– Su danza ha sido una bendición para nuestro matrimonio -dije.
Vaya, él desprendía calor. Ni siquiera lo estaba tocando, y sentía cómo irradiaba de su cuerpo. Lo cual, por algún motivo, me dio ganas de reír.
Él me correspondió y se inclinó hacia mí, lo cual hizo que me riera tontamente.
– Esta danza es algo más que una bendición -dijo, e hizo una pausa. Yo arqueé las cejas, invitándolo a que continuara-. Tradicionalmente, se usa como… estimulante. Pero, como Encarnación de la Diosa, seguramente ya lo sabéis.
Glup.
Mis ojos se apartaron de su mirada abrasadora y recorrieron la longitud de su cuerpo, mientras él hacía lo mismo con el mío.
¿Acaso se me había olvidado que él era… un caballo?
Como si tuviera voluntad propia, mi cuerpo se irguió y salió de su espacio personal. Aquel movimiento brusco me provocó una ráfaga de mareo, y se me nubló la vista. La alerta del vino.
– Eh… -intenté dejar la copa en la mesilla, pero no lo conseguí y el vino se derramó por todo el suelo, mientras la copa caía al suelo con estruendo. De repente, todos centraron su atención en mí.
– Mi señora, ¿estáis bien?
A Dios gracias, Alanna estaba pendiente de mí.
– Creo que he bebido demasiado…
Ojalá pudiera dejar de ver varias Alannas. Pestañeé y me froté la frente, y me arriesgué a mirar a ClanFintan. Él me estaba observando atentamente.
– Os habéis esforzado demasiado, lady Rhiannon -dijo-. Para alguien que ha estado enfermo tan recientemente, hoy ha sido demasiado. Quizá sea el momento idóneo para retirarnos.
¿Acababa de sonreír?
– ¡Eeh!
El sonido que emití fue algo entre un grito y un jadeo. ¿Retirarnos? ¿Irme a la cama con él? ¿En el sentido bíblico? ¿En qué había estado pensando yo? De repente, me di cuenta de todas las implicaciones de aquel matrimonio. Sí, yo había hablado con Alanna, más o menos, sobre la consumación, y ella me había tranquilizado, ¡pero yo no sabía que mi prometido era un caballo! Me refería al hecho de mantener relaciones sexuales con un desconocido, ¡no a la zoofilia! Se me encogió el estómago.
– ¡Eeh!
¿Por qué no me había preocupado por eso antes? Supongo que estar a punto de morir y cambiar de mundo podía interrumpir la capacidad de pensamiento de una persona. Por no mencionar la ingesta de vino. Medicinal o no.
Será mejor que lo piense ahora.
Consumación.
Con un caballo.
Que muerde.
– Creo que voy a vomitar.
– Mi señora, ¿os acompaño a vuestra habitación?
Al menos, la preocupación de Alanna era verdadera. Noté sus manos suaves y frescas cuando me apartó los mechones de pelo pegajosos de la frente húmeda.
– Sí, por favor.
Ponerse de pie fue como una experiencia náutica. Tambalearse, moverse de un lado a otro… oh, mareo… cerré los ojos con fuerza.
– Vaya…
Justo cuando mi trasero iba a dar con el suelo de mármol, noté que me levantaban y me apoyaban contra un calor firme.
– Permitidme, lady Rhiannon.
¡Dios santo, el caballo me había tomado en brazos! Abrí un ojo y vi su cara desde muy cerca. Él no me estaba prestando atención a mí, sino a Alanna, que le sonrió para darle las gracias y nos guió hacia el pasillo por el que habíamos llegado al comedor. En brazos de ClanFintan, me di cuenta de lo grande que era él, y de lo lejos que estaba el suelo.
– Ay…
Quizá debería haber mantenido los ojos cerrados…
– Os sentiréis mejor después de haber dormido un poco -dijo él, y su pecho vibró con sus palabras.
– No me había dado cuenta de que había bebido tanto vino.
Él emitió una especie de gruñido, que sólo sirvió para intensificar la vibración.
– Pues sí.
– Vibras al hablar.
– ¿Qué?
– No pasa nada. Me gustan los vibradores.
