Minette Walters - Donde Mueren Las Olas

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Ni tan siquiera el ensordecedor ruido de las hélices del helicóptero parece capaz de romper la pesada calma que se cierne sobre un tranquilo pueblo costero situado al sur de Inglaterra. Unos pocos curiosos, desde los acantilados o desde los escasos veleros fondeados en 1a bahía, aplauden lo que creen es el final feliz del rescate de una joven atrapada en una playa abrupta y de difícil acceso. En realidad, la mujer ha sido asesinada y, según todos los indicios, torturada y violada. Su desnudo cuerpo no arroja pista alguna sobre su identidad. El agente Nick Ingram, encargado de la investigación, recela enseguida de un joven actor que paseaba por el lugar de los hechos. El posterior descubrimiento de sus relaciones con la víctima, así como sus actividades en el campo de la pornografía para costearse su lujoso tren de vida, hará que todo le señale como el principal sospechoso.
Pero al mismo tiempo, en el puerto de un cercano pueblo, aparece una niña de tres años con aspecto de haber sido abandonada y con una preocupante actitud de desconfianza y ensimismamiento. La llegada del padre conducirá también hasta la mujer de la playa, que es, en realidad, la madre de la niña. A la policía tampoco le pasa por alto que la pequeña se siente aterrorizada cada vez que su padre se le acerca; un dato revelador que se suma a otras oscuras circunstancias, como el hecho de que el marido no posea una coartada sostenible. Será necesario algo más que arduas investigaciones para conseguir desvelar los aspectos más oscuros y secretos de las vidas de los allegados a la víctima y para localizar las claves que permitan desvelar la identidad del asesino.

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Se detuvieron en el umbral del salón. William estaba sentado en una butaca, con el teléfono en el regazo; llevaba varios días sin afeitarse y tenía los ojos enrojecidos e hinchados de llorar y de no dormir. Galbraith lo miró y admitió que en parte era responsable de haber llevado a aquel hombre hasta el abismo. Podía justificar su intromisión en los asuntos privados de William y Kate, pero aquella lógica era demasiado fría. Podía haber sido más amable, pensó -siempre se podía ser más amable-, pero desgraciadamente la amabilidad raramente desvelaba la verdad.

Le apretó el hombro a Angela Sumner y dijo:

– ¿Le importaría prepararnos una taza de té? -Se apartó para que la anciana pudiera retroceder con la silla de ruedas-. Me gustaría charlar un rato a solas con William, si a usted no le importa.

Ella asintió y dijo:

– Esperaré fuera. Ya me avisarán.

Galbraith cerró la puerta del salón.

– Hemos cogido al asesino de Kate, William -dijo, y se sentó enfrente de William-. Steven Harding ha sido acusado de su rapto, violación y asesinato, y en breve será conducido a prisión para esperar la fecha del juicio. Quiero que sepa que Kate hizo todo lo que pudo para salvarse y para salvar a Hannah. -Escrutó el rostro de William, pero al no ver en él reacción alguna, prosiguió-. No voy a engañarle diciéndole que no tuvo relaciones sexuales con Harding antes de los sucesos de la semana pasada, porque sí las tuvo. Con todo, no fue más que una breve aventura que tuvo lugar hace unos meses, después de lo cual Harding llevó a cabo una larga campaña para sacársela de encima. Sin embargo, y esto es importante -disfrazó la verdad a favor de Kate-, es evidente que ella decidió poner fin a la relación cuando se dio cuenta de que su matrimonio era más importante que un entusiasmo pasajero con un hombre más joven que ella. La desgracia de Kate consistió en no reconocer en Steven Harding a un egocéntrico inmaduro al que debería haber temido. -Hizo otra pausa y concluyó-: Se sentía muy sola, William.

Sumner contuvo un sollozo.

– La he odiado tanto… Comprendí que él era algo más que un amigo cuando Kate me dijo que no quería volver a verlo en nuestra casa. Al principio coqueteaba con él; luego empezó a hablar mal de él y a insultarlo. Deduje que él se había cansado de ella.

– ¿Fue entonces cuando Steve le enseñó aquellas fotografías?

– Sí.

– ¿Por qué cree que lo hizo, William?

– Dijo que quería que yo se las enseñara a Kate, pero…

Galbraith recordó lo que Tony había dicho la noche anterior: «El único motivo por el que Steve hace pornografía es que sabe que los tipos que verán sus fotografías son unos indecentes. Como no tiene ninguna manía sexual, se excita pensando en esos tipos que se masturban con fotos suyas».

– Pero lo que quería, en realidad, era enseñárselas a usted, ¿no?

Sumner asintió.

– Quería demostrarme que Kate prefería acostarse con cualquiera, incluso con un homosexual, antes que conmigo. -Empezaron a correrle lágrimas por las mejillas-. Supongo que ella le había contado a todo el mundo que yo no era muy bueno en la cama. Yo le dije que no me interesaba ver aquellas fotografías, y entonces él puso la revista encima de la mesa y me dijo -cerró los ojos, como si quisiera protegerse de aquel recuerdo-: «Haz lo que quieras con ellas».

