John Harwood - El Misterio De Wraxfor Hall

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El Misterio De Wraxfor Hall: краткое содержание, описание и аннотация

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Londres, década de 1880. La joven Constance Langton crece en un entorno familiar marcado por un padre distante y una madre en perpetuo luto por el hijo muerto. Tras acudir a una sesión de espiritismo con trágicas consecuencias, Constance se queda sola y lo único que recibe es una misteriosa herencia: la lúgubre mansión de Wraxford Hall, envuelta en una leyenda maldita.

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Aquellas palabras resonaron de un modo extraño, como si ya las hubiera escuchado antes.

– ¿Es que no lo ves? -grité-. ¡Eso es exactamente lo que le ocurrió a Nell! ¡He caído en la misma trampa…! Todo el mundo pensará que lo hemos matado dos veces…

Me interrumpí, apretando los puños hasta que las uñas se me clavaron en las palmas de las manos.

– Debes olvidarte de todo esto… -insistió Edwin- e intentar descansar. Sólo necesitas recordar lo siguiente: estabas en la biblioteca cuando oíste una explosión, y eso es todo lo que sabes. Y si guardas silencio en lo demás, estarás perfectamente a salvo.

Se levantó y atizó el fuego. Me daba vueltas la cabeza del cansancio y me dolía todo el cuerpo; y a pesar del temor de que se me congelara la sangre en las venas, caí en un vacío oscuro y sin sueños.

Aún crepitaba el fuego cuando me desperté, y por un momento pensé que simplemente había estado dormitando, hasta que vi la luz de la mañana en la ventana. La niebla se había levantado. Edwin no estaba en la habitación. Me levanté y eché el pestillo de la puerta, y me lavé como pude, intentando ahogar la voz que me susurraba: «¡Has asesinado a un hombre inocente!».

Encontré a Edwin abajo, en el desastre ruinoso del salón, investigando entre los escombros. Estaba de espaldas a la puerta y no me oyó llegar, así que lo observé desde las sombras mientras iba de acá para allá. Los escombros alcanzaban varios pies de altura, sobre todo en el extremo más alejado, esparcidos por todo el suelo, en medio de los restos aplastados y destrozados de sillas y muebles. Edwin se encontraba aproximadamente en mitad de la sala, cogiendo y lanzando por los aires los pequeños cascotes que encontraba, apartando los trozos más grandes y colocándolos cuidadosamente a un lado. Su respiración formaba pequeñas nubes, mezclándose con el polvo que se arremolinaba a su alrededor. Alcanzó un travesaño destrozado y se subió a él. Se produjo un deslizamiento y un temblor, y apareció una especie de grueso cilindro negro, y luego un brazo de metal y un hombro. Edwin se arrodilló junto a aquellos restos y vi que su rostro palidecía mortalmente. Un segundo después me vio.

– ¡Quédate ahí fuera…! Sí… me temo que sí es Davenant. Está… quemado, pero aún es perfectamente reconocible. Aún esperaba que realmente pudieras haberlo soñado. Apártate… No podemos hacer nada por él… El coche estará aquí inmediatamente…

Y mientras subíamos la gran escalinata por última vez, añadió:

– Debemos ser claros en todo esto: lo mejor, creo, será decirles… a la policía, quiero decir… lo mejor será decirles que tú estabas en la biblioteca, esperando a que yo regresara con el carbón… lo cual es perfectamente cierto; entonces, creíste que habías oído unos pasos en la galería que está al lado. Un instante después hubo una terrible explosión. Luego, bajaste las escaleras y me encontraste. Esta mañana, yo pensé que tendría que ver si había quedado alguien atrapado en el derrumbamiento, y fue entonces cuando lo encontré. Tú no sabes cómo llegó ese hombre ahí ni qué estaba haciendo ni cómo se produjo la explosión.

– Pero eso… te convertiría en cómplice, como me dijiste anoche.

– No. Estaba equivocado acerca de eso: yo estaba atrapado en la carbonera, después de todo, así que yo no cuento como testigo; yo sólo sé lo que tú me contaste… es decir, que oíste pasos y luego una explosión, y eso es todo lo que sabes.

