allá en Denver, seguro que vas a llamar la atención. Esa misma noche entrará en la red de telecomunicaciones y llegará a todos los diarios. Después saldrá enHard Copy y luego en el resto de los programas sensacionalistas. Se va a enterar cualquiera que no tenga la cabeza bajo la arena como los avestruces. Y eso, Jack, sinceramente, es lo que no queremos que ocurra. En cuanto el culpable se entere de lo que sabemos de él, desaparecerá. Si es listo, y sabemos que es condenadamente listo, desaparecerá. No podremos atraparlo nunca. Y eso no es lo que tú quieres. Se trata de la persona que mató a tu hermano. ¿Verdad que no es eso lo que quieres?
Asentí para mostrar que comprendía el dilema y permanecí un instante en silencio, mientras pensaba mi réplica.
Pasé la mirada de Backus a Walling, y después la volví a fijar de nuevo en él.
– Mi periódico ya ha invertido en esto mucho tiempo y dinero -dije-. El reportaje lo tengo en el bolsillo. Es decir, para que lo entiendas, esta misma noche podría escribir un reportaje diciendo que las autoridades están llevando a cabo una investigación de alcance nacional sobre la probabilidad de que un asesino de policías haya estado actuando en la impunidad desde hace tres años.
– Como ya te he dicho, has hecho un trabajo excelente y nadie te discute qué tipo de reportaje es éste.
– Entonces, ¿qué es lo que me propones? ¿Que lo deje estar y me marche a esperar que convoquéis una rueda de prensa el día que atrapéis a ese tipo, si es que lo cogéis? Backus se aclaró la garganta y se echó hacia atrás en la silla. Miré a Walling, pero su cara no me decía nada.
– No voy a dorarte la pildora -dijo Backus-. Sí, es cierto, quiero que pongas el reportaje en la nevera una temporada.
– ¿Hasta cuándo? ¿Qué es una temporada?
Backus miró a su alrededor como si no hubiera estado nunca en aquella cafetería. Contestó sin mirarme.
– Hasta que atrapemos a esa persona. Se me escapó un silbido.
– ¿Y qué sacaré yo si congelo el reportaje? ¿Qué sacará el Rocky Mountains News?
– Primero y principal, nos habrás ayudado a atrapar al asesino de tu hermano. Si esto no te parece suficiente, estoy seguro de que podemos llegar a algún tipo de acuerdo de exclusiva para la información sobre el arresto del sospechoso.
Durante un rato nadie dijo nada, porque estaba claro que me tocaba mover ficha. Sopesé cuidadosamente mis palabras antes de hablar inclinándome sobre la mesa.
– Bueno, Bob, como supongo que sabes, ésta es una de esas raras ocasiones en que vosotros, tíos, no tenéis todas las cartas en la mano. Esta investigación es mía,¿sabes? Yo la empecé, y no voy a retirarme precisamente ahora. No voy a volver a Denver y sentarme en mi escritorio a esperar que suene el teléfono. Estoy dentro, y si no me mantenéis dentro, vuelvo y escribo el reportaje. Aparecerá en el periódico el domingo por la mañana. Es nuestro día de mayor difusión.
– ¿Le harías eso a tu propio hermano? -dijo Walling, cargando las palabras de ira-. ¿Es que te importa un carajo?
– Rachel, por favor -terció Backus-. Esto es importante. Lo que nosotros…
– A mí sí me importa -le interrumpí-. Soy el único al que le ha importado. De modo que no tratéis de hacerme sentir culpable. Mi hermano ya está muerto, tanto si cogéis a ese tipo como si no, y tanto si escribo el reportaje como si no.
– Vale, Jack, aquí no estamos cuestionando tus motivos -dijo Backus alzando las palmas de las manos en actitud tranquilizadora-. Parece que nos hemos puesto en plan de adversarios y eso no me gusta. ¿Por qué no me dices claramente qué es lo que quieres? Estoy seguro de que lo podemos arreglar aquí mismo. Incluso antes de que se enfríe el café.
– Es muy sencillo -le dije rápidamente-. Ponme en la investigación. Acceso total como observador. No escribiré ni una palabra hasta que pillemos a ese hijo de puta o nos demos por vencidos.
– Eso es un chantaje -dijo Walling.
– No, es una oferta que os hago -le respondí-. En realidad es una concesión, porque yo ya tengo el reportaje. Tener que aparcarlo me repugna y es contrario a mi deber.
Miré a Backus. Walling estaba enfadada, pero no me importaba. Era Backus quien tenía que tomar la decisión.
– Creo que eso no lo podremos hacer, Jack -dijo por fin-. Va contra las normas del FBI infiltrar a alguien de ese modo. Además, puede ser peligroso para ti.
– No te preocupes por eso. En absoluto. Ése es el trato. Tómalo o déjalo. Llama a quien tengas que llamar. Pero el trato es ése.
Backus se acercó la taza y se quedó mirando el café, todavía humeante. Aún no había dado ni un sorbo.
– Esta propuesta está por encima de mi capacidad de decisión -dijo-. Tengo que demorar la respuesta.
– ¿Hasta cuándo?
– Voy a consultarlo ahora mismo.
– ¿Y qué pasa con la reunión del equipo?
– No pueden empezar sin mí. ¿Por qué no me esperáis aquí? No tardaré mucho. Backus se levantó y deslizó cuidadosamente la silla bajo la mesa.
– Una cosa ha de quedar clara -le dije cuando ya se iba-. Si se me permite participar como observador, no escribiré sobre el caso hasta que hayáis hecho una detención o decidáis que la investigación es infructuosa y dediquéis toda vuestra atención a otros casos, con dos excepciones.
– ¿Cuáles son esas excepciones? -me preguntó Backus.
– Una es que me pidáis que escriba sobre ello. Puede darse el caso de que queráis levantar la liebre publicando la noticia. Seré yo quien lo escriba, en ese caso. La otra excepción es que el tema se filtre. Si esto sale en cualquier otro periódico o en la televisión, daré por incumplido el trato. Inmediatamente. Si llegara a olerme siquiera que alguien va a publicarlo, prefiero hacerla yo primero. Es mi reportaje, ¡maldita sea!
Backus me miró y asintió con la cabeza.
– No tardaré.
Cuando se había ido, Walling me miró y dijo calmosamente:
– Si hubiera sido yo, no me habría tragado tu farol.
– No era un farol-le dije-. Iba en serio.
– Si es cierto eso, que estás cambiando cazar al tipo que mató a tu hermano por un reportaje, entonces me das mucha lástima. Voy a buscar más café.
Se levantó y me dejó solo. Mientras la veía caminar hacia el mostrador, sus palabras me bullían en la cabeza, yendo finalmente a parar en la frase de Poe que había leído la noche anterior y que no podía apartar de mis pensamientos:
Vivía solitario
en un mundo de quejidos
y mi alma era una marea estancada.
Cuando entré en la sala de reuniones junto con Backus y Walling sólo había unas cuantas sillas vacías. La reunión de equipo la componían una serie de agentes sentados en torno a la gran mesa, además de una fila adicional de participantes en sillas alineadas junto a las paredes. Backus me señaló un lugar en la fila exterior y me invitó a sentarme. Él y Walling se dirigieron a los dos huecos que quedaban en el centro de la mesa. Al parecer, estaban reservados exclusivamente para ellos. Sentí sobre mí las miradas que se suelen dedicar a un extraño y me agaché para revolver en la bolsa del ordenador simulando que buscaba algo, a fin de no tener que aguantadas.
Backus había aceptado el trato. O mejor dicho, lo había aceptado la persona con quien había hablado por teléfono. Me habían admitido en el grupo, con la agente Walling como niñera… como ella misma dijo. Yo había redactado y firmado un acuerdo según el cual no escribiría sobre la investigación hasta que ésta culminara o se disolviese, o hasta que se diera el caso de una de las excepciones que había planteado. Le pregunté a Backus si podía acompañarme un fotógrafo, pero dijo que no formaba parte del trato. Aunque estuvo de acuerdo en considerar mis peticiones específicas de fotografías. Fue lo máximo que pude hacer por Glenn.
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