• Пожаловаться

Andrew Gross: Código Azul

Здесь есть возможность читать онлайн «Andrew Gross: Código Azul» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Триллер / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Andrew Gross Código Azul

Código Azul: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Código Azul»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El FBI lo llama código azul: cuando se sospecha que la identidad del testigo ha sido descubierta, cuando ha dejado la seguridad del programa, cuando no se sabe si está muerto o vivo… La vida de Kate se convierte en una pesadilla cuando descubre que su padre está involucrado en el caso judicial contra un poderoso cartel de narcos. Todos los miembros de su familia se convierten en testigos protegidos: han de dejar atrás su casa, su ciudad, sus trabajos, sus amigos… toda su vida. Kate se niega a entrar en el programa, aunque eso signifique separarse de los que más quiere. Una vez sola, comienza a descubrir que el FBI y su propio padre le están ocultando algo. Y que a veces, los que tenemos más cerca son los que más hemos de temer. Andrew Gross nos sumerge en el oscuro y peligroso mundo de los testigos protegidos, donde el engaño impregna todos los aspectos de la vida y cualquier paso en falso puede ser el último.

Andrew Gross: другие книги автора


Кто написал Código Azul? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Código Azul — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Código Azul», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¡No! -Raab se levantó de un salto, esta vez con la mirada ardiente y desafiante-. No tengo nada que ver con eso. Lo juro. Suministro oro. Nada más. Tengo un contrato. Victor Concerga vino a mí, como muchos otros. Si lo que pretende es asustarme, muy bien, ya lo ha conseguido. ¡Le ha salido bien! Pero colombianos… Mercado… -Negó con la cabeza-. De eso nada. ¿Qué demonios se ha creído que está pasando aquí?

Booth se limitó a frotarse la mandíbula, como si no hubiera oído ni una palabra de lo que había dicho Raab.

– Cuando vino a verle el señor Concerga, señor Raab, ¿qué fue lo que dijo que quería hacer exactamente?

– Dijo que necesitaba comprar oro, que quería fabricar con él ciertos objetos.

– ¿Y cómo es que para hacerlo primero se lo presentó a Argot Manufacturing?

Raab retrocedió. Ahora veía muy claro adónde iba a parar todo aquello. Argot pertenecía a su amigo, Harold. Él los había presentado.

Y hacía años que Raab recibía un pago generoso como artífice del trato.

Fue entonces cuando Nardozzi, el letrado del Departamento de Justicia que hasta entonces se había mantenido en silencio, se inclinó hacia delante y dijo:

– Entiende el concepto de blanqueo de dinero, ¿no es verdad, señor Raab?

4

Raab se sentía como si le hubieran propinado un puñetazo en el estómago. Se puso completamente pálido.

– ¡No sabía nada! -exclamó. De repente, el sudor había empezado a empaparle la camisa por detrás-. Está bien, acep… acepté pagos de Argot -tartamudeó-. Era más bien una comisión, no un soborno. No era más que un intermediario; es una práctica habitual. Pero juro que no tenía ni idea de lo que hacían con el oro. Esto es de locos. -Buscó una mirada comprensiva en los rostros de los agentes-. Hace veinte años que me dedico a esto…

– Veinte años. -Ruiz cruzó las manos sobre el vientre y se inclinó hacia atrás-. En algún momento volveremos sobre esa cifra. Pero de momento… ¿dice que Concerga lo vino a ver primero?

– Sí. Dijo que quería fabricar artículos de oro -asintió Raab-, que yo constaría como su agente si encontraba a alguien, que sería muy lucrativo. Lo puse en contacto con Harold. Ni siquiera había oído hablar de BKA Investments. Ni de Trujillo. Harold es un buen hombre; lo conozco desde que empezamos a dedicarnos a esto. Necesitaba trabajo y punto.

– Conoce la ley RICO, ¿verdad, señor Raab? -El fiscal federal abrió su maletín-. ¿O la ley antiterrorista, la Patriot Act?

– RICO… -Raab palideció-. Eso es para mafiosos. ¿La ley antiterrorista? ¿Quién demonios se cree que soy?

– Según la ley RICO, tener conocimiento de la existencia de una empresa delictiva o de una pauta de comportamiento que sugiera participación en una constituye por sí mismo un delito grave, y su papel como agente en el acuerdo entre Paz y Argot, por no hablar del torrente de pagos ilícitos que ha recibido de ellos durante varios años, lo deja bien claro.

– Permítame recordarle también, señor Raab, que, desde 2001, según la ley antiterrorista, es ilegal no declarar los cheques por un valor de más de veinte mil dólares procedentes de cualquier entidad extranjera.

– ¿La ley antiterrorista? -A Raab se le había disparado la rodilla arriba y abajo, como un martillo neumático-. ¿De qué demonios me hablan?

– De lo que hablamos -interrumpió el agente especial Booth, rascándose con indiferencia los cortos cabellos pelirrojos de la sien- es de que la ha cagado a base de bien, señor Raab (disculpe mi falta de delicadeza), y ahora mismo, más le valdría empezar a pensar en cómo salir de ésta.

– ¿Salir de ésta?

