John Saul - Ciega como la Furia

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John Saul is an American author. His horror and suspense novels appear regularly on the New York Times Best Seller List.

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A la mañana siguiente, Sally Carstairs se presentó en la puerta de calle de los Pendleton. Explicó que el dolor de su brazo había desaparecido totalmente de la noche a la mañana, pero Cal le revisó igual el brazo y la interrogó cuidadosamente.

– ¿No te duele nada?

– Está muy bien, doctor Pendleton -insistió Sally-. Realmente lo está.

– Bueno -suspiró Cal, cediendo a regañadientes-. Anda entonces, y que se diviertan.

Cuando Sally abandonó el salón de adelante, Cal se rascó la cabeza y luego fue hacia el teléfono.

– ¿Josiah? ¿Habló usted con Bertha Carstairs esta mañana?

– No, en este momento iba a llamarla.

– No se moleste -dijo Cal-. Sally se encuentra aquí, y está muy bien. El dolor ha desaparecido totalmente.

– Vaya, excelente -replicó Josiah Carson.

– Pero no tiene sentido -dijo Cal-. Si era una contusión, o una tercedura o una fractura, le seguiría doliendo. Simplemente no tiene sentido.

Hubo un largo silencio en la otra punta. Por un momento, Cal no supo con seguridad si Josiah Carson seguía estando allí. Después el anciano doctor habló.

– A veces las cosas no tienen sentido, Cal -dijo con voz queda-. Eso es algo que usted tendrá que aceptar. A veces las cosas simplemente no tienen sentido.

CAPÍTULO 4

Michelle devoraba con los ojos todos los detalles de la escuela de Paradise Point, mientras esperaba la llegada de Sally Carstairs. No se parecía en nada a Harrison… absolutamente en nada. No había rastros, como en Harrison, de pintura sucia, ni inscripciones insultantes en los pasillos; y los recipientes de basura, espaciados en orden a todo el largo del corrredor, no estaban encadenados a las paredes; en cambio, Michelle se encontró en un corredor brillantemente iluminado, pintado de un blanco inmaculado con rebordes verdes, colmado de niños que parloteaban felices… niños que parecían ansiosos de comenzar un nuevo año escolar. Entre el gentío buscó el rostro conocido de Sally, y al divisarla, la saludó con un ademán. Sally respondió al saludo, luego hizo señas a Michelle.

– Ven aquí -la llamó Sally-. ¡Estamos en el aula de la señorita Hatcher!

Michelle sintió ojos curiosos que la observaban al dirigirse hacia Sally, pero al encontrar las miradas de uno o dos de sus nuevos condiscípulos vio solamente amistad en sus rostros… nada de la desconfiada hostilidad que flotaba como una negra nube sobre la antigua escuela de Boston. Cuando llegó junto a Sally, Michelle ya estaba segura de que todo iba a salir muy bien.

– Ahora, ¿recuerdas a Jeff? -preguntó Sally; Michelle asintió con la cabeza-. Bueno, entremos. Jeff ya está aquí, pero no he visto a Susan… siempre llega tarde.

Iba a entrar en el aula, pero Michelle la detuvo.

– ¿Cómo es la señorita Hatcher?

Sally la miró, luego sonrió al ver la súbita expresión de incertidumbre en el rostro de Michelle.

– Es sensacional. Trata de fingir que es una maestra solterona, pero tiene novio y todo. Y nos deja sentarnos donde queremos. Entra.

Sally entró con Michelle en el aula, como ambas habían planeado. Fueron directamente a la fila delantera, donde Jeff Benson se había sentado en el centro del recinto. Simulando mucha inocencia, Sally ocupó el asiento a la izquierda de Jeff y Michelle el de su derecha. Jeff las saludó a las dos; luego se puso a conversar con Sally mientras Michelle trataba de observar subrepticiamente a su nueva maestra.

Corinne Hatcher parecía ser la imagen de una maestra de pueblo. Peinaba sus cabellos castaño claros en un apretado rodete, y de una cadena que le rodeaba el cuello colgaban unas gafas. Aunque Michelle no lo sabía aún, nadie la había visto jamás usar las gafas… simplemente colgaban ahí. Pero Michelle advirtió, en cambio, que había algo tras el aspecto de solterona de la señorita Hatcher. Su cara era bonita, y en sus ojos había una tibieza que suavizaba su dura apariencia. Michelle estaba segura de saber por qué la señorita Hatcher era gran favorita entre sus alumnos.

