P. Cast - Diosa Por Elección

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Por fin, Shannon Parker se había reconciliado con la vida en el mundo mítico de Partholon. Amaba a su marido centauro y se había acostumbrado a su conexión con la diosa Epona y los beneficios que conllevaban ambas cosas. Casi había olvidado su antigua vida en la Tierra… sobre todo, cuando descubrió que estaba embarazada…
Pero entonces una súbita explosión de poder la envió de vuelta a Oklahoma. Sin la magia, Shannon no podía regresar a Partholon, así que tendría que buscar ayuda. El problema era que esa ayuda tomó la forma de un hombre tan tentador como su marido. Y, durante el camino, Shannon descubriría que ser una diosa por error era mucho más fácil que ser una diosa por elección…

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– ¿Qué estáis haciendo? -refunfuñé, fulminando a mis amigas con la mirada y pasándome la lengua por los labios. Tenía muy mal sabor de boca.

No estoy en mi mejor momento por las mañanas. Nunca lo he estado y nunca he querido estarlo. De hecho, desconfío vagamente de la gente que salta de la cama temprano como si fueran cachorros dementes. Es una barbaridad despertarse antes de las nueve de la mañana.

– ¡Hemos venido a felicitarte por la gran noticia! -exclamó Alanna.

– Sí, estábamos esperando a que despertaras, pero ha llegado el mediodía y estábamos impacientes -dijo Victoria. Incluso su preciosa voz me sonaba estridente aquella mañana-. Además -añadió con timidez-, tengo que contarte una cosa.

– Dougal y tú vais a casaros -dije yo, mientras tomaba una bata larga de seda que había extendida a los pies de la cama. Mientras me la ponía vi la expresión de asombro de Victoria.

– Cómo…

Azorada, yo di mi respuesta estándar, que lo explicaba todo.

– Epona.

– Oh -respondieron las dos al unísono, asintiendo.

– Me parece maravilloso, Victoria. Vais a ser estupendos el uno para el otro -dije, y le guiñé un ojo a Alanna, que se echó a reír cuando proseguí-: Además, será agradable ver al pobre Dougal sonreír más a menudo. Era un centauro muy triste después de que lo dejaras.

Increíblemente, Victoria se ruborizó como si fuera una adolescente tímida.

– Te he traído una infusión, Rhea -me dijo Alanna, y me ofreció una taza humeante que desprendía un olor delicioso. Yo la tomé, y me senté en una butaca, frente a ellas.

– Gracias -dije. Soplé un poco y di un sorbito.

– Tus palabras me obligaron a prestar atención -explicó la cazadora lentamente-. Por fin escuché lo que él llevaba un tiempo tratando de decirme. Me quiere. A mí -Victoria estaba radiante-. No desea que yo sea más joven. No quiere que cambie y que me convierta en una compañera que permanezca junto a su fuego. Entiende que mi posición de Jefa de la Cazadoras es mi vida y continuará siéndolo. Me quiere tal y como soy.

– Eso es lo que Alanna y yo te hemos estado diciendo. Supongo que debería haber hablado con más claridad mucho antes.

Aquello le recordó a Alanna el propósito original de su visita.

– ¡Una hija! -exclamó.

– Es una bendición -convino Victoria.

– Muy bien, ya podéis dejar de sonreírme, me estáis poniendo nerviosa.

Alguien llamó a la puerta de mi habitación.

– Adelante -dije. Entonces, entraron tres sirvientas vestidas de seda en mi habitación, portando bandejas llenas de algo que parecía el desayuno. Las tres ninfas comenzaron a hablar a la vez.

– ¡Enhorabuena, mi señora!

– ¡Estamos tan contentas!

– ¡Es una noticia maravillosa!

– Gracias, chicas -dije, intentando sonreír-. Ya podéis marcharos.

– ¡Sí, mi señora! -respondieron, deshaciéndose en reverenciadas.

Mientras marchaban hacia la puerta, oí que una de ellas susurraba:

– Nuestra Señora no está en su mejor momento por las mañanas.

– Me dan dolor de cabeza -dije, después de que se cerrara la puerta.

– Te adoran -me dijo Alanna.

– Pero me dan dolor de cabeza -refunfuñé yo.

– Come algo. Te mejorará el humor -me recomendó Alanna.

– Eso esperamos -añadió Victoria.

Yo arrugué la nariz hacia ella, y después volví la mirada hacia la comida. Había macedonia de fruta, magdalenas integrales recién salidas del horno, rebanadas de pan doradas, una tetera de infusión de hierbas y jarritas llenas de agua fresca y leche.