Raab sintió el calor de la sala bajo el cuello de la camisa. Por un momento, vio a Sharon y los niños. ¿Cómo reaccionarían? ¿Cómo iba tan siquiera a comenzar a explicar…? Sintió que la cabeza empezaba a darle vueltas.

– No tiene muy buena cara, señor Raab -dijo el agente Ruiz, como si le preocupara.

Se levantó y le sirvió un vaso de agua.

Raab dejó caer la frente entre las manos.

– Creo que ahora necesito a mi abogado.

– Oh, no le hace falta abogado. -El agente al cargo Booth lo miraba fijamente, con los ojos muy abiertos-. Para salir de ésta, lo que le hace falta es todo el puto Departamento de Justicia.

Ruiz volvió a la mesa y alargó el agua a Raab.

– Naturalmente, tal vez todavía haya un modo de que salve el pellejo.

Raab se pasó las manos por el cabello. Bebió un sorbo de agua y se refrescó la frente.

– ¿Un modo?

– Sí, un modo de que no se pase los próximos veinte años en una prisión federal -respondió Booth, sin esbozar ni una sonrisa.

Raab sintió una punzada de dolor en el estómago. Tomó otro sorbo de agua, conteniendo una mezcla de mucosidad y lágrimas calientes.

– ¿Cómo?

– Concerga, señor Raab. Concerga lleva hasta Ramírez y hasta Trujillo. Ya lo ha visto en las películas; aquí también funciona así. Usted nos ayuda a subir peldaños y nosotros encontramos la manera de hacer desaparecer las cosas. Naturalmente, como comprenderá -añadió el agente del FBI, meciéndose hacia atrás y encogiendo los hombros con indiferencia-, su amiguito Harold Kornreich también entra en el lote.

Raab se quedó mirándolo fijamente sin comprender. Harold era amigo suyo. Él y Audrey habían asistido al bar mitzvah de Justin. Acababan de admitir en Middlebury a su hijo Tim. Raab negó con la cabeza.

– Hace veinte años que conozco a Harold Kornreich.

– El ya está acabado, señor Raab -respondió Booth, poniendo los ojos en blanco-. No querrá que le hagamos las mismas preguntas que le hemos hecho a usted sobre él.

Ruiz rodeó la mesa sin levantarse de la silla con ruedas en que estaba sentado y la acercó a Raab, como si fueran colegas.

– Vive usted bien, señor Raab. En lo que debe pensar es en cómo conseguir que eso no cambie. He visto las fotos que tiene en el despacho. No sé qué tal le sentarían veinte años en una prisión federal a una familia tan agradable como la suya.

– ¡Veinte años!

Ruiz se echó a reír.

– ¿Lo ve? Ya le he dicho que volveríamos sobre esa cifra.

A Raab se le hinchó el pecho de ira. Se levantó de un salto, y esta vez lo dejaron. Fue hasta la pared y empezó a golpearla con el puño; luego se detuvo. Se volvió de nuevo.

– ¿Por qué me hacen esto? Lo único que hice fue presentar a dos personas. La mitad de los que trabajan en la Sexta Avenida habría hecho lo mismo, joder. Me ponen la ley antiterrorista delante de las narices, me proponen que incrimine a mis amigos… Yo sólo compré el oro. ¿Quién demonios se creen que soy?

No dijeron nada. Si limitaron a esperar a que Raab volviera lentamente a la mesa. Le escocían los ojos; se dejó caer en la silla y se los secó con las palmas de las manos.

– Tengo que hablar con mi abogado ahora.

– Si usted quiere que lo representen, es su decisión -respondió Ruiz-. Sea como sea, está perdido, señor Raab. Lo mejor que puede hacer es hablar con nosotros y acabar con esto. Pero antes de hacer esa llamada, hay una última cosa a la que tal vez le gustaría echar un vistazo.

– ¿Y qué es? -preguntó Raab fulminándolo con la mirada, cada vez más y más frustrado.

El agente del FBI sacó otra foto del expediente y la deslizó al otro lado de la mesa.

– ¿Y esta cara, señor Raab? ¿Le suena?

Raab la cogió. Se quedó mirándola, casi con respeto, y palideció.

Ruiz empezó a mostrar una serie de fotos. De vigilancia, como antes. Sólo que esta vez eran de él. Junto a un hombre bajo y fornido de bigote fino, medio calvo. Una la habían hecho a través de la ventana de su propio despacho, desde el otro lado de la calle. En otra estaban los dos en el China Grill, almorzando. A Raab se le cayó el alma a los pies.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Código Azul»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Código Azul» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Rosa Regàs: Azul
Azul
Rosa Regàs
Tatiana Rosnay: La casa que amé
La casa que amé
Tatiana Rosnay
Charlaine Harris: El Día del Juicio Mortal
El Día del Juicio Mortal
Charlaine Harris
Susan Mallery: Dulces problemas
Dulces problemas
Susan Mallery
Alice Sebold: Desde Mi Cielo
Desde Mi Cielo
Alice Sebold
Отзывы о книге «Código Azul»

Обсуждение, отзывы о книге «Código Azul» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.