John Gardner - Scorpius
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– Siéntese y vayamos al grano -le indicó M.
Se sentaron muy próximos en dos sillones de cuero de alto respaldo y en un taburete. La bella Q sacó de su bolso una de las tarjetas de plástico Avante Carte.
– No hemos hecho todavía una verificación completa -empezó-. Pero hasta el momento esa tarjetita de aspecto ingenuo parece poseer la fuerza de una hechicera.
Enseguida se lanzó a una amplia explicación sobre las tarjetas inteligentes y su modo de actuar. Poseían unas bandas magnéticas ocultas en su interior que transmitían información a una computadora de modelo especial y la acumulaban desde la pantalla de unos procesadores de datos de mayor capacidad.
Buena parte de cuanto la bella Q estaba diciendo era sumamente técnico y se refería principalmente a ese tipo de tarjeta de crédito que permiten obtener determinadas cantidades de dinero de un cajero automático, capaz también de rechazarlas si no existen fondos suficientes.
– Usted sabe muy bien -continuó- que ciertas tarjetas hacen algo más que proporcionar unas libras cuando el banco está cerrado. Informan también sobre el estado de la cuenta y en determinados casos se las puede usar para ingresar dinero en ella.
Hizo una pausa sosteniendo la Avante Carte entre el pulgar y el índice.
– Pero esta pequeña maravilla es diferente. La que aquí tengo perteneció a Trilby Shrivenham y mañana la vamos a investigar a fondo. Ya hemos despiezado la de Emma Dupré y nos ha revelado una gran cantidad de secretos. La llamada Avante Carte es probablemente la tarjeta más sofisticada de cuantas conozco.
»Verán: no sólo contiene franjas magnéticas, sino también minúsculas memorias, lo que los técnicos en computadoras llaman ROM (Read Only Memory), es decir, memoria única real, y también RAM (Random Access Memory)~ memoria de acceso al azar. Ello significa que la tarjeta es capaz de actuar como un pequeño ordenador, y puede ser programada con algún fin especifico. Pero su aspecto más siniestro consiste en incorporar una microplaqueta de información de datos de entrada y de salida.
Pudo notar cómo las pupilas de M empezaban a ponerse vidriosas, y, como éste ya había oído cuanto necesitaba, fue directamente al grano.
– Me limitaré a señalar las cosas que esta tarjeta puede hacer. Aunque todavía no hemos averiguado si es que realmente lo hicieron, en primer lugar, su simple inserción en un cajero automático electrónico y la pulsación de una secuencia de números puede ponerla en contacto con las unidades centrales de las computadoras de los bancos ingleses más importantes. Piense en lo que eso significa. Equivale a contactar con los datos de todos esos bancos.
»Y a su vez significa también que se pueden desviar dichos datos y manipularlos como se quiera. El aspecto delictivo más evidente de ello es el de que, en teoría, si la tarjeta está correctamente programada por una computadora principal y si se conocen los números de las cuentas de alguna rica institución, es posible pasar electrónicamente, a través de un cajero automático, dinero de esa espléndida cuenta a la de uno mismo o a cualquier otra que se desee. La consecuencia está clara.
– Es decir, que se puede arruinar a cualquiera o convertirle a uno en millonario por un día.
– O al menos durante el tiempo suficiente como para hacerse con el dinero. -Pasó un dedo manicurado por la tarjeta-. Este es un producto electrónico planeado con muy mala idea, James. Su potencial delictivo y su inteligencia son enormes.
– ¿Para qué lo han utilizado hasta la fecha? -preguntó Bond. La bella Q dirigió a M una mirada como si le preguntara: «¿Lo puedo decir?» M hizo una señal de asentimiento.
– Lo más interesante es que la tarjeta de Trilby Shrivenham no ha sido utilizada jamás. Pero creemos que a ella sí la utilizaron… para obtener los números de las cuentas principales de su padre.
