P.C. Cast - En El Lugar De La Diosa

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La única emoción que esperaba Shannon Parker de las vacaciones de verano era hacer unas cuantas compras. Sin embargo, recibió la llamada de un ánfora antigua y se vio transportada a Partholon, donde todos la trataron como a una diosa. Una diosa muy temperamental…
Sin saber cómo, Shannon había adoptado el papel de otra, se había convertido en la encarnación de la diosa Epona. Y, aunque eso tenía una ventaja (¿a qué mujer no le gustaban los lujos?), también conllevaba un matrimonio ritual con un centauro y la amenaza de muerte a su nuevo pueblo. Además, todo el mundo la odiaba, porque pensaban que era una simple doble de su diosa.
Shannon tenía que averiguar cómo podía volver a Oklahoma sin morir en el intento, sin contraer matrimonio con un centauro y sin volverse loca…

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– ¡Diosa!

– ¡Amada de Epona!

– ¡Que la suerte vaya con vos, lady Rhiannon!

– Nuestro amor os acompañará, Elegida de Epona!

El patio estaba abarrotado de gente y centauros. Saludaron y agitaron las manos, y yo erguí la cabeza, tragué saliva y me agarré de la mano de Alanna para que la multitud no nos separara. Me vi rodeada por aquella masa que me adoraba, y que acababa de asustarme tanto que yo había estado a punto de orinarme en los pantalones.

– Gracias. Os lo agradezco. Os echaré de menos. Gracias.

Saludé con la mano y seguí diciendo cosas que esperaba fueran la respuesta correcta para la Amada de Epona.

Yo recorrí el patio y salí por lo que consideraba la puerta principal del templo, que se abría a una enorme fuente en forma de caballo y que conducía a la Gran Puerta, en la muralla. La vista que encontré era increíble. Ante mí se extendía un mar de centauros. Su belleza y fiereza me cortaron la respiración. Vibraban de poder y de seguridad.

Al verme, gritaron como uno: «¡Ave, Epona!». A mí se me puso toda la carne de gallina, y recordé algo que había escrito Ovidio sobre la belleza, que era «un favor concedido por los dioses». Si aquello era cierto, los dioses sonreían a aquel grupo de guerreros.

El más guapo, en mi opinión, de aquellos guerreros, se separó del grupo y me hizo una reverencia antes de llevarse la palma de mi mano a los labios. Ante su saludo hubo otra oleada de vítores, en aquella ocasión de centauros y humanos a la vez.

– ¿Estás lista, Rhea? -me preguntó él.

Yo le di a Alanna el último abrazo y me volví hacia la muchedumbre humana que había salido del castillo.

Hablé todo lo alto que pude, y de la manera más didáctica posible.

– Lady Alanna ejercerá mi autoridad mientras yo no esté -dije, y vi un mar de sonrisas en la multitud. No tuve que mirarla a ella para saber que se estaba ruborizando-. Mientras estoy lejos, incluidme en vuestras plegarias -añadí sonriendo, y me di cuenta de que se me habían llenado los ojos de lágrimas-. Sabed que vosotros siempre estaréis en mi pensamiento y en mi corazón. Que Epona os bendiga y os llene como el aire que respiráis.

Me volví hacia ClanFintan y le di la mano para que él pudiera ponerme sobre su espalda. Después se volvió, y obedeciendo sus órdenes, el ejército se movió y emprendió un trote ligero mientras la gente saludaba y los niños arrojaban pétalos de flores por nuestro camino.

Mientras nos alejábamos, me di cuenta de que avanzábamos en dirección al río. Me incliné hacia delante, apoyé la barbilla en el hombro de mi marido y le hablé al oído.

– ¿Vamos a seguir el curso del río hacia el norte?

– Sí, pero debemos cruzarlo y viajar por su orilla este. No podemos atravesar Ufasach Marsh… sería imposible que una legión de centauros avanzara por ese terreno tan pantanoso, y debemos viajar rápidamente. La ribera este del río Geal comienza en Doire nan Each, que es bosque. Atravesarlo será mucho más rápido.

– Tiene sentido. Doire nan Each, suena muy bonito. ¿Qué significa?

– Traducido del Lenguaje Antiguo, significa Gruta de los Caballos. Seguramente, tiene ese nombre porque es el bosque que separa el este de Partholon de las Llanuras de los Centauros. Pero el nombre es confuso, porque se trata de un bosque antiguo de enormes robles, y no de una gruta. Además, yo nunca he visto caballos allí.

Asentí para demostrarle que comprendía. De repente, se me ocurrió algo que me hizo fruncir el ceño. Recordé lo ancho y bello que era el río la mañana de la ceremonia de bendición. Era maravilloso, sí, pero yo no querría atravesarlo a nado.

– Espera, ¿vamos a tener que nadar para cruzar el río Geal?

Él se echó a reír.

– No. Hay un puente al norte del templo. En realidad, está muy cerca de las ruinas del puente del que nos habló Carolan. Cruzaremos por allí.

– Me alegro. Estos pantalones de cuero tardarían meses en secarse.

Antes de que yo pudiera seguir hablando, seguimos una curva del río y encontramos el puente. Era una estructura altísima y plana, hecha de troncos atados unos a otros. No parecía muy seguro.

– ¿Por qué tiene que ser tan alto?

– Para que las barcazas puedan navegar por debajo de él. El Geal tiene mucho tráfico.

El puente era estrecho, de modo que sólo podían cruzarlo centauros en formación de a dos. ClanFintan comenzó a gritar una serie de órdenes, y varios centauros mayores y curtidos, que estaban situados a intervalos en el ejército, las repitieron.

El ejército se movió ordenadamente y formó una columna de a dos que comenzó a trotar con energía. ClanFintan se situó a la cabeza de la fila. El puente se acercó más y más.

– Agárrate fuerte. La subida es muy abrupta.

Yo cerré los ojos y me agarré con fuerza mientras él ascendía hasta la entrada del puente.

Noté que trastabillaba ligeramente al posar las patas en los troncos, y el estómago se me cayó a los pies. Entonces, sus cascos comenzaron a resonar de una manera hueca, como si estuviéramos a un millón de kilómetros de altura. Yo mantuve los ojos cerrados.

– Rhea, ¿hay algún problema?

El sonido de los cientos de cascos que seguían a ClanFintan casi ahogó su pregunta.

– No -dije, sin abrir los ojos-. Pero avísame cuando lleguemos al otro lado del maldito puente.

Noté la tierra firme bajo sus patas. Él se hizo a un lado y dijo:

– Dougal, ClanCullen y tú conducid la columna hasta el segundo camino del norte.

Dougal y un centauro extremadamente musculoso saludaron y galoparon para tomar posiciones en cabeza de la columna.

Yo abrí los ojos lo suficiente como para darme cuenta de que Dougal ya no estaba tan pálido.

– Dougal tiene buen aspecto -dije, al ver pasar a los centauros.

ClanFintan me miró y me dijo en voz baja:

– No como tú. Estás blanca como la nieve -entonces, añadió-: Ah, ya hemos cruzado el puente.

Yo miré hacia atrás, hacia aquel puente que estaba esperando que ocurriera un accidente, y me estremecí.

– No me gustan los puentes -susurré.

– ¿Eres capaz de provocar al líder de una horda de demonios y de ponerte en peligro mortal noche tras noche, pero te asustas por cruzar un puente?

– Sí, ¿y qué?

Él me besó la mano.

– Eres una sorpresa constante.

– Sí, bueno… que no se te olvide.

Yo me sentí segura de que su continua risa reflejaba el hecho de que estaba abrumado por la profundidad del atractivo y el misterio de la mujer norteamericana moderna. Eso, o que pensaba que yo era tonta perdida. En todos los matrimonios hay cosas que es mejor no abordar.

– ¡Rhea!

Yo sonreí y saludé con entusiasmo a Victoria y a su grupo de Cazadoras, cuando pasaron rápidamente del puente al suelo sólido.

– ¡Nos veremos esta noche en el campamento! -gritó.

Yo respondí con entusiasmo.

– ¡De acuerdo!

ClanFintan y yo permanecimos allí, observando la majestuosidad de los centauros ante nosotros. Parecía que el desfile no iba a terminar nunca.

– ¿Cuántos centauros hay en una legión?

– Un millar -me respondió ClanFintan con orgullo.

Yo esperaba que fueran suficientes.

Cuando el ejército terminó de atravesar el río, ClanFintan y yo retomamos nuestra posición en cabeza de la columna, y Dougal y ClanCullen nos saludaron y ocuparon su sitio. ClanFintan ordenó que los centauros se recolocaran en formación de a cuatro y después, con un grito, nos pusimos en camino al galope.

Como yo ya sabía, era un modo de viajar bastante cómodo, pero resultaba difícil mantener una conversación con un marido que era también un medio de transporte. No había problema. Disfruté admirando el paisaje.

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