– No teníais por qué molestaros -dijo ella-.
– No, eres tú la que se ha dado la molestia -cogió la lista que ella le entregaba-. Veamos. Son… cuatro páginas… con todo perfectamente detallado.
– El fax no estaba tan claro, con los nombres de las revistas abreviados y anotaciones a mano con lápiz o bolígrafo, así que decidí ponerlo en limpio.
– Habrás tardado un buen rato.
– Si te digo la verdad, todavía no he comido.
– ¿En serio? Yo tampoco, sólo un bocadillo esta mañana.
– Deberías aprender a cuidarte, camarada inspector jefe.
– Tiene razón, camarada Wang -terció Xiao Zhou mientras se volvía con una gran sonrisa en los labios-. Nuestro inspector jefe es un maniático del trabajo. De verdad necesita que alguien lo cuide.
– Pues -dijo él sonriendo-, en la esquina de la calle Xizhuang hay un pequeño restaurante de fideos. Creo que se llama La Pequeña Familia. Los fideos están buenos y no es demasiado ruidoso. Podemos hablar de la lista mientras comemos.
– A mí me parece bien.
Xiao Zhou, acompáñanos.
No, gracias -negó enérgicamente con la cabeza-. Acabo de comer. Esperaré afuera y me daré una buena siesta en el coche. Anoche estuvimos jugando una partida de mahjong hasta las tres de la madrugada. ¡Que aprovechen!
El establecimiento había cambiado. Chen lo recordaba como un local familiar de cuatro o cinco mesas. Ahora tenía un aire más tradicional, a la moda. Las paredes estaban revestidas de encina y largos rollos de seda con dibujos, y caligrafía clásica china colgaban de ellas. También había un largo mostrador de caoba decorado con una enorme tetera de latón y un despliegue impresionante de otras más pequeñas y tazas de cerámica.
Enseguida los atendió una camarera joven y atractiva, una chica delgada y de andar ligero, vestida con una falda de seda roja brillante, cuyo corte pronunciado dejaba ver unos muslos aceitunados. Los condujo a una mesa en un rincón.
Él pidió fideos con pollo y una buena ración de cebolleta picada y ella, anguilas fritas, un plato de fideos y una botella de agua Shan Lao. Se quitó la chaqueta y la dejó sobre el respaldo de la silla, y luego se desabrochó el primer botón de su blusa de seda. Chen observó que no llevaba la alianza en la mano izquierda.
– Te lo agradezco mucho -dijo-.
No examinó la lista. Ya lo haría en la biblioteca. Le tomó la mano a Wang y le dio unos golpecitos.
– ¿ Sabes quién es Wu Xiaoming? -preguntó ella sin retirar la mano-.
– Sí, lo sé.
– ¿Y piensas seguir adelante con la investigación?
– Soy policía, ¿no?
– Un "poli" increíblemente romántico que cree en la justicia -repuso Wang-. Tendrás que andar con mucho cuidado en este caso.
– Lo haré. Ya sé que te inquietas por mí.
Ella le sostuvo la mirada, aunque sin desafiarlo. A esa hora eran los únicos clientes, y sentados en un rincón, parecían encerrados en una burbuja de intimidad.
– Tendrían que haber puesto velas en la mesa -dijo ella-para acompañar tu estado de ánimo.
– ¿Qué te parece cenar en mi casa mañana por la noche? -preguntó Chen-. Pondré velas.
– ¿Una cena para celebrar tu participación en el seminario?
– No, eso es en octubre.
– ¡Vaya!, mucha gente se preguntará qué hace nuestro inspector jefe… cenando a la luz de las velas.
Chen tuvo que reconocer para sus adentros que Wang tenía razón. En ese momento, una aventura con ella no era lo más conveniente.
– ¿Qué sentido tiene ser inspector jefe si no puedo cenar a la luz de la vela con una amiga?
– Pero tú tienes una carrera muy prometedora por delante, camarada inspector jefe. Esa oportunidad no se presenta a todo el mundo.
– Intentaré ser discreto.
– Me temo que venir al restaurante en un Mercedes oficial -replicó-no es la mejor manera de ser discreto.
