Despu é s de una larga pausa, respondo:
– S í - Bien. Ahora imagina algo peor, algo mucho, mucho peor…
Myron respiró hondo. Recordó la serie de artículos. Stan Gibbs había sacado una historia sobre un extraño secuestrador. Había contado el cuento estremecedor de tres secuestros que, supuestamente, la policía había querido mantener en secreto, según Stan Gibbs, por vergüenza. No se mencionaba ningún nombre. Había hablado con las familias de las víctimas con la condición del anonimato. Y el toque de gracia consistía en que el secuestrador le había concedido una entrevista.
Le pregunto al secuestrador por qu é lo hace. ¿ Es por el rescate?
– Nunca recojo el dinero del rescate - dice -. Normalmente dejo explosivos en el sitio y lo quemo. Pero a veces el dinero me ayuda a sembrar las semillas. Eso es lo que intento hacer: sembrar las semillas.
Myron sintió que se le helaba la sangre.
– Os cre é is todos que est á is a salvo - prosigue - en vuestras madrigueras tecnol ó gicas, pero no lo est á is. La tecnolog í a nos ha hecho esperar respuestas f á ciles y finales felices. Pero, conmigo, no hay ni respuesta ni final.
Ha secuestrado al menos a cuatro personas: el padre de dos ni ñ os, de 41 a ñ os; una estudiante universitaria de 21 a ñ os; una pareja joven, reci é n casada, de 28 y 2/ a ñ os. Todos fueron secuestrados en la zona de Nueva York.
– La idea - dice - es conseguir que el terror siga circulando. Dejar que crezca, no mediante el gore o un ba ñ o de sangre evidente, sino a trav é s de la imaginaci ó n. La tecnolog í a intenta destruir tu capacidad de imaginar, pero cuando alg ú n ser querido desaparece, tu mente es capaz de conjurar horrores m á s oscuros que cualquier m á quina…, que cualquier cosa que ni siquiera yo ser í a capaz de hacer. Hay mentes que no son capaces de ir tan lejos; mi trabajo es empujarlas a cruzar esa barrera.
Le pregunto por qu é lo hace.
– Sembrar las semillas - repite -. Siembras las semillas con el tiempo.
Explica que sembrar las semillas significa dar esperanza y arrebatarla durante un per í odo de tiempo prolongado. Su primera llamada a la familia resulta, naturalmente, devastadora, pero no es m á s que el inicio de un largo y tortuoso calvario.
Inicia la llamada, seg ú n é l, con un « hola » informal y luego le pide al familiar que espere, por favor. Despu é s de una pausa, el familiar oye a su ser amado soltar un gemido estremecedor.
– S ó lo uno - dice -, y muy breve. Imagine c ó mo resuena ese grito.
Pero, para la familia de la v í ctima, la cosa no acaba ah í . Les exige un rescate que luego no tiene intenci ó n de reclamar. Llama a medianoche y le pide a la familia que imagine su peor pesadilla. Los convence de que esta vez soltar á de veras a su ser querido, pero tan s ó lo est á dando esperanza a aquellos que ya la han perdido, renovando su agon í a.
– El tiempo y la esperanza - a ñ ade - siembran las semillas de la desesperaci ó n.
El padre de dos ni ñ os lleva tres a ñ os desaparecido. La joven estudiante de medicina lleva ausente veintisiete meses. Los reci é n casados, este fin de semana har á casi dos a ñ os. Hasta la fecha no se ha encontrado ni rastro de ninguno de ellos. Raramente pasa una semana sin que sus familias reciban una llamada de su torturador.
Cuando le pregunto si sus v í ctimas est á n vivas o muertas, se muestra evasivo.
– La muerte es cierre - explica -, y el cierre detiene la siembra.
Quiere hablar de la sociedad, de c ó mo los ordenadores y la tecnolog í a piensan por nosotros, de c ó mo lo que é l hace nos permite darnos cuenta del poder del cerebro humano.
– £5 ah í donde existe Dios - dice -. Ah í es donde se encuentra todo lo de valor. El aut é ntico placer s ó lo puede encontrarse dentro de ti. El significado de la vida no se encuentra en tu nuevo sistema tecnol ó gico de ocio casero, ni en tu coche deportivo. La gente ha de darse cuenta de su potencial ilimitado. ¿ C ó mo se lo haces ver? Imag í nese por lo que est á n pasando esas familias ahora mismo.
Con su voz suave, me invita a probarlo.
– La tecnolog í a no ser í a nunca capaz de conjurar los horrores que usted se est á imaginando ahora mismo. Sembrar las semillas. Sembrar las semillas nos muestra el potencial.
El corazón de Myron latía con fuerza. Se inclinó hacia atrás, movió la cabeza, prosiguió la lectura. El secuestrador enloquecido seguía despotricando con sus teorías febriles y demenciales, algo así como lo que diría el Ejército Simbiótico de Liberación por boca del Unabomber. La columna de Stan Gibbs continuaba en el periódico del día siguiente. Myron seleccionó el enlace y siguió leyendo. El segundo día Gibbs empezaba citando unas declaraciones desgarradoras de los familiares de las víctimas. Luego interrogaba un poco más al secuestrador:
Le pregunto c ó mo se las ha arreglado para mantener estos secuestros al margen de la prensa.
– Sembrando las semillas - vuelve a repetir.
Le pido un ejemplo.
– Le digo a la esposa que vaya al garaje y abra la caja de herramientas roja de la marca Stanley que tiene en el tercer estante. Le digo que saque las tenazas negras con el mango azul. Luego la mando al s ó tano. Le digo que se ponga de pie delante de la butaca Mission que se compraron el verano pasado en aquella feria del Cabo. Imag í nese, le digo, a su marido desnudo y atado a esa butaca. Imag í nese esas tenazas en mis manos. Y, finalmente, imag í nese lo que har é si veo algo sobre é l publicado en los peri ó dicos.
Pero la cosa no acaba aqu í .
– Le pregunto por los ni ñ os. Le digo sus nombres. Le digo el nombre de su colegio y de sus profesores y de sus cereales preferidos para el desayuno.
Le pregunto c ó mo sabe estas cosas.
Su respuesta es sencilla:
– Me las ha dicho papi.
Myron se dejó caer en su butaca:
– Dios mío -musitó.
Respira hondo, se dijo de nuevo. Inspira, expira, así. Reflexiona. Poco a poco. Con cuidado. Bueno, primero de todo: con todo lo horrible que es, ¿qué tiene que ver todo eso con Davis Taylor, nacido Dennis Lex? Probablemente nada. Sería demasiada casualidad. Y, de nuevo, pese a lo horrible que es, Myron sabía que la historia tenía más miga. Más y, en cierto sentido, menos.
Читать дальше