– ¿Cómo se conocieron Jiao y Hua?
– Así es como lo veo yo -explicó Chen-. Hua se enteró de la historia familiar de Jiao cuando ella trabajaba de recepcionista en su empresa y empezó a abrumarla con sus atenciones, propias de un «bolsillos llenos». Le compró el piso y todo lo demás, y la convenció para que se convirtiera en su «pequeña concubina». Sin embargo, no lo hizo por ella sino por Shang, su abuela.
– No le sigo, Chen. Es aún más inconcebible que una ópera de Suzhou sobre fantasmas. Shang murió hace mucho tiempo. ¿Tanto la admiraba Hua?
– No, se coló por Jiao debido a la relación que Mao había tenido con Shang. Debería habérselo aclarado desde el principio.
– Entonces Hua se follaba a Jiao para imitar a Mao follándose a Shang. ¿Se refiere a eso?
– No sólo a eso. Cuando se acostaba con Jiao, la nieta de Shang, Hua se convertía en Mao. Empezó a hablar como Mao, a pensar como Mao, a vivir como Mao y también a follar como Mao.
– Hua es un «bolsillos llenos», podía conseguir a muchas chicas como Jiao y vivir como un emperador, incluso como Mao. ¿Por qué tuvo que tomarse tantas molestias, jefe?
– Convertirse en Mao daba a su vida un sentido que no había tenido antes. Según el inconsciente cultural, se trata del arquetipo del emperador: el hijo del cielo, con mandato y poder divinos, adorado por todos sus súbditos. Por esa razón a Hua le aterrorizaba la idea de perder a Jiao, una mujer a la que en realidad no quería. Conscientemente, Jiao no significaba nada para él. Pero, en su subconsciente, Jiao lo era todo.
– Dejando a un lado toda su jerga psicológica, la verdad es que Hua está poseído por el demonio. ¡De tanto follar se ha vuelto loco! Debe de haber visto demasiadas películas sobre Mao y sobre los emperadores. Está loco de remate.
– Es una auténtica locura, pero para alguien con personalidad escindida, tiene sentido. Jiao le proporcionaba el mecanismo que le permitía convertirse en Mao, y Hua no podía consentir que alguien se enterara de su relación. Por eso lo llevaron con tanto secretismo: pisos contiguos, una puerta secreta entre su piso y el de ella, creo que en alguna parte del salón, y también diversas transacciones económicas. Después de que Jiao dejara su trabajo de recepcionista, Hua ya no fue visto en su compañía, pero continuó reuniéndose con ella en secreto. Por eso usted alcanzó a verlos junto a la ventana la otra noche.
– Aún estoy confundido, jefe. Este hijo de puta está loco. ¿Por qué querría Jiao interpretar el papel de Shang para él?
– No creo que a Jiao le gustara hacerlo, pero Hua debió de exigirlo como condición principal para llegar a un acuerdo.
– No cabe duda de que la suerte de una belleza es tan fina como una hoja de papel. ¡Las tres generaciones estaban malditas! La maldición cayó sobre la abuela, la madre y la nieta. Pero ¿qué sentido tenía todo esto para Hua?
– El mundo no tiene sentido, las cosas no son como en una ópera de Suzhou. La vida no tiene siempre un sentido trascendental evidente, y la gente tiene que buscar el sentido por su cuenta. O, al menos, inventarlo -aclaró Chen, sonriendo ensimismado-. Sea como fuere, a Hua le inquietaban cada vez más las visitas de Jiao a la mansión de Xie, y el hecho de que se relacionara con otra gente. Por ejemplo, Yang no dejaba de insistir para que Jiao acudiera a otras fiestas…
El sonido de un móvil interrumpió la explicación de Chen.
– ¡Ah!, es Liu -le dijo al Viejo Cazador, mientras apretaba una tecla.
– Camarada inspector jefe Chen, tengo la información que me solicitó. Entre las personas a las que Song interrogó mientras usted estaba de vacaciones, hay alguien llamado Hua. Es el propietario de varias grandes empresas, incluyendo aquella en la que trabajó Jiao. Fue un interrogatorio rutinario. No nos consta que Song encontrara nada sospechoso…
– No les consta que Song encontrara nada sospechoso -repitió Chen, incapaz de reprimir su sarcasmo-. Entonces escuche esto, camarada Liu. Hace menos de una hora, Hua ha asesinado a Jiao en el piso de ella. Lo he detenido. Venga hasta aquí cuanto antes con sus hombres.
