«Tiene que haber alguien que sepa algo o que viera u oyera algo -declaró Ritz en una entrevista telefónica-. Seis tipos no desaparecen sin que nadie sepa nada. Necesitamos que alguien dé un paso adelante.»
Como explicó Ritz, los casos de personas desaparecidas son numerosos. El hecho de que estos seis hombres fueran a Nevada por negocios o placer y que nunca regresaran a sus domicilios hace que el caso sea diferente.
La publicidad llega en un momento en que Las Vegas está redefiniendo una vez más su imagen. Ya ha pasado la estrategia de marketing que vendía la ciudad de neón como un destino familiar. El pecado ha vuelto. En los últimos tres años numerosos clubes donde actúan bailarinas desnudas o semidesnudas han recibido licencia, y muchos de los casinos del legendario Strip han producido espectáculos exclusivamente para adultos. Se han erigido vallas publicitarias con desnudos que han atraído la ira de algunos activistas de la comunidad. Todo ello ha contribuido a cambiar la fisonomía de la ciudad. Una vez más está siendo publicitada como un lugar de ocio para adultos al que acudir dejando a los niños en casa.
Como apuntan las recientes refriegas suscitadas por las vallas publicitarias, el cambio no ha sentado bien a todo el mundo y son muchos los que especulan con que la desaparición de estos seis viajeros podría de algún modo estar relacionada con el retorno de la ciudad a un clima de tolerancia absoluta.
«Afrontémoslo -dijo Ernie Gelson, columnista del Las Vegas Sun-, lo intentaron con la diversión para toda la familia y no funcionó. La ciudad ha vuelto a lo que funciona. Y lo que funciona es lo que da dinero. Ahora bien, ¿es ése el eslabón perdido que relaciona a estos seis individuos? No lo sé. Quizá nunca lo sabremos.»
Aun así, Gelson no se siente cómodo saltando a una conclusión que vincularía a los hombres desaparecidos con el cambio de imagen de Las Vegas.
«En primer lugar, hay que recordar que no todos ellos desaparecieron de Las Vegas -dijo-. En segundo lugar, en este momento no hay suficientes datos que sostengan ninguna hipótesis. Creo que hemos de sentarnos y esperar a que se resuelva el misterio antes de subirnos a ningún carro.»
Los hombres desaparecidos son:
– Gordon Stanley, 41, de Los Ángeles, desaparecido desde el 17 de mayo de 2001. Se registró en el hotel y casino Mandalay Bay de Las Vegas, pero no llegó a dormir en esa cama y su maleta no llegó a deshacerse. Está casado y tiene dos hijos.
– John Edward Dunn, 39, de Ottawa, Canadá, que viajaba desde su residencia a Los Ángeles en unas vacaciones. Nunca llegó a su pretendido destino, la casa de su hermano en Granada Hills. La autocaravana de nueve metros de Dunn fue hallada el 29 de diciembre de 2001 en un parque de caravanas de Laughlin, 20 días después de su prevista llegada a Granada Hills.
– Lloyd Rockland, 61, desapareció de Las Vegas el 17 de junio de 2002. Su vuelo de Atlanta llegó al aeropuerto internacional McCarran a las 11 de la mañana. Alquiló un coche en Hertz, pero no llegó a registrarse en el MGM Grand, donde tenía una reserva. Su coche fue devuelto al centro de alquiler de vehículos de Hertz en el aeropuerto a las 14 horas del día siguiente, pero nadie parece recordar que fuera el padre de cuatro hijos y abuelo de tres nietos quien lo devolvió.
– Fenton Weeks, 29, de Dallas, Tejas. Su desaparición se denunció el 25 de enero de 2003, después de que no regresara de un viaje de negocios a Las Vegas. La policía determinó que se registró en el Golden Nugget, en el centro de Las Vegas, y el primer día asistió a una exposición de electrónica que se celebraba en el centro de convenciones de la ciudad; sin embargo, no asistió ni el segundo ni el tercer día. Su mujer denunció su desaparición. No tiene hijos.
