Jonathan Kellerman - Compañera Silenciosa

Здесь есть возможность читать онлайн «Jonathan Kellerman - Compañera Silenciosa» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Compañera Silenciosa: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Compañera Silenciosa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un día en una fiesta, el psicólogo infantil Alex Delaware se reencuentra con un viejo amor, Sharon Ransom. Ella solicita su ayuda, pero Alex, demasiado embebido en sus propios asuntos sentimentales, no le hace caso. Dos días más tarde, Sharon se suicida. Alex no puede dejar de sentirse responsable de la desesperada decisión de Sharon.
Y en parte por ello, en parte por resolver los enigmas de aquella relación -la mayoría creados por la oscura personalidad de Sharon- el psicólogo se embarca en una investigación en la que el dinero, el azar de los genes y un pasado trágico configuran el escenario de una prolongada orgía de sexo, dominio y manipulación psicológica al servicio de los menos nobles impulsos del ser humano.

Compañera Silenciosa — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Compañera Silenciosa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Era ése su nombre, Mickey? Lo único que sé es que era un profesional al que Paul había tratado para quitarle la adicción a la cocaína. Allá en Florida. Y yo no he estado nunca en Florida.

– ¿Ella?

Asintió la cabeza.

– ¿Y quién le propuso el papel?

– Sé que todo eso no tiene muy buen aspecto, pero lo cierto es que Paul pensó que podría ser curativo.

– Terapia radical. El trabajar el problema.

– Tendrías que haberlo visto en su contexto, Alex. Había trabajado con ella durante años sin tener demasiado éxito. Tenía que intentar algo.

Miré a otra parte, contemplé lo que me rodeaba. El punto grueso de la alfombra azul. Los mensajes familiares de los carteles. No había un jodido lugar como el hogar.

Un hogar en forma de nave espacial. Era como si unos extraterrestres hubiesen bajado a la Tierra a la caza de especímenes para un zoo interplanetario, y hubiesen preparado un hábitat «medio americano», con todos sus lugares comunes.

Cuando volví a mirarla, estaba sonriendo. Con una sonrisa luminosa. Demasiado luminosa. Como el hielo antes de cuartearse.

– Comprendo lo extraño que todo esto debe de sonarte, Alex. Es difícil resumir tantos años en sólo unos pocos minutos.

Le devolví la sonrisa, dejé que se viese mi confusión.

– Es arrollador… la dinámica que tiene… como todo se ensambla entre sí.

– Haré todo lo que pueda para aclarártelo.

– Te lo agradeceré.

– ¿Por dónde querrías que empezase?

– Por el principio; me parece que es un lugar tan bueno como cualquier otro.

Puso su cabeza en mi hombro.

– Ése es el problema: realmente, no hay un principio -me dijo, con la misma voz desencarnada que había usado, años antes, para hablarme de la muerte de sus «padres»-. Mis primeros años son como una mancha desdibujada. Me han hablado de ellos, pero es como oír una historia acerca de otra persona. De eso es de lo que iba la terapia, aquel verano. Paul estaba tratando de desbloquearme.

– ¿Regresión de edad?

– Regresión de edad, libre asociación, ejercicios de Gestalt… todas las técnicas estándar. Cosas que yo misma he usado con mis pacientes. Pero ninguna funcionó. No podía recordar nada. Quiero decir que, intelectualmente, yo comprendía el proceso defensivo, sabía que estaba reprimiéndome, pero eso no me ayudaba aquí dentro -y colocó mi mano sobre su vientre.

– ¿Hasta cuánto atrás puedes recordar? -le pregunté.

– Tiempos felices. Shirlee y Jasper. Y Helen. Tío Billy me ha dicho que la conociste ayer. ¿No es una persona realmente excepcional?

– Sí, lo es. - Ayer. Parecía haber sido hacia siglos-. ¿Sabe ella que tú estás viva?

Hizo una mueca, como si le hubiesen dado un bofetón. Se dio un fuerte tirón del lóbulo.

– Tío Billy me dijo que se había ocupado de eso.

– Estoy seguro de que lo hará. ¿De qué estabais hablando los dos en la fiesta?

– De ella. Estaba volviendo a meterse de nuevo en mi vida, por la fuerza, dejándose caer por mi casa a cualquier hora del día, despertándome, aullando y maldiciendo, o metiéndose en la cama conmigo y manoseándome, tratando de beber de mis pechos. En una ocasión la encontré con unas tijeras, intentando cortarme el cabello. En otras ocasiones llegaba drogada o borracha de sus daiquiris, vomitaba por todas partes, perdía el control de su vejiga en mi alfombra. Yo no dejaba de cambiar las cerraduras, pero ella siempre encontraba un modo para meterse dentro. Y tomaba pastillas como si fuesen caramelos.

Pinchazos ya antiguos entre los dedos de los pies.

– ¿Se pinchaba droga?

– Lo hizo un tiempo, hace unos diez años. No sé, quizá hubiera empezado de nuevo… cocaína, anfetaminas. A lo largo de los años, seguramente se tomó una sobredosis de algo, al menos una docena de veces. Yo tenía el teléfono de uno de los doctores de tío Billy, al que podía llamar las veinticuatro horas del día, sólo para vaciarle el estómago. Para cuando lo de la fiesta, se había deteriorado de verdad y estaba tratando de hundirme con ella. No paraba de decir que íbamos a ser compañeras de cuarto eternas. Yo estaba aterrada, ya no podía seguir soportando aquello. Así que le pedí a tío Billy que se ocupase él de todo. A pesar de todo por lo que ella me había hecho pasar, resultaba duro, pues yo sabía que eso representaba que la iban a tener que internar. Así que el verte allí, en la fiesta, realmente me levantó los ánimos. Una semana antes, yo había estado en casa de Paul, y Suzanne estaba haciendo la caligrafía para las invitaciones. Vi tu nombre en la lista, y noté cómo brotaba en mí un torrente de sentimientos hacia ti.

