Jeffery Deaver - La silla vacía

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Lincoln Rhyme, está en un centro universitario especializado en neurología a la espera de una operación que podría mejorar su estado. Cuando le piden que colabore con la policía de Tanners Corner, una pequeña ciudad de Carolina del Norte, en la búsqueda de una chica secuestrada, no sabe que al aceptar pondrá en peligro su vida y la de su colega Amelia Sachs.
El secuestrador es un chico conflictivo, cuyos padres han muerto en un misterioso accidente automovilístico. Es además muy aficionado a los insectos. Su forma de vida hace que se le culpe de todas las cosas extrañas que han ocurrido en la ciudad, incluidas algunas muertes. Desde un laboratorio improvisado, Lincoln, se enfrenta a la impaciencia de la justicia por resolver este nuevo y espeluznante caso.

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El policía agradable, treinta años y ojos legañosos, se llamaba Jesse Corn. Había estado en la escena del crimen temprano por la mañana y, con dolorosa culpabilidad, admitió que Garrett había huido con otra víctima, Lydia, justo en sus narices. Para cuando Jesse había cruzado el río, Ed Schaeffer estaba casi muerto por el ataque de las avispas.

Uno de los policías que les dispensó un frío recibimiento era Mason Germain, de baja estatura y poco más de cuarenta años. Ojos oscuros, rasgos grisáceos, postura un poco demasiado perfecta para un ser humano. Su pelo estaba peinado hacia atrás y mostraba unos surcos dejados por el peine que parecían hechos con regla. Usaba demasiada loción para después de afeitarse, con un olor barato a almizcle. Saludó a Rhyme y a Sachs con un movimiento rígido y prudente y Rhyme imaginó que se alegraba de que el criminalista fuera un discapacitado para no tener que estrechar su mano. Sachs, siendo una mujer, tenía derecho sólo a un condescendiente «señorita».

Lucy Kerr era el tercer policía veterano y no se hallaba más feliz de ver a los visitantes de lo que lo estaba Mason. Era una mujer alta -apenas más baja que la imponente Sachs. Esbelta y con un aire atlético, su cara era larga y bonita. El uniforme de Mason estaba arrugado y manchado, pero el de Lucy estaba perfectamente planchado. Su pelo rubio estaba recogido en una trenza tirante. Fácilmente se la podía imaginar como modelo de L.L. Bean o Land's End -en botas, téjanos y chaleco.

Rhyme sabía que su frío recibimiento podría entenderse como una reacción automática frente a policías intrusos (en especial un inválido y una mujer, y del Norte, ni más ni menos). Pero no tenía demasiado interés en ganárselos. A cada minuto que pasaba sería más difícil encontrar al secuestrador. Y Rhyme tenía una cita con el cirujano que de ninguna manera quería perderse.

Un hombre de sólida estructura -el único policía negro que había visto Rhyme- entró con una gran pizarra y desplegó un mapa del condado Paquenoke.

– Pégalo allí, Trey. -Bell señaló la pared. Rhyme escudriñó el mapa. Era bueno, muy detallado.

Rhyme dijo:

– Ahora, decidme exactamente lo que sucedió. Comenzad por la primera víctima.

– Mary Beth McConnell -dijo Bell-. Tiene veintitrés años. Una estudiante graduada del campus de Avery.

– Sigue. ¿Qué pasó ayer?

Mason dijo:

– Bueno, era muy temprano. Mary Beth estaba…

– ¿Podría ser más específico? -preguntó Rhyme-. Respecto a la hora.

– Bueno, no lo sabemos con certeza -respondió Mason fríamente-. No había ningún reloj detenido como en el Titanic , ¿sabe?

– Debe de haber sido antes de las ocho -comentó Jesse-. Billy, el chico asesinado, estaba afuera haciendo jogging y la escena del crimen queda a media hora de su casa. Estaba tratando de obtener algunos créditos en la escuela de verano y tenía que volver a las ocho y media para ducharse e ir a clase.

Bien, pensó Rhyme, asintiendo:

– Sigamos.

Mason continuó.

– Mary Beth tenía entre manos un trabajo académico, como desenterrar antiguos objetos indios en Blackwater Landing.

– ¿Qué es eso, una ciudad? -preguntó Sachs.

– No, sólo un área no incorporada al lado del río. Con cerca de tres docenas de casas, una fábrica. Sin tiendas ni nada. En su mayoría bosques y pantanos.

Rhyme detectó números y letras a lo largo de los márgenes del mapa.

– ¿Dónde? -preguntó-. Muéstreme.

