• Пожаловаться

John Gardner: Muerte En Hong Kong

Здесь есть возможность читать онлайн «John Gardner: Muerte En Hong Kong» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Триллер / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

John Gardner Muerte En Hong Kong

Muerte En Hong Kong: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Muerte En Hong Kong»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

James Bond

John Gardner: другие книги автора


Кто написал Muerte En Hong Kong? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Muerte En Hong Kong — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Muerte En Hong Kong», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Avanzando a gatas, buscó a tientas en medio de la hierba y trató de percibir algún ruido, mientras procuraba controlar aquella sensación de peligro tan necesaria en los hombres de su profesión. Tardó por lo menos dos minutos en localizar el cuchillo, y por lo menos otros dos o tres en encontrar la pistola. La carga había estallado, según sus previsiones, directamente entre los dos hombres y muy cerca de ellos.

Antes de localizar la Luger, una de sus manos tropezó con los desagradables restos de la pequeña bomba. Bond no lograba acostumbrarse a los efectos de las explosiones, sobre todo desde que comprobó que una minúscula cantidad de plástico era capaz de causar tan graves daños.

Se le había despejado la cabeza y, con la pistola inicial todavía metida en el bolsillo del mono y la otra arma en su mano derecha, empezó a correr hacia el Oeste, en dirección a la carretera que le conduciría a la Praya.

Chernov había hecho especial hincapié en el carácter sanguinario de aquellos cuatro hombres. Ahora, sólo quedaban dos y era lógico suponer que, de acuerdo con el adiestramiento recibido, seguirían su camino y se separarían probablemente al llegar a la aldea, esperando atrapar a su presa en campo abierto o bien entre los edificios que bordeaban la Praya.

Bond había elaborado su plan de campaña. En caso de que pudiera llegar al templo de Pak Tai, donde disfrutaría de una posición muy ventajosa, los esperaría allí.

La explosión aún le resonaba en los oídos y sabía que tenía la ropa manchada de sangre, pero consiguió llegar a la accidentada carretera sin experimentar ningún contratiempo; una vez allí, prefirió abandonar la rocosa superficie y avanzar por el borde cubierto de hierba. Dejó de correr y caminó a marcha rápida, aspirando grandes bocanadas de aire en un intento de regular la respiración.

Al cabo de unos diez minutos, le pareció distinguir las siluetas de unos edificios. Cinco minutos más tarde, llegó a las afueras de la aldea y se abrió paso por entre los arbustos en dirección a un muro de piedra que debía pertenecer al templo. Se dirigió hacia la fachada del edificio y pensó que, por lo menos, podría dirigir sus oraciones a algún dios, ya que Pak Tai es el Supremo Emperador del Paraíso Negro y el templo erigido en su honor acoge asimismo a sus dioses marciales, Cien Mil Ojos y Oído de Viento Favorable. La ayuda de aquellos tres personajes no le vendría mal aquella noche para localizar a los dos «Robinsones» restantes.

El templo daba a una extensión de terreno abierto y, por primera vez desde la explosión de la bengala y la granada, Bond notó que sus ojos empezaban a acostumbrarse a la oscuridad. En unos minutos, distinguió la plaza cuadrada y el perfil de los peldaños del templo, guardados por los tradicionales dragones. Empezó a subir muy despacio y, al llegar arriba, se ocultó en la oscuridad del portal situado a su derecha. Luego, esperó, detrás de una de las grandes columnas de piedra. Pasaron los minutos y Bond comprendió que los «Robinsones» también debían de tomarse las cosas con calma, moviéndose despacio y en silencio por las oscuras calles.

Transcurrió por lo menos una hora. Y buena parte de otra. La autodisciplina le impidió a Bond echar un vistazo a la esfera luminosa de su reloj mientras efectuaba una minuciosa inspección de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, moviendo la cabeza y los ojos muy despacio; tenía el cuerpo entumecido a causa de la forzada inmovilidad.

Por fin, consultó su Rolex: eran las cinco menos diez de la madrugada. Faltaba algo más de una hora para que finalizara el juego y Chernov empezara la matanza. Se le revolvió el estómago de sólo pensarlo. Mientras imaginaba la horrible escena, captó un movimiento por el rabillo del ojo. Procedía del extremo derecho de la plaza, cerca de la casa. Por un instante, una sombra fugaz se recortó contra la franja más clara del mar.

