Nicholas Wilcox - La Sangre De Dios

Здесь есть возможность читать онлайн «Nicholas Wilcox - La Sangre De Dios» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Sangre De Dios: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Sangre De Dios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tercera y última entrega de la exitosa trilogía templaria.
Simón Draco, un detective privado de Londres, antiguo mercenario en el Congo, recibe el encargo de viajar a Hamburgo para recoger dos piedras negras que forman parte de un antiguo legado templario. Siguiendo su rastro, Draco descubrirá una trama más compleja de lo que sospechaba, que llega a involucrar a criminales de guerra nazis emboscados en Paraguay, mafiosos sicilianos y monjes ortodoxos. Éstos custodian el arma más potencialmente subversiva para Occidente: la verdadera reliquia de la sangre de Cristo, a partir de la cual un laboratorio de ingeniería genética se propone devolver a Cristo a la vida. En este punto, la intervención de los servicios secretos de diversas potencias, entre ellas el Vaticano e Israel, conducen sin respiro al lector hacia un sorprendente e inesperado final.

La Sangre De Dios — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Sangre De Dios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El Boeing aterrizó en Atenas a las dos y media, hora local. Los dos viajeros interesados por Meteora sólo llevaban equipaje de mano. Atravesaron sin dificultad la aduana comunitaria, Draco siempre delante, sin advertir que lo seguían, y tomaron sendos taxis.

– Al Divani Palace Acrópolis -indicó Draco al conductor.

– Siga aquel coche, sin acercarse demasiado ni perderlo de vista -le ordenó Petisú al suyo, dejándole un billete de diez dólares en el asiento contiguo.

El taxista lo siguió encantado hasta el hotel, en la calle Parthenonos número 19, al pie de la Acrópolis. Petisú pagó la tarifa, entró en el hotel y fingió telefonear desde el fondo del vestíbulo. Draco se inscribió en recepción, recogió su llave y subió a la habitación. Petisú compró un mapa de carreteras en el quiosco de prensa se acomodó en uno de los sillones del vestíbulo y calculó el itinerario más probable para Meteora, sin perder ojo a los ascensores.

La autovía E-92 cubría gran parte del trayecto hacia Meteora. Luego había que seguir dos carreteras de segunda categoría. Los otros posibles itinerarios implicaban penosos caminos apenas asfaltados. Simón Draco tardaría cinco horas en llegar a Meteora. Petisú decidió interceptarlo entre Metalion y Brisses, donde el relieve era especialmente intrincado y seguramente resultaría más fácil fingir un accidente.

No tuvo que aguardar mucho. A los veinte minutos vio a Draco salir del ascensor y dirigirse al servicio de alquiler de automóviles que había en el vestíbulo. La dependienta le mostró el catálogo, escogió el vehículo, rellenó el impreso, pagó la tarifa y recibió las llaves.

– Nuestro amigo quiere salir muy temprano -dedujo Petisú.

Cuando Draco salió del hotel, el chileno se acercó al mostrador de la agencia de alquiler.

– Dígame, joven, simple curiosidad: ¿qué coche ha alquilado el extranjero ese que acaba de salir? Tiene pinta de persona de buen gusto.

– Un Volkswagen Polo de cinco puertas.

– Esto me confirma lo que pienso: los americanos cuando vienen a Europa prefieren coches europeos.

– Se equivoca en una cosa: ese señor no es americano, es inglés.

– ¡Ah! Hubiera jurado que era americano.

Después salió a la calle y tomó un taxi hasta el centro de la ciudad, donde entró en una agencia de alquiler de vehículos y solicitó un todoterreno.

– ¿Alguna marca en especial? -dijo la chica que atendía el mostrador.

– ¿Puedo verlos?

Se dio una vuelta por el aparcamiento y escogió el que le pareció más idóneo, un Toyota Land Cruiser 100 con un robusto parachoques, más de dos mil kilos de compacto vehículo, ideal para embestir a otro coche y sacarlo de la carretera.

33

Draco, después de callejear un buen rato por el antiguo barrio de la Plaka, al pie de la Acrópolis, con sus parterres de flores y sus gatos callejeros rondando los cubos de basura de los restaurantes típicos, buscó una taberna pequeña y cenó una excelente moussaka, ese plato con capas sucesivas de finas rodajas de berenjena alternando con otras de queso, de carne picada, cebolla rallada, tomate, perejil y especias. El ambiente cálido y la mesa con mantelito de cuadros y una vela en el centro parecía adecuado para compartirlo con una mujer. Pensó en Joyce, cuya sombra se iba alejando a medida que pasaban los días. Después en Lola, que estaría persiguiendo narcotraficantes, quién sabe dónde, con su maromo pelirrojo.

Regresó al hotel y durmió profundamente. Una hora antes del amanecer se levantó, se duchó, pagó la cuenta y subió al Volkswagen.

Petisú lo esperaba en el extremo opuesto del aparcamiento, al volante del todoterreno. Tomó nota de la matrícula del Volkswagen y lo siguió a prudente distancia por las avenidas casi desiertas de la ciudad. Ya tendría tiempo de alcanzarlo en la autovía E-92.

