John Lindqvist - Descansa En Paz

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Considerado por la Academia Sueca uno de los autores de mayor talento, aclamado por la crítica como el nuevo Stephen King y considerado por los lectores el sucesor de Stieg Larsson, el maestro escandinavo del terror se imagina en su nueva novela qué pasaría si Estocolmo fuese tomado por los zombies.
Algo muy extraño está ocurriendo en la capital de Suecia: en medio de una inusual ola de calor, la gente se da cuenta de que no puede apagar la luz ni los aparatos eléctricos. De repente, una noticia sacude a la nación: en la morgue los muertos están resucitando. ¿Qué es lo que quieren? Lógicamente, volver a casa…

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Heden no volvería a abrirse al público nunca más.

Heden, 13:15

Flora estaba tumbada debajo del banco, encogida como un feto, abrazada a su mochila. El mundo se hundía a su alrededor. El mundo se hundía dentro de ella. Todo explotaba como si fueran los fuegos pirotécnicos de la locura.

Apretó los párpados cuanto pudo, para evitar que se le salieran los ojos de las cuencas. No podía moverse, debía limitarse a esperar que aquello acabara de una vez.

Los grupos grandes de muertos afectaban a las mentes de los vivos, pero otro tanto ocurría a la inversa. Las emociones aumentaban como si se reflejaran en un sistema de espejos, se reflejaban unas a otras y se fortalecían, se volvían a reflejar y siguieron así hasta que el campo se volvió insoportable.

Pasados cinco minutos empezó a debilitarse. Los pensamientos terribles abandonaron el recinto y se apagaron fuera. La chica se atrevió a abrir los ojos al cabo de diez minutos, y comprendió que se habían olvidado de ella. Un par de policías abandonaban el patio en ese momento. Fuera de un portal un hombre se había sentado a llorar. Tenía arañazos en la cara y manchas de sangre en el cuello de la camisa. Mientras Flora lo miraba, llegó hasta él un enfermero, le lavó las heridas y le puso una gasa.

Flora no se movió; con sus ropas negras parecía una sombra debajo del banco. Si se movía se convertía en persona, y las personas debían salir de allí.

Cuando le hubo cubierto las heridas, el enfermero cogió al hombre por debajo de los brazos y lo condujo hacia la salida. El herido caminaba como si llevara un yugo encima de la nuca, e iba pensando en su madre, en su cariño y en sus uñas limadas y pintadas de color rojo cereza. Siempre había cuidado mucho sus uñas, incluso durante los años que duró la enfermedad. Cuando le fueron arrebatando toda la dignidad pedazo a pedazo, ella, sin embargo, siguió insistiendo en las uñas, en que las uñas debían cuidárselas y pintárselas de rojo cereza. Aquellas uñas. Una de ellas se le había partido al arañarle.

Flora esperó a que hubieran abandonado el patio, y luego miró fuera de éste. Su percepción extrasensorial le decía que no había nadie vivo en las inmediaciones, pero allí era todo tan raro que no podía estar segura.

No se veía a nadie. Se arrastró fuera y corrió hasta el pasadizo que conducía al siguiente patio, donde debió esperar un poco mientras salía otro par de personas. Una de ellas era psicóloga o algo parecido, e iba sopesando seriamente la idea de quitarse la vida con una sobredosis de morfina cuando llegara a casa. No tenía familia, ni aquí ni en ninguna parte.

Ya eran casi las dos cuando Flora llamó con cuidado en la ventana de Peter y pasó dentro. En aquellos momentos no quedaba ninguna conciencia viva por los alrededores.

EKOT, 14:00

no existe ninguna explicación a lo sucedido en Heden. Poco después de las dos, la policía y el personal sanitario se vieron obligados a desalojar el recinto. Doce personas han resultado heridas tras haber sido atacadas por los redivivos, tres de ellas de gravedad. Heden permanecerá cerrado al público por tiempo indefinido…

RESUMEN

Ministerio de Sanidad. Reservado

En suma, estamos convencidos de que los redivivos consumen muy deprisa sus reservas intracelulares. Si se toma como media el consumo actual, calculamos que esos recursos se habrán consumido en el plazo de una semana, como máximo, mucho antes en algunos casos.