Bond se movió despacio y levantó la Luger, con los ojos clavados en la zona donde había visto la sombra. Por un momento, pensó que se lo había imaginado. Pero la volvió a ver en el acto: avanzaba contra la pared a paso de tortuga al amparo de la oscuridad. Modificó imperceptiblemente su posición y levantó la Luger en el mismo instante en que la sombra se despegaba de la pared y empezaba a acercarse a los peldaños del templo. Fue entonces cuando, a pesar de su experiencia, Bond cometió el primer error de la noche. Despáchale ahora, decía una parte de su mente. No, espera, ¿dónde está el otro hijo de puta? Este segundo de indecisión fue el origen de los minutos más aterradores que jamás hubiera conocido.

Su habilidad de tirador se impuso a todo lo demás: despáchale ahora. Bond centró la mira de la Luger en la sombra que avanzaba. Su dedo empezó a ejercer presión, pero entonces un sexto sentido le advirtió de la inminencia de un peligro más cercano.

Se encontraba de pie, en la clásica posición de perfil, con los brazos levantados y sujetando el arma con ambas manos, cuando sintió un agudo dolor en el brazo izquierdo, como si alguien se lo hubiera quemado con un hierro candente. Oyó su propio grito desgarrador y sintió que se le caía el arma de la mano derecha al extenderla hacia el brazo herido. Se volvió y vio al «Robinsón» a punto de descargarle encima la maza de combate.

Reaccionó de un modo automático, pero todo se desarrollaba como en cámara lenta a través del indefinido dolor que, desde el brazo machacado, se iba extendiendo poco a poco por todo el cuerpo. No podía recordar el nombre de aquel sujeto, pero, por alguna extraña razón, su mente se empeñaba en querer recordarlo. Le pareció que era Bogdan, el que había roto el cuello de los muchachos y después había intentado librarse de los cadáveres descuartizándolos y distribuyendo los restos por el bosque. Oyó con toda claridad la voz de Chernov: «Es un campesino muy fuerte, sin ningún sentido de la moral.» Mientras Bond le miraba a los ojos, el hombre levantó muy despacio la maza por encima de su cabeza. Luego, la bola claveteada empezó a bajar hacia el cráneo de Bond. El brazo derecho de éste pareció moverse muy lentamente mientras echaba la pierna derecha hacia atrás y con una mano asía la culata de la Luger que guardaba en el bolsillo del mono. Buscó con el dedo la lengüeta del seguro. Los clavos cortaron el aire, acercándose sin piedad. La Luger se quedó atascada y después se soltó mientras la mano de Bond se torcía y su dedo se curvaba. Acto seguido, dos detonaciones -dos disparos, tal como les enseñaban a hacer en los cursillos de adiestramiento- y el olor de la cordita. El tintineo de los casquilíos de las balas golpearon los peldaños.

De repente, cesó la cámara lenta y el ritmo se aceleró.

Las dos balas levantaron a Bogdan del suelo y le obligaron a extender los brazos como si fuera un grotesco muñeco de resorte. El hierro de combate voló hacia atrás y el cuerpo de Bogdan cayó contra la puerta del templo, ensuciando a Bond con su sangre.

El dolor del brazo era casi insoportable. Bond oyó un doble chasquido y un sordo rumor. El disparo del otro «Robinsón» desde la plaza arrancó fragmentos de piedra de la columna.

Bond se dobló de dolor; sentía deseos de vomitar y se le empañó la visión. Estaba casi a punto de desmayarse cuando vio la sombra de la segunda Luger en los peldaños. Se volvió haciendo un gran esfuerzo y sostuvo en la mano izquierda el arma en la que todavía le quedaban dos cartuchos. Mientras se volvía, notó que perdía el equilibrio y se tambaleaba como un borracho en medio de la angustia y el dolor. Una voz pareció susurrarle al oído: «Atrápalo. Liquídalo ahora mismo.» Apretó automáticamente el gatillo, a sabiendas de que sostenía el arma en alto y mantenía el brazo derecho extendido. «Dos disparos contra un fantasma -pensó-. Suelta el arma y toma la otra.» Lo hizo todo como un acto reflejo, de forma mecánica. Precisamente mientras se agachaba, la otra bala le pasó silbando por encima de la cabeza. Con una mano tomó la culata de la Luger, pero no pudo incorporarse.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Muerte En Hong Kong»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Muerte En Hong Kong» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


John Gardner: Scorpius
Scorpius
John Gardner
John Gardner: No Deals, Mr. Bond
No Deals, Mr. Bond
John Gardner
libcat.ru: книга без обложки
libcat.ru: книга без обложки
JAMES HADLEY CHASE
John Gardner: Licence Renewed
Licence Renewed
John Gardner
Отзывы о книге «Muerte En Hong Kong»

Обсуждение, отзывы о книге «Muerte En Hong Kong» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.