Carlos Sisí - Hades Nebula

Здесь есть возможность читать онлайн «Carlos Sisí - Hades Nebula» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Hades Nebula: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Hades Nebula»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tras sobrevivir a la devastadora pandemia que ha asolado el mundo y con la esperanza de ahondar en el misterio del Necrosum, el pequeño grupo de supervivientes de Carranque llega finalmente a la Alhambra de Granada, donde el aparato militar ha instalado uno de los últimos bastiones de resistencia de la Humanidad. Sin embargo, una vez allí descubrirán que las cosas no son cómo les habían prometido y los protagonistas deberán afrontar una realidad aún peor que todo lo que habían conocido hasta entonces.
El autor se sirve de los muertos vivientes para describir situaciones de extrema dureza y dramatismo, explorando la complejidad del ser humano cuando se encuentra cara a cara con el terror en un mundo manifiestamente hostil, y lanzando al lector, en definitiva, a una montaña rusa de sensaciones que desemboca en la conclusión final.

Hades Nebula — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Hades Nebula», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Y ese pensamiento furtivo que se abría en su mente derivó en otros, de un tono más lúgubre. Si el «pequeño truco» hubiese fallado y los muertos se le hubiesen echado encima, ¿qué les habría dicho Romero al resto del grupo? Sabía cómo habrían reaccionado José o Susana, desde luego.

Aún con esas reflexiones en la cabeza, Aranda echó a andar. No quería dedicar mucho tiempo a pensamientos tan derrotistas, porque sabía que, para bien o para mal, la decisión estaba tomada, y ya no era posible dar marcha atrás. Habían ido a buscarle a Málaga, y lo habían metido en el antiguo Palacio de Carlos V, ocupado ahora por el ejército, que se esforzaba por proteger a lo que podría ser la última representación del ser humano, al menos en la zona. Tenía que enseñarles lo que necesitaban ver, y mejor que fuera pronto.

Se acercó a los zombis y se plantó frente a ellos. Ahora que tenía sus caras delante, no le cabía ninguna duda de su naturaleza: labios finos y resecos, piel ajada adherida al hueso del cráneo, y aquellos ojos blancos y profundos que le eran tan conocidos. Eran caminantes , sí. Desdichados a los que el descanso eterno les había sido privado y ahora estaban condenados a arrastrar su carcasa mortal por toda la eternidad. Asqueado, se dio media vuelta y miró hacia arriba.

Los soldados parecían realmente sorprendidos: sus bocas formaban un círculo perfecto, y se habían inclinado sobre la baranda, como si quisieran acercarse todo lo posible al prodigio. Romero, en cambio, había variado muy levemente su expresión. Se mantuvo así unos segundos, como considerando la situación, hasta que, con fulgurante rapidez, hizo algo inesperado: sacó su pistola, apuntó a Aranda, y disparó.

El disparo sonó como la explosión de un tubo de escape diez años demasiado viejo. Aranda, que había pensado que el teniente le apuntaba, se encogió cubriéndose el rostro con ambos brazos y ahogando un grito. La bala cruzó el patio a una velocidad endiablada e impactó directamente en el hombro de uno de los zombis , que se volteó como una marioneta de trapo. Casi al unísono, los otros tres muertos se revolvieron como hienas azuzadas por un palo: sus brazos se lanzaron hacia delante, tensos y crispados, y sus bocas se abrieron en respuesta. Aranda abrió los ojos, y la primera palabra que se formó en su mente fue inequívoca: animales . Son animales .

Por fin, localizaron a los tres hombres en lo alto del muro y se lanzaron contra la pared. Allí alzaron los brazos, con las manos abriéndose y cerrándose intermitentemente y bramando con sus gargantas rotas e hinchadas. Excitados hasta extremos salvajes, buscaban, rabiaban por encontrar y despedazar la carne viva que les era ahora tan evidente.

Aranda resopló, súbitamente aliviado. Había llegado a pensar que el teniente quería que engrosara su colección particular de espectros. Pero ahora que había comprendido su plan, miraba fascinado el comportamiento de aquellos infelices, transportados a un estado de agitación salvaje. Sabía que, mientras los hombres se mantuvieran a la vista, seguirían allí, chillando y restregándose contra el muro durante días, semanas y meses.

Era lo que Romero había buscado. Quería que salieran del letargo en el que habían caído, pero la demostración estaba hecha. Habían pasado a su lado sin mirarle siquiera, como si no existiera. Aranda contaba con esa prerrogativa desde hacía ya algún tiempo, pero aún no terminaba de acostumbrarse.

Desde su atalaya, Romero asentía lentamente. Una media sonrisa de satisfacción llenaba su rostro.