Por lo tanto, dentro de una semana o menos, esos redivivos estarán, a falta de terminología apropiada, consumidos si no se hace nada al respecto.

Por el momento, no tenemos ninguna solución válida que proponer.

Por último, nos preguntamos si continúa habiendo demanda de tal solución.

EKOT, 16:00

ha puesto Heden en algo parecido a la cuarentena. La zona contará con un reducido grupo de personal sanitario, pero de momento no hay planes para continuar con los programas de rehabilitación.

17DE AGOSTO (II)

El pescador

La idea es delicada y prometedora

como la luz que cruza el cielo hacia el norte

en sutiles jirones,

como los que deja el caracol a su paso,

o como tantea el mejillón el fondo del mar

con el pecho, la boca y las manos,

o como el corazón, al latir,

siente el llanto del cerebro.

MIA AJVIDE, Flyktlock

(Vía de escape).

Labbsk äret, 16:45

Las sombras ya se habían alargado cuando Mahler se levantó de su escondrijo y regresó a la cabaña. Le dolía el cuerpo después de permanecer tanto tiempo sentado en la piedra. Había permanecido fuera más tiempo del estrictamente necesario para tranquilizarse. Quería demostrarle a Anna cómo sería todo si él, el que estaba de más, desapareciera.

En la roca situada fuera de la casa había un viejo soporte para secar las redes, tres grandes ganchos en forma de T. Bajo uno de ellos estaba Anna canturreando y tendiendo la ropa de Elias que había lavado con jabón y agua salada. Parecía muy animada, en absoluto angustiada, como Mahler se había esperado.

Ella oyó sus pasos en la roca y se volvió.

– Hola, ¿dónde has estado?

Mahler dio un manotazo al aire y Anna ladeó la cabeza, mirándole.

«Como si yo fuera un niño», pensó Mahler, y ella se echó a reír y asintió. El sol, en el horizonte, le arrancó un destello burlón en la mirada.

– ¿Has encontrado algo de agua? -preguntó él.

– No.

– ¿Y no estás preocupada?

– Sí, pero… -Anna se encogió de hombros y colgó dos calcetines pequeños en el mismo gancho.

– Pero ¿qué?

– Creía que ibas a ir tú a buscarla.

– Pues a lo mejor no tengo ganas.

– Ah, es eso. Entonces vas a tener que enseñarme cómo funciona el motor.

– No te pases.

Anna le devolvió una mirada de significado elocuente: «No te pases tú», y su padre entró en la casa a regañadientes. El chaleco salvavidas más grande era demasiado pequeño para él, parecía un bebé gigante cuando se ajustó el cinturón sobre la tripa, así que pasó del chaleco. De pronto, todo empezaba a perder importancia. Entró a ver a Elias, tumbado en la cama bajo el cuadro del trol, pero no sintió deseo alguno de acercarse a él. Cogió el bidón de agua y salió.

– Bueno -dijo-, pues tendré que ir yo.

La chica había tendido toda la colada. Se agachó y apoyó las manos sobre las rodillas.

– Papá -le dijo suavemente-. No sigas así.

– ¿Que no siga cómo?

– Que no sigas, simplemente. No hay necesidad.

Mahler pasó junto a ella y bajó hacia la barca.

– Conduce con cuidado -le pidió Anna.

– Claro, claro.

* * *

Cuando el ruido del motor se perdió entre las islas, Anna se tumbó de espaldas sobre la roca recalentada por el sol, colocándose de manera que el calor llegara todo lo posible hasta su piel. Después de permanecer un rato allí tumbada, entró en busca de Elias y lo tumbó a su lado en la piedra envuelto en el edredón.

Ella se volvió de lado hacia él, apoyando la cabeza en la mano, y se concentró en un punto de su arrugada frente marrón con manchas negras.

«¿Elias?».

Recibió una respuesta no expresada con palabras; de hecho, ni siquiera era una respuesta, sino más bien una muda constatación de que estaba ahí. Elias había hablado realmente con su madre en contadas ocasiones, la última vez fue cuando ella estaba cortando el césped mientras su abuelo seguía con aquellos ejercicios absurdos.

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