Carole estaba cansada pero se sentía feliz. Los niños ya estaban acostados y esperaba el regreso de su marido en cualquier momento. Michael había estado en Marbella durante unos cuantos días porque últimamente Danny Boy no soportaba la idea de ir solo a ningún lado. Resultaba curioso, pero necesitaba la compañía de alguien en todo momento. Aun cuando iba de compras o a la tienda de licores, le gustaba hacerlo en compañía. No era que tuviese miedo de que le hicieran daño físico, pues ¿quién se iba a atrever a semejante cosa? Carole rió de sólo pensarlo. No. Fuese lo que fuese, seguro que era por otro motivo, aunque ella lo desconocía.
Ange estaba sentada a la mesa de la cocina. Carole se acercó a ella, le apretó los hombros en señal de afecto y le dijo tranquilamente:
– ¿Quieres otra taza de té o prefieres una copa de verdad?
Carole sabía que a esas horas le apetecía darse un lingotazo de whisky, por eso ya había sacado un vaso y la botella. A ambas le gustaba jugar a ese juego de vez en cuando, pero esperó a que se lo confirmase y luego le sirvió la copa que tanto anhelaba. Ange sonrió y se la bebió con verdaderas ganas. Resultaba curioso, pero Ange era como de la familia en esa época. Pasaba mucho tiempo en su casa y la ayudaba mucho. Carole sabía que si Ange llamaba a la puerta era porque Danny Boy estaba otra vez haciendo de las suyas.
Carole pensaba que Ange era como una bendición para la pobre Mary, pero también sabía que no soportaba por mucho rato a su hijo Danny Boy, lo cual resultaba extraño, pues lo quería enormemente. Al igual que todos los que lo rodeaban, necesitaba librarse de él en ciertos momentos. A Michael le sucedía otro tanto, aunque jamás lo admitía porque era demasiado leal para eso.
Cuando volvió a llenarle el vaso, Carole le preguntó:
– ¿Ha llegado ya Danny Boy a casa?
Ange asintió ligeramente, preocupada por si metía la pata, ya que Michael aún no había hecho acto de presencia.
Carole se dio cuenta de lo que pensaba y se sintió molesta, como si Michael se la estuviera pegando. Michael tenía sus defectos, pero la infidelidad no era uno de ellos, gracias a Dios. Ella estaba plenamente segura de eso. Al contrario que Mary, que tenía dos hijas y un marido que venía intermitentemente, gozaba de una vida placentera. Michael era un hombre generoso y un padre maravilloso que pasaba todo el tiempo posible en compañía de su esposa y sus hijos. A él le encantaba estar con su familia y disfrutaba con ellos. Danny Boy, por el contrario, disfrutaba con sus dos hijas, pero aún no había encontrado la forma de perdonarle a Mary la pérdida de su primera hija y los abortos que había tenido. Les concedía a sus hijas todo lo que deseaban y necesitaban, salvo una vida estable. Al menos, eso era lo que ella creía. Aunque Mary jamás le había dicho una palabra, Carole sabía que las cosas no marchaban bien en esa casa. Ange también era de la misma opinión y era probable que estuviera más al tanto de la situación que ella.
Carole le sirvió otra generosa copa de whisky a Ange y, riendo, le dijo:
– Usted es como una madre para mí.
Lo decía sinceramente, aunque también porque sabía que esas palabras le agradarían a Ange enormemente. Desde que se había vuelto a pelear con Annie, se sentía muy desconsolada. En algunos momentos Carole había sentido deseos de hablar ella misma con Annie, pero había preferido no entrometerse, aunque a veces le resultaba difícil porque sentía que formaban parte de su vida. De hecho, los veía con más frecuencia que a su propia familia. No obstante, sabía lo importante que era a veces mantener la boca cerrada, pues, una vez que se decía algo, ya estaba dicho y no había forma de retractarse. En ocasiones, sentía una necesidad imperiosa de, por una vez en la vida, expresar sus opiniones honestamente, pero una vez más se dijo que no era asunto suyo, tal y como le había señalado en varias oportunidades su marido.
Leona y Lainey se negaban a irse a la cama y, como de costumbre, Mary estaba a punto de desistir, cuando Danny Boy entró en el enorme vestíbulo de mármol de su nueva casa y gritó:
– Idos a la cama de una vez, ¿de acuerdo?