– ¡Creo que, después de todo, decía usted la verdad! -gritó.

Pero Aranda, con las rodillas todavía temblorosas y un gesto ceñudo, levantó el dedo medio hacia el teniente, quien soltó una sonora carcajada.

– Disculpe lo de antes -dijo Romero, cuando volvieron a reunirse-. Tenía que asegurarme. ¡Y no cabe duda de que su pequeña historia es cierta!

– Ya -contestó Aranda, todavía disgustado-. Tiene unos métodos un tanto peculiares.

– Reconozco que lo del disparo fue fruto de la emoción del momento -contestó Romero, visiblemente divertido-. ¡No tuve en cuenta que usted podría pensar que lo apuntaba!

– Bueno, últimamente me ha ocurrido de todo.

– ¡Me hago cargo!

Caminaban todavía por el interior del palacio, subiendo por unas escaleras que ascendían en espiral hacia los pisos superiores. La belleza del lugar, diseñado para satisfacer las necesidades del emperador y su familia y cuya construcción se prolongó durante casi cuatrocientos años, estaba consiguiendo insuflarle otra vez cierta calma. El sonido de sus pisadas, rebotando contra los altos techos y las paredes, era reconfortante.

– ¿Cuánto hace que tiene… eso en la sangre? -preguntó entonces el teniente. Su inflexión era de nuevo grave.

– Unas semanas…

– ¿Y se encuentra usted bien?

– Perfectamente.

Y sin que nadie añadiera nada más, Romero se detuvo en el corredor, abrió una puerta de madera de doble hoja con gesto solemne y se retiró para que Aranda pudiera ver el interior.

– Bienvenido al bloque científico -anunció.

Era evidente, a juzgar por su tono engolado y pausado en exceso, que el teniente estaba bastante satisfecho de sus instalaciones; pero al decir de Aranda, aquello era mucho peor que el pequeño laboratorio que Rodríguez improvisó en Carranque.

Era como una cámara de los horrores, una habitación iluminada irregularmente con lámparas halógenas que proyectaban sombras alargadas de altos contrastes. Repartidas sin aparente orden y dispuestas en isletas por toda la sala, había una amalgama de mesas de varios tamaños, formas y colores. Bien fuera por la falta de sueño o por la tensión generada por los acontecimientos vividos en las últimas horas, Aranda tuvo la extraña sensación de enfrentarse a una imagen en apariencia desligada de la realidad, casi onírica. El aspecto de casi abandono que bañaba cada detalle acentuaba esa sensación y el olor que emanaba de la sala, una mezcla de detergente industrial y podredumbre, consiguió que Aranda torciera el gesto con una mueca de desagrado.

En el centro de la sala había dos hombres vestidos con batas, largas y desabrochadas, como las que usa el personal sanitario; pero resultaba difícil creer que alguna vez hubieran sido blancas. Manchas oscuras de una mugre ancestral, de distintos tamaños y tonalidades, parecían emponzoñarlas. Nunca lo había considerado, pero el doctor Rodríguez solía vestir también con una bata similar, y aunque a menudo tenía que tratar con cadáveres para estudiar sus tejidos y órganos, siempre se las había ingeniado para mantenerse en un estado civilizado de higiene.

Aranda se sintió desfallecer. No sabía exactamente lo que había estado esperando. Suponía que en su cabeza se había dibujado una forma brumosa, indefinida, a caballo entre laboratorio de investigación y consulta médica, con sus tradicionales paredes blancas y una luz ligeramente azulada, pero nunca aquel sótano de pesadilla.

– Le presento a los doctores Marín y Barraca -anunció Romero-. Caballeros, éste es el hombre del que les han hablado.

Al escuchar la voz del teniente, los hombres se volvieron rápidamente. Bajo la potente luz del foco que iluminaba la mesa en la que estaban trabajando, sus rostros adquirían cierta desproporción, como si sus ángulos fueran demasiado puntiagudos. Aranda, por un segundo, creyó estar en presencia de seres fantasmales, pero pronto los doctores se acercaron a ellos con una expresión de manifiesta curiosidad y el efecto pasó.

– ¡Fascinante! -exclamó Marín, estudiándole con la mirada. Inclinaba la cabeza como quien admira una extraña obra de arte.

– Ya veremos -comentó Barraca, manteniéndose a cierta distancia. Era un hombre grueso, barbudo y calvo por añadidura, y su expresión severa y fría no ayudaba a hacerle parecer afable.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Hades Nebula»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Hades Nebula» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Hades Nebula»

Обсуждение, отзывы о книге «Hades Nebula» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x