Al llegar los platos, no hizo falta decir nada. Los fideos estaban tan buenos como él recordaba. La cebolleta en la sopa olía de maravilla. A ella también le había gustado, y se limpió el sudor de la frente con una servilleta de papel rosada. Después, Chen compró un paquete de Kent en el mostrador.
– No son para mí -explicó y se los entregó a Xiao Zhou-.
– Gracias, pero no tiene por qué molestarse, camarada inspector -respondió éste-. Por cierto, el superintendente Zhao se jubilará a fin de año, ¿lo sabía?
– No, pero gracias por la información.
Se sentaron juntos en el asiento trasero. Chen se sentía feliz con sólo sentir el roce de su hombro mientras el coche avanzaba. No hablaron demasiado. Wang dejó que le tomara la mano. Pasaron junto a la cúpula negra del nuevo estadio municipal y luego siguieron bordeando el parque de la Paz. Xiao Zhou les explicó que tenía que tomar ese desvío porque ahora había varias calles por donde se circulaba en una sola dirección. Tardarían mucho más en llegar, pero el inspector jefe Chen no tenía de qué quejarse.
Al cabo de un rato demasiado corto, Wang pidió a Xiao Zhou que se detuviera. Frente a ellos estaba la fábrica de separadores sobre la que debía escribir un reportaje.
– Gracias por haberme traído -dijo Wang-.
– Gracias a ti por la oportunidad de traerte.
Cuando volvió a la Biblioteca, ya eran las tres y media. Le dijo a Xiao Zhou que retornase a la oficina. No tenía ni idea de cuánto tardaría con la nueva lista. Era impresionante, incluía la mayor parte de los periódicos y revistas, conteniendo información detallada con fechas y números de páginas; además, figuraban los premios que había ganado Wu.
La investigación de la tarde fue mucho más productiva. Tres horas de lectura arrojaron toda una revelación: por lo visto, Wu Xiaoming era un fotógrafo bastante prolífico que publicaba sus fotografías en toda la prensa escrita, desde las grandes revistas hasta en las de segundo o tercer nivel. La temática también era variada, si bien se podían clasificar en dos grandes categorías. La primera era política. Gracias a su familia, Wu tenía acceso a numerosas personalidades que no se negaban a que sus fotografías fueran publicadas. Podían ser un símbolo de su permanencia en el poder, y de paso, contribuir a la carrera de Wu. La segunda podía definirse como artística, en la que daba fe de una gran pericia técnica. Wu solía realizar series de fotos en las que abordaba el mismo motivo desde diferentes perspectivas. Al parecer, disfrutaba componiendo esas "secuencias temáticas". Una de ellas era una colección de fotos de Guan publicadas en el vespertino Xingming. Se la veía en el trabajo, en reuniones y en casa. En una aparecía cocinando, con un delantal bordado atado a la cintura y zapatillas rojas. Freía pescado y las gotas de sudor eran visibles en su frente. Desde luego, no se hallaba en su cocina, puesto que era un lugar espacioso y bien iluminado, con una bonita ventana semicircular por encima de la fregadera. La fotografía resaltaba el aspecto delicado y femenino de una trabajadora modelo de rango nacional, lo cual establecía un equilibrio con el resto del reportaje.
Los demás personajes retratados por Wu también eran muy conocidos en sus respectivos ámbitos. A Chen le agradó sobre todo la serie de Huang Xiaobai, un célebre calígrafo. El reportaje lo mostraba mientras trazaba el carácter chino cheng (un trazo horizontal, un punto, un trazo inclinado y otro vertical), como si cada movimiento representara una etapa diferente de su vida que culminase con el carácter que significa «el que dice la verdad».
Para sorpresa suya, encontró una serie de Jiang Weihe, una joven artista emergente que Chen había visto en varias ocasiones. En una de las fotografías se la veía trabajando. Vestía pantalones cortos que dejaban sus piernas al aire, y parecía absorta en su obra: la escultura de un fotógrafo desnudo, sosteniendo una cámara y enfocándole a ella. Se titulaba Creación, una composición original.
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