– Usted no tenía contacto con Lester porque su padre no lo soportaba.
– Nadie podía soportarlo. Mi madre es su hermana y prefería no saber nada de él.
– Su padre le cedió una vivienda sin cobrarle alquiler y contrató a Patty Bigelow para que cuidara de él.
– ¿Y?
– Un buen trato para alguien a quien odias.
– Seguramente mi madre lo hizo para mantener a Lester lejos de ella. Cuando estaban casados, mi padre le daba todo lo que ella quería y ella hacia la vista gorda ante sus escarceos. Una familia modelo, ¿verdad?
– ¿Por qué mataron a Lester? -pregunté.
– ¿Cómo quieren que lo sepa?
– ¿Cree que está relacionado con Patty Bigelow?
– Díganos lo que sabe, hijo. Ahora -intervino Milo.
– Tanya me contó lo que su madre dijo antes de morir. Por favor, no se lo tengan en cuenta, necesitaba hablar con alguien y dio la casualidad de que yo estaba allí.
– ¿Qué le contó exactamente?
– Que su madre sentía que había hecho daño a un vecino.
– ¿Sentía?
– Ni Tanya ni yo creemos que Patty sea capaz de hacerle daño realmente a un ser humano. Estoy seguro de que la enfermedad terminal tiene algo que ver con todo esto. En el peor de los casos, puede que fuese testigo de algo de lo que no informó y se sintiera culpable por ello.
– ¿Algo relacionado con Pete Whitbread? -pregunté.
– Esa sería una conclusión lógica, ¿no? Él es un sociópata, Tanya y Patty vivían cerca. Es probable que Patty viera algo.
– ¿Qué le ha contado a Tanya de las tendencias de Pete?
– Nada. Nunca se lo conté a nadie.
De repente, soltó una risa nerviosa.
– ¿Podemos dar por finalizado todo esto? Tengo un montón de trabajo.
– ¿Por qué se sorprendió cuando mencioné lo de los grupos de estudio de Tanya?
– ¿Lo hice?
– De forma muy evidente.
Se encorvó, se rascó la cabeza.
– Por favor, no se lo digan a Tanya, pero sé a ciencia cierta que no existen tales grupos de estudio. Cuando dice que está con otros estudiantes, en realidad está sentada sola en la biblioteca. Cuando no está en clase, está en la biblioteca estudiando. Se queda hasta mucho después de acabar, se pasea entre las estanterías. A veces es la última en irse. Me preocupa muchísimo, pero no puedo decirle nada porque no quiero que sepa que la sigo.
– ¿Ha pensado alguna vez en trabajar como detective? -preguntó Milo.
– No se lo digan, por favor.
– Todos esos secretos, Kyle -repliqué-. A veces lo más fácil es ir directamente de «A» a «B».
– Magnífica teoría, pero no me ha sido muy útil en mi vida. He sido sincero con ustedes, no me traicionen. No puedo arriesgarme a que Tanya crea que soy un bicho raro.
– Por el momento está bien -dijo Milo-, siempre que siga cooperando.
– ¿En qué más puedo cooperar? Les he contado todo lo que sé.
– ¿Qué le hizo sospechar que no existían esos grupos de estudio?
– Nunca mencionaba los nombres de otros estudiantes. Nunca la he visto con nadie en el campus.
– Como en los viejos tiempos -dije-. Pasando el rato bajo los árboles.
– Viejos tiempos -añadió-, pero no necesariamente «buenos» viejos tiempos. Yo estaba solo y ella también, pero nunca habíamos estado juntos. Ahora somos amigos. Me gustaría que continuara así.
***
Milo le enseñó las fotografías de Robert Fisk y Moses Grant.
Sacudió la cabeza.
– ¿Quiénes son?
– Amigos de Pete Whitbread.
– Este tiene muy mala pinta -dijo, señalando a Fisk.
La fotografía sacada de Internet de Whitbread/De Paine produjo un movimiento de afirmación con la cabeza.
– Convertido en todo un punki, pero es él -argumentó, señalando las caras alrededor del semblante insulso y alargado de De Paine-. Parece que se le da bien tratar con mujeres.