– ¿Le dijo Harding que se había acostado con Kate?

– No hizo falta que me lo dijera. Cuando vi que cogía a Hannah en brazos en la calle, imaginé que algo pasaba. Yo nunca he podido coger a Hannah en brazos, porque la niña no me deja. -Seguían brotándole lágrimas.

– ¿Qué le dijo, William?

– Que Kate le estaba amargando la vida, ensuciándole el coche con los pañales de Hannah, y que si no la convencía de que dejara de hacerlo iría a la policía.

– ¿Y usted le creyó?

– Kate era así -dijo con voz temblorosa-. Sabía ser muy desagradable cuando no conseguía lo que quería.

– ¿Le enseñó usted la revista a Kate?

– No.

– ¿Qué hizo con ella?

– La guardé en el coche.

– ¿Por qué?

– Para mirarla… Para recordar… -Apoyó la cabeza en el respaldo de la butaca y miró el techo-. Para tener algo que odiar, supongo.

– ¿Le habló a Kate de ello?

– No. No tenía sentido comentárselo. Ella me habría mentido.

– Entonces ¿qué hizo?

– Nada -contestó William-. Hice como si nada hubiera pasado. Trabajaba hasta tarde, me encerraba en mi estudio, esquivaba a Kate… Mire, no podía pensar. No dejaba de preguntarme si el bebé sería mío. -Se volvió y miró al policía-. ¿Era mío?

– El forense calculó que el feto era de catorce semanas, lo cual significa que fue concebido a principios de mayo; pero la relación de Kate con Harding acabó a finales de marzo. Si quiere una prueba definitiva, puedo pedirle al forense que realice un análisis de ADN, pero yo no creo que haya duda de que el niño que Kate iba a tener era suyo. Kate no se acostaba con el primero que se lo proponía. -Hizo una pausa para que William asimilara aquella información-. Pero no cabe duda de que Steven Harding la acusó falsamente de acoso. Sí, en una ocasión Kate arremetió contra él por despecho, pero seguramente lo hizo porque estaba enfadada consigo misma por haberse dejado engañar por Harding. El verdadero culpable es un amigo de Harding. Kate había rechazado sus proposiciones, y él la utilizó como escudo para vengarse, sin sospechar el peligro en que podía poner a Kate.

«Jamás pensé que él pudiera hacerle ningún daño. ¡Ostras! ¿Cree que yo quería que la mataran? Ella era un persona muy triste y solitaria, un aburrimiento de mujer. Si vibraba por algo, lo disimulaba muy bien. Mire, sé que esto no suena muy bien, y no me enorgullezco de ello, pero la reacción de Steve me pareció muy divertida. Estaba cagado. Eso de que se escondía en las esquinas es muy cierto. Steve creía que Kate le iba a atacar en medio de la calle. No paraba de hablar de la película Atracción Fatal, y decía que el error de Michael Douglas era no dejar morir al personaje de Glenn Close cuando intentaba suicidarse.

»-¿Por qué no nos lo contó antes? -preguntó Carpenter.

»-Porque antes de meterte en un lío tienes que estar convencido de que la persona a la que estás acusando es culpable. A mí jamás se me habría ocurrido que Steve pudiera tener algo que ver con todo esto. No le gusta la violencia.

»-Pero las violaciones sí, ¿no? Vamos a ver, ¿se le ocurre algo o alguien que su amigo no haya violado? La hospitalidad, la amistad, el matrimonio, mujeres, niñas, un montón de leyes… ¿Nunca se le ocurrió que una persona tan egoísta como Steven Harding, tan poco preocupada por los sentimientos de los demás, pudiera representar un peligro para una mujer que él consideraba que le había estado amargando la existencia?»

Sumner seguía contemplando el techo, como si su blanca superficie ocultara todas las respuestas.

– ¿Cómo consiguió Harding llevar a Kate a su barco, si a ella ya no le interesaba? -preguntó-. Usted dijo que nadie la vio con él después de que hablaran delante del Tesco.

«Me sonrió como si no hubiera pasado nada -les había explicado Harding-, me preguntó cómo estaba y cómo me iba el trabajo. Yo contesté que no sabía cómo se atrevía a dirigirme la palabra después de lo que me había hecho, y ella rió y dijo que no fuera infantil. “Tú me enseñaste a valorar a William, y si yo no te guardo rencor, ¿por qué vas a guardármelo tú a mí?” Le respondí que ella sabía perfectamente por qué le guardaba rencor, y ella se enfadó. “Te he pagado con la misma moneda. Eres pura mierda”, me dijo. Y entonces se marchó. Creo que eso fue lo que me enfureció. No soporto que me dejen plantado. Pero yo sabía que la dependienta del Tesco me estaba mirando, así que crucé High Street, y bajé por detrás de los tenderetes del mercado de la otra acera, sin quitarle la vista de encima a Kate. Lo único que quería era hablar con ella, desahogarme, decirle que tenía suerte de que no la hubiera denunciado…»

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