Mientras probaba el té y mordisqueaba una tostada, miré a mis amigas.

– Epona me dejó presenciar un nacimiento anoche, durante el Sueño Mágico. Fue increíble.

– Es un milagro -dijo Victoria, mientras tomaba una de las magdalenas.

– Estoy muy conten…

Sin previo aviso se me revolvió el estómago. Pude volver la cabeza al tiempo para no vomitar el té y la tostada sobre mis amigas.

– Oh, qué asco -dije, y me limpié la boca con el dorso de la mano. Alanna se acercó rápidamente a mí-. ¿Estás segura de que no me estoy muriendo?

– Sí, estoy segura -respondió mientras me servía un poco de agua en una copa.

Yo bebí con agradecimiento, para aclararme el sabor desagradable de la boca.

– Vamos -me dijo Alanna, mientras me ayudaba a ponerme en pie-. Te sentirás mejor después de haberte bañado y arreglado -me entregó una magdalena y la taza de té, y siguió hablando-: ClanFintan me ha dicho que estaría en los alrededores del templo, supervisando el nuevo edificio para los centauros, y también el almacenaje de las provisiones para el invierno.

– Yo también tengo cosas que hacer cerca del nuevo alojamiento -dijo Victoria, y me dio un abrazo rápido. Después, arrugó la nariz-. Hueles mal, Rhea.

– Gracias por mencionarlo -respondí yo, mientras echaba el aliento con fuerza hacia ella. Entonces, Victoria se retiró apresuradamente hacia la puerta.

– Te veré después de que te hayas recuperado y hayas vuelto a ser divina -me dijo mirando hacia atrás, por encima del hombro.

– ¡Quizá tengas que esperar a la primavera! -respondí yo, a gritos, mientras ella se alejaba.

Me volví, y vi que Alanna estaba intentando disimular una sonrisita con una tos.

– ¿Sabes? -me dijo-. Las náuseas sólo duran una pequeña parte del embarazo. Y además, me he fijado en que las mujeres que se sienten muy mal al principio tienen los bebés más sanos y felices.

– Bueno, supongo que eso es algo -refunfuñé, aunque sus palabras hicieron que me sintiera mejor. Olí la magdalena que tenía en la mano, y de repente me di cuenta de que tenía hambre. Tomé un poquito, y percibí su sabor maravilloso a nuez-. ¿Crees que hay algún límite en el número de veces que una mujer embarazada puede vomitar al día? -le pregunté esperanzadamente mientras recorríamos el pasillo hacia los baños.

– No -respondió Alanna alegremente.

Capítulo 5

– ¡Brrr!

Me envolví bien en la capa de armiño, y me alegré de haberme puesto la ropa de montar: unos pantalones y un peto de cuero suave y unas botas de montar altas que tenían unas estrellas talladas en las suelas, de modo que cada vez que andaba, dejaba unas bonitas huellas.

– Cada vez hace más frío.

Alanna y yo caminábamos por el patio trasero, que estaba situado entre los establos y el templo. Hacía un día nublado y húmedo, cosa que intensificaba el frío y los rizos de mi pelo.

– ¡Enhorabuena, lady Rhiannon!

– ¡Benditas seáis vos y vuestra hija, Elegida!

Todo aquél que pasaba a nuestro lado me deseaba parabienes. Era como estar envuelta en una manta gruesa de cariño, calidez y amor…

También era un poco agobiante, y mi dolor de cabeza regresó con fuerza. Aunque Alanna tenía razón, y me sentía mejor después de haberme bañado y arreglado, y después de haberme comido tres deliciosas magdalenas.

El nuevo alojamiento para centauros estaba situado al norte del templo, y al este de los establos, pero en el interior de las murallas. Tal y como yo había aprendido meses antes, Epona era una diosa guerrera, así que su templo era un fortín preparado para la protección y la defensa. Las murallas del templo eran muy bellas, pero también eran anchas y altas. El terreno que rodeaba el templo estaba bien cuidado y mantenido, y libre de cualquier obstrucción que pudiera ayudar a un ejército atacante.

Los centauros y los humanos estaban trabajando duramente, cortando y encajando piedras. La estructura del nuevo edificio ya era visible, aunque estuviera envuelta en un laberinto de andamios de bambú.

– Me asombra lo rápidamente que está tomando forma -le dije a Alanna en un susurro-. Pensaba que, sin la ayuda de la tecnología, construir un edificio así llevaría décadas.

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