Empezaba a amanecer cuando Draco dejó atrás los barrios residenciales de Kiphissia y torciendo a la izquierda se adentró en las montañas boscosas del parque nacional Parnes, con sus olivares, sus bosquecillos de cipreses, sus pintorescas aldeas blancas y azules y sus altarcitos populares en las curvas peligrosas donde alguien había perdido la vida. La radiante mañana y el verde paisaje le abrieron el apetito. Se detuvo a desayunar en una cafetería de Thivai y prosiguió su camino dejando a la derecha los lagos de Karditsa. A medida que avanzaba hacia el norte, los cerros grises pelados sucedieron a los bosques y a las pintorescas aldeas y luego las montañas pedregosas con inverosímiles rebaños de cabras, devorando todo lo verde que crecía en las grietas de las rocas, guardados por pastores tan ensimismados e impasibles como el resto del paisaje.

Draco dejó a la derecha el desfiladero de las Termópilas, donde el famoso puñado de griegos sucumbió ante el ejército persa en los tiempos heroicos, y prosiguió hasta Lamia, donde abandonó la autovía y tomó la carretera 3, dirección a Larissa.

34

En la autovía E-92, rebasados los barrios dormitorio de Atenas, Petisú avistó el Volkswagen y se le aproximó lo suficiente para comprobar la matrícula. Luego redujo la velocidad, lo dejó alejarse y permitió que un par de automóviles se interpusieran. Cuando Draco se detuvo a repostar y desayunar, Petisú aparcó al otro lado de la estación de servicio, junto al surtidor de aire, y comprobó la presión de los neumáticos. Mientras el empleado le llenaba el depósito, Draco entró en la cafetería.

Petisú se acercó al Volkswagen, fingió que se ataba un zapato y le colocó un dispositivo de seguimiento por satélite con imanes de sujeción. Luego fue al restaurante y solicitó una tarrina de cheta, un excelente queso de cabra, otra de chachiki, un yogur de pepino y ajo, y un gran vaso de zumo de naranja recién exprimido, con toda su vitamina C.

El resto del viaje fue mucho más descansado. El receptor le indicaba a Petisú la distancia y la dirección de su objetivo. Se mantuvo constante, a menos de un kilómetro, sin dejarse ver. Coser y cantar, como solía decir cuando era más entusiasta y más joven, en los buenos tiempos de Chile.

Draco se detuvo a almorzar en Metalion. Ocupó una mesa junto a la ventana en un coqueto restaurante de la plaza del pueblo. Mientras tanto, Petisú aparcó en una de las calles adyacentes, compró un tarro de cheta en una frutería y se lo comió al lado de su todo terreno sin dejar de vigilar la pantalla del localizador. Media hora después, la lucecita parpadeó y se puso nuevamente en movimiento cuando el Volkswagen pasó por su lado buscando la carretera. Aguardó a que Draco se alejara un par de kilómetros antes de poner el motor en marcha.

Al llegar a las montañas de Othris, donde los mapas acusaban un relieve más arriscado, Petisú acortó distancias hasta que avistó el Volkswagen. La carretera era ancha, con el piso irregular, producto de sucesivas ampliaciones con fondos comunitarios, pero ascendía por la ladera de la montaña describiendo curvas abiertas sobre despeñaderos precariamente defendidos con barreras metálicas o más antiguas, de cemento.

Petisú se mantuvo detrás del Volkswagen, como si pretendiera adelantarlo, hasta que llegó a una curva doble especialmente cerrada. A la derecha descendía un pequeño barranco recorrido por un arroyo, un lugar idílico para convencer a Draco de que revelara el paradero de las piedras templarias y también para romperle el cuello con todas las apariencias de un desgraciado accidente. Accionó el piloto de la izquierda, indicando su intención de adelantar, y apretó a fondo el acelerador. El motor respondió con un rugido poderoso. Vio que el inglés lo observaba algo alarmado. «¿Adónde va ese loco?», creyó leer en sus ojos a través del retrovisor, pero, en realidad, lo que Draco se estaba preguntando era: «¿Dónde he visto yo antes a ese tipo?» En una décima de segundo, la respuesta se abrió paso, fulminante. Primero en el avión, luego en el aeropuerto, luego en el restaurante de la carretera. Cuando Petisú inició la maniobra de adelantamiento casi rozando al Volkswagen, Draco había advertido cabalmente la situación y las intenciones del hombre del todoterreno: golpearlo lateralmente y sacarlo de la carretera. Por eso, apenas había aminorado la velocidad para facilitarle la maniobra, pisó a fondo el acelerador y el Volkswagen salió disparado hacia adelante como un pura sangre al picarle la espuela, esquivando la embestida del mastodonte. El todoterreno, arrastrado por el propio impulso de sus casi tres toneladas, rodó sobre el estrecho arcén, derrapó en la grava y se precipitó por el barranco. Desde la curva siguiente, Draco echó una ojeada: el vehículo había dado una vuelta de campana y se había quedado boca abajo en medio del arroyo, el agua le entraba por el parabrisas roto. No quiso meterse en más averiguaciones y siguió su camino.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Sangre De Dios»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Sangre De Dios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Nicholas Mosley - Time at War
Nicholas Mosley
Fred Wilcox - Scorched Earth
Fred Wilcox
Åsa Larsson - Sangre Derramada
Åsa Larsson
Nicholas Sparks - Un Paseo Para Recordar
Nicholas Sparks
Arturo Pérez-Reverte - Limpieza De Sangre
Arturo Pérez-Reverte
Nathan Burkhard - Sello de Sangre
Nathan Burkhard
Ella Wheeler Wilcox - Poems of Experience
Ella Wheeler Wilcox
Victory Storm - Cenicienta De Sangre
Victory Storm
Vicente Blasco Ibáñez - Sangre y arena
Vicente Blasco Ibáñez
Отзывы о книге «La Sangre De Dios»

Обсуждение, отзывы о книге «La Sangre De Dios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x