– Pero si no… si no les decimos que era Magnus, será enterrado como Davenant, y Nell nunca quedará libre de…

– ¡Constance, por el amor de Dios! ¿Es que quieres que te encierren en un manicomio? Si le dices a la policía una sola palabra sobre Magnus, yo les diré que estás delirando por la conmoción… ¿y a quién piensas que creerán?

– Entonces, no te importa en absoluto que estemos haciendo algo malo…

– Lo único que me importa es protegerte de ti misma -dijo- y de la horca, probablemente.

Caía una lluvia fina cuando me volví para mirar la mansión por última vez, y vi la dentada hendidura del muro lateral, y el rígido cable que se retorcía como una serpiente sobre los montículos de la mampostería derruida… Después, la oscuridad de Monks Wood se cerró sobre nosotros. El viaje hasta Woodbridge transcurrió en el más absoluto silencio, mientras el frío se me metía en los huesos. Subí las escaleras de la oficina de la policía sintiéndome aturdida e indiferente ante mi destino, pero en vez de llevarme detenida, me hicieron pasar a una sala privada, me ofrecieron una silla junto al fuego y me agasajaron con un refrigerio mientras Edwin hablaba con el sargento, que aceptó su versión de los hechos sin hacer más preguntas. Una hora después ya estábamos en el tren hacia Londres, pero fue un viaje triste y sombrío. Ni siquiera nos atrevíamos a hablar de lo que decididamente ocupaba nuestros pensamientos, y nuestros esfuerzos por iniciar una breve conversación se apagaron entre las palabras que proferían los traqueteos interminablemente repetidos de las ruedas sobre los raíles: «Has asesinado a un hombre inocente… Has asesinado a un hombre inocente». Me pareció que la despedida de Edwin representó un alivio para ambos en aquel momento.

La reacción de mi tío, una vez que superó su asombro al verme tan sucia y desarreglada, en el recibidor de Elsworthy Walk, fue incluso peor de lo que me había temido.

– ¡Quedarte sola con el señor Rhys! -dijo con frialdad-. Has puesto en peligro tu vida y has arruinado tu reputación… ¿Qué crees que estará diciendo de ti el resto de la gente que fue con vosotros? Y, para rematarlo, te has involucrado en la muerte de ese hombre llamado Davenant… No me cabe la menor duda de que pronto tendremos a los periodistas aporreando la puerta. Y, respecto al señor Rhys, puedes decirle que es persona non grata en esta casa. Francamente, creí que tenías conciencia moral, pero ya veo que estaba gravemente equivocado.

Sólo podía estar de acuerdo con él. Me retiré a mi habitación como una niña castigada, allí permanecí tumbada y despierta durante largas horas, con los ojos abiertos en la oscuridad, hasta que me levanté y encendí la vela, y comencé a pasear por la habitación con una angustia peor que cualquier cosa que hubiera tenido que soportar desde la muerte de mi madre. Pensé que si al menos pudiera estar completamente segura de que era Magnus a quien había matado… Si fuera Magnus, al menos me podría dormir… De lo contrario, debería entregarme a la policía… pero no podía hacerlo sin implicar a Edwin. Una y otra vez reviví aquellos aterradores instantes en la mansión, pero las dudas se mantenían vivas: quizá él había temido realmente por mi seguridad; podría haber encontrado el camino de la casa incluso a pesar de la niebla; y tal vez había descubierto el túnel por casualidad; y acaso no supiera que yo estaba allí hasta que no vio el jirón de tela en la armadura… No. Mi única esperanza era encontrar a alguien que pudiera identificar a Davenant como Magnus y, puesto que él había engañado a todo el mundo durante veinte años, tendría que ser alguien que lo hubiera conocido muy bien. «Si John Montague no se hubiera ahogado», pensé con amargura, «podría haberme salvado…».

Había otra persona que podía reconocerlo… aparte de la propia Nell: Ada Woodward, que nunca me había contestado, aunque aquello no resultaba muy sorprendente: la noticia de que Nell era sospechosa de haber asesinado a su propia hija y a su marido debía de haber resultado un verdadero espanto. Y, desde luego, se habían ido distanciando incluso desde antes de que aquello sucediera. ¿Qué había dicho Nell en su diario al respecto…? «Incluso aunque Ada y yo siguiéramos siendo amigas, ella y George no podrían acogernos: Clara y yo somos legalmente posesiones de Magnus, y él podría reclamarnos inmediatamente».

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