– Tú y yo hemos tenido suerte por lo que respecta a los padres -dijo Myron.
– Los míos están muertos, Myron.
– No me refiero a eso -dijo. Tomó aire-. ¿Cuántos días pasan sin que los eches de menos?
– Ninguno -respondió ella, sin vacilar.
Él asintió con la cabeza:
– Los dos hemos sido amados incondicionalmente por nuestros padres, y ambos los hemos querido a ellos de la misma manera.
A Esperanza se le empezaban a humedecer los ojos:
– ¿Y…?
– Pues que -y eso era lo que Win había dicho-, ¿no es eso lo que convierte a alguien en madre o padre? ¿No es la persona que nos ha criado y nos ha querido, y no, sencillamente, un accidente de la biología?
Esperanza se apoyó en su butaca:
– ¿Win dijo eso?
Myron sonrió:
– Tiene sus momentos.
– Eso parece.
– Piensa en tu padre, el que te crió y te quiso siempre. ¿Qué pasa con él?
Esperanza seguía con los ojos humedecidos:
– Mi amor por él es lo bastante fuerte como para sobrevivir a la verdad. ¿El tuyo no?
Levantó la cabeza como si las palabras fueran flechas en su mandíbula:
– Pues claro -dijo-. Pero le haría daño igualmente.
– ¿A tu padre le haría daño?
– Pues claro.
– Entiendo -dijo Esperanza-. ¿De modo que ahora te preocupas por el pobre Greg Downing?
– No exactamente. ¿Quieres oír algo horrible?
– Me encantaría.
– Cuando Greg se refiere constantemente a Jeremy como «mi hijo», me entran unas ganas locas de gritarle la verdad. De escupírsela a su cara de suficiencia. Sólo para ver cómo reacciona. Sólo para ver cómo su mundo estalla en pedazos.
– Vaya, ¿y dónde está tu complejo de Batman? -exclamó Esperanza.
Myron levantó las manos:
– Yo también tengo mis momentos.
Esperanza se levantó y se dirigió hacia la puerta.
– ¿Dónde vas?
– No quiero hablar más de esto contigo -le confesó.
Myron se reclinó en la butaca.
– Te estás bloqueando -añadió ella-, ¿lo sabes?
Él asintió, lentamente, con la cabeza.
– Cuando lo superes, y lo harás, volveremos a hablar del tema. Ahora estaríamos perdiendo el tiempo, ¿vale? -Vale.
– Sencillamente, no hagas el tonto. -«No hacer el tonto» -repitió él-. Entendido. La sonrisa de Esperanza al salir fue breve.
Myron pasó el resto del día trabajando al teléfono. Se puso los auriculares Ultra Slim y andaba por el despacho arriba y abajo mientras hablaba. Se puso en contacto con entrenadores universitarios, en busca de agentes potencialmente libres. Habló con sus clientes y escuchó los problemas que tenían, tanto los reales como los imaginarios, tipo psicólogo, lo cual era una parte importante de su trabajo. Buscó entre las empresas que tenía en su archivador Rolodex con la intención de concretar unos cuantos tratos de publicidad.
Una oportunidad seria se presentó ella solita en forma de llamada.
– ¿Señor Bolitar? Soy Ronny Angle, de Rack Enterprises. ¿Nos conoce?
– Tienen unos cuantos bares de topless, ¿no?
– Preferimos que se nos conozca como clubs exóticos de lujo.
– Y yo prefiero que se me conozca como semental bien dotado -respondió Myron-. ¿Qué puedo hacer por usted, señor Angle?
– Ronny, por favor. ¿Le importa que lo tutee?
– Pues llámame Myron.
– Estupendo, Myron. Rack Enterprises está iniciando una nueva aventura empresarial.
– Ahá.
– Probablemente habrás leído algo sobre el tema. Una cadena de cafeterías llamada La, La, Latte.
– ¿Lo dice en serio?
– ¿Perdón?
– Bueno, creo que sí he leído algo sobre el tema, pero pensé que se trataba de una broma.
– No es ninguna broma, señor Bolitar.
– ¿De modo que pensáis abrir una cadena de cafeterías topless? -Preferimos ser conocidos como experiencias de café erótico.