Desde su escritorio, Corinne Hatcher percibió la minuta curiosa de Michelle pero no tomó ninguna actitud que lo evidenciara. Mejor era dejar que la nueva alumna se diera cuenta sola de las cosas. En cambio, fijó los ojos en Sally Carstairs procurando deducir que se proponía. Evidentemente Sally y la nueva niña, de quien sabía el nombre pero no mucho más, ya eran amigas, pero ¿por qué no se sentaban juntas?

Corinne no se dio cuenta de cuál era el juego hasta que entró Susan Peterson: Susan se dirigió al frente del aula, con los ojos fijos en Jeff Benson. Michelle y Sally cambiaron una mirada. Sally asintió con la cabeza y las dos empezaron a reírse entre dientes. Al oír las risitas malvadas, Susan se detuvo, advirtiendo que a ambos lados de Jeff los asientos ya estaban ocupados, y que esto no era una coincidencia. Susan miró furiosa a Sally, lanzó una mirada despectiva a la desconocida, y luego ocupó el asiento inmediatamente detrás de Jeff.

Y Michelle, al ver la cólera instantánea de Susan, empezó a lamentar el haber seguido el plan de Sally. En ese momento había parecido gracioso mantener a Susan alejada del muchacho junto a quien quería sentarse, pero ahora Michelle comprendía que había cometido un error. Y además, Susan no parecía ser la clase de muchacha capaz de olvidarlo. Michelle comenzó a preguntarse qué podría hacer para corregir la situación.

Al sonar la campana, Corinne se levantó y enfrentó a la clase.

– Este año tenemos con nosotros una nueva alumna -dijo-. Michelle, ¿quieres ponerte de pie? -Sonrió alentadoramente a Michelle que enrojeció, vaciló un momento y luego, titubeando, se incorporó junto a su asiento-. Michelle viene de Boston y me imagino que esta escuela debe parecerle muy extraña.

– Es agradable declaró Michelle-. No se parece en nada a las escuelas de Boston.

– ¿Quieres decir que esas no son agradables? -se burló Sally.

Michelle enrojeció todavía más.

– No quise decir eso… -empezó-. Señorita Hatcher -suplicó-, no quise decir que no me gustara la escuela en Boston…

– Estoy segura de que no quisiste decir eso -intervino Corinne con rapidez-. ¿Por qué no te sientas, así dejamos que todos se te presenten?

Con gratitud Michelle se hundió de nuevo en su asiento y se inclinó para mirar furiosa a Sally quien a su vez le sonreía traviesamente. Cuando su sentido del humor superó a su vergüenza, Michelle empezó a reírse entre dientes, pero se detuvo con presteza al oír una voz detrás de ella.

– Dije que me llamo Susan Peterson -repitió sonoramente la voz.

Michelle se volvió, y al ver la expresión enojada de Susan, se sintió enrojecer de nuevo. Rápidamente miró al frente del aula, segura de haberse hecho accidentalmente una enemiga, y deseando otra vez no haberse dejado atrapar en la artimaña de Sally.

"Pero yo no quise perjudicar a nadie" se dijo. Procuró concentrarse en lo que decía la señorita Hatcher, pero durante la primera hora no hizo más que recordar los ojos coléricos de Susan Peterson clavados en ella. Cuando finalmente sonó la primera campana de recreo, Michelle vaciló, luego se acercó al escritorio de la maestra.

– ¿Señorita Hatcher? -titubeó. Corinne la miró sonriendo.

– ¿Ocurre algo? -preguntó, inquieta al ver la expresión preocupada de Michelle.

– Estaba pensando… ¿podría cambiar de asiento?

– ¿Ya? Pero sólo has estado en él dos horas.

– Lo sé -repuso Michelle. Arrastró los pies, incómoda, preguntándose cómo decir a la maestra lo sucedido; luego soltó toda la historia-. Iba a ser una broma… es decir, Sally me dijo que a Susan Peterson le gusta Jeff Benson y pensó que sería gracioso que ocupáramos los asientos junto a Jeff para que Susan no pudiera sentarse al lado de él. Y yo le hice caso -continuó Michelle, a punto de llorar-. No quise que Susan se enojara conmigo… es decir, ni siquiera la conozco y… y…

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