Jack Higgins - El Aguila Emprende El Vuelo

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El Aguila Emprende El Vuelo: краткое содержание, описание и аннотация

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Liam Devlin se enfrenta a un reto casi imposible: rescatar al hombre que intentó matar a Churchill. 1943. El coronel Kurt Steiner ha sobrevivido a su arriesgado golpe de mano contra Churchill. Prisionero en un lugar secreto, se ha convertido en un rehén incómodo para los británicos… y en una baza apetecible para sectores de la jerarquía nazi.Hay que rescatar a Steiner, y sólo Liam Devlin puede hacerlo. Éste urdirá un plan sutil, imaginativo y muy peligroso. De principio a fin, el éxito de la operación penderá de un hilo, tan extremadamente fino que cualquier cosa puede romperlo.

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– Correcto. Permaneceré a la escucha.

Justo en las afueras de Ashford se produjo un accidente de circulación entre un gran camión de transporte y un vehículo privado. El camión desparramó su carga de patatas por la carretera. Devlin, agarrándose con impaciencia al volante, permaneció allí, haciendo cola durante quince angustiosos minutos, hasta que, finalmente, salió de la cola e hizo girar la camioneta.

– Ya es medianoche -le dijo a Steiner-. No podemos permitirnos permanecer más tiempo aquí parados. Encontraremos otro camino.

– Oh, parece que tenemos problemas, ¿no es así, señor Devlin? -preguntó Munro.

– No, viejo bribón, pero usted sí que los tendrá como no cierre el pico -le dijo Devlin, que giró en la siguiente carretera a la izquierda.

Ése fue, aproximadamente, el mismo momento en que Asa Vaughan hizo descender el Lysander, en su cuarto intento de aterrizaje. El tren de aterrizaje no era retráctil y llevaba luces de señalización fijas por encima de las ruedas. Las encendió, pero lo único que le mostraron fue la niebla.

– Halcón, es imposible. De este modo no voy a ninguna parte.

Por muy extraño que pudiera parecer, fue a Maxwell Shaw a quien se le ocurrió la solución.

– Necesita más luz -exclamó-. Mucha más luz, Quiero decir que podría ver la condenada casa si estuviera en llamas, ¿verdad?

– ¡Dios mío! -exclamó Lavinia abalanzándose hacia el micrófono-. Aquí Halcón. Escuche atentamente. Soy piloto, así que sé de qué estoy hablando.

– La escucho -dijo Asa.

– Mi casa está a trescientos metros al sur del prado y en contra del viento. Voy a ir allí ahora y encenderé todas las luces.

– ¿No es eso lo que se considera como llamar la atención? -preguntó Asa.

– No con esta niebla. Además, no hay ninguna otra casa en tres kilómetros a la redonda. Me marcho ahora. Buena suerte. -Dejó los auriculares y el micro-. Quédate aquí, Max. No tardaré mucho.

– Está bien, muchacha.

Echó a correr hacia la casa. Al llegar ante la puerta respiraba entrecortadamente. Lo primero que hizo fue subir la escalera; luego fue entrando en cada una de las habitaciones, incluso en los cuartos de baño, encendiendo todas las luces y abriendo las cortinas. Después, bajó a la planta baja e hizo lo mismo. Abandonó la casa con rapidez y a unos cincuenta metros de distancia, se detuvo y miró hacia atrás. La casa resplandecía con todas las luces encendidas,

Al regresar al cobertizo vio que Maxwell Shaw estaba bebiendo de un frasco de bolsillo que se había llevado consigo.

– Ese condenado lugar parece como un árbol de Navidad -le dijo él.

Lavinia le ignoró y tomó el micro.

– Bien, ya Jo he hecho. ¿Está eso mejor?

– Echaré un vistazo -dijo Asa.

Hizo descender el Lysander hasta los quinientos píes de altura, sintiéndose repentinamente abrumado por un extraño fatalismo,

– Qué demonios, Asa -se dijo con suavidad -. Si sobrevives a esta maldita guerra, sólo tendrás que pasar cincuenta años en Leavenworth, de modo que no tienes nada que perder.

Continuó el descenso y ahora la niebla quedó bañada por una especie de difuso resplandor. Un segundo más tarde pudo ver Shaw Place, con todas las ventanas encendidas. Siempre había sido un buen piloto pero en estos momentos sus reflejos actuaron de forma aún más extraordinaria al tirar hacia atrás de la palanca y elevarse por encima de la casa, sobre la que pasó a muy pocos pies de distancia. Y allá, al otro lado, estaban encendidas las luces del prado y hasta vio la puerta abierta del cobertizo.