Tomó mi mano y la deslizó hacia abajo, hasta su monte de Venus. Noté calor, pesadez, la suave maraña del vello púbico a través de la seda.

– Confiaba en que asistieses -me dijo-. Pero comprobé los datos en un par de ocasiones, para ver si habías respondido para confirmar tu asistencia, y no lo habías hecho. Así que, cuando se cruzaron nuestras miradas, no me lo podía creer. Era el Destino. Y supe que tenía que intentar entrar en contacto contigo.

Me besó en la mejilla.

– Y ahora, aquí estás. Hola, desconocido.

– Hola.

Me quedé allí sentado y la dejé besarme un poco más, pasar sus dedos por mi cabello, tocarme. Lo soporté todo y le devolví los besos, y supe cómo se sentían las prostitutas. Brotó sudor de mi frente. Me lo sequé con la manga.

Ella me dijo:

– ¿Quieres un poco de agua? -Y se levantó y me sirvió un poco de la jarra de Shirlee.

Usé ese tiempo para aclararme la cabeza. Cuando regresó, le dije:

– ¿Te trataba Paul para alguna otra cosa, además de para desbloquear el pasado?

– En realidad, aquello no empezó como una auténtica terapia… sólo era una supervisión clínica, lo habitual acerca de cómo afectaban a mi trabajo mis sentimientos y mi estilo de comunicación. Pero, a medida que nos adentrábamos en ello, pudo ver que yo tenía… problemas de identidad, un pobre sentido del yo, una baja autoestima. Me sentía incompleta. Y culpable.

– ¿Culpable de qué?

– De todo. De haber abandonado a Shirlee y Jasper… son un encanto. Realmente sentía cariño por ellos, pero nunca cr eí pertenecerles. Y a Helen. A pesar de que, prácticamente, fue ella quien me crió, no ora mi madre… Siempre hubo un muro entre nosotras. Era todo muy confuso.

Asentí con la cabeza.

– Ese primer año de la escuela de graduados -prosiguió-, hubo un montón de presiones, con eso de que se esperase que, realmente, ayudásemos a otra gente. Me aterrorizaba… es por eso por lo que me derrumbé en aquella clase práctica. Creo que, en lo más hondo, estaba de acuerdo con lo que decían los otros, sin embargo, me notaba como una impostora.

– Al principio, todo el mundo siente eso.

Sonrió.

– Nunca dejas de ser el terapeuta. Eso es lo que fuiste aquella noche. Mi roca. Cuando vi tu nombre en la lista de la fiesta, supongo que pensé que quizá la historia se repitiese.

– Antes de que vieses a Sherry por primera vez… antes de que supieras de ella… -le pregunté-. ¿Tenías fantasías acerca de tener una hermana gemela?

– Si, continuamente, desde que era una niña. Pero nunca le di demasiada importancia a aquello. Yo era del tipo de niña que dejaba volar la fantasía con cualquier cosa.

– ¿Y había una imagen de la gemela que se te fuese apareciendo una y otra vez?

Asentimiento con la cabeza.

– Una niña de mi edad exactamente igual a mí, pero que tenía confianza en sí misma, que era popular, que sabía imponerse. Yo la llamaba la Gran Sharon, a pesar de que tenía exactamente mi tamaño, porque su personalidad se agigantaba. Paul decía que yo me veía a mí misma como pequeñita. Insignificante. Gran Sharon se quedaba siempre tras los bastidores, pero se podía confiar en que ella intervendría, cuando las cosas se pusiesen duras. Años más tarde, cuando tomé mi primer cursillo de Psico, me enteré de que aquello era normal, de que los críos lo hacen habitualmente. Pero yo lo estaba haciendo en mi adolescencia, incluso en la Universidad. Estaba azarada por aquello, temía hablar de ella en sueños y que mis compañeras de cuarto pensasen de mí que era una chica rara. Así que hice un esfuerzo consciente de liberarme de Gran Sharon y por fin crecer. Y, al cabo, conseguí suprimirla, hacer que dejase de existir. Pero, cuando estuve bajo hipnosis, ella apareció otra vez, cuando Paul estaba husmeando. Comencé hablando de ella. Luego con ella. Paul dijo que era mi compañera. Mi compañera silenciosa, siempre en un segundo plano. Dijo que todo el mundo tiene una… que eso es a lo que Freud quería realmente llegar con su ego, y superego. Que no había nada malo en que la tuviera… que ella no era sino otra parte de mí. Ése fue un mensaje muy afirmativo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Compañera Silenciosa»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Compañera Silenciosa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jonathan Kellerman - Devil's Waltz
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Billy Straight
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Obsesión
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Test krwi
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Compulsion
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Dr. Death
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - True Detectives
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Evidence
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - The Conspiracy Club
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Rage
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Gone
Jonathan Kellerman
Отзывы о книге «Compañera Silenciosa»

Обсуждение, отзывы о книге «Compañera Silenciosa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x