Miró el cartel de la empresa de alarmas en el césped.
– Buen comienzo, voy a dar una vuelta por aquí para asegurarme de que todo está bien.
– Tanya tiene una pistola.
– Vaya.
Le conté lo de la veintidós de Patty.
– El mismo calibre que la que utilizaron con Lowball Armbruster. -Sacó una linterna de bolsillo-. Si me dispara, puedes quedarte con mi estuche de lápices de detective oficial.
Volvió a los tres minutos, levantó el dedo pulgar hacia arriba.
– Ningún indicio de disturbios, tiene una luz de seguridad en la puerta trasera y rejas en todas las ventanas de la parte trasera. Además está la alarma y me parece bastante seguro. Vamos a casa. Mañana proseguiremos la investigación con Petra.
– Nos preguntábamos cómo Jordan se las había arreglado para seguir en el edificio tanto tiempo -dije-. Ahora sabemos que el casero nunca hacía caso de las quejas sobre su música, aun cuando esto provocara que otros inquilinos dejaran el edificio.
– Contactos -argumentó-. Un asunto familiar, como dijiste.
– Me gustaría saber a quién pertenece la escritura del edificio y si ya era de su propiedad cuando Patty vivió en él.
– Petra ha obtenido el nombre del casero gracias a las bailarinas, espera.
Sacó el bloc de notas, utilizó la linterna de bolsillo, ojeó las páginas.
– Deer Valley Properties en Utah, pero lo gestiona una empresa del centro.
– La madre de Kyle Bedard vive en Deer Valley.
Se encogió de hombros, se quedó mirando fijamente la oscuridad de la calle.
– Caramba, caramba.
***
A la mañana siguiente, a las diez, estábamos ante la escalera frontal de la mansión de la avenida Hudson, oyendo las campanillas del timbre. Una hora antes, Milo había hablado con la empresa encargada de la gestión del edificio de Cherokee y había averiguado que Lester Jordan era el hermano de la señora Iona Bedard. Jordan aparecía en plantilla como revisor in situ, pero sus deberes eran ambiguos y su cheque semanal de trescientos dólares conducía a Deer Valley.
– La empresa estaba de acuerdo siempre que conservaran la gestión del edificio. -Miró el Bentley y el Mercedes-. ¿Qué hace esta gente para hacer dinero?
– Han nacido con un pan bajo el brazo.
La mujer llamada America abrió uno de los laterales de la doble puerta. Le sonreí. Sujetó con fuerza el mango de la escoba.
– ¿Está Kyle en casa?
– No.
– ¿Tiene alguna idea sobre dónde puede…?
– En el centro de estudios.
Aun no había acabado de darle las gracias cuando sonó el crujido de la pieza sólida de nogal al cerrarse.
– Vaya, la calidez de la chimenea y el hogar -replicó Milo.
***
El edificio de física en la Universidad era un ensamblaje de cristal, ladrillo blanco y paredes de mosaicos de los años sesenta que representaba una fusión de grandes épocas. Al otro lado de una fuente invertida surgía el edificio de física, donde yo obtuve mi carné de afiliado. Nunca antes me había fijado en los ambiguos tejemanejes que podía haber a kilómetros de distancia.
Milo y yo habíamos llegado preparados para pelearnos con un ejército de secretarias de departamento, pero Kyle Bedard estaba a plena vista, sentado en el borde de la fuente, se comía un sándwich y bebía zumo de naranja de una botella de plástico. Hablaba, entre mordisco y mordisco, con una joven.
Era pequeña, rubia y algo pija, vestía en rosa y caqui. Kyle llevaba una camiseta gris, vaqueros anchos y unas zapatillas de deporte viejas. Había cambiado sus lentillas por unas gafas de montura negra.
Mientras nos acercábamos, se ajustó las gafas, como si las enfocase.
La chica se giró.
– Hola Tanya -dije yo.
Milo agarró a Kyle por el codo y le indicó que se sentará al otro lado de la fuente. Tanya se apretó la mejilla con una mano y se quedó boquiabierta. Me senté a su lado.
