Myron levantó un brazo en el aire en un gran saludo.
– ¡Aquí, chicos!
Pat frunció el entrecejo, fingió sorpresa. Miró a Zorra. La transexual del tacón sable. Zorra no mostró reacción alguna. Los grandes nunca lo hacían. Myron siempre se preguntaba si su actitud era una farsa o si, de verdad, nada les sorprendía. Lo más probable era un poco de las dos cosas.
Pat se acercó a su mesa comportándose como si estuviese sorprendido -¡sorprendido!- de que Myron estuviese en su bar. Zorra lo siguió, flotaba más que caminaba, sus ojos empapándose de todo. Como Win, Zorra se movía económicamente -pese a los elegantes zapatos rojos de tacón alto- sin desperdiciar ni un solo movimiento. Pat continuaba frunciendo el entrecejo cuando llegó a la mesa.
– ¿Qué demonios está haciendo aquí, Bolitar? -preguntó Pat.
Myron asintió.
– No está mal, pero podría mejorarlo. Hágame un favor. Pruebe de nuevo. Pero añada primero un pequeño jadeo. Jadeo, ¿qué demonios está haciendo aquí, Bolitar? Algo así. Mejor todavía, por qué no sacude la cabeza con gesto adusto y dice algo así como: «De todos los tugurios en el mundo, tiene que venir al mío dos noches seguidas».
Zorra sonreía.
– Está loco -dijo Pat.
– Pat -advirtió Zorra.
Miró a Pat y sacudió la cabeza una vez. La sacudida decía basta de juegos.
Pat se volvió hacia Thrill.
– Hazme un favor, cariño.
Thrill le ofreció un jadeante:
– Claro, Pat.
– Ve a empolvarte la nariz o lo que sea, ¿vale?
Myron hizo un gesto.
– ¿Ve a empolvarte la nariz? -Miró a Zorra con una expresión suplicante. El pequeño encogimiento de hombros de Zorra casi era una disculpa-. ¿Ahora qué, Pat? ¿Va a amenazarme con hacerme dormir con los peces? Me hará una oferta que no puedo rehusar. Me refiero a ¿ve a empolvarte la nariz?
Pat rabiaba. Miró a Thrill.
– Por favor, cariño.
– Ningún problema, Pat.
Thrill salió del reservado. Pat y Zorra de inmediato ocuparon su lugar. Myron frunció el entrecejo ante el cambio de escenario.
– Necesitamos cierta información -dijo Pat.
– Sí, ya me di cuenta de eso anoche -señaló Myron.
– Aquello se escapó de control. Lo siento.
– No lo dudo.
– Eh, lo dejamos marchar, ¿no?
– Después de ser electrocutado con un bastón eléctrico, recibir dos cortes con una hoja en un tacón, patearme las costillas, y después saltar a través de un espejo. Sí, me dejaron ir.
Pat sonrió.
– Si Zorra aquí presente no hubiera querido que escapase, no se hubiese escapado. ¿Lo capta?
Myron observó a Zorra. Zorra observó a Myron.
– ¿Un cárdigan melocotón con zapatos rojos? -preguntó Myron.
Zorra sonrió, se encogió de hombros.
– Zorra aquí presente podría haberlo matado con la misma facilidad que quien mata a una gallina -añadió Pat.
– De acuerdo, muy bien. Zorra es un tío duro, usted es supergeneroso conmigo. Lo entiendo.
– ¿Por qué preguntaba por Clu Haid?
– Lamento desilusionarle, pero anoche le estaba diciendo la verdad. Intento encontrar a su asesino.
– ¿Entonces qué tiene que ver mi club con eso?
– Antes de que me arrastrasen al cuarto trasero, hubiese dicho: «Nada». Pero ahora, bueno, es lo que me gustaría saber.
Pat miró a Zorra. Zorra no se movió.
– Queremos llevarle a dar un paseo -dijo Pat.
– Maldita sea.
– ¿Qué?
– Ha hablado durante casi tres minutos sin soltar un cliché mañoso. Luego me viene con eso de dar un paseo. De verdad que es triste. ¿Puedo primero empolvarme la nariz?
– ¿Quiere hacerse el gracioso o quiere venir con nosotros?
– Puedo hacer las dos cosas -dijo Myron-. Tengo muchos talentos.
Pat sacudió la cabeza.
– Vamos.
Myron comenzó a salir del reservado.
– No -dijo Zorra.
Todos se detuvieron.
– ¿Qué pasa? -preguntó Pat.
Zorra observó a Myron.
– No tenemos ningún interés en hacerle daño -dijo Zorra.
Más afirmaciones.
– Pero no podemos permitir que sepa adónde vamos, encanto. Tendrá que ir vendado.
– Está bromeando, ¿verdad?
– No.
– De acuerdo, véndenme.
– No -repitió Zorra.
– ¿Ahora qué pasa?
– Su amigo Win. Zorra supone que está cerca.
– ¿Quién?
Zorra sonrió. Él-ella no era bonita. Montones de travestís lo son. Muchas veces ni siquiera los reconoces. Pero Zorra tenía la sombra de la barba (un aspecto que Myron encontraba muy poco atractivo en una mujer), manos grandes con nudillos peludos (ídem), la peluca torcida (vale, soy melindroso), una voz ronca un tanto masculina (comme ci, comme ç a) y, a pesar de los adornos exteriores, Zorra parecía, bueno, un tipo con un vestido.
– No insulte la inteligencia de Zorra, encanto.
– ¿Le ve?
– Si Zorra pudiese -dijo Zorra-, entonces es que alguien ha exagerado muchísimo su reputación.
– ¿Entonces por qué está tan segura de que Win está aquí?
– Lo hace de nuevo -dijo Zorra.
– ¿Hacer qué?
– Insulta la inteligencia de Zorra.
Nada como un psicópata que se refiere a sí mismo en tercera persona.
– Por favor pídale que aparezca -dijo Zorra-. No tenemos ningún interés en herir a nadie. Pero Zorra sabe que su colega le seguirá allí donde vaya. Entonces Zorra tendrá que seguirle, lo que nos llevará a un conflicto. Ninguno de nosotros quiere eso.
La voz de Win llegó a través del móvil de Myron. Debía haber conectado la voz.
– ¿Qué garantía tenemos de que Myron regresará?
Myron levantó el móvil a la vista.
– Usted y Zorra se sentarán aquí y disfrutarán de una copa, encanto -dijo Zorra al móvil-. Myron viajará con Pat.
– ¿Viajar adónde? -preguntó Myron.
– No se lo podemos decir.
Myron frunció el entrecejo.
– ¿Todo este juego de capa y espada es de verdad necesario?
Pat se echó hacia atrás y dejó que Zorra se encargase.
– Usted tiene preguntas, nosotros tenemos preguntas -manifestó Zorra-. Este encuentro es la única manera de satisfacer ambas cosas.
– ¿Entonces por qué no podemos hablar aquí?
– Imposible.
– ¿Por qué?
– Tendrá que ir con Pat.
– ¿Adónde?
– Zorra no se lo puede decir.
– ¿A quién me llevan a ver?
– Zorra tampoco se lo puede decir.
– ¿El destino del mundo descansa en que Zorra mantenga silencio? -preguntó Myron.
Zorra acomodó los labios para formar lo que probablemente había leído en alguna parte que era una sonrisa.
– Se burla de Zorra. Pero Zorra ha guardado silencio antes. Zorra ha visto horrores que usted ni siquiera puede imaginar. Zorra ha sido torturada. Durante semanas. Zorra ha sentido un dolor que hace que lo usted sintió con aquel bastón eléctrico parezca el beso de un enamorado.
Myron asintió con expresión solemne.
– Caray -dijo.
Zorra separó los dedos. Nudillos peludos y uñas color rosa. Que alguien me contenga.
– Siempre podemos escoger ir por caminos separados, encanto.
Desde el teléfono móvil Win dijo:
– Buena idea.
Myron levantó el teléfono.
– ¿Qué?
– Si aceptamos sus términos -dijo Win-, no puedo garantizar que no te matarán.
– Zorra lo garantiza -intervino Zorra-. Con su vida.
– ¿Perdón? -exclamó Myron.
– Zorra se queda aquí con Win -explicó Zorra, y el brillo en sus ojos con demasiada máscara resplandeció de nuevo. Ahí había algo, y no era lucidez-. Zorra estará desarmada. Si no regresa sano y salvo, Win mata a Zorra.
– Vaya garantía -dijo Myron-. ¿Alguna vez ha pensado en convertirse en mecánico de coches?
Читать дальше