– ¿Han estado consiguiendo dinero perteneciente a lord Shrivenham?
– No ha sido así, James -intervino Bill Tanner hablando por vez primera-, sino todo lo contrario. Por una de esas raras coincidencias que pocas veces pasan en la ficción, pero con frecuencia sí en la vida real, el viejo Basil Shrivenham quiso verificar un depósito bancario que había permanecido inactivo durante un par de años, limitándose a acumular intereses. No es muy importante, pero tampoco despreciable. En realidad se trata de una cuenta reservada en su testamento para Trilby. Esta mañana pidió el saldo que debería haber sido de unas doscientas mil libras, y cuando comprobó la cifra rogó que practicaran una comprobación. Se repasó la cuenta y era correcta. Pero el saldo que debería haber sido de un par de cientos de los grandes tenía en su haber cerca de tres millones de libras esterlinas.
– Y todo se llevó a cabo durante la semana pasada por medios electrónicos -añadió M-. ¿Se da usted cuenta, Bond?
El aludido hizo una señal de asentimiento.
– Sí, me doy cuenta. Alguien, si así lo considera necesario, puede trasladar ese dinero a una cuenta más significativa que se convertirá en una especie de fondo a utilizar de modo fraudulento por el partido político de Shrivenham.
– En efecto, 007. Ha dado usted en el clavo. Y a su debido tiempo la prensa…, o al menos la prensa sensacionalista, recibirá copias auténticas de la cuenta bancaria, así como de varias transacciones efectuadas por medios electrónicos. Y el actual gobierno, empeñado en obtener otro mandato, se verá involucrado en una versión inglesa del Watergate.
– Pero con todo lo demás en su favor… -expresó Bond con cierta brusquedad. Pero al ver la mirada de M optó por cerrar la boca.
Estuvieron hablando durante cosa de una hora, tras lo cual M dijo que la entrevista podía darse por terminada. A la bella Q le vendaron otra vez los ojos y fue conducida hasta el automóvil por Bill Tanner, mientras M se quedaba un poco más en la casa.
– Es mejor que esta noche duerma aquí -le aconsejó-. Por lo menos estará seguro. -Bajó de nuevo la voz como si temiera que alguien pudiera oírle-. Mañana será otro día. He puesto a la mayor parte de nuestros servicios en Europa…, o al menos aquellos en los que puedo confiar plenamente, en situación de alerta de cara al amigo Scorpius. Espero tener más información hacia la tarde. Llámeme dos minutos después de cada hora después de mediodía. Para entonces creo que estaré en condiciones de informarle sobre Scorpius. -Dirigió a Bond una mirada de soslayo-. Pero desde luego, si obtiene alguna noticia interesante, no vacile en seguirle la pista y trate de ponerse en contacto con nosotros. Pero recuerde, James, que quiero que este asunto se resuelva no importa lo que cueste. Y eso corre de su cuenta. Téngalo presente. El imperio de la ley y el sistema de vida inglés dependen de nuestro éxito. Y lo mismo digo respecto a un gran número de vidas inocentes.
Cuando Bond se quedó solo dirigióse a la larga y estrecha cocina y se preparó una omelette aux fines herbes , que acompañó con una botella de Chablis, aunque no sin pensar, divertido que la buena señora Findlay probablemente adquiría el vino al por mayor en un supermercado. Se dijo que no había nada que objetar, aunque hubiera resultado preferible que alguien se lo advirtiera antes, porque el constante contacto con semejante clase de bebida podría dañar el paladar.
Finalmente comprobó todas las cerraduras y las alarmas, se dio una ducha y trepó a la enorme cama de matrimonio que era la pieza más importante del dormitorio principal. Aunque estaba cansado hasta no poder tenerse en pie, Bond permaneció tumbado de espaldas un buen rato, dando un repaso a los acontecimientos del día antes de sumirse en un profundo y tranquilo sueño.
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