio, me resultó difícil de aceptar, a pesar de toda mi presunta sofisticación como psicólogo. Sí, sé todos los datos: que ellos representan del cinco al diez por ciento de prácticamente cualquier grupo humano. Que la mayoría de ellos tienen el mismo aspecto que usted o que yo. Que ellos pueden ser cualquiera: el carnicero, el panadero, el policía de Homicidios local. Y que la mayoría de ellos son razonablemente normales.

Y, sin embargo, los estereotipos no quieren despegarse de tu cerebro. Esperas que sean mariconas siempre haciendo posturitas, gritonas, afeminadas, o demonios de cráneo rapado y vestidos de cuero, o jovencitos muy a la moda, más in que nadie, o lesbianas bigotudas y mal ataviadas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Rama Rota»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Rama Rota» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jonathan Kellerman - Devil's Waltz
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Billy Straight
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Obsesión
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Test krwi
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Compulsion
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Dr. Death
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - True Detectives
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Evidence
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - The Conspiracy Club
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Rage
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Gone
Jonathan Kellerman
Отзывы о книге «La Rama Rota»

Обсуждение, отзывы о книге «La Rama Rota» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x