– No llevamos el cálculo -respondió Milo mientras se levantaba.
– ¿Están seguros de que pueden mantener a Tanya a salvo?
– Haremos todo lo que esté en nuestras manos, hijo. Esta es mi tarjeta, llámeme si recuerda algo más.
– No lo haré. Tengo el cerebro licuado.
***
Nos acompañó hasta la puerta de entrada.
– ¿Cuáles son los parámetros, teniente?
– ¿De qué?
– Las reglas que seguir con Tanya. No quiero meterme en medio, pero me preocupo por ella. Y ustedes no pueden estar en todas partes siempre.
– ¿Está pensando en vigilarla?
– Al menos puedo estar ahí.
– Pues esté ahí, pero no haga nada estúpido ni obstaculice la investigación.
– Trato hecho.
Salimos de la casa al cálido y oscuro silencio de la avenida Hudson.
Kyle gritó:
– Entonces, ¿puedo seguir viéndola?
– Es lo que acabo de decirle, hijo.
– Me refiero a verla en público.
– Vuelva a sus cálculos, Kyle.
De nuevo en el coche, sentados a la sombra de la fachada altiva de la mansión. Una luz en el segundo piso de un edificio se apagó. Luna mezquina; el resto de la calle se había desvanecido bajo la neblina. Una brisa del Este agitaba los majestuosos árboles. La avenida Hudson olía a naranjas, a humedad y ozono.
– Amor de juventud -dijo Milo-. Tanto más para Tanya por su discreción. ¿He metido la pata por dejar a Kyle ir de protector?
– ¿Podías habérselo impedido?
Arrugó el rostro.
– ¿Confías en él?
– Una corazonada me dice que es un tío legal -respondí.
– Y si dice la verdad, ella podría tener un amigo. Mentir sobre tener un grupo de amigos. Tú ya te lo imaginabas.
– Habría sido bonito equivocarse -contesté.
– No puedo ni imaginármelo, arreglármelas yo solo a esa edad.
Por lo poco que me había contado de su infancia, se había sentido aislado cuando tenía seis años, era un niño irlandés gordito que actuaba como sus amiguetes, pero que sabía que era diferente. Las pocas veces que había hablado de su familia, se le habría podido confundir con un antropólogo describiendo una tribu exótica.
– Sí -añadí-, es duro.
– Pero piensas que lo está llevando bien, ¿verdad?
– Tan bien como podría esperarse.
Se rió.
– «Doctor Discreción.» De cualquier modo, estaría bien si solucionáramos todo esto y los viéramos a los dos paseando al atardecer… y no es que los chicos de hoy en día se dediquen a pasear. -Destello de sus dientes-. No es que yo nunca me dedicara a pasear… Bien, ¿en qué punto estamos con el primo Pete?
– El diagnóstico de Kyle parece acertado.
– Lo de los trozos de animales en su infancia sobrepasa los límites del sociópata básico, Alex.
– Sociópata sénior -repliqué-. Desde muy joven daba señales de peligro muy serias y nadie se ocupó de él.
– Pasando el rato con las fotos de mami.
– Vivió una infancia erotizada. Una mezcla de sexo y violencia. Eso hace que me pregunte si la cosa tan terrible de Patty no podría estar relacionada con un crimen de lujuria. ¿ Y si realmente mató a alguien?, ¿un chico malo al que consideraba un peligro para Tanya?
– ¿Algún amigo cutre de Pete?
Asentí con un movimiento de cabeza.
– Un espeluznante pedófilo se cruza en el camino de Tanya y su madre utiliza su veintidós. ¿Por qué se lo contaría ahora a Tanya?
– Quizá estaba asustada porque no había acabado el trabajo.
– Dejando a De Paine vivo -añadió-. Años después se lo encuentra en urgencias y él le hace un comentario intimidatorio. Pero si colaboró con algún conocido delincuente en algo atroz, ¿por qué Patty acabó con su compinche y lo dejó vivir a él?
– Porque él era joven. Tenía dieciocho años cuando Patty y Tanya vivieron en la calle Cuarta. También era el hijo de un hombre al que había cuidado. Y por el que posiblemente se preocupaba.
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