– ¿Cómo? -preguntó Liu, demasiado atónito para digerir lo que le acababa de explicar Chen-. No me dijo nada de todo esto por la mañana, ni tampoco por la tarde.
– Parecía usted empeñado en adoptar cuanto antes sus medidas contundentes, y esperaba que la orden judicial llegara mañana. ¿Realmente estaba dispuesto a escucharme? -Después de hacer una pausa, Chen añadió-: Hua también mató a Yang, a la que veía como una amenaza capaz de arrastrar a Jiao y alejarla de él.
– ¡Mató a Yang! Pero… ¿por qué abandonó el cuerpo de Yang en el jardín de Xie?
Al Viejo Cazador también le parecía difícil de creer. ¿Cómo podía haberlo descubierto Chen mientras se encontraba de vacaciones a miles de kilómetros de distancia?
– A ojos de Hua, Xie se había convertido en otra amenaza porque Jiao era amable con él.
– ¿Cómo podía un viejo tan patético como Xie ser una amenaza?
– Hua está paranoico, y sólo veía que Jiao era amable con Xie. Al deshacerse de Yang y abandonar su cuerpo en el jardín de Xie, Hua intentaba matar dos pájaros de un tiro.
– Usted… usted ha hecho un trabajo increíble. Vamos de camino. Quédese ahí, inspector jefe Chen.
– No pienso irme -respondió Chen, cerrando de golpe el teléfono con rabia-. Sí, un trabajo increíble, Viejo Cazador. Jiao ha sido asesinada en esta misma habitación, al lado del vestidor en el que yo estaba escondido.
– Usted hizo lo que tenía que hacer -replicó el Viejo Cazador con convicción, consciente del tono de desesperación de Chen. Un poli podía cerrar muchos casos con éxito, pero una sola metedura de pata podría atormentarlo para siempre-. Estaba escondido en el vestidor, sin ver ni oír lo que realmente sucedía. Nadie podría haber actuado de otra forma en esas circunstancias. De no ser por usted, el asesino habría huido. Menudo caso…
La angustia no lo dejó continuar. Menudo caso Mao, el suyo de tantos años atrás, y ahora el de Chen…
– Shang…
– Shang… -Hua estaba recobrando el conocimiento, con el rostro desencajado por el asombro-. ¿Qué demonios ha pasado?
– Esto es exactamente lo que ha pasado -respondió Chen, pensando en la interpretación supersticiosa del Viejo Cazador-: usted ha estrangulado a la nieta de Shang y Mao lo ha dejado fuera de combate. Para ser más exactos, el retrato de Mao lo ha dejado fuera de combate.
– ¿Cómo ha entrado usted aquí?
Durante su breve encontronazo en la oscuridad, tal vez Hua no lo hubiera visto salir del vestidor. Quizá no se había dado cuenta de que Chen se había escondido allí.
– ¡Eres un demonio, te mereces mil cuchilladas! -interrumpió el Viejo Cazador-. No te vas a librar de ésta, has cometido un asesinato en primer grado.
Hua parecía ahora muy distinto. Tenía los ojos opacos, la boca entreabierta y la mejilla izquierda le temblaba de forma incontrolada. No quedaba ni rastro del Mao imperial. Ni siquiera del empresario de éxito. Era un hombre acabado.
Chen se dio cuenta de que debía aprovechar la ocasión para sacarle más información al asesino. Aún quedaban varias preguntas por responder.
Pero su móvil volvió a sonar con estridencia, rompiendo el hechizo del momento. Le llamaba el ministro Huang desde Pekín. Chen no tuvo más remedio que contestar.
– Me acaba de llamar Liu, inspector jefe Chen.
– Ah, ministro Huang. Pensaba llamarlo -respondió Chen. No le sorprendió la rapidez con la que había actuado Liu-. Alguien llamado Hua ha asesinado a Jiao en su piso. Es un chiflado que intenta imitar a Mao. Lo he detenido.
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