El Lysander aterrizó perfectamente, giró y se dirigió hacia el cobertizo, Lavinia abrió del todo las puertas, observada por su hermano, y luego le hizo gestos a Asa para que entrara. Asa cerró el contacto del motor, se quitó el casco de vuelo y bajó del aparato.

– Yo diría que eso fue un poco por los pelos -dijo ella tendiéndole la mano-. Soy Lavinia Shaw, y éste es mi hermano Maxwell.

– Asa Vaughan, Realmente, le debo un gran favor.

– No ha sido nada. Yo también soy piloto y antes solía volai en un Tiger Moth desde aquí.

– Santo cielo, este tipo habla como un condenado yanqui -exclamó Maxwell Shaw.

– Bueno, el caso es que crecí allí -dijo Asa. Se volvió a mirar a Lavinia y preguntó-: ¿Dónde están los otros?

– No ha habido señales del mayor Conlon. Hay niebla a lo largo de todo el trayecto, desde Londres hasta la costa. Me imagino que se habrán visto retrasados.

– Muy bien -asintió Asa-, enviemos ahora mismo un mensaje a Chernay comunicándoles que he conseguido aterrizar enterito.

En la sala de radio de Chernay, Schellenberg se sentía desesperado, pues los informes meteorológicos de la RAF captados desde Cherburgo indicaban lo imposible que era la situación. En ese momento, Leber, que estaba sentado ante la radio, con los auriculares puestos, se puso frenéticamente en movimiento.

– Es Halcón, general. -Escuchó con atención, escribiendo furiosamente en su libreta. Un instante más tarde, arrancó la hoja y se la tendió a Schellenberg-. Lo ha conseguido, general, ha conseguido aterrizar con ese maravilloso cacharro.

– Sí -asintió Schellenberg-, ciertamente lo ha hecho, pero sus pasajeros no estaban esperándole.

– Ha dicho que se han retrasado a causa de la niebla, general.

– Esperemos que haya sido así. Dígale que permaneceremos a la escucha.

Leber envió el mensaje con rapidez y luego se quitó los auriculares, dejándolos colgados del cuello.

– ¿Por qué no va a descansar durante un buen rato, general? Yo me quedaré aquí, a la escucha.

– Lo que voy a hacer es tomar una ducha y refrescarme un poco -le dijo Schellenberg-, Luego, tomaremos café juntos, sargento de vuelo. Se volvió y caminó hacia la puerta. -Después de todo, no hay prisa -comentó Leber-. No podrá traer el Lysander hasta aquí a menos que mejore el tiempo.

– Bueno, no pensemos en eso ahora -dijo Schellenberg saliendo de la sala de radio.

En Shaw Place, Asa ayudó a Lavinia a apagar las luces, yendo de una habitación a otra. Shaw se dejó caer en su sillón, junto al fuego, con los ojos vidriosos, ya muy lejos de todo.

– ¿Se pone así muy a menudo? – preguntó Asa. Ella dejó abiertas las puertas de cristal, pero corrió las cortinas.

– Mi hermano no es un hombre feliz. Lo siento, pero no le he preguntado cuál es su rango. -Capitán -contestó él.

– Bien, capitán, digamos que la bebida ayuda un poco. Venga a la cocina. Le prepararé algo de té o café, como prefiera.

– Si puedo elegir, prefiero café. Se sentó en el borde de la mesa, fumando un cigarrillo, mientras ella preparaba el café. Asa estaba muy elegante con su uniforme de las SS y Lavinia era muy consciente de ello. Asa se quitó la chaqueta de vuelo y ella observó el nombre bordado en la manga de la guerrera.

– ¡Santo cielo! – exclamó-. ¿La legión George Washington? No sabía que existiera nada igual. Mi hermano tenía razón. Es usted estadounidense.

– Espero que eso no vaya en contra mía -dijo él.

– No se lo tendremos en cuenta, maravilloso bastardo yanqui. -Asa se giró con rapidez en el instante en que Liam Devlin entraba por las puertas cristaleras y fe rodeaba con sus brazos-. ¿Cómo diablos ha logrado aterrizar en medio de esa niebla, hijo? Nosotros hemos tardado mucho en llegar aquí por carretera, desde Londres.

– Supongo que será cuestión de genio -dijo Asa con modestia.

Munro apareció por detrás de Devlin, todavía con las muñecas atadas y la bufanda atada alrededor de los ojos. Steiner estaba a su lado.

– El coronel Kurt Steiner, el objetivo del ejercicio, ha añadido un poco de equipaje extra que hemos encontrado en el camino -explicó Devlin.

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