– ¿Qué ocurre doctor Delaware?
– Este es el teniente coronel Sturgis. Necesita hablar con Kyle.
– ¿Sobre qué?
– ¿Cómo le has conocido Tanya?
Apretó aun con más fuerza la mano que tenía en la mejilla, creando varias manchas blancas. Se giró hacia mí.
– ¿Es…? ¿No irá a contarme nada espeluznante sobre él?
Todavía no.
– No. ¿Cómo…?
– Se puso en contacto conmigo mediante Facebook, comimos juntos ayer y decidimos repetirlo hoy. No es que me estuviera acechando, doctor Delaware. Me contó que un psicólogo de la Policía había ido a hablar con él sobre mi madre y que se acordó de cuando éramos niños y él venía de visita. Le dije que le conocía a usted y que también me acordaba de él. Siempre estaba leyendo libros. Parece una buena persona y es realmente inteligente.
– Estoy seguro de que lo es -contesté.
– ¿Hay algún problema?
– No con Kyle.
– Entonces, ¿por qué están aquí?
– Un hombre que vivía en el edificio de Cherokee fue asesinado ayer. El edificio es propiedad de la madre de Kyle. Lo consiguió como parte del acuerdo de divorcio, pero cuando vosotras vivíais allí pertenecía al coronel Bedard.
– ¿Todo está… relacionado?
– Es posible que tu madre consiguiera el trabajo en la mansión porque fuera recomendada por alguien de Cherokee.
– ¿Quién lo haría?
– Eso es lo que estamos intentando averiguar.
Cogió un yogur medio vacío y lo apretó.
– Todavía no entiendo por qué está hablando con Kyle. En aquel entonces apenas era un niño.
– El hombre que han asesinado se llamaba Lester Jordan, ¿te suena familiar?
Sacudió la cabeza.
– Vivía allí cuando vosotras estuvisteis. Un apartamento del primer piso, parte izquierda del pasillo, hacia el fondo.
– Nunca he oído nada sobre ese hombre, doctor Delaware. Mi madre nunca me dejó entrar en el edificio sola. ¿Quién lo ha matado?
– Todavía no lo sabemos.
– ¿Cree que Kyle lo sabe?
– Lester Jordan era el hermano de la madre de Kyle.
– Y ahora está… ¡Dios mío! ¿Cree que todo se debe a lo que yo empecé?
– No, no existe ninguna prueba de eso, Tanya.
– Pero usted piensa que es posible.
Se cogió un mechón de pelo y lo giró.
– ¡Dios mío! No pude olvidar el asunto y ahora, ese hombre está muerto.
– No debes culparte -le dije-. Cero responsabilidades.
– Esto es horrible.
– Tanya, Lester Jordan era un adicto a la heroína que llevaba un estilo de vida de alto riesgo, es un milagro que haya sobrevivido tanto tiempo. Y salvo que tu madre y ese hombre tuvieran algún tipo de relación cuando estaba vivo, no hay ninguna razón por la que pensar que están conectados.
– Claro que no tenían ningún tipo de relación. ¿Por qué se habría relacionado mi madre con un tipo así?
– No tiene porque tratarse de una relación social -dije-. Un adicto podría haber necesitado unos cuidados médicos de vez en cuando.
– ¿Está diciendo que le ayudó con las sobredosis?
– O para dejar el hábito.
O para alimentarlo.
– Nunca oí ni vi nada de todo eso -concluyó-. Pero yo era muy joven.
– Aunque tu madre hubiese ayudado a Jordan, eso no significa que tenga algo que ver con su muerte. Era un hombre con un largo historial delictivo. Estaba asociado con mala gente. El teniente coronel Sturgis está revisando sus antecedentes. Necesita hablar con los padres de Kyle, pero los dos están fuera de la ciudad. Kyle era la siguiente posibilidad.
Dejó el mechón de pelo y empezó a jugar con el yogur vacío.
– De verdad que no puedo imaginarme a mi madre relacionándose con un tipo así. Una de sus mayores preocupaciones era protegerme de las malas influencias.
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