– Entiendo. Pero vuestras, esto…, baristas, irán en topless, ¿conecto?
– Así es.
Myron reflexionó sobre el asunto.
– Eso hace que cuando les pides leche haya cierta confusión, ¿no crees?
– Eres muy gracioso, Myron.
– Gracias, Ronny.
– Pensamos abrir salpicando todo lo lejos que podamos.
– ¿Es eso otra broma de tipo láctico?
– No, Myron, pero eres un tío muy gracioso.
– Gracias, Ronny.
– Déjame ir al grano, ¿vale? Nos gusta Suzze T. -Se refería a Suzze Tamirion, una tenista del circuito profesional de tenis-. Hemos visto su foto en el número de los trajes de baño del Sports Illustrated y, bueno, nos dejó impresionados. Nos gustaría que hiciera un carneo en nuestra gran inauguración.
Myron se frotó el tabique nasal con el índice y el pulgar:
– Cuando dices carneo…
– Una breve intervención.
– ¿Cómo de breve?
– No más de cinco minutos.
– No me refiero a la duración, me refiero al vestuario.
– Precisaríamos un desnudo frontal completo.
– Vale, gracias por pensar en nosotros, Ronny, pero no creo que Suzze esté interesada.
– Ofrecemos doscientos mil dólares.
Myron se incorporó. Le habría resultado fácil colgar el teléfono, pero por esa pasta tenía la responsabilidad de perseguir el tema:
– ¿Y si lleva un pequeño top?
– No.
– ¿Y un bikini?
– No.
– Un bikini pequeñito, itsy-bitsy, teeny-weeny…
– ¿Y amarillo, como en la canción?
– Exacto -dijo Myron-, como en la canción.
– Voy a decírtelo todo lo claro de lo que soy capaz -dijo Ronny-. Queremos que los pezones sean visibles.
– ¿Pezones visibles?
– Eso es innegociable.
– Por así decirlo.
Myron prometió que le llamaría en unos días y colgaron. Negociar la visibilidad de los pezones, menudo negocio.
Esperanza entró sin llamar, con los ojos brillantes y muy abiertos.
– Tienes a Lamar Richardson por la línea uno -dijo.
– ¿Al mismísimo Lamar?
Asintió con la cabeza.
– ¿No es ni un pariente, ni un mánager personal, ni su astrólogo favorito?
– El mismísimo Lamar -repitió Esperanza.
Ambos asintieron con la cabeza: la cosa pintaba bien.
Myron cogió el teléfono:
– Hola.
– ¿Podemos reunimos? -dijo Lamar.
– Por supuesto -respondió Myron.
– ¿Cuándo?
– Cuando tú quieras.
– ¿Cuándo estás libre?
– Cuando tú quieras -insistió Myron.
– Ahora mismo estoy en Detroit.
– Cogeré el próximo avión que salga para allá.
– ¿Así de fácil? -dijo Lamar.
– Sí.
– ¿No deberías fingir que estás muy atareado?
– ¿Estás intentando ligar conmigo, Lamar?
Lamar se rió:
– No, creo que no.
– Pues entonces me ahorraré toda esa fase de hacerme el duro. Esperanza y yo queremos ficharte para la agencia MB SportsReps. Haremos un buen trabajo, serás una prioridad y no tenemos intención de jugar contigo.
Myron miró sonriente a Esperanza: ¿no era el mejor?
Lamar dijo que pensaba ir a Manhattan a finales de semana y que le gustaría reunirse con ellos entonces. Acordaron una hora. Myron colgó. Él y Esperanza se quedaron allí sentados y se miraron, sonriendo.
– Tenemos una oportunidad -dijo ella.
– Sí.
– Bueno, ¿y qué estrategia seguimos?
– He pensado que lo impresionaré con mi mente astuta -bromeó Myron.
– Ya -dijo Esperanza-, y tal vez yo debería llevar un escote bien pronunciado.
– Con eso ya contaba.
– Impresionarle con nuestro cerebro y nuestra belleza.
– Sí -dijo Myron-, pero ¿quién se encarga de qué?
Cuando Myron volvió al Dakota, Win salía con su bolsa de deporte de piel y Terese ya no estaba.
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