Mason señaló la ubicación G-10.

– Nosotros lo vemos así: Garrett llega y coge a Mary Beth. La va a violar pero Billy Stail está afuera corriendo y los ve desde la carretera y trata de detenerlo. Garrett agarra una pala y mata a Billy. Le destroza la cabeza. Luego toma a Mary Beth y desaparece.

La mandíbula de Mason estaba rígida.

– Billy era un buen chico. Realmente bueno. Iba a la iglesia habitualmente. La última temporada interceptó un pase en los últimos dos minutos de un partido que estaba empatado con Albemarle High y corrió…

– Estoy seguro de que era un gran chico -dijo Rhyme impaciente-. ¿Garrett y Mary Beth van a pie?

– Sí -contestó Lucy-. Garrett no quiere conducir. Ni siquiera tiene licencia. Pienso que es a causa de que sus padres murieron en un accidente de tráfico.

– ¿Qué pruebas físicas encontraron?

– Bueno, tenemos el arma utilizada para el asesinato -dijo Mason con orgullo-. La pala. Realmente nos aseguramos de manipularla correctamente. Usamos guantes. Y realizamos la cadena de custodia como dicen los libros.

Rhyme esperó algo más. Finalmente preguntó:

– ¿Qué más encontraron?

– Bueno, algunas huellas plantares. -Mason miró a Jesse, quien dijo-: Oh, bien. Les saqué algunas fotos.

– ¿Eso es todo ? -preguntó Sachs.

Lucy asintió, con los labios apretados ante la implícita crítica de los norteños.

Rhyme:

– ¿Investigaron la escena?

Jesse dijo:

– Seguro que lo hicimos. Sólo que no había nada más.

¿ No había nada más ? En una escena en que un criminal mata a una víctima y secuestra a otra debería haber suficientes pruebas como para hacer una película de quién hizo qué a quién y probablemente lo que cada miembro del reparto había estado haciendo en las últimas veinticuatro horas. Parecía que se enfrentaban a dos perpetradores: el Muchacho Insecto y la incompetencia policial. Rhyme intercambió una mirada con Sachs y vio que ella pensaba lo mismo.

– ¿Quién dirigió la investigación? -preguntó Rhyme.

– Yo lo hice -dijo Mason-. Llegué allí el primero. Estaba cerca cuando recibimos la llamada.

– ¿Y cuándo fue eso ?

– A las nueve y media. Un camionero vio el cuerpo de Billy desde la carretera y llamó al nueve uno uno.

Y el muchacho fue asesinado antes de las ocho. Rhyme no estaba contento. Una hora y media -al menos- es un tiempo muy largo para dejar sin protección la escena de un crimen. Se podían robar muchas evidencias, se podían añadir muchas otras. El chico podría haber violado y matado a la chica y escondido el cuerpo, luego podría haber vuelto para eliminar algunas pruebas y colocar otras que despistaran a los investigadores.

– ¿Usted mismo hizo las investigaciones? -le preguntó Rhyme a Mason.

– En un primer momento. Luego llegaron tres, cuatro policías al lugar. Peinaron el área muy concienzudamente.

¿Y sólo encontraron el arma del crimen? Dios todopoderoso… Sin mencionar el daño realizado por cuatro policías no familiarizados con la técnica de investigación de la escena del crimen.

– ¿Puedo preguntar -dijo Sachs- cómo saben que Garrett es el criminal?

– Yo lo vi -dijo Jesse Corn-. Cuando se llevaba a Lydia esta mañana.

– Eso no significa que matara a Billy y secuestrara a la otra chica.

– Oh -dijo Bell-. Las huellas dactilares las obtuvimos de la pala.

Rhyme asintió y dijo al sheriff:

– ¿Y sus huellas estaban archivadas a causa de arrestos previos?

– Correcto.

Rhyme dijo:

– Ahora contadme lo de esta mañana.

Jesse habló primero.

– Era temprano. Justo después de la salida del sol. Ed Schaeffer y yo estábamos vigilando la escena del crimen por si a Garrett se le ocurría volver. Ed estaba al norte del río, yo estaba al sur. Lydia aparece por el lugar para poner unas flores. La dejo sola y vuelvo al coche. Supongo que no tendría que haberlo hecho. Lo siguiente que sé es que Lydia está gritando y veo que los dos desaparecen por el Paquo. Se han ido antes de que yo pueda encontrar un bote o algo que me permita cruzar. Ed no contestaba a su radio. Yo estaba preocupado por él y cuando llegué allí lo encontré al borde de la muerte por las picaduras. Garrett había puesto una trampa.

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