– Joseph O'Leary, 55, de Berwyn, Pensilvania, desapareció el 15 de mayo del año pasado del Bellagio, donde se hospedaba con su esposa. Alice O'Leary dejó a su marido en el casino jugando al blackjack mientras ella se fue a pasar el día al balneario del hotel. Varias horas después su marido no había regresado a la suite.
La desaparición de O'Leary, corredor de bolsa, se denunció al día siguiente.
– Rogers Eberle, 40, de Los Ángeles, desapareció el 1 de noviembre, cuando disfrutaba de un día libre de su trabajo como diseñador gráfico en los estudios Disney de Burbank. Su coche se encontró en el aparcamiento exterior del casino Buffalo Bill de Primm, Nevada, justo en el límite con la frontera de California, en la interestatal 15.
Los detectives reconocieron que hay pocos indicios en la investigación. Apuntan al coche alquilado por Rockland como posiblemente la mejor pista de la que disponen. El vehículo fue devuelto 27 horas después de que fuera alquilado por el hombre desaparecido. Había recorrido 528 kilómetros en ese periodo, según los registros de Hertz. La persona que lo dejó en el centro de devolución del aeropuerto lo hizo sin esperar recibo y sin hablar con ningún empleado de Hertz.
«Simplemente entraron, salieron del coche y se fueron -dijo Ritz-. Nadie recuerda nada. Procesan alrededor de un millar de coches al día en ese centro. No hay cámaras ni más registro que el recibo del alquiler.»
Y son esos 528 kilómetros los que interesan a Ritz y los otros detectives.
«Son muchos kilómetros -declaró el detective Peter Echerd, compañero de Ritz-. Ese coche podría haber ido a un montón de sitios. Imagine doscientos sesenta y cuatro kilómetros de ida y otros tantos de vuelta y tiene un enorme círculo para cubrir.»
No obstante, los investigadores están tratando de hacer justamente eso, con la esperanza de que sus esfuerzos permitan descubrir una pista que reduzca el círculo y posiblemente conduzca a la solución del caso de los seis hombres de familia desaparecidos.
«Es duro -dijo Ritz-. Estos tipos tenían familias y estamos haciendo todo lo posible por ellos, pero por el momento tenemos muchas preguntas y ninguna respuesta.»
El artículo estaba bien compuesto, con el característico método del Times de buscar un mayor significado en una historia que la historia en sí: en este caso, la especulación de que la desaparición de los seis hombres era sintomática de la última permutación de Las Vegas en patio de recreo para adultos. Me recordó una ocasión en la que estaba trabajando en un caso en el cual un hombre que era dueño de un garaje de automóviles desconectó el sistema hidráulico de un elevador y un Cadillac de tres toneladas cayó y aplastó a su compañero de muchos años que estaba debajo. Un periodista del Times llamó para interesarse por los detalles para un artículo y me preguntó si el asesinato era sintomático de los aprietos económicos que hacen que un socio se vuelva contra otro. Le dije que no, que creía que era sintomático de que a un tipo no le gustaba que su socio se tirara a su mujer.
Al margen de implicaciones más amplias, la historia era un anzuelo. Estaba claro. Yo había hecho lo mismo con la misma periodista en mi época en el departamento. Ritz estaba buscando información. Puesto que la mitad de los hombres desaparecidos o bien eran de Los Ángeles o bien se dirigían a Los Ángeles, por qué no llamar al Times , urdir un artículo con la periodista de sucesos y ver qué o quién surgía.
Uno de los que surgió fue Terry McCaleb. Obviamente leyó el artículo el 7 de enero, el día que se publicó, porque su primer conjunto de notas en la solapa de la carpeta estaban fechadas ese día. Las notas eran breves y crípticas. Encima de la solapa estaba el nombre de Ritz y un número de teléfono con el prefijo 702. Debajo de esto, McCaleb había escrito:
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