Las dos chicas subieron a sus dormitorios sin decir una sola palabra. Mary las arropó y les dio un beso de buenas noches mientras se preguntaba por qué Danny Boy no había salido como de costumbre. De hecho, ni siquiera estaba vestido y, en lugar de prepararse para salir, llevaba un chándal de botones y una vieja camiseta de tirantes. Estaba viendo los deportes y no dejaba de pedirle cosas, desde que le preparase un té, café o sándwiches hasta una cerveza, brandy o sus puros. No había parado desde que había llegado y la única razón por la que les había llamado la atención a sus hijas era porque debía de querer quedarse en casa esa noche y ansiaba un poco de tranquilidad y sosiego. Mary, no obstante, se lo agradeció porque finalmente las niñas se habían acostado, algo que a ella le suponía siempre un enorme esfuerzo. Mary creía que se había convertido en su peor enemigo a ese respecto, ya que la única vez que les había gritado pidiéndoles que le obedecieran, Danny Boy la había sorprendido y le había dado una buena tunda delante de ellas. Desde entonces había perdido toda la autoridad sobre sus hijas. Se daban cuenta del miedo que le inspiraba su padre y lo utilizaban en contra de ella. Aun así, no las culpaba, pues, aunque le dolía, sabía que cuando uno vivía en esa casa utilizaba cualquier medio para sobrevivir. La madre de Danny se lo había enseñado y no le iba mal desde entonces.
Mary se dirigió lentamente a la cocina, pero Danny la llamó, y se preparó para una reprimenda antes de entrar en el enorme salón donde se encontraba echado en el sofá de seda japonés, viendo los deportes.
Se quedó de pie, como un chico de los recados, con el cuerpo tenso.
– ¿Qué quieres, Dan?
Mary sonreía amablemente, con la mirada alerta ante un posible cambio de humor, esperando que la atacase verbal o físicamente.
Danny la observó durante unos momentos antes de decirle tranquilamente:
– No permitas que te hablen de esa manera.
Mary se encogió de hombros con indiferencia, como si no tuviera nada que responder.
La forma en que las niñas le hablaban a su madre molestaba a Danny, aunque sabía que era el principal culpable de ello. Pensaba que su esposa debía imponerse más, pero sabía de sobra que era incapaz de hacerlo en lo que se refería a sus hijas o a él mismo. Danny deseaba en algunos momentos que opusiera cierta resistencia, que mostrara algo de pasión, pero él había acabado con todo ello hacía ya años. En momentos como ése se preguntaba por qué le inspiraba tanto odio, y deseaba empezar de nuevo, pero eso era irrealizable porque nadie es capaz de cambiar el pasado. De ser así, el mundo sería mucho más agradable, de eso estaba seguro.
Dando unos golpes en el asiento de al lado le pidió que se sentase. Mary obedeció, como esperaba que hiciese. Era como un cachorrito, un cachorrito admirable, la verdad. Aún seguía siendo una mujer sorprendentemente hermosa y eso le agradaba en cierta forma, aunque también le desagradaba. Era como una muñeca perfectamente maquillada, con el pelo recogido y vestida impecablemente. Tenía un gusto especial para vestirse y, lo más importante, también tenía el don de elegir bien su ropa. Él siempre dejaba que la eligiese y jamás olvidaba un detalle, por eso siempre iba tan elegante. Danny sabía que era una mujer que tenía todos los atributos que un hombre poderoso puede desear, pero eso le importaba un carajo. Ella era su esposa y eso era lo único que le permitiría ser.
Después de que la niña falleciera, no le había puesto una mano encima durante mucho tiempo. Luego, con ayuda de los médicos, había logrado quedarse embarazada y tener dos hijas más, aunque Danny sabía que ansiaba darle un hijo. Él jamás se molestó en quitarle esa idea de la cabeza pero, después de la muerte de su padre, jamás había sentido el menor deseo de tener un varón y estaba más que satisfecho con sus hijas. Un hijo, al menos eso pensaba, se convertiría en un rival más tarde o más temprano y, además, terminaría por ponerse del lado de su madre, como suele suceder. No, él prefería tener sus hijas, eran menos complicadas y más fáciles de controlar.
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