Me di cuenta de que hablaba como una borrachina, y no pasaba nada, porque realmente estaba borrachina. Tenía la cabeza muy pesada, y la dejé caer sobre el hombro de ClanFintan.
– Hueles bien -dije.
Sí, me daba cuenta de que estaba diciendo mis pensamientos en voz alta. Y tuteándolo. Y, sí, sabía que iba a tener una buena resaca al día siguiente. Pero no, ya no podía hacer nada para remediarlo.
Risita.
– Habéis bebido demasiado.
– ¡De ninguna manera!
Otro resoplido de ClanFintan, con el retumbar de su tórax, y otra risita mía. Entonces me di cuenta de que el resoplido había cesado, pero el retumbar no, y abrí los ojos.
Él se estaba riendo. De mí, pero se estaba riendo. Y era una risa agradable, que transformó de repente su cara de una cara bella a una cara bella y agradable.
Por supuesto, en aquel momento mis risitas se convirtieron en hipo, lo cual provocó carcajadas en él.
Alanna se detuvo frente a una puerta que yo recordaba vagamente, la de la habitación de Rhiannon, y parecía que le resultaba difícil contener su propia risa cuando nos miraba. Al darse cuenta de que yo la estaba mirando entre mis hipos, enrojeció y se volvió rápidamente a abrir la puerta y cedernos el paso. Claramente, Rhiannon no tenía ningún sentido del humor.
– Dang… ¡hip! Tengo una cama… ¡hip!… enorme ¡hip!
Cuando me dejó en la cama enorme, él me observó atentamente con una sonrisa.
– Gracias… ¡hip!… por el… ¡hip!… paseo.
Me caí sobre la almohada entre risas de vino. Gracias por el paseo. Eso sí que era gracioso.
– Sois diferente a cuando nos conocimos -dijo. Seguía sonriendo, pero su voz grave tenía una cualidad meditativa que hasta yo, embriagada, percibí. Miré a Alanna y me di cuenta de que había palidecido.
Noté que recuperaba la sobriedad.
Mi hipo desapareció.
– Yo… soy yo. La de siempre, normal y corriente.
– Nada es normal y corriente con vos, lady Rhiannon.
Entonces, su sonrisa desapareció, y yo lamenté haberla perdido de vista. Entonces recordé que él era un caballo, y que se suponía que aquélla era nuestra noche de bodas, y, por la cara de miedo de Alanna, había muchas cosas que estaban pasando allí y que yo desconocía por completo.
Cerré los ojos y respondí en un susurro:
– Lo que sea…
Y emití un ronquido. Alanna intervino en aquel momento.
– Mi señor, quizá queráis que os acompañe a vuestra habitación.
Como respuesta sólo hubo silencio, y yo tuve ganas de abrir los ojos, pero notaba la mirada de ClanFintan clavada en mí, así que solté otro ronquido poco femenino.
– Vuestro dormitorio es contiguo a éste, mi señor -insistió Alanna.
– Sí, estoy listo para retirarme -dijo él, de vuelta a una fría formalidad. Su marcha de mi dormitorio fue brusca y ruidosa.
Tanto, que casi ahogó la voz musical de Alanna.
– Mi señor, lady Rhiannon ha pasado por mucho últimamente -la suavidad de su voz me recordó tanto a la dulzura de Suzanna que sentí una punzada de añoranza.
– Como todos los demás -dijo él. Después, cerró la puerta de su habitación.
– Se ha marchado ya, mi señora.
Como había sucedido con mis ganas de reír por el alcohol. Nada como un poco de intriga personal en un mundo paralelo para recuperar la sobriedad.
Ella volvió a mi lado y me refrescó la frente pegajosa con un paño húmedo.
– Sabe que no soy Rhiannon.
A Alanna le temblaron las manos ligeramente.
– No, mi señora, sólo sabe que sois diferente a lo que él esperaba.
– Háblame de Rhiannon.
Sus manos quedaron inmóviles.
– Es mi ama, y la Suma Sacerdotisa, la encarnación de la diosa Epona.
– Todo eso ya lo sé. Dime qué tipo de persona es.